Una noche imborrable

1454 Words
“Tu cuerpo era el último país donde me derrotaban” Juan Gelman Después de la desaparición de su hija, Antonio está desconsolado. Durante dieciocho años, se dedicó a protegerla incluso del karma que su madre Emma, pudo haberle heredado. Siempre le dio lo mejor, bueno lo que él considero era lejos dinero, lujos, buenas escuelas, pero había olvidado lo más importante. Es que todo ser necesita y que no tiene nada que ver con el dinero; el amor. –¿Va a almorzar Don Antonio? –le pregunta Mercedes. –¡No Mercedes, no quiero comer! –Pero señor ya lleva castro días sin comer bien. –¡No tengo ganas de comer Mercedes! –dijo en un tono irritado y violento. –Disculpe señor, no era mi intención molestarlo. Él la mira, sabe que se excedió y que ella no tiene culpa de su indignación e impotencia. –¡No Meche! Discúlpame tú a mí. Estoy mal. Muy mal. Aún no entiendo qué hice mal para merecer este castigo. Se levanta del sillón, enciende un habano y camina por la biblioteca. –Sólo he dedicado mi vida a darle lo mejor a Lucía. A apartarla del mal camino y cuidarla de que no sea una p… –¡Señor! No se exprese así, de Doña Emma. Usted tiene que saber que Lucía ama a su madre, a pesar de lo que ella… –¡Anda sí! Dilo. Di que me abandonó. Que estuve todo el tiempo engañado. Que esa perro se burló de mí. –No señor, no era lo que iba a decir. La señora Emma cometió un error. Debe estar pagándolo muy fuerte. –¿Pagando? Está divirtiéndose Dios sabe donde y con quien. Cuando la conocí aquella tarde en el bar, me enamoré de ella. Yo entré y ella estaba allí, sentada sola, tomando una copa. Me acerqué y al mirar sus ojos grisáceos quedé hipnotizado por sus encantos. Me propuse amarla y sacarla de ese lugar. Darke mi apellido, convertirla en una mujer de clase. Pero esta visto que kas mujeres como ella no cambian. Son sólo unas… –No se haga daño usted mismo. Ella lo amaba, eso me consta. La veía llorar cada vez que usted se iba a alta mar. Y la veía reír como lo a, cuando sabía que ve dia de vuelta. –¡Vaya manera de amar! Se marchó y nunca más volvió. Abandonó a su propia hija. ¿Me dirás que eso es amor también? Mercedes permanece muda. Sabe que él tiene la razón. Y eso es algo que ella jamás entenderá. ¿Cómo pudo irse y abandonar a su hija? Ella que nunca pudo tener hijos, se imagina lo difícil que seria para ella dejar a un ser tan importante en la vida de una madre. Pero no está allí para juzgarla. –Disculpe, Don Antonio. Me retiro. El hombre la miró con desprecio. No a ella. Miró su silencio como una prueba más de que tenía la razón. De que Emma nunca lo amó, ni amó a su hija. Nadie abandona a quienes ama. Regresa al sillón. Se sienta y recuerda aquella tarde de verano en el muelle. Flash Back –¿Cómo te llamas?– le pregunta él. –¡Emma! –Es hermoso tu nombre, tan hermoso como tus labios y tan resplandeciente como tu mirada. –¿Eres poeta? –No, pero cualquier hombre lo sería, si pudiese mirarte y describir tu belleza. –¡Pues pareces poeta! Un poeta vestido de marinero. –¿Y tú Emma? ¿Qué eres, aparte de ser mi musa? –Soy bailarina, soy una nota en el aire, libre y fugaz. –¡Vaya, creo que tú eres la poeta! –¡No! Eso lo leí en un libro– dice y suelta una carcajada. Él sonrié, ríen juntos. Ella es hermosa y se ve aún más hermosa cuando ríe. Aquella imagen se mantenía en su cabeza. Nunca pudo olvidar la desde aquella tarde en el bar. Cuando ella subió a la tarima y empezó su show, él parecía atrapado en el movimiento de sus manos y piernas. En sus caderas y sus movimientos pélvicos. Durante una semana, iba todos los días a verla. Su próximo viaje sería el sábado, pero se había retrasado por causa de una tempestad en el Mar Caribe, que provenía del Norte y amenazaba con convertirse en Tifón. Esa noche, él volvió al bar. Llovía copiosamente. Emma bailó como no ño había hecho antes. Era como si la tormenta se hubiese apoderado de su alma, de su cuerpo, de su ser. Bailó con pasión y sensualidad. Como cortejando a aquel marinero que deseaba sucumbir en una borrasca de besos y deseo. Al terminar, fue hasta la barra. Él la esperaba con un trago. Cuando pasó cerca de una de las mesas, uno de los hombres que estaba sentado, lanzó la mano y tocó sus nalgas. Ella se detuvo y lo abofeteó. El hombre indignado se levantó y la tomó de la cintura, ella intentaba safarse. Justo en ese momento, Antonio volteó para ver porqué se tardaba y corrió a rescatar a su amada. Ella mordió la mano del hombre y cuando este la soltó, Antonio le lanzó un puñetazo que lo dejó inconsciente. Todos miraban impactados. Mientras intentaban reanimarlo. Ella lo tomó de la mano y le pidió huir de allí. Él la amaba y deseaba tanto, que corrió junto a ella hasta llegar al muelle. Seguía lloviendo con fuerza. Estaban empapados. Se sentaron detrás de una de las rocas para evitar ser azotados por las fuertes olas. Ella se sentó y reía, estaba agitada de correr. Él tiene cayó exhausto y recostó su cabeza del hombro de ella. Emma lo miró fijamente acarició su rostro. Él se acercó un poco más. Sus labios se buscaron y encontraron en un beso apasionado. Él comenzó a acariciarla, sus manos se escabulleron por entre los pliegues de la falda del vestido. Ella dejó escapar un gemido. Eso lo excitó aún más, levantó el vestido y se internó entre sus piernas. Ella sujetaba su cabeza y movia sus caderas para sentir con mayor fuerza sus labios y lenguas. Busbisea su nombre –¡Antonio! Te amo. Aquellas palabras eran las que él estuvo esperando desde hacía días atrás. Subió por su abdômen, bajó su cremallera, ella lo ayudó tomando su pene y colocándole frente a su v****a, él la oenetró con la misma fuerza con la que las olas chocaban contra las rocas. Se amaron bajo la lluvia esa noche. Ddurante toda esa semana, se veían en el apartamento donde él estaba quedándose. Allí sus cuerpos se enfrentaban al deseo y el amor, al placer y la locura. Era la única batalla donde él deseaba perder siempre. Al día siguiente zarpó el barco. Ella juró esperarlo de regreso. Él le dejó dinero suficiente otra que ella no volviese a trabajar en aquel bar. Una noche en el apartamento, luego de una semana sin ir al bar, decidió volver aquella día. Esa noche bebió más de lo debido, por lo que al terminar de bailar se sintió mareada, tomó su cartera y salió caminando hasta el apartamento. Escuchó pasos detrás de ella. Caminó un poco más rápido. Cuando sintió que se acerca acercaba aquella persona volteó, reconoció que era el mismo hombre de la pelea en el bar. –Ahora estás solita– dijo y la tomó del antebrazo con fuerza. –¡Suéltame bastardo!– le gritó mientras intentaba safarse. El hombre se abalanzó sobre ella y comenzó a besarla a la fuerza. Aunque ella lanzaba golpes, el hombre de casi dos metros y contextura gruesa, la dominó y lanzó a un lado del muelle. Comenzó a destrozarle la ropa, la dejó desnuda y salvajemente la violó. –Eso es para que veas lo que es follar con un verdadero hombre. No con el marinerito ese. Ella lloraba, adolorida por dentro y por fuera. Uno de los mesonero del bar, regresaba a su casa y oyó los gemidos de dolor. Se acercó y la reconoció. Ella estaba totalmente desnuda. Él se quitó la camisa y se la puso. Luego la llevó hasta al apartamento de ella. Nunca se lo dijo a Antonio. Él la habría abandonado. Al mes descubrió que estaba embarazada, pero pensó que era producto de la violación. Aunque durante los primeros años, intentó convencerse de que era hija suya y de Antonio, siempre le rondaba la duda, pues Lucía, no se parecía a ella, ni mucho menos a él. Por eso cuando se sintió abandonada por Antonio, no le portó irse y dejar aquella pequeña que le traía el recuerdo de su peor pesadilla.
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