“El amor a veces puede ser mágico, pero la magia... a veces puede ser una ilusión.”
Autor desconocido
Lucía detuvo el auto, se orilla para pensar en todo lo que acaba de suceder. No puede creer que haya tenido que salir de alli, sin besarle, sin despedirse de él. Todo fue tan rápido, que no le dio tiempo a reaccionar. ¿Acaso lo que había ocurrido entre ellos era un simple momento de diversión y ya?
Si bien ella sabía que él estaba comprometido con Anahi, no menos cierto era que su relación no funcionaba. Ella misma se lo confesó aquella noche en su habitación cuando intentó besarla. ¿Ahora qué debía hacer? ¿Fingir que nada ocurrió? ¿Parecer indiferente ante él, cuando lo único que desea es volver a ser suya?
Respira profundamente y vuelve a la carretera, conduce hasta llegar al restaurante. Estacionamiento el auto y baja. No ha terminado de cerrar la puerta, cuando se acerca por detrás y le saluda con aspaviento Héctor.
—Princesa, buemvenida. ¿Puedo abrazarte?
Ella se gira hacia él, asiente y extiende sus brazos para corresponder el gesto de su amigo.
—¡Me alegra verte, Héctor!
—Pues a mí, igual —la levanta al peso y ella comienza a reír algo nerviosa.
—Bájame por favor.
Él la obedece y la bocina de un automóvil le recuerda que está de servicio
—Voy —responde levantando la mano y regresando hasta su puesto de trabajo.
Mientras Lúcia entra al bar, él no deja de sonreír y moverse como un niño cuando le ofrecen un chocolate.
Isadora, la ve entrar, sale detrás del mostrador y la recibe con un abrazo
—De saber que vendrías hoy, me hubiese quedado en la mansión para venirme contigo.
—Pues ni yo sabia que Víctor me daría el fin de semana para venir a verlo.
Isadora se sorprende con la manera tan íntima de referirse a él.
—O sea que estarás aquí dos días.
—Sí, así mismo. ¿Y Felicia? ¿Dónde está? Quiero verla y apapachsrla.
—Pues debe estar por llegar porque con la apapachada que tuvo anoche, debió quedarse dormida. ¡Vaya lluvia la de ayer noche!
Lucía se abstrae en sus pensamientos y responde de forma automática.
—¡Sí, que noche! —responde y suspira profundamente.
—¿Ocurre algo Lucía?
—No nada, es que estaba pensando a donde podemos ir de paseo hoy.
—¿Pues lugares donde ir es lo de menos? Sólo es cuestión de escoger e ir a pasar un rato diferente.
—Pero ¿y el restaurante?
—No te preocupes, Felicia se encarga con Juan. Hector trabajo toda la noche y yo me quedé en casa por lo que ahora les toca a ellos trabajar y nosotros a divertirnos.
—Subo a dejar el bolso en mi habitación y mientras desayunamos, planificamos la salida. Necesito respirar aire fresco y sobre todo no pensar tanto.
—¿Pensar en qué mi niña?
—Luego te cuento. Déjame poner esto arriba.
Lúcia sube a su habitación, deja el bolso sobre la silla y se suena sobre su antigua cama. Vaya que diferencia la que hay entre esta y el lugar en el que duerme. Aunque intenta distraer su mente, a ratos aparece la imagen de Víctor o el dulzor de sus labios.
“Mejor, no pensar” se dice a sí misma. Se levanta y baja las escaleras
A lo lejos ve a Felicia quien viene entrando, y como una niña, corre a los brazos de esta, para abrazarla.
—Felicia, que alegría verte.
—Lucía ¡que bueno que estas aquí! Vaya que nos has hecho mucha falta.
—Sí, sobre todo a ti —comenta de forma ironica Isadora.
—Bueno que yo haya pasado una maravillosa noche, no quiere decir que no extrsñe las locuras de Lúcia y su luz
—Dejen ya de discutir, vamos a desayunar. Muero de hambre —dice Lúcia, mientras camina hasta la cocina.
Isadora tiene preparado varios pasteles fritos, jugo de naranja natural, y algunas galletas de avena que también preparó. Lúcia la ayuda, coloca todo en el centro de la mesa, Felicia busca los platos y cubiertos. Isadora trae los vasos y las tazas. Se sientan y desayunan. Por una extraña razón, las tres comen como si tuviesen dos días din comer. Definitivamente el sexo da hambre.
Luego de desayunar, regresan al restaurante, Felicia abre para que entren dos camioneros que esperan desde hace un par de minutos para desayunar. Isadora se encarga de atenderlos y Lucía de la caja registradora. Felicia esta vez se encarga de la cocina. Todo fluye de forma rápida, así Lucía tiene poco tiempo para pensar en Víctor, en lo ocurrido y en armar conjeturas. Ya a las diez, el local vuelve a quedar vacío. Isadora regresa a la cocina a preparar el almuerzo, Lucía sube a darse un baño y Felicia se encarga de atender a quienes se detienen en la carretera para tomar un café o comprsr una cajetilla de cigarros.
Se desviste, entra al baño, y el agua fría le eriza toda la piel. Esta vez no puede huir de sus pensamientos, recuerda la humedad de los labios de Víctor en sus pelones y luego sus manos deslizarse por su cuerpo, su lengua ardiente encenderle el pubis y las entrañas. Se toca y siente un leve ardor, pero aún así desea estar entre sus brazos y quemarse entera.
Después de la segunda tanda en el restaurante, Isadora se arregla para salir. No han logrado planear a donde irán, cuando pensaban hacerlo llegó Felicia y luego debieron abrir el restaurante, se toman un café sentadas en una de las mesas. Héctor entra a comprar un jugo para almorzar. Ya su turno terminó.
—Héctor ¿te gustaría dar un paseo con nosotras? —le pregunta Lucía.
—Por supuesto mi princesa. A dónde quieras ir, yo te llevo.
—Deja ya el empalagamiento. Ve a cambiarte, porque me llevarás a mí de chaperona.
—Uyyy tía, tú no me dejas ni enamorar a Lucía.
Lucía se sonroja con el comentario. Héctor es un choco apuesto y muy trabajador, pero si corazón tiene dueño.
Minutos después, aprovechan de ir al centro, hay ferias en el lugar, exhibición de ganado, de legumbres y hortalizas, además de un circo.
Caminan entre la gente, Lucía nunca había visto ese tipo de fiestas pueblerinas. Es el onomástico del pueblo Santa Lucía. Es entonces que cae en cuenta que también es su día.
—Hoy es mi día. —dice dando saltos de alegría.
—Sí, es cierto. Felicidades Lucía. —Isadora la abraza.
—¡Hey! Falto yo —se acerca y la abraza con ternura, le susurra al oído— Felicidades mi santa.
Ella siente un escalofrío por todo su cuerpo y recuerda que ya no es tan santa. Ambas emociones se debaten entre ella. Recuerda todos los dogmas religiosos que por muchos años dirigieron sus pasos y que ahora no los necesita, pero que vienen a acusarla de pecadora.
La noche es maravillosa entre las luces de colores, los cohetes y la alegría de quienes están en el lugar. A ratos Héctor aprovecha algún descuido de Isadora para darle algún detalle a Lucía o decirle frases lindas de amor.
Al regresar a la posada, Lucía está exhausta, se despide de Héctor e Isadora y sube hasta la habitación. Se recuesta sin quitarle la ropa, y aunque esta agotada no deja de extrañar a Víctor y de desear estar con él, nuevamente.