“Todos tenemos algo que ocultar.”
Tom Welling
Después de aquella inesperado beso, Lúcia decide regresar a la mansión. Por alguna razón siente que es culpable de lo que ocurrió porque dio alas a situaciones que tal vez Héctor confundió.
Héctor mientras tanto, aunque no se arrepiente de haberla besado, tampoco quiere perderla aunque sea como amiga. No es la primera vez, que una amigo, logra alcanzar el amor de quien siempre lo etiqueta como amigo y terminan siendo la pareja perfecta cuando los ojos de la otra persona, comienzan a mirar desde otro ángulo. Esa es su esperanza.
Mas el destino, tiene las cartas y las juega a placer. Lúcia ve si reloj, aún es temprano y tal vez lo mejor será regresar y alejarse de Héctor lo antes posible, no quiere hacerle daño y mucho menos que él sufra. Se levanta, se ducha y sale con el bolso para despedirse de Isadora. Baja las escaleras, las luces están apagadas, por lo visto ya todos están durmiendo.
Sale, sube a su auto. Desde allí, puede ver a Héctor que está despaldas ocupado con su trabajo. Lanza el bolso en el asiento trasero, retrocede y toma la carretera. Por el retrovisor ve que Héctor está parado haciéndole señas para que se detenga, pero no quiere dar explicaciones de por qué decidió regresar
Diez minutos después está llegando a la mansión. Repentinanente comienza a llover, ella busca taparse debajo del techo que sobresale en la puerta de la cocina. Se recuesta de esta, y la puerta se abre. Al parecer no estaba cerrada totalmente. Las luces de la sala están apagadas, también todos parecen que duermen, se quita las sandalias para no gacer ruido y sube las escaleras sigilosamente. Cuando llega arriba oye ruidos y la puerta de la habitación de Victor está entreabierta.
Piensa que tal vez estará despierto y podrá conversar con él. Camina hasta el pasillo y cuando se asoma, ve la escena más impactante que haya podido ver, Víctor está arrodillado sujetando las piernas y con su m*****o en la boca, Mickail lo sujeta por la nuca y jadea de placer. Ella está petrificada, intenta moverse pero no puede. Mickail presiente que lo observan y abre sus profundos ojos que se tornan grises y oscuros al ver a Lúcia parada frente a la puerta, le sonríe de forma tan maligna, que un escalofrío le recorre de pie a cabeza.
Con aspaviento, abre los ojos y la boca, y como puede gira sobre sus talones y camina hasta su habitación. Las piernas le tiemblan, los oídos le zban, su corazón late a más de 120 pulsaciones. Se sienta en su cama y comienza a llorar sin hacer ruidos. Impotencia, decepción, frustración, tristeza, la invaden; no logra salir de su asombro.
Todo aquello parece una pesadilla, todo aquello la mantiene el resto de la noche en angustia y dolor. Piensa, si lo mejor será huir y salir de allí, sabe que Mickail la vió y lo peor, ahora entiende porque su molestia cuando los veía juntos, su mirada de repulsión, sus interés en intimidarla siempre con comentarios incómodos. Ya tiene claro las razones.
Aquello la asquea. Piensa entonces, Anahí hablaba en serio cuando le preguntó, si deseaba que realmente contara la verdad, cuando le dijo que no estaba casada con él, cuando intento besarla. Era obvio que sabía lo que ocurría entre ellos. Por ello se fue, por ello él le pidió que fuese al pueblo. Quería estar con su amante. Siempre supo que los artistas tenían cierta inclinación s****l extravagante. Pero, ¿por qué le dijo que la deseaba? ¿por qué le mintió? ¿Por qué la hizo suya?
Dios, dios, se levanta angustiada, camina por la habitación de un lado a otro, coloca las manos sobre su cabeza y cubre sus ojos. No desea recordar aquella imagen tan sucia y perversa.
No quiero tampoco volver a verlo, ni platicar con él. No desea explicaciones. Esta claro que aquello fue un error. Tal vez, el también se dejó llevar por el momento, parecia ser sincero, ¿y si de verdad se enamoró de ella? “No, no, calla Lúcia, se dice a sí misma, no intentes justificarlo”
De pronto oye los pasos acercarse, alguien baja las escaleras. Tendrá que esperar para salir sin ser vista. Trata de tranquilizarse y pensar en frío. Decide meterse al baño y llamar a Mercedes, necesita dinero y es la única que puede ayudarle.
Lograr acordar con su nana, el dinero que necesita y que le transferirá la mañana siguiente.
Durante un rato, no escucha que alguien haya regresado y posiblemente sea Mickail que sabe que ella está en la casa. ¿Mantendrá en silencio que ella sepa su secreto? De no ser así, seguramente Víctor ya habría ido a hablar con ella. La habría encarado sin más, ni más.
No puede negar que siente miedo. Mickail siempre le trasmitió ciertas sensaciones, que un principio creyó, eran sexuales. Un hombre atractivo y misterioso, capaz de estremecer y seducir a cualquier mujer, pero cuya mirada minutos atrás, le dejó claro que infunde miedo, terror.
Cuando decide salir, ya pronto serán las dos de la madrugada, desciende por las escaleras con extremo cuidado, evitando hacer ruido. Mientras mira hacia atrás para vigilar que Víctor no salga, se topa con Mickail, quien la sostiene del antebrazo.
—¿A dónde va reporterita?
—Me voy a mi casa, regreso al lugar donde no debí salir.
—No tan rápido querida. Lo que viste minutos atrás es normal. Una relación entre dos homosexuales.
—No necesito que me dé explicaciones. Su vida personal y la del señor Castello, no son de mi incumbencia. Estaba aquí por su trabajo artístico. No por más nada.
—Eso por un instante, me alegras oírlo de tu boca, porque no sé por qué sentí que te gustaba mi pareja. Él no sabe que nos viste. No se lo dije por una sola razón. Él está entusiasmado con la bendita entrevista. Así que creo que lo mejor es que termines tu trabajo y luego, te vas.
—No quiero quedarme en su casa, si bien soy responsable con mi trabajo, no menos cierto es que me sentiría más cómoda estando en la posada, así usted y el señor Castello podrían estar tranquilos.
—No me parece, que tengas la razón. —le dice apretando con más fuerza su brazo.
—Suélteme, por favor.
—Regresa a tu habitación y mañana le das tus razones a Víctor para volver a la posada. Le diré que llegaste justo al amanecer. Suele ser dormilón, más cuando hemos estado juntos.
Lúcia regresa a la habitación. El poder que ejerce aquel hombre sobre ella, es inexplicable. No tuvo ni el más mínimo pudor para decirle que son amantes. Ahora deberá callar lo que sabe y actuar como si nada, una prueba de fuego que no sabe si logrará pasar, porque también su alma se consume como la ceniza.