“Lo que la atormentaba no era el santuario de Becket, sino el que Enrique había construido para su amante favorita.”
Rosamund Clifford
Mickail entra a la sala, encuentra a Victor visiblemente emocionado fumando un cigarrillo de forma compulsiva.
—¡Hola! ¿Te ocurre algo? —le pregunta a su compañero, a quien conoce bastante bien, para saber que está muy excitado.
—¡No, no! Estoy bien ¿por qué lo preguntas?
—No sé tuve la ligera impresión de que sí. ¿Qué tal te fue con la reportera hoy?
—Normal, una cantidad de preguntas algo triviales, pero va andando la entrevista ¿y a ti, cómo te fue?
—Bien, algunos contratos para hacer unas piezas para el gobernador.
—Te felicito, siempre has sido un buen diseñador y mereces algo así —hace una breve pausa y continúa con otro tema— ¿sabes cuándo volverá Anahí? Estuvo bien complicado resolver lo de ka otra noche.
Mickail lo observa con minuciosa calma, sabe que esa manera de entablar conversaciones que no se relacionan, es una manera de escapar de algo de lo que no desea hablar o que le provoca angustia. Sea lo que sea, debe averiguarlo. La actitud de Lúcia y de su amante, es algo que le está provocando mucha preocupación.
—Sabes que ella no puede tomar, le da por hablar más de la cuenta. Hasta se parece a ti, cuando estás nervioso y no paras de hablar y hablar.
Victor, lo mira asombrado por el comentario lleno de sarcasmo que acaba de decir su amigo.
—No sé a qué te refieres, pero espero que para cuando Anahí regrese, ya Lúcia se haya ido y podamos seguir como siempre.
Mickail se aproxima a él, lo mira fijamente con la profundidad de sus ojos azules:
—¿De verdad, deseas que la reporterita se vaya pronto?
Aquella pregunta, lo pone aún más nervioso, pero intenta controlarse y evitar que Mickail pueda intuir lo que siente por Lúcia.
—Por supuesto. Aunque me sirve para proyectar mis obras, si trabajo como reportera, no menos cierto, es que me incomoda callar lo nuestro.
Mickail esboza una sonrisa. Realmente eso espera, no quiere obstáculo en su relación, ni en su vida. Siempre ha sabido como liberarse de ellos, este no será una excepción.
—Voy a darme un baño y luego te espero en mi habitación.
—No creo conveniente que nos reunamos a esta hora. Mejor lo dejamos para la noche.
—Muy buena idea.
Sale de la sala, sube las escaleras y entra a su habitación. Aún sus dudas están allí, no cree que Victor esté diciendo toda la verdad. Es algo que lo presiente y en eso no se ha equivocado. Entra al baño, sus musculosos pectorales, parecen rocas por las que se deslizan las gotas de lluvia. Toma el jabón y lo desliza por su cuerpo, glúteos y abdomen.
Recuerda entonces, lo excitante de la noche anterior.
Flashback
—Anahí está incontrolable, debes ir y hablar con ella. —le doce Victor.
—No te preocupes, yo me encargo.
Mickail sube las escaleras, y ve a Anahí salir de la habitación de Lúcia. Abre la puerta y la encuentra lanzando todo a su paso contra el piso.
—¿Qué te ocurre?
—Lárgate, no quiero hablar con nadie. Estoy harta de todo esto.
Mickail se acerca, la toma del brazo con fuerza.
—¿Qué hacías en el cuarto de la reportera?
Anahi sonrié con perversión y se muerde los labios.
—¡Responde perra! —le pregunta, apretando con más fuerza su brazo.
—Queria divertirme un poco, imbécil.
—¡Ah, querías divertirte! Pues divirtámonos.
Mickail, comienza a besarla frenéticamente y a arrebatarle la ropa, ella lo mira con repulsión y se resiste, golpea su pecho, intenta morderlo para que la suelte, pero él se ensaña aún más, la empuja hasta la cama, ella cae, la hala por las piernas, arrastrándola hasta el borde del colchón, le abre las piernas con fuerza, ella trata de mantenerlas cerrada y empujarlo.
Él insiste con mayor fuerza, sin dejar de mirarla fijamente, Anahí forcejea con él, ha estado por mucho tiempo practicando crossfit por lo que tiene la suficiente fuerza como para no dejarse vencer con facilidad. Mas, él es muy superior en peso y velocidad, logra abrirle las piernas e internarse entre ellas, hace un lado la pantie, ella lo hala por los cabellos.
Se echa hacia atrás, logra soltarse y con mayor obstinación, la sostiene por ambas manos y comienza a lamer su v****a; ella se mueve evitando que él la haga enloquecer, pero ya está algo cansada por el forcejeo y cede. Durante esa pugna, él nunca ha quitado su mirada de la de ella, esa forma de intimidación que él conoce perfectamente y le funciona de maravilla, lo hace tener ventaja sobre su oponente.
Anahí, se va dejando sentir, va cediendo a sus instintos sexuales, acaricia entonces los dorados cabellos de Mickail, y ahora sus movimientos pélvicos son de placer y van acompañados de sus gemidos y gestos de excitación, previos al orgasmo.
Ella no contiene las ganas de gritar, mientras él la estimula con su lengua concentrada en su cartílago rosado, su boca succiona sus labios verticales y su v****a se contrae. A ratos la mierde con suavidad y en otros momentos con intensidad. Ella abre sus piernas para dejarse arrastrar por aquella fogosa situación.
—¡Así, así! —bisbisea ella, mientras humedece sus labios sedientos.
Él obedece, quiere verla estallar y sobre todo calmarle sus ataques de histeria. La toma de las caderas y frota su boca, nariz y barbilla contra la v****a de ella, es incontrolable el deseo y las ganas de tenerlo dentro.
—¡Cójeme! Por favor.
Mickail sonrié al escuchar que le implora que la penetra. Se levanta, se baja la cremallera, saca su falo, lo frota varias veces para endurecerlo. La mirada de ella, es perversa, es incitado, él levanta sus caderas un poco para encajar su pene y la penetra con furia desde un primer momento, embiste con fuerza, con rabia. Ella gime de placer, se contonea, se mueve y disfruta de aquella penetración salvaje.
Él está a punto de estallar, saca su pene y la rocía en la pelvis y abdomen.
Luego toma la sabana, se limpia y sale de la habitación.
Mientras recuerda aquella escena, siente necesidad de masturbatse, enjabona su mano, toma su falo, lo frota una y otra y otra vez, hasta que minutos después llega y libera la tensión de su conducto deferente.
Llega la hora de la cena, Lúcia no ha salido de si habitación durante toda la tarde, aún está perturbada por todas aquellas sensaciones que le ha provocado Victor. Se estremece de sólo pensar en sus manos apretando sus nalgas, la humedad de sus labios, que contagian su v****a salivando con la misma intensidad.
Escucha que tocan a la puerta.
—Lúcia te esperamos abajo —oye y reconoce la voz de Micksil en un tono bastante amable.
—En unos minutos estoy con ustedes.
Se levanta de la cama, decide darse un baño, calmar ese fuego interno que por más que intenta no cede, y que pareciera tomar mayor expansión cada vez que recuerda la tibieza y el contacto de su piel con la de Victor.
Entra a la ducha, siente como si chispazos en la piel y en las entrañas. Se acaricia con el jabón líquido y recorre ella misma sus caderas, glúteos y muslos, como si fuesen las de él, si respiración es agitada. Abre sus labios y comienza a tomarse con suavidad, quiere sentir algo que nunca ha sentido.
Haber estudiado en un colegio religioso, no te brinda oportunidades de conocer en teoría algunos secretos propios de la sexualidad y las relaciones sexuales, no así, en la práctica. Pues a su memoria vienen algunas imágenes que ha deseado bloquear por mucho tiempo, al sentir que era pecadora y se llevaba de autoflagelación psicológica cuando recordaba aquella tarde junto a Vanessa.
Vanessa era su mejor amiga, aún lo es. Pero una de esas tardes en las que ambas se maquillaban y practicaban algunos pasos de ballet o en medio de alguna coreografía, ella sentía que su cuerpo se estremecía con el contacto de su piel.
A esa edad donde las hormonas están a mil, es inevitable querer vivir algunas experiencias de tipo s****l y si a eso, le sumas la falta de información educativa y la represión paterna, te conviertes en el pecador de los pecadores.
Aquella noche, mientras todas dormían, ellas estaban despiertas, conversando en voz baja sobre algunos temas que no solían tratar delante de sus compañeras, como el tema de los senos redondeados y exagerados de Melissa o las piernas largas y delicadas de Tori, o de las miradas entre Camila y Verónica.
Esa conversación las fue instando a profundizar en las clases incomprensibles sobre los ciclos reproductivos de la profesora Inés de Ciencias Biológicas. En medio de risas susurradas, Vanessa comenzó a hacerle cosquillas a Lucía, quien tenía que hacer un esfuerzo máximo para evitar que las oyeran el resto de las chicas.
Vanessa se subió sobre ella, el roce de sus senos con los suyos, le hizo sentir un escalofrío desde la nuca hasta las nalgas, instintivamente abrió las piernas y dejó que esta se encajara entre ellas, la temperatura de sus sexos cercanos provocó que ambas comenzaran a moverse suavemente provocando un contacto más grande.
Vanessa acarició y presionó sus caderas contra las suyas. Sus movimientos se fueron incrementando mientras sus corazones latina con mayor rapidez. Ella la miraba, su complicidad era mutua, sus cuerpos estaban experimentando cosas increíbles. De pronto oyeron un ruido en el pasillo, Vanessa se levantó y corrió en punta de pie para su cama.
La puerta se abrió, con la luz de la linterna encendida que recorría el espacio del cuarto, la hermana Gertrudiz, carraspeo su garganta y volvió a cerrar la puerta. Luego de aquel susto, ambas se quedaron dormidas. Ese sería una de sus primeras travesuras. Pero no, la única.
Entró al comedor, Mickail revisaba su celular, Victor estaba en la cocina, eso pensó al no verlo sentado aún. Vió su reloj, apenas faltaba un par de minutos para las siete de la noche. Escuchó pasos y volteó a ver, era Victor, quien bajaba las escaleras algo apurado.
—Buenas noches, disculpen me quedé dormido. Ya preparo algo.
—No te preocupes, pedí un delivery.
—¡Gracias Mick!
Lucía permanecía callada, no sabía que decir en ese momento. Pero tampoco quería verse extraña frente a los ojos de sus acompañantes.
—¿Descansaste Lúcia? —preguntó Victor, para romper el silencio de la joven.
—¡Sí, dormí un poco y leí también!
—¿Qué leíste? —intervino Mickail.
Ella permaneció unos segundos sin responder, luego dijo:
—Algunos versículos bíblicos.
—Interesante, sobre todo cuando somos pecadores —sonrió sarcásticamente.
En ese momento sonó el timbre. Se levantó y fue hasta la sala. Lad miradas entre Lúcia y Victor no se hicieron esperar, era como si necesitasen decirse el uno del otro. Como si sus ojos pudieran contarse que aquello que había ocurrido horas atrás, los estaba volviendo locos de pasión y deseo.
Mickail, colocó la pizza sobre la mesa, destapó la caja, colocó la botella de gaseosa en medio de la mesa.
—Pueden servirse a su gusto. —tomó un pedazo de pizza y se sentó en el extremo de la mesa.
Nada es más perturbador que el silencio entre quienes comparten un secreto. Había tantos secretos en aquel lugar que, nadie hubiese salido ileso de ir hasta el infierno, si de dogmas religiosos se trataba.