Capítulo4

1798 Words
—Le estoy muy agradecida, por todo lo que ha hecho por mí —le dice ella— con el me siento muy bien, hasta se me olvida que soy su paciente; es una persona muy amable y me hace mucho bien compartir con él. —Lo importante es que él no se olvide, que eres su paciente —le dice Camargo, sonriendo— lo cual no sería muy difícil, Miriam; eres una mujer muy atractiva. —Nuestra relación personal, es muy amistosa, pero tambien de mucho respeto —le replica ella— el me trata con mucho afecto, y cuando digo que se me olvida que soy su paciente, no es en ese sentido tan literal; ambos sabemos ocupar nuestro lugar, aunque siento mucho aprecio por él. —No dudo de que sea así, Miriam —le dice el médico— el Doctor montero es muy profesional y lo considero incapaz de poner en riesgo su ética profesional. Así es, Doctor Camargo —le dice Miriam— yo lo admiro mucho, porque aparte de ser un excelente profesional, tambien es una persona muy especial. —Bien , Miriam, no te quito más tiempo; Belkis te está esperando para la inspección de rutina —le dice el Doctor Camargo— veo que se la llevan muy bien; ella es una enfermera muy eficiente. —Sí, ella se ha convertido en mi mejor amiga en este lugar y me ha enseñado muchas cosas. —Como vi que estabas en consulta, realice yo sola la inspección de rutina Miriam —le dice Belkis al entrar al departamento de enfermería— ven, sentémonos un momento a tomarnos un café que cabo de traer del cafetín. —Excelente, Belkis; me muero por un cafecito —le dice Miriam— el Doctor Camargo me dice que he evolucionado muy bien, y está muy satisfecho con el trabajo que hago aquí. —Esa consulta de hoy fue muy larga, ¿no te parece? —le dice Belkis, extrañada— estaba pensando en asomarme al consultorio, para ver si estaba pasando algo raro. —Tu siempre con tus bromas extrañas —le dice Miriam, sonriendo divertida— lo que pasa es que nos quedamos hablando de otras cosas, y se nos fue el tiempo. —Cuéntame como te va con ese caramelo del doctor Montero —le dice Belkis, mirándola con picardía— ¿aún no lo has impresionado con esa belleza que se te está saliendo por los poros? —No seas mal pensada; Fabián y yo solo tenemos una buena amistad —le dice Miriam, algo apenada— ¿cómo se te ocurre preguntarme eso?; él es muy profesional, no te olvides que yo soy su paciente. —Ay, amiga; yo no podría vivir sola con un muñeco como ese —le dice Belkis, mordiéndose el labio inferior— ya, me le hubiese aparecido a media noche en su cuarto, pidiéndole que examine exhaustivamente mi cuerpo, y me mande un largo reposo en su cama. —Por Dios, Belkis déjate de antas fantasías —le dice Miriam, sintiéndose algo incomoda— ¿tú crees que yo haría algo así? Él es cariñoso conmigo, pero no me mira como mujer, sino como su paciente. —¿Tú crees que con esa belleza tuya, y ese cuerpazo que te gastas, él no se haya atrevido a mirarte como mujer? —le pregunta Belkis, mientras la mira de arriba abajo— ¿tú crees que yo me chupo el dedo?; cuéntale esa historia a otra, Miriam. —Ya tú estás pensando igual que el Doctor Camargo —le dice Miriam, mirándola sonriente— creen que por ser bella, él va a caer rendido a mis pies. —¡Aja¡ —exclama Belkis, triunfante— con que el Doctor Camargo ya te dijo que eres bella; ese esta loquito por saber que hay entre tú , y el Doctor Montero, ya lo he sorprendido varias veces, desnudándote con la mirada. —¿Cómo se les ocurre pensar, que pued haber algo entre Fabián y yo? —pregunta ella ruborizada. —Es que si escucharas tu voz, como dices con tanta confianza, “Fabián y yo”; parece que estuvieras hablando de tu novio o tu amante, tu eres la única que no se refiere a él como el Doctor Montero. —Ustedes son los únicos que piensan, que entre Fabián y yo puede haber algo —le reprocha Miriam. —Ay, Mirian; si tu escucharas lo que se dice en los pasillos, te caerías para atrás de la sorpresa —le comenta Belkis—dicen que por fin el doctor Montero se enamoró de una paciente, y no es extraño que piensen así, porque tú eres la única mujer que ha entrado  su apartamento desde que es viudo. —Pero eso no es bueno para él, Belkis —le dice Miriam, preocupada— eso le va a traer mala reputación. —No les hagas caso; en el fondo todos se alegran, de que por fin tiene alguien que lo acompañe —le dice Belkis, tranquilizándola— es una lástima que no sea verdad, creo que al único que no le agrada mucho, es al Doctor Camargo, porqué le gustaría violar su ética contigo; has tenido mucho éxito, mira lo que has logrado en algo más de un mes. —Realmente no quiero saber nada de esas cosas en estos momento—le dice Mirian—; si supieran las verdaderas circunstancias que me trajeron hasta aquí, quizás pensarían diferente; esa herida que causo que mi vida tocara fondo, aún está abierta. —No me digas que un imbécil te rompió el corazón —le dice Belkis sorprendida— y  luego sentiste que no podías vivir sin él; si te dejaron por otra, te digo que ningún hombre merece la pena que una sufra por él. —No podría decirte por qué razón me dejaron —le responde Miriam— pero igualmente me rompieron el corazón, y creo que lo que más me atormenta, es el no saber porque me dejaron. —Si te dejaron, ¿qué importancia tiene el motivo? —le dice Belkis, con despreocupación— total cuando se van, es porque no te aman, no hay otro motivo que lo justifique; aunque te cuento que cuando a mí me paso, me costó un poco entender eso. —¿y qué hiciste para superarlo? — le pregunta Miriam con mucho interés— porque a mi casi me costó la vida y aun así, sigo pensando en él. —Deja que te lo cuente desde el principio —le dice Belkis, muy animada— resulta que hace menos de cuatro años, conocí a un hombre tan bello, que me decía cosas tan bonitas, que no tarde en enamorarme de él; fue un romance muy intenso que duro varios meses, yo me ilusione mucho con él, porque parecía que me amaba tanto, que sentí que no podía vivir sin mí.  »No perdíamos oportunidad para estar juntos, porque no puedo negarte que el tipo, me hacía ver las estrellas en la cama, era mi primer hombre, mi primer amor, y cada vez lo amaba más, mientras el me prometía que quería casarse conmigo. Una noche me llevo a un hotel, y no dormimos, me hizo el amor como un desgraciado; esa noche, me paseo por todas las galaxias, me hizo gemir y delirar como le dio la gana.  »Cuando amaneció , yo le dije que tenía hambre, que estaba antojada de una pizza y él me dijo, “te voy a buscar la mejor de la ciudad, espérame desnuda, porque esto aún no termina, y antes de irse me beso por todas partes y me dejo alborotada, y cuando ya iba a salir, se quedó mirándome, se regresó y volvió a hacerme el amor.  »Luego se vistió, y se fue a buscarme la pizza, y parece que no la ha encontrado todavía, porque aún no ha regresado. Los primeros días creí que me iba a morir, hasta que descubrí, que había quedado preñada y que tenía que trabajar duro, porque acababa de entrar al club de las madres solteras, y que no tenía mucho tiempo para perder el tiempo pensando en él. Hoy tengo una bebe que va a cumplir tres años, y ahora ella es el amor de mi vida. —Que coincidencia, Belkis; tu historia se parece a la mía —le dice Miriam, admirada— gracias que a mí no me dejaron preñada; yo temo que pudo haberle pasado algo que le impidió volver, y que quizás esta en alguna parte pensando en mí, mientras yo estoy tratando de olvidarla. —Te consejo que dejes de estar soñando con esas tonterías —le dice Belkis, muy convencida— te aseguro que ese hombre debe estar disfrutando en los brazos de otra mujer, y tu aquí desviviéndote por él; tienes que ir pensando en darte otra oportunidad. —Quisiera poder hacer lo que tú me dices, pero no es fácil para mí —le dice Miriam— ojala pudiera olvidarme de él. —Prueba con otro hombre, bésalo y déjate besar —le dice Belkis muy animada— eres muy joven y bella para para dejar que un fantasma siga saboteando tu felicidad; pero eso sí, buscaste uno que valga la pena. —Quizás intente seguir tu consejo, esperare que aparezca ese hombre interesante, que logre reiniciar mi corazón para volver a mar —le dice Miriam, sonriendo. —No tienes que esperar tanto, ni buscar tan lejos —le dice Belkis— aquí mismo está el Doctor Camargo; yo he visto cómo te mira; por el momento quizás lo único que quiere es bajarte las pantaletas,  ¿pero qué tal si logras que se enamore, de ti? —Tú me pintas las cosas de una manera tan fácil que hasta me siento tentada —le dice Mirian— pero para mí no es tan sencillo. —La vida es muy sencilla, amiga; una es la que a veces se empeña en complicarla —le responde Belkis— también tienes al Doctor Montero, que esta como le da la gana, y esta solito, y quizás sueña contigo por las noches, tienes que hacerle saber que te interesa, ponte provocativa, cuando estés cerca de él. —Tu deberías escribirme un manual, de cómo conquistar a un hombre interesante  —le dice Miriam, sonriéndole muy divertida— no entiendo cómo es que estas sola. —Mi caso es diferente, Miriam; yo tengo un gran amor que me espera todos los días en mi casa —le dice Belkis, refiriéndose a su hija— pero si aparece una buena oportunidad, no pienso desaprovecharla; en cambio a ti nadie te espera en ninguna parte, bueno; excepto el Doctor Montero.
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