Capítulo 1
Acababa de amanecer en la ciudad de caracas, capital de Venezuela, era un dia jueves ocho de marzo del año dos mil Fabián, una vez más sintió aquella mirada triste y penetrante sobre él; era una muchacha joven, alta y de piel blanca, sus ojos eran negros y penetrantes, y a pesar de la tristeza y el cansancio que se reflejaba en ellos, eran hermosos. Su contextura, era delgada, su cabellera, era larga, y aún conservaba vestigios, de que había sido bien cuidado, aunque ahora lo lucia, algo enredado y despeinado, con algunos mechones que caían sobre su cara; llevaba un vestido algo sucio, que ella se empeñaba en alisar con sus manos cuando se veía reflejada en las vidrieras.
Por un momento, Fabián la miro fijamente a los ojos, sonriéndole, y ella después de sostenerle la mirada por unos instantes, le devolvió una tenue sonrisa y luego con timidez, bajo la cabeza. Fabián, sintió pena por ella, en algún momento, debió haber sido una chica muy bella; no era extraño, encontrarse en la ciudad, personas como ella, deterioradas por el consumo de drogas y que siempre llevaban alguna historia triste, que a nadie le interesaba escuchar. Luego ella, haciéndole una especie de señal de despedida con su mano derecha, corrió a uno de los ascensores que estaba vacío y se perdió tras serrarse la puerta corrediza del elevador. Fabián se quedó mirando los números externos del ascensor y vio con extrañeza que el mismo se detenía en el último piso. Esto se repitió por varios días, pero esta mañana, ella entro decidida, y se aproximó a donde él estaba.
—Buenos días amigo — le saludo ella con amabilidad— por favor, ¿usted puede regalarme un café como ese que se está tomando? Hace días que quiero tomarme uno.
—Por supuesto que sí, siéntate que ya te lo traen— le dice el con una sonrisa, y luego haciéndole una seña al mesero que miraba con desagrado la escena, por la presencia de ella dentro del recinto, le pidió que le sirviera otro café— hace días que te veo por allí; ¿Cómo te llamas?
—Me llamo Miriam, hace días quería pedirte un café, pero los meseros no me permiten entrar —le dice ella— seguramente en pocos momento vendrá alguien a sacarme.
Momentos después, apareció el mesero con el café en un vaso desechable, colocándolo delante de la joven.
—Perdón, pero la señorita, no puede permanecer aquí— le dice el mesero a Fabián.
—Está bien, déjala tranquila que ya se va —le responde Fabián.
Gracias —le dice ella, sonriendo después de probar el café, y levantándose del asiento— me lo llevare para tomarlo afuera, este será mi último café —y moviéndose con rapidez, corrió hacia el ascensor que estaba vacío y subió hasta el último piso como lo había hecho en los días anteriores.
Miriam, llego a la azotea del edificio, se tomó el ultimo sorbo de café del vaso que llevaba en su mano; aun era temprano, las ocho de la mañana, caminó hasta un extremo de aquel espacio abierto, en lo más alto de la azotea del edificio, se quitó unas sandalias algo desgastadas que llevaba en los pies, los cuales, no eran ni la sombra de aquellos pies, el día que las estrenó. Ya descalza, se aproximó al borde de la pared que le llegaba a la altura de la cintura, era el único obstáculo que la separaba del vacío. En sus ojos habían lagrimas que reflejaban, la inmensa tristeza que había en su corazón. Cuando asomo la mitad de su cuerpo sobre aquella pared, la brisa fría de la mañana, dio contra su rostro y alboroto su cabellera larga, un poco enredada.
Su mirada, se extendió hacia la lejanía del paisaje, donde los primeros rayos del sol comenzaban a disipar la neblina que ocultaba los edificios más lejanos; era como un velo que desaparecía lentamente, dejando al descubierto la verdadera cara de la ciudad, era una cara inexpresiva para ella, sin alegría, sin un destello amable que pudiera motivarle una sonrisa, como en otro momento lo había echo. Aquel paisaje le era inhóspito, e indiferente; su objetivo, era aquel precipicio que había debajo de ella, en el cual, dentro de muy pocos momentos, se disiparían sus sufrimientos, su soledad, y aquella insoportable tristeza, que pesaba en su corazón.
Levanto una pierna, y sin ningún rastro de duda o temor, la coloco sobre aquella pared, y apoyando la pierna sobre ella, trato de tomar el último impulso que sellaría el último capítulo de su vida.
—¿Estas segura, que es esa la mejor decisión, Miriam? —le pregunto una voz, detrás de ella, sorprendiéndola— ¿no te gustaría pensarlo, un momento más?
Ella se volvió lentamente, y vio que a varios metro de distancia, estaba aquel hombre que le había brindado su ultimo café; fríamente, calculo que a esa distancia, él no tendría tiempo para evitar que ella ejecutara su decisión.
—yo no pienso acercarme a ti, ni un centímetro más, Miriam —le dice el muy calmado— a menos que me lo pidas tu; aun tienes tiempo para darte una oportunidad, pero no seré yo quien interfiera en tus decisiones, aunque si estoy dispuesto a ayudarte si tú me lo permites
—No sé porque razón, usted me ha seguido —le dice ella, sin cambiar de posición— pero ni usted, ni nadie puede ayudarme; así que no pierda su tiempo.
—¿Has pensado, que estas tomando una decisión muy egoísta? —Le pregunta el— le vas a causar mucho dolor a tus padres y a todos tus seres queridos.
—Yo no le importó a nadie; todos me han empujado hasta aquí —le dice ella, llorando— seguramente mañana estarán todos muy felices.
—¿Entonces, lo estás haciendo para complacer a los que tú crees que te empujaron hasta aquí? —le pregunta el— ¿sabes porque estoy aquí?; estoy aquí, porque a mi si me importas, si me das un minuto, te contare una historia; total , a la gente que quieres complacer, no creo que les importe mucho si pierdes un minuto.
—Si usted quiere perder su tiempo, ¿Qué más da?; pero no se me acerque
—Bien, me sentare, para que estés tranquila —le dice el, sonriéndole— hace unos años, yo estaba en la misma posición que tu estas ahora, sentía que nadie me quería, que no le importaba a nadie, y sentía que todos eran culpables de mi desgracia; pero en ese preciso instante llego alguien y me dijo las mismas palabras que yo te he dicho.
»Me hiso entender que yo era quien menos me quería, me hizo entender tambien que era muy cobarde para enfrentarme a mí mismo y aceptar que si a mí no me importaba mi vida, ¿Por qué tenía que importarle a otro?, que lo que pensaba hacer, era lo más fácil que podía hacer para que los demás tuvieran lastima de mí y que morir no era una decisión, sino una manera fácil de acabar con mis problemas sin haber tomado una decisión.
»Entendí, que lo que quería era huir de mí mismo, que quería vengarme de mí mismo por ser tan cobarde. Si tú decides lanzarte por ese abismo, mañana , nadie se acordara de ti, pero si decides vivir, yo te recordare toda la vida, como a una persona muy valiente que tuvo la inteligencia de tomar una decisión. Ahora, Miriam; yo me levantare y me iré de aquí, porque mientras tengas esa pierna allí, no puedo hacer más nada por ti; fue un placer haberte conocido, Miriam
—No te vayas ; por favor, ayúdame —le dice Miriam, extendiendo una mano hacia el— porque yo no tengo fuerzas para vivir como estoy viviendo.
Él se acercó a ella y le tomo la mano que le estaba extendiendo, luego la abrazo muy fuerte.
—Te felicito, Miriam; hoy te has dado una nueva oportunidad —le dice el— te prometo que no te arrepentirás, si en verdad, te dejas ayudar
—No sé porque, usted quiere ayudarme —le dice Miriam— pero es la única persona que me ha ofrecido ayuda; no sé cómo se le ocurrió seguirme hasta aquí.
—Hace varios días, te observaba, llegabas a planta baja y subías al ascensor cundo estaba solo, y vi por los números externos que el ascensor llegaba hasta el último piso, el cual está vacío por el momento; hoy después que te di aquel café vi que había mucha tristeza en tus ojos, y cuando te escuché decir que este sería tu ultimo café, y luego te perdiste en el ascensor, me di cuenta que algo no andaba bien, y por eso decidí seguirte, y ya vez, no estaba equivocado
—Las otras veces que subí aquí, no había tenido valor para hacerlo, pero hoy , si venia convencida que ya no tenía más nada que hacer en este mundo, pero llegaste tú, en el momento justo, ofreciéndome ayuda, y contándome una historia que no te creí, pero el echo de querer hacerme reflexionar, en ese último instante, me hiso decidir que no perdería nada, si aceptaba esa ayuda.
—Esa historia fue verdadera Miriam, mi nombre es Fabián Montero —le dice el— creo que vamos a ser buenos amigos, pronto te contare esa historia, pero ahora , estamos aquí, por ti; ¿Qué te parece, si bajamos y te invito a un rico café? —y pasándole la mano por la cintura, caminaron al ascensor, mientras ella miraba sus pies descalzos— no te preocupes, si los meseros te dicen algo, yo diré que tú eres mi novia, y que tú vas a protagonizar una obra de teatro.
—Gracias, Fabián; acepto tomar ese café contigo, y luego si quieres, nos podemos casar —le dice Miriam, mostrando una débil sonrisa.
—Siéntate a mi lado Miriam —le dice Fabián, poniéndole una silla cerca de él, estando ya en el cafetín de planta baja— quiero que todos me vean al lado de mi novia; ya nos traen el café, para celebrar nuestro compromiso
—Todas las veces que vine aquí, te vi sentado en este lugar —le dice ella— ¿trabajas en este edificio?
—No, Miriam; trabajo bastante cerca de aquí; pero me encanta el café que hacen aquí —le responde el— ¿tienes a dónde ir?
—Vivo en un apartamento alquilado, aunque creo que ya se venció el último mes de depósito, quizás ya no pueda entrar ahí, total me da igual, hace varios días me he quedado en la calle.
—¿Y no tenías muebles allí, Miriam?
—Hace unos días, vendí la cama, que era lo último que me quedaba; aprendí a dormir en el piso.
—Entonces te vendrás conmigo, esta noche mi novia no dormirá en el piso —le dice el— no tengas miedo Miriam, mi intención no es otra que ayudarte.
—Ya no tengo miedo, Fabián; no puede ser peor que dormir en la calle; realmente me da igual.
—Vivo bastante cerca de aquí—le explica el— pero tomaremos un taxi; hoy me quedare contigo; no creo que mi jefe me despida, porque falte un día para acompañar a mi novia.
Salieron a la calle, tomaron un taxi, y a los pocos minutos, estaban frente al edificio donde vivía Fabián; tomaron el ascensor y subieron al quinto piso.
—Bienvenida a mi vivienda, Miriam; pasa y considérate en tu casa —le dice el— hare almuerzo para los dos; hoy tendré quien me acompañe a la mesa.
—Me da pena, entrar a tu casa con esta facha, Fabián —le dice ella con timidez.
—Tranquila, Miriam, ven y te muestro donde puedes descansar; puedes dormir el tiempo que quieras —le dice Fabián— en este cuarto, tienes todo lo que necesitas, aquí tienes una toalla, al final está el baño, y en el closet, hay ropa, ponte la que mejor te quede.
—Gracias Fabián, tratare de no causarte mucha molestia —le dice ella forzando una sonrisa— comenzare por darme un baño, como puedes ver, hace días no lo hago.
—Perfecto, Miriam; no te preocupes por la ropa sucia, en el closet hay suficiente ropa para ti —le dice el— después que descanses hablaremos un poco; estaré en la cocina por si necesitas algo.
Media hora después, apareció Miriam en la cocina; se veía diferente, después de haberse bañado, ahora llevaba ropa limpia, y el cabello aun lo tenía mojado.
—Qué maravilla Miriam; esta no es la misma mujer que entro conmigo hace poco —le dice Fabián, sonriéndole— te sienta bien esa ropa; eres muy bella, ¿ te sientes mejor?
—Realmente si, Fabián, aunque un poco extraña —le dice ella— hacía tiempo que nadie me hablaba con amabilidad; es increíble como uno se acostumbra a todo; he disfrutado el baño, y comienzo a sentir que estoy viva; dime en que te puedo ayudar.
—No tienes que ayudarme , Miriam; eres mi invitada especial, acabo de hacer un café —le dice el— no es tan bueno como el que tomamos allá, pero sabe a café; siéntate y te sirvo una taza.
—Es agradable, volver a sentir ese olor tan familiar, y poder sentarme a tomarlo —dice ella.
—¿Quieres hablarme un poco de ti, Miriam? —le pregunta el— perdóname que te lo pregunte, pero necesito, saber algunos detalles de tu problema, para poder ayudarte con más efectividad; hay una institución, en la que estoy seguro, que te pueden ayudar, es cuestión que haga unas llamadas para confirmarlo.
—La historia es un poquito larga, Fabián —le dice ella— así que tendrás que tener un poquito de paciencia.
—Está bien ,Miriam; te escucharé sin interrumpirte; soy todo oídos —le dice Fabián.
—Comenzare diciéndote, que tengo veintitrés años, vivía en Maracaibo, con mi padre, que es viudo, y no se volvió a casar después que murió mi madre; él es un empresario bastante prospero, tiene varis empresas fabricantes de alimentos deshidratados para animales, y como te podrás imaginar , nací y crecí, con todas las comodidades. Estudie, hasta el séptimo semestre de medicina, en la universidad del Zulia, y un día decidí que no me gustaba, que quería estudiar arquitectura, y mi padre que me consentía en todo, estuvo de acuerdo, pero al final no continúe estudiando, realmente era muy caprichosa y nunca valore la abundancia en la que vivía.
»Ayudaba a mi padre en algunas actividades administrativas de las empresas, pero sin mucho interés; total, podía darme el lujo de vivir sin hacer nada. un día, me encontré con un hombre guapísimo, que se presentó como un empresario, muy interesado en importar nuestro producto a otros países donde no habíamos llegado. Y aquel hombre me impresiono tanto, que en muy pocos días, ya me había quitado las pantaletas, me enamore perdidamente de él, y él decía amarme igualmente. Mi padre que es desconfiado por naturaleza, sospechó que aquel hombre no estaba enamorado de mí, y que lo que buscaba era nuestra fortuna, por supuesto yo que estaba tan ilusionada, me enfrente a mi padre, y nuestra relación que siempre había sido muy buena, se rompió.
»Mi Padre mantuvo su posición y me exigió que terminara aquel romance antes que fuera a causarme algún daño, pero yo no le obedecí, y le dije que me marchaba con mi novio a la capital, y mi padre me dijo que si insistía en ese romance, me olvidara que era su hija, y como siempre ha sido un hombre radical en sus decisiones, cumplió con su amenaza cuando me vine con mi novio. Apenas tuve tiempo de rentar un apartamento por un año, antes que mi padre me bloqueara todas mis cuentas, y quede dependiendo totalmente de mi novio. En los primeros tres meses, nuestro romance fue apasionado, y yo veía por sus ojos. Un día, él me dijo que tenía que viajar a los Estados Unidos para gestionar algunas cosas de su empresa, pero nunca más supe de él.
»Aquello me dejo aturdida y sufriendo por su ausencia , pensando que pudo pasarle algún accidente. A partir de ahí, sin tener ninguna profesión y con muy pocos ahorros, y sin poder contar con mi padre, comencé a deprimirme y en poco tiempo comencé a consumir algunas drogas para aliviar mi depresión. Sin dinero, comencé a vender todos los muebles que había comprado, mientras aumentaba mi dependencia a la droga.
»Finalmente me quede solo con la cama, mientras ya deambulaba por las calles, comiendo cualquier cosa que me regalaran, hasta que por fin vendí la cama tambien, y no teniendo nada en el apartamento, comencé a quedarme en la calle, sintiéndome sola y abandonada. Un día amanecí con la idea de qué ya no tenía nada que hacer en este mundo, hasta que eso, se me convirtió en una obsesión, y me dispuse a acabar con mi vida, pero llegaste tú, en el momento justo para evitarlo; el resto de la historia ya tú la conoces; por supuesto, si quieres saber algunas cosas con mas detalles, te las puedo contar.
—Por el momento es suficiente con eso, lamento escuchar esa historia, Miriam; muchas veces la depresión puede conducirnos a hacer cosas que jamás se nos hubiese ocurrido hacer —le dice Fabián— pero lo bueno de esto, es que a partir de hoy, todo eso quedara en el pasado; buscare ayuda, para que muy pronto salgas de esa dependencia, y puedas retomar tu vida nuevamente.
—Quisiera no causarte muchas molestias, Fabián —le dice ella, un poco más animada—no sé porque estás haciendo todo esto, pero te doy las gracias, por querer ayudarme; sola no hubiese podido lograrlo, ya que estaba en una condición en la que todas las puertas se te sierran, y pierdes toda esperanza.
—No tienes que darme las gracias, Miriam —le responde Fabián— como te dije , yo pase por una situación similar, donde la depresión casi me conduce a terminar con mi vida, pero gracias a que hubo una persona dispuesta a ayudarme, hoy puedo, hacer lo mismo por ti; es mi manera de agradecer, lo que hicieron por mí; así que no te sientas mal y acepta la ayuda que se te brindara.
—Nunca me imaginé, que esa persona que veía tan lejana, todos estos días, se iba a convertir en mi Ángel salvador —le dice ella conmovida— me sorprendió mucho escucharte en aquel momento, en el que me sentía tan abandonada, y en ese momento decidí escucharte, porque habías sido la única persona que había tenido un gesto de amabilidad conmigo, en mucho tiempo.
—Realmente, cuando después de contarte aquella historia, te dije que me iba, fue la única mentira que te dije —le dice Fabián, emocionado— nunca te hubiese dejado sola en ese momento, tenía un gran deseo de abrasarte y pedirte perdón, por todos aquellos que te habían dado la espalda y cuando me extendiste tu mano pidiendo ayuda, sentí una gran emoción.