Episodio 4

1108 Words
 Definitivamente te fue muy bien en tu presentación – dice él de buen humor. Me echo a reír porque en efecto siento que estoy en una nube. - Digamos que bien es quedarse corto. Al principio pensamos que el cliente nos iba a rechazar, pero hasta hace poco mi jefe me informó que firmarán el acuerdo, haremos su publicidad durante el próximo año. - ¿Ves? Te dije que lo lograrías, eso demuestra que puedes confiar en mí. - Ja, ja, ja – me río de buena gana y me doy cuenta de que en un solo día y ya me siento segura con él. - ¿A dónde vamos? – pregunto intrigada de nuestro destino. - Es un deshuesadero cerca del taller, ya le he pedido a Ted que lleve tu auto hasta allá, así que iremos a tramitar la compra. - De acuerdo, me parece muy bien, pero deberás dejarme pagarte o al menos retribuirte algo por el combustible. Has tomado muchas molestias conmigo. - Para nada, no aceptaré un dólar de ti. Eso sería como aprovecharme de ti, hermosa. Wow. Espera. ¿Acaba de llamarme hermosa? Acaba de llamarme hermosa. Me le quedo viendo sonrojada, mientras me deleito en que su halago. Así que mis sospechas parecen ser ciertas: Joe sí podría estar interesado en mí. - En ese caso, gracias otra vez por tu ayuda – de repente me siento cohibida. - Es un placer y por cierto, ya deja de darme las gracias. Entiendo que estés agradecida. Me limito a sonreír y a disfrutar el paisaje. No duramos mucho en llegar, efectivamente está cerca de su negocio. La entrada es una reja de malla metálica donde se puede ver una gran planicie llena de vehículos de todos los modelos, colores y años que pueda alguien imaginarse. Todos se ven viejos, rotos, a medio reparar, con otros indicios de que ya han cumplido su misión de fábrica. Joe aparca en el frente y antes de que lo perciba, está abriéndome la puerta. ¿Podré acostumbrarme a esto alguna vez? No lo creo, me respondo a mí misma. Atravesamos la verja y siento que Joe ha pasado su mano en mi cintura para guiarme por el camino correcto, su mano cálida tocándome hace que de repente me dé mucho calor, sin embargo, no la quito. Llegamos a la oficina del amigo de Joe y dentro está un señor de unos cincuenta, un tanto panzón, con un overol gris. Está sentado en una silla desgastada y encima del escritorio desordenado, descansa una pequeña televisión que proyecta lo que parece ser un juego de béisbol. - ¡Hola, Jack! - Joe, qué placer verte de nuevo. Me sorprende que hayas venido tú mismo hasta acá. Lo dice mirándome a mí fijamente y luego a Joe, con una sonrisa pícara asomándose en su boca. - Esta es Lauren – se limita a responder – es la dueña del Honda que ha traído Ted esta tarde. - Encantado, señorita. Lamento lo de su auto, pero son cosas que pasan. Yo, que hasta el momento he estado callada, me limito a saludarle de manera cordial. - Qué modales los míos, tomen asiento por favor. Nos sentamos inmediatamente y él procede a contarnos todos los fallos que tiene mi auto, aunque ya yo estoy al tanto de la mayoría. Sin muchos miramientos y consciente de que ya mi estatus bancario cambiará, voy directo al grano. - ¿Cuánto me dará por él? - Por ser amiga de Joe, puedo darte quinientos dólares. – Lo dice como si estuviera apenado, yo por mi parte, me alegro de que al menos obtendré alguna ganancia. - Me parece bien. – Le estrecho la mano y espero el pago conforme. Me levanto y seguido Joe y Jack también. Ellos se despiden con un apretón, salimos tranquilamente y en silencio. ¿Ahora qué? Me pregunto internamente. No quiero despedirme de él, quiero salir de fiesta, celebrar mi triunfo en el trabajo y disfrutar sin compromiso lo que el momento pueda ofrecer. -¿Quieres ir a casa? - me pregunta, jugando con el control del auto en la mano. - No, en realidad no quiero ir a casa todavía. - En ese caso, me gustaría resarcir el daño de Alessandro y llevarte a comer algo mejor que ese horrible sándwich de la tarde. Su mirada fija en mí me hace desear cosas oscuras, cosas que creí haber enterrado hace mucho tiempo. - ¿Eso es una cita, Joe? - Por supuesto que lo es, Lauren. No quiero nada más que una velada a tu lado, si me permites el privilegio de hacerlo. Muero de ganas por tener una cita con él, sin embargo, tengo miedo. Sé lo que es capaz de hacer una el amor en la vida de alguien, ya me pasó una vez y no quiero volver a repetirlo. Además, pienso antes de responderle, estoy segura de que una relación lo único que puede hacer es distraerme de mi trabajo. Ya he logrado lo que quiero y no voy a perderlo por ningún hombre. - Puedo aceptar la cita, pero con una condición. No quiero compromisos, será algo casual, sin expectativas. Se me queda viendo y por un momento, percibo algo en sus ojos. ¿Dolor quizás? No me da tiempo para descifrarlo porque se recupera rápidamente. - De acuerdo, acepto tus términos - dice como quien está dispuesto a ceder a cualquier condición. Nos subimos al auto y recorremos las calles de la ciudad hasta llegar a Tony's Bistro, un restaurante ubicado en la décima calle. Es de comida italiana y debo admitir que estoy muriendo de hambre. Al entrar, el espacio es acogedor, el maître nos recibe con una sonrisa y sin hacernos esperar, nos dirigimos a una cabina privada. Estamos sólo nosotros dos y Joe sonríe, diciendo. - Es más tranquilo para que podamos conversar. Yo enarco una ceja y sonrío tímidamente, tomo asiento y me quedo observando el menú. Opto por la lasaña, Joe escoge el filete con papas salteadas y se encarga del vino. Cuando lo sirven, lo degusto y puedo sentir la calidez del alcohol deslizarse por mi garganta. Saboreo con ojos cerrados el vino y cuando los abro, veo que Joe me observa con labios apretados. Su mirada es intensa y no hace falta que nos digamos más, sé que me desea y yo a él. Veo que se inclina sobre mí, puedo sentir su olor a brisa marina y colonia masculina. Me estoy derritiendo poco a poco y lo veo venir: me va a besar, cierro los ojos y espero que sus labios sellen los míos.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD