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Enamorada del Empresario

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Blurb

Lauren Hugs tiene claro que en su vida lo más importante es su carrera como publicista, su familia y su mascota Biscuit. Su vida está en perfecto balance, ya que está a punto de ser ascendida en su trabajo y lograr el éxito que siempre ha perseguido para mejorar su posición económica. Ella no tiene lugar para romances o promesas de un amor que puedan romperse. Su meta trazada es de ser exitosa y tener la solvencia económica que todos quieren.

Joe Randall es un joven emprendedor que tiene su propio negocio de reparación de autos, que ha tenido suerte en los negocios, pero muy poca en el amor, sin embargo, no deja de ser un romántico empedernido, dispuesto a amar con todas sus fuerzas a la persona que corresponda ese amor.

Joe y Lauren tienen objetivos distintos, pero en las vueltas de la vida, se verán enlazados cuando en el día más importante de la carrera de Lauren, donde todo su esfuerzo podría perderse, Joe debe acudir en su rescate, abriéndose paso en la muy dura coraza que recubre el corazón de Lauren.

-El amor está sobrevalorado, Joe. Para mí, mi trabajo es mi prioridad.

-La vida no es sólo trabajo, Lauren. Déjame demostrarte lo bello que es amar.

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Episodio 1
- ¡Rayos! - mascullo un improperio mientras veo que mi auto empieza a humear a mitad de la carretera. Pongo la intermitente y me detengo a una orilla del camino mientras siento que la furia va creciendo en mi interior. Odio ser impuntual y justo hoy que tengo la junta con los clientes de la campaña que podría ser la más importante de mi carrera, mi auto parece tener un problema con el motor, radiador o cualquier otra de las piezas que están bajo el capó, que desconozco en totalidad. Trato de serenarme y no me decido a quien llamar, contemplando la opción de tomar un Uber y dejarlo varado, ya que al final, por ese pedazo de chatarra no creo que me den gran cosa en un deshuesadero, sin embargo, sé que mi honda del dos mil dos es mi único medio de transporte. Suspiro fuertemente y decido buscar en Google el taller más cercano de la zona, y como no tengo seguro para grúa, es la mejor opción. Navego unos segundos en el mapa creyendo que no tendré suerte hasta que por fin logro hallar lo que necesito. El taller de Joe se encuentra solo a cuatro kilómetros de distancia y para mi sorpresa, podré pagar con mi tarjeta de crédito, marco de inmediato, uno, dos, tres timbrazos hasta que una voz grave y varonil me responde: -Taller de Joe, estoy a su servicio- ¡Caray! Con estas sencillas palabras ya me he puesto colorada. Vaya, vaya, necesito una cita cuanto antes, pienso mientras respondo. -Hola, quiero saber si tienen un remolque disponible, estoy a cuatro kilómetros de su taller y mi auto no quiere encender. -Por supuesto señorita, Bill, nuestro asistente puede ir por usted en un momento. -Perfecto- respondo mientras me deleito en la fuerza de su voz. Le indico la dirección, pensando que ese Joe podría ser un locutor excelente y ansiosa, espero su llegada. Mientras tanto, llamo a mi jefe, quien debe estar comiendo ansias por la presentación de la campaña de los Rolands, la empresa de ropa deportiva que ha puesto su esperanza en nosotros, especialmente en mi propuesta del catálogo de publicidad para la temporada de verano. - ¿Dónde demonios estás? - su voz se escucha alterada y de muy malhumor. -Tranquilo, jefe - respondo tratando de sonar serena- mi auto me ha dejado varada en el camino y espero a que me recojan. Estaré allí unos minutos más tarde, pero estoy segura que Grace puede cubrirme mientras llego.   - ¡Lauren, trae tu culo aquí cuanto antes! - me espeta esta vez más enojado- trataré de entretenerlos un rato, mientras llegas aquí, sabes que Grace no tiene la gracia que lleva en su nombre para convencer clientes tan importantes-. Me cuelga sin despedirse y me quedo viendo la pantalla mientras espero impaciente por el remolque que habría de recogerme. Dos minutos después veo que se acerca un camión algo viejo de color azul, con el letrero desgastado con el nombre “Reparaciones Joe”, reduce la velocidad hasta detenerse frente a mí.   Un chico mucho más joven que yo, no debe tener veinte todavía, rubio hasta las pestañas, con ojos azules y plagado de pecas, es el conductor de mi ansiado remolque. - ¿Lauren Hugs? - me pregunta mientras se ajusta la gorra - La misma - respondo con una sonrisa de alivio por la ayuda inmediata. -Mi nombre es Ted y he venido para remolcarla hasta al taller. Me apeo del auto y puedo sentir que me mira embobado. No lo culpo. Traigo un conjunto de falda y camisa color gris con zapatos de tacón rojos que cumplen con su objetivo de atraer miradas, y para un adolescente como él, imagino que la imagen que le ofrezco no es nada desagradable. Carraspeo dos veces para atraer su atención y rápidamente me ofrece irme con él en la grúa mientras se dirige a enganchar mi cacharro en la parte trasera del remolque. El trayecto hasta el taller no fue largo, aunque sí incómodo, pues Ted no paraba de mirarme como si fuera un extraterrestre, aunque asumo que debería sentirme alagada, para mí sus atenciones eran más tiernas que coquetas. Al llegar al taller, puedo ver que las instalaciones no tienen nada que ver con la apariencia decaída de la grúa que me recogió antes: por el contrario, la entrada tiene una muy bien cuidada fachada, con un diseño moderno en toda la estructura, todo impoluto, decorado al más mínimo detalle y para mí, encarga de publicidad de unas de las compañías más destacadas de Georgia, Atlanta, esos detalles no pasan desapercibidos. Mientras me dirijo al mostrador donde una chica joven aguarda, veo que Ted está dejando mi auto en la parte de lo que parece ser el área de taller. -Buenos días, bienvenida a Reparaciones Joe, ¿Cómo podemos ayudarla, señorita? - Me saluda la recepcionista con una noble sonrisa. -Quisiera que mi auto fuera revisado- respondo, gesticulando hacia Ted y mi viejo Honda. -Por supuesto que sí, el día de hoy tenemos poco trabajo, así que podrá ser atendida de inmediato, si gusta puede tomar asiento mientras nuestros mecánicos le inspeccionan su auto- Agradezco las atenciones y me siento en el cómodo sofá que ocupa parte de la recepción y a la vez me pregunto por el Joe de la voz tan agradable con quien hablé. -Basta, Lauren. Deja de distraerte en tonterías y piensa en la presentación que te espera- me reclamo a mí misma internamente, tamborileando los dedos en el respaldo del sofá. En el reloj de pared frente a mí, marcan las nueve y treinta y dos de la mañana, me quedan veintiocho minutos para llegar hasta la oficina. Tomo mi celular mientras distraída cambio de aplicación a otra. Pasan diez minutos sin recibir respuesta de la señorita en recepción ni de Ted, quien parece haber desaparecido en la parte de atrás, justo cuando estoy a punto de levantarme a consultar por mi vehículo, veo a través del cristal al hombre más apuesto que había visto en mi vida. Alto, de tez oscura, con unos ojos color caramelo que a pesar del cristal puedo sentirlos en mí. Con sus largas piernas en dos zancadas corta la distancia hasta llegar a la puerta de la oficina y limpiándose las manos con una lanilla vieja, empuja la puerta con su antebrazo, para no arruinar la pulcritud del cristal. Asumo que debe ser el mecánico que ha revisado mi cacharro y por su expresión, asumo que no son buenas noticias las que trae consigo. - Señorita Hugs - dice con una cálida sonrisa, a la vez que me pongo de pie y automáticamente sus ojos recorren mi cuerpo en lo que parece ser un parpadeo- Le daría la mano, pero como puede ver, no quisiera mancharle. Mi nombre es Joe Randal y hablé con usted por teléfono- A parte de apuesto, es gracioso, pienso mientras aspiro sutilmente su colonia de brisa marina. -Encantada de conocerle, señor Randal, dígame que tiene buenas noticias sobre mi auto- dirijo mi atención hacia lo importante, en un vano esfuerzo de no notar lo guapo que es este hombre. Con esa voz que me acaricio el oído por teléfono, me responde mientras guarda la lanilla en su bolsillo de atrás de su pantalón azul que le queda como si fuera un modelo de pasarela. -Quisiera decir que sí, que hay esperanza para su vehículo, pero… - dice con un deje en su voz que devela mis más grandes preocupaciones- El motor está fundido y hay otra larga lista de cosas irreparables que hacen que no haya esperanza para salvar su auto. – Su mirada es cálida y compasiva, como la de un médico cuando informa la pérdida de su paciente a los familiares. Por mi parte, la noticia de que mi auto haya llegado a sus últimas es algo que hace mucho veía venir. Ya cerca de veinte años de utilidad, habiendo recibido cuidados mínimos de su antiguo dueño y habiéndolo comprado en desconocimiento, sabía que sus días estaban contados, lo que quizás no sabía era que  el final de su vida útil sería en el día más importante de mi carrera y a mitad de la carretera. Asiento con la cabeza más para mí que para el señor Randall, mirando el reloj de la pared, veo que me quedan dieciocho minutos para llegar a la oficina y sin muchas contemplaciones le respondo: -Dígame cuánto le debo por la grúa y la revisión, con el cacharro puede quedarse. -No tiene que pagarnos nada, señorita Hugs, que corra por la casa, ya que no hemos podido ayudarla. -No, no, no… Me sería imposible haberle causado la molestia de recogerme- Estoy sacando ya mi monedero para pagar cuando su mano acaricia la mía suavemente y eso es suficiente para que me detenga. Esta vez su mirada va directo a mis ojos, y ese color caramelo hace que por un segundo se me olvide dónde estoy. -Déjelo a mi cuenta, para mí ya es suficiente que haya perdido su auto-. Se da la vuelta y le dice a la chica de la recepción que no me haga ningún cargo y me pregunta si necesito ser llevada a algún lugar. Yo, todavía azorada por ese roce de manos tan electrizante y a la vez tan delicado, asiento con la cabeza y le digo que debo dirigirme al centro de la ciudad. -Pues es su día de suerte- me dice con una sonrisa que debe ser de revista- yo justo iba saliendo hacia esa misma parte, ya que tengo unos pendientes por hacer-. Dudo unos minutos considerando si irme con él o no, ya que es un desconocido para mí. Sin embargo, analizo mi situación: sin auto, retrasada para mi presentación y sin deseos de esperar un Uber hasta las afueras de la ciudad, decido que no tengo más que perder y… Admitámoslo, moría de ganas de seguir contemplando el atractivo galán que tenía frente a mí. -Señorita Hugs, ¿viene? -Por supuesto que sí, en realidad necesito el aventón- digo apurada, aunque con pocas opciones. -No se diga más- dice – Tracy, estaré fuera unas horas, pero dejo a Ted y a Bill en el taller. -No hay problema, jefe.- Responde la chica mirando fijamente a la pantalla. Yo, todavía de pie, espero que me indique el momento de partir, cuando veo que él se dirige hacia la puerta, le sigo y sin pedírselo, la abre y espera hasta que salga. No hace falta darme la vuelta para saber que me mira, puedo sentir que sus ojos están sobre mí y me aferro más a mi bolso rojo, el complemento de mis zapatos de tacón. Me detengo unos segundos esperando que busque la camioneta de remolque que me trajo hasta aquí, sin embargo, nos dirige hacia la derecha y justo en frente de nuestras narices está un Aston Martin gris oscuro, que parpadea al tocar el control de la llave. Me abre la puerta en la parte del copiloto una vez más, haciendo uso de sus deliciosos modales. Ágilmente se sube a mi lado, se coloca unos lentes de sol que le quedan de infarto, pues resaltan esa piel canela y esa barba incipiente, y al encender el auto, el ronroneo es incomparable. Yo, cohibida hasta las trancas, pues nunca había estado en un auto de semejante gama, me limito a dejar mis manos sobre mi bolso, mientras salimos despacio del estacionamiento. Él, me mira de vez en vez, prestando atención al frente. Una vez estamos en la carretera, mi mira con una sonrisa sincera mientras dice: -Iniciemos nuestro viaje, señorita Hugs.              

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