Capítulo 38: Heridas

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¿Que tan ciego puede estar el padre de Esteban, como para dañar a sus propios hijos por una mujer? ¿Tanto es el amor que siente por aquella señora? Sí es así ¿El amor puede hacernos tan ciegos? Sí es así, no deseo enamorarme. Un ruido rompe el silencio. Alguien abre la muerta. — Ya estoy en casa. Esteban sonríe ladinamente. Está no es una dulce sonrisa, todo lo contrario, es una sonrisa llena de puro odio y resentimiento. No se si es hacia su madrasta que acaba de llegar o hacia su padre por actuar tan mal. Esteban sale de la sala, a los pocos segundos se escuchan quejidos que poco a poco se escuchan más fuertes. Ni el padre de Esteban ni yo nos movemos. Ambos sabemos que está pasando. Esteban quién traía a su madrasta agarrada fuertemente del brazo la arroja hacia el suelo. Cayendo

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