5.- LUJEA.

1973 Words
Se encontraba Emma despierta demasiado temprano, vestida en sus jeans de mezclillas color índigo, con una blusa de manga larga y una chaqueta abrigadora, estaba lista con todo lo necesario para el viaje. Decide salir de su habitación bajando las escaleras, la noche anterior se había despedido de su buena amiga Josefina, a ella la conoció desde quinto año de primaria de ahí continuaron con su amistad, le había platicado aunque parte era una pequeña mentira que iría a visitar universidades y visitaría a una tía que quiere mucho, ambas se despidieron con alegría y abrazos, en cambio cuando se despidió de sus padres ella les agradeció, los conocía desde los ocho años cuando escapo de Goem y de los primeros lugares que conoció fue Zarquiria, agradeció y abrazó con mucho amor a cada uno de ellos. Emma va caminando entre las calles hacia el bosque donde se encontraría con Alejandro, se habían puesto de acuerdo en verse en el puente. Comienza a correr al verlo a lo lejos, al llegar al puente ellos dos se saludan mientras se van de ahí encontrándose en lo más profundo del bosque, Alejandro lleva a Emma hasta el árbol que le pidió buscar mientras van hablando, le muestra al mirar Emma la altura, el ancho del tronco, toca su corteza escamosa, sonríe al ver las propias ramas extendidas a diferentes direcciones con nudos, aunque es un viejo árbol mantiene ese verde y brillante color. Ve Alejandro que ella abre su bolso con división de lona que tiene sujeta a su pierna y cintura, saca un tipo de llavero de cadena plateada con una bellota que cuelga de ella color ámbar, Emma le había mencionado que en su piernera color café solo lleva lo indispensable que necesitara para el viaje. —¿Qué es eso? —pregunta Alejandro mirándolo. —Solo es un llavero que necesitamos ahora. Se lo enseña al mirarlo juntos muy pegados de perfil de mejilla a mejilla, ella le muestra que si miraba detenidamente se refleja los troncos de delgados árboles de ese pequeño bosquecillo. —Hace tiempo que la tengo bueno, — ella mira el tronco del árbol al imaginar una diana de dardos, solo que el dardo seria su peculiar amúria, sonríe al mirar a su amigo. —Ahora Alejandro yo lanzare esto hacia el árbol y tú debes dar una patada chocando esto con esa área del árbol. —dice al hacer con el dedo un circulo. —¿Que nos mostrara? —pregunta al ver su cara con pecas. —Lo veras, ¿Listo? —pregunta Emma al verlo. Alejandro sonríe y asiente con la cabeza, ella lo lanza y con esa rapidez alza él su pierna y con su zapato rompe el amúria del cual el líquido brillante color ámbar que se mantenía atrapada se expande sobre el árbol goteando suavemente, al formar una especie de puerta, Emma toma de la mano a Alejandro al decirle en seguida. —Debemos entrar antes de que se desvanezca. En ese instante los dos se encuentran en un lugar muy reducido que provoca que estén muy juntos, casi abrazados. —Había olvidado que así se siente cuando usas un árbol, Alejandro darías dos golpes. Alejandro solo lo hace al escuchar hacerlo con sus nudillos y es como gruje la madera abriéndose, ellos caen de espaldas a la tierra entre hojas. Emma empieza a reír divertidamente, voltea a verla, solo eso hizo ver que en verdad no tiene nada que perder al ya saber que realmente, aunque quiera ocultarlo la quiere. —Estamos en ¿Lujea? —pregunto Alejandro. —Exactamente debes saber que Lujea es conocido por su bosque nublado, porque su mansión se encuentra en medio. Se levantan y comienzan a caminar, en su alrededor encuentran una vereda. —¿Sabes a dónde vamos? —pregunta de repente Alejandro. —Sí y nos veremos con un amigo. Queda desconcertado al escuchar eso y Emma escucha silencio. —Lo siento no puedo acompañarte. —Deja de hablar ¿Escuchas eso? —pregunta al estar atenta aun Emma intentando escuchar ese sonido. —¿Ranas? —pregunta indeciso Alejandro. —Exacto presiento que algo no anda bien. —Emma imaginas que están diciendo algo. Se encuentra pensando por unos momentos. —Peligro. —dice ella. Alejando nota que los ojos de Emma se iluminan al ver hacia arriba, escucha el grujido de las ramas un tipo de sombra que aparece rudamente con el viento. —Vámonos. —dijo Emma. —Al árbol. —sugiere rápido Alejandro. —No, — niega ella. —Es arriesgado. Se miran desconcertados, cuando Emma nota un agujero en la tierra, están tomados de las manos corren hacia haya y saltan aterrizando el fondo. —¿Qué intentas hacer? —Desaparecer de su vista. —responde Emma. —De ¿Qué o quién? —pregunta desconcertado aun al notar que ella mira un reloj de bolsillo. —Aproximadamente existe una hora en que aparece las salamandras y ratones corriendo, — comienza Emma a contarle. —No sé, pero pienso que es algo que rodea Lujea que anuncian las ranas y los animales, deben ocultarse. —Solo esperamos que pase la hora. —dice Alejandro.  —Sí, quizás no debimos venir aquí era mejor el segundo atajo. —Emma puedes utilizar otra bellota. —No, las paredes de este agujero no son accesibles quedaríamos atrapas sobre ella. —Ok solo lo creí fácil. Emma solo asiente al escuchar vigilado al mirar hacia todos lados. —¿Quién eres en verdad? Emma. —dice Alejandro. Ella voltea a verlo al dar una media sonrisa mirando a los ojos verdes de él. —Tan pronto mataras la curiosidad. —Sí, será bueno conocernos mejor. —Acepto, pero nos turnaremos para hacerlo interesante. A lo que el acepta en ese instante. Continúan hablando ambos cuando cae un ratón encima de Alejandro, Emma ríe al solo ver la expresión de él algo disgustado, ella solo lo agarra lanzándolo afuera, continúan mirando juntos al bajar la mirada hacia el reloj que recorrían los segundos, en eso decide ella decir: —Está bien vamos arriba. Él estuvo de acuerdo, Emma subió a la espalda de Alejandro y al estar ya seguro volaron con un pequeño impulso al estar entre los árboles, vieron que ya había pasado, continuaron su camino. —Creí que íbamos hacia la mansión. —No, — la barbilla de ella está cerca del hombro de él tiene sus brazos, están sobre los hombros muy cerca del cuello de él. —Pero me gustaría saber ¿Cuál es el problema? Por lo que me dijiste la otra vez. —No. Emma solo medio sonríe al recordar que hace algunos días Alejandro solo le hablo de la vez que estuvo en el bosque de Lujea, y estaba por contarle algo más, pero no quiso decir más.    —Está bien no tienes problema con los Lujea. Lo mira al ver que solo niega, pero para Emma es curioso, pero solo sonríe, continúa ella sujeta bien a él y Alejandro la abraza al tener las piernas de Emma alrededor de su cintura que las tiene sujetas, al rodearlas con sus manos y brazos saltaban entre los árboles, ella se dio cuenta que solo daban vueltas, volviendo a los mismos árboles, de algún modo ir entre cada árbol se notaba que el mismo bosque no los dejaría continuar el viaje, es como decide al decirle a él. —Alejandro será mejor que bajemos y vayamos caminando. —Si. Él solo obedece al bajar poco a poco en zigzag, al topar con cada árbol hasta que Emma le dice al oído. —Atrévete. Solo se abrazó más a él al recargar su barbilla y él hace lo mismo al sujetarla, es como ahora se encuentran cayendo sintiendo esa adrenalina tan humana que desde niña a sentido, cada vez que ella estaba sobre algún amigo vampiro que la entretenían desde pequeña, jugando contra el viento, no sabe si sentirá lo mismo después de convertirse en más que una vampira. Mientras caen todo se detiene, ahora están en tierra firme, sobre tierra y algunas hierba y flores, ambos se separan mientras ella se acomoda el cabello y cada uno sus ropas. —Ahora debemos encontrar una vereda. —dice Emma al comenzar a caminar. —Está bien. —responde al seguirla, no sabía para nada qué tipo de vereda es la que busca ella, al ser que este bosque es muy confuso. Mientras van conversando un poco de todo Alejandro se anima al preguntar: —¿Cómo es que Adaline te adopto? Emma se detiene al girar su cara y mirar a su amigo hacia un lado, sonríe arqueando la ceja algo coqueta, una forma común para ella al intentar y tener la reacción que a ella le encanta obtener de los chicos, aunque se hace notar ante la joven que él se ve nervioso, claro a sus ojos como si lo compara a un humano es muy diferente al ser que la palidez de un vampiro no ayuda, no podría expresar sus emociones, un castigo más para solo soportar una vida sin emociones ni sentimientos, aunque no es exacto cada expresión que ella ha obtenido de sus conocidos vampiros que a solo conocido en el trascurso de su corta vida, pero en eso le hace recordar cuando su propio novio una vez se puso nervioso y sonrojado, al ser la piel de él güera que para ella le causaba ternura. A continuación, ella contesta al verlo. —Como ya te lo había contado, — continúan caminando. —Soy huérfana de padres, fui encontrada de bebe en una cueva exactamente en un agujero de una de sus paredes por un trotamundos que me hallo. —Un trotamundos, acaso ¿Sabes su nombre? —pregunto Alejandro. —Mmm Rolando si eso recuerdo, pero bueno después me llevo hasta Goem donde Adaline mi madre adoptiva me conoció y me cargo en sus brazos, aceptándome he hizo llamar a los diferentes clanes que se encontraban cerca de Goem. —Emma ¿Qué tiene que ver en esto Nicolás? Antes de contestar Emma voltea a mirar hacia unos troncos que se muestran como trenzados y esos dos árboles están muy cerca. —Detente ven. Alejandro mira hacia donde ella está mirando y se apresuran, ambos al ir hacia esa dirección solo la sigue, ambos se encuentran caminando dentro de esa vereda, donde los árboles se encuentran uno tras otro dejando poco espacio para pasar, alzando bien sus pies antes de caer al ir con cuidado, despacio y lentos. —Esa es la cuestión Alejandro, la cueva es un área terrenal que pertenece a la familia Walker ahora te toca a ti, dime algo sobre ti ¿Cuánto tiempo tienes viviendo en Zarquiria? —Está bien, Emma me considero un huérfano porque en realidad no sé si tengo padres, en si no sé quién soy, menos si alguien me haya encontrado, porque desde que tengo memoria siempre he sido un errante, hasta que me encontré una vez con un vampiro, nos hicimos amigos, lo ayudaba, el si se preocupó por mí y cuido enseñándome después de un tiempo, decide tomar mi propio camino errante en el que me encontré y conocí ciudades, habitantes y pueblos, uno de ellos Zarquiria no sé porque pero cuando me iba a otra parte del mundo de algún modo volvía a vivir al bosque de Zarquiria. Mientras escuchaba lo que decía Alejandro, en eso se detienen, se encuentra en una parte más despejada con algunos árboles a su alrededor. —Alejandro subamos al árbol ya de aquí continuemos sobre los árboles. —dice Emma. El solo asiente y la joven sube sobre la espalda de él y es como ambos se encuentran yendo árbol sobre otro más, continuando el viaje.
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