Capítulo Dieciséis: Sin defensa.

1874 Words
Peter no cabía en su sitio de alegría, pues el ver a la chica pelirroja de nuevo le había subido el autoestima hasta el cielo, tenía una alegría inmensa. La situación era un poco extraña, debido a que lo que esperaba que apareciera detrás del mostrador no era precisamente una chica con mirada asustada como la de él. —Sí, soy yo ¿Cómo llegaste hasta aquí, Peter? ¿Qué te ha pasado?— preguntó confusa, escondiéndose también detrás del mostrador, sentándose a su lado por un momento. El pelinegro dudó por unos momentos antes de contestarle, comenzando a recordar de a poco, haciendo una especie de recuento mental acerca de los pasos que había dado hasta ese momento. —Ha sido bastante extraño esto y sería aún más complicado explicarlo ¿Tienes idea de lo que son esos seres?— formuló, en cambio el chico. —No, claro que no, la verdad es que mientras más sé de sus capacidades, más me asusta ser devorada— dijo, mirando hacia su brazo herido con tristeza. —¿Qué te pasó en el brazo? Se ve grave— comentó el chico, observándola a detalle, liberando de su agarre al cachorro que le acompañaba —¿Estás sola?—. —Es solo una quemada, Arth está conmigo, es quien me ha ayudado— expresó mirando el rostro de Peter, el cual señalaba el susto que cargaba encima —¿Qué hay de ti? ¿Andas solo?—. —De acuerdo, pero deberías cuidarla para que no empeore...— contestó el chico, temiendo ver cómo se veía la herida sin la venda —Y no, no estoy solo, ando con Teryon, mi fiel compañero en esta travesía— con eso, señaló al canino con una pequeña sonrisa. Holly asintió, cayendo en cuenta de lo que le decía su compañero. —Bien, es un placer conocer a Teryon, pero ¿De verdad no has estado con nadie más?— preguntó triste la chica, como si pensara más allá de lo que estaba ocurriendo. Peter supo que estaba pensando en su melliza, y para ser honesto, también la extrañaba. —¿Tienes dónde quedarte?— formuló la chica hacia él. —La verdad, no... ¿Me creerías si te dijera que justo hoy salí en busca de ustedes?— dijo el pelinegro, casi sin poder creerse su propio comentario. La chica abrió sus ojos como platos, para que así se viera su asombro, pero lo cierto era que ella también había intentado recorrer parte del camino que le guiaba de alguna forma hacia sus amigos, aunque Arth le hubiera advertido que no debía salir de donde se encontraba por nada del mundo, no podía simplemente quedarse allí haciendo nada y solo rezar porque el chico regresara sano y salvo con lo requerido para su herida. No era tan descarada como para hacer una cosa así, por lo que armó un pequeño kit con lo que tenía a mano, que no era mucho, debía de admitir. Se encaminó fuera del establecimiento y comenzó a moverse por distintos rincones para buscar ella por su lado también algunas medicinas o lo que pudiera. Mientras siguiera viva, lucharía, lo haría por Heather, pues quería verla una vez más y disfrutar de su familia una buena comida, no quería irse sin explicación. Su plan era irse un par de horas y regresar antes de que el castaño lo hiciera, lo que no planeó fue encontrarse en un centro comercial lleno de caminantes por doquier. Tampoco contaba con encontrarse a Peter. Ella solo pensaba en los medicamentos, aunque tuviera la leve esperanza de hallar al grupo, no creía en absoluto que fuera posible. —Por supuesto que te creo, Arth y yo hemos estado muriendo de las ganas de saber que todos están bien, y el haberte encontrado calma mi mente, mucho más de lo que pudieras pensar. Quisiera que él estuviera aquí en este momento— soltó la chica de repente, pareciendo desolada. —¿Qué haces aquí sin él? ¿No dijiste que estaban juntos?— formuló, completamente confundido. —Así es, pero digamos que me escapé por un rato del lugar que compartimos. En mi defensa, vine en busca de medicamentos, así como él salió también— dijo la pelirroja, mirando hacia el suelo, pues sabía que había actuado mal de alguna forma. El pelinegro asintió, un tanto extrañado, pero no puso objeción ante ello. —Lo único que debemos, y en tal caso podemos hacer justo ahora es salir de aquí— le hizo saber a la chica, la cual estaba al tanto de ello ─Hay que estar unidos, como siempre lo hemos estado─. Holly le miró con cariño, sabiendo que habían compartido la mayor parte de sus vidas juntos, así que tenía presente que tendrían que luchar con más fuerza cada vez. Primero salió él, en la misma posición que se encontraba, pues no quería ser visto. Observó a la chica llevarse algunas cosas de la pequeña farmacia, colocándolas en un pequeño bolso de lado que había llevado consigo.  Quería preguntarle una y mil cosas acerca de cómo habían logrado escapar del hotel, pero en aquellos instantes era lo de menor prioridad. Lo que importaba sobre todo era salir con vida. Nunca habían sentido tanta desesperanza junta, pero había que combatirla de algún modo. Iban escondiéndose detrás de lo que podían, sin embargo, estuvieron cerca más de una vez de ser descubiertos, siendo la operación todo un riesgo. Fue ahí cuando Peter se dio cuenta de que uno de los locales tenía por fin lo que tanto había buscado. Era una papelería, donde obviamente tenían libretas expuestas y todo tipo de accesorios para la escritura adecuada y cómoda. El paraíso terrenal para cualquier persona que conociera a dicho pelinegro. No pudo evitar sentir la tentación de ir y recorrer los pasillos en busca de un diario donde pudiera escribir lo que estaba viviendo, para de ese modo no volverse loco.  Esa era su mejor estrategia para combatir la ansiedad, escribir y drenar por medio de esta técnica todo lo malo que pudiera tener encima. Al adentrarse finalmente en el pequeño local que exhibía todo tipo de objetos curiosos y también muy interesantes, que las personas alrededor del mundo ni siquiera sabían de su existencia, allí se encontraba. Casi cualquier cosa que se pudiera imaginar, ahí estaba dispuesta. Fue tanta la fascinación, que se distrajo por un momento del mundo real, como solía pasarle algunas veces donde perdía la noción y el punto de lo verdaderamente importante. Se irguió completamente y comenzó a merodear por los interiores del lugar. Teryon comenzó a querer chillar por lo bajo, avisándole que estaba cometiendo un error, pero cuando se dio cuenta, ya era demasiado tarde. Tenía a uno de esos seres encima de su anatomía, en específico, a una de las bestias, ya que había tomado en sus manos un lápiz térmico que se calentaba, y a él le encantaba todo tipo de objetos curiosos y nunca antes vistos.  Solo pudo volver a la realidad cuando el ataque ya se había dado. Quizá demasiado tarde. ... Luego de lo ocurrido en el establo, tanto Heather como Evans salieron de allí con la cabeza gacha, aparentando estar arrepentidos de fuera cual fuera el delito que habían cometido. Esto había sido idea del menor, ya que decía que si miraban a su madre a los ojos mientras daba su sermón, esta sentía que le faltaban al respeto y se enfurecería aún más, y nadie quería tal cosa. La de cabellos cobrizos le hizo caso, ya que no quería incomodar más de lo que ya lo había hecho al llegar allí sin permiso.  ─Con que sigues aquí ¡Qué suerte!─ expresó con ironía la mujer, pero sus facciones decían cuán enojada estaba ─Ahora ¿Quién te ha dicho que necesitamos de tu ayuda? Porque no he sido yo. Anda, sal de aquí, tengo asuntos por resolver con este jovencito─ dijo, tomando a Evans por la oreja, llevándolo lejos de su vista. Heather solo pudo asentir e irse de donde estaba, ya que sentía que si replicaba la dejarían sin un techo sobre su cabeza, y ese lugar estaba bastante alejado de todo, tuvo suerte de siquiera encontrarse con alguno de sus habitantes. Era un camino muy peligroso el que se debía recorrer si decidía irse de ahí. Vaya que quería ver de nuevo a sus amigos, a su hermana, pero lo cierto era que para llegar a eso, aún faltaba un poco más de tiempo. No estaba preparada mentalmente para luchar con criaturas infernales como esas. La chica se convenció a sí misma de que estaría bien si se quedaba dentro de ese territorio, por lo que se adentró de nuevo a la casa. Iba a tomar un baño, ya no soportaba estar tantos días sin haberse aseado correctamente.  Para una persona que se bañaba a diario, era un pecado pasar siquiera unas horas sin hacerlo, por lo que no necesitó mucho más que lo que llevaba encima para ir hasta el pequeño servicio que tenían en la planta baja de la construcción para proceder a hacer lo pendiente. Cuando salió, un rato después, se había vuelto a colocar la misma vestimenta que la mujer le había dado para dormir, ya que quería asear también su ropa. Podía sentir cómo el conjunto que había tomado de la casa donde se había quedado con anterioridad estaba lleno de arena, por haber estado a orillas del océano hacía poco, sumado al sudor de haber recorrido varios kilómetros caminando, así que quería liberarse de la incomodidad que se instalaba en su par de zapatos deportivos también. La mujer le había hecho saber que podía usar la batea que tenía instalada en la parte trasera de la casa, donde tenía colgadas varias prendas bastante limpias.  Con esto, la chica se halló haciendo quehaceres que nunca pensó hacer con normalidad en mucho tiempo.  Luego de terminada su tarea, volvió a salir en busca de Evans, a quien encontró cerca de un pozo de agua, de donde estaba extrayendo dicho líquido. Le había dicho que era para llenar los tanques que surtían el agua a toda la casa por las tuberías convencionales. Heather no pudo resistirse al verle hacer tal esfuerzo, por lo que le ayudó a surtir los tanques de la mayor cantidad de agua posible. Al parecer, la madre del chico se quejaba si no tenía suficiente agua para lavar o para asearse a gusto, así que él debía asegurarse de surtirle casi todos los días del vital líquido. Cuando terminaron, ambos estaba exhaustos, así que entraron de nuevo a la construcción de madera, donde tomaron limonada de una de las jarras que hacían diariamente. La pelirroja se ofreció a hacer la del siguiente día, y nadie se negó.  Parecía que de a poco podía ir moldeando el carácter de la señora Stella, quien parecía siempre muy seria. Se preguntaba para sus adentros el porqué era así, qué tanto daño le habían hecho. Ya habría espacio suficiente para poder saciar su sed de conocimiento acerca de la historia de esa familia, pero primero debía pasar la prueba de la convivencia diaria, que ya era bastante fuerte de por sí.
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