Capítulo Cuatro: Aceptación.

1484 Words
Peter no paraba de correr, tenía una cantidad de sudor considerable empapando su cuerpo entero.  A decir verdad, no sabía a qué se enfrentaba específicamente. Solo supo que en cuanto uno de ellos intentó morderle en esas condiciones tan deplorables, no pudo hacer más que huir. Se encontraba tan solo a unos pasos de llegar a la salida de emergencia del hotel, cuando notó que fuera de este habían aún más de esos seres extraños, cantidades inimaginables. ¡¿Qué estaba pasando?! Fue la principal razón que lo llevó a correr hacia una de las puertas de su lado derecho, rezando en su fuero interno para que no estuviera llena de alguno de esos seres.  Empujó la puerta con la fuerza de su peso, en medio de su desesperación por liberarse de dicha locura, definitivamente sus pensamientos habían ido demasiado lejos esta vez.  En eso pensaba mientras se mantenía sentado en una esquina abrazando sus piernas, intentando no llorar tan intensamente. Le era difícil obtener el aire. Contó hasta diez... veinte... treinta... En medio de eso, la puerta volvió a sonar con mucha intensidad, ya no podía ser su imaginación, estaba seguro de estar en la realidad. Pero si no era su imaginación ¿Qué demonios era eso? Los golpes se intensificaron a tal punto, que era evidente que la puerta no resistiría mucho tiempo más. Tomó una profunda respiración antes de levantarse de allí y buscar alguna ventana. Por suerte, la espaciosa oficina, tenía un baño privado, por lo que logró llegar hasta él rápidamente y abrir la pequeña ventana en la parte superior de la pared. Ese mes había bajado más de tres kilos, razón por la cual cupo sin mucho problema. Dio a un pequeño jardín de la parte trasera del hotel, en donde se podía observar la piscina a lo lejos separada por unas rejas en forma de red.  El jardín estaba aparentemente libre también, fue allí donde encontró un tubo bastante fuerte, el que parecían haber estado arreglando cuando algo de eso pasó. Lo cierto, es que tenía el largo perfecto como para servirle de defensa personal. Se rehusaba a tener que gastar balas si no se encontraba en peligro inminente, es decir, una emergencia, ya que tampoco tenía más munición. La guardó en la cinturilla de su ropa de dormir.  Sujetó con fuerza el tubo junto a su cuerpo con manos temblorosas, temiendo que apareciera uno más de esos podridos seres. Caminó a pasos lentos hacia el borde de la edificación que no lograba ver. A medida que sus pasos se acercaban, más partes del edificio se develaban, la adrenalina que cargaba en su cuerpo estaba a tope, su corazón sentía salirse del pecho. Cuando pudo observar completamente la siguiente área, no tuvo tiempo de reaccionar más que con el tubo. Creyó golpear algo, pero le dio al aire, y menos mal fue así, ya que se encontró con un cachorro de husky que se veía un tanto asustado.  Su semblante se suavizó bastante. Bajando una de sus manos a la altura del canino de brillantes colores blancos y negros. Le acarició con cuidado entre las orejas puntiagudas. El cachorro le correspondió un tanto resentido, quizás se haya topado ya con algún infectado. —¿Te abandonaron, pequeño?— formuló serio, como si el perro pudiera contestarle con la mirada —Bueno, a mí también... Creo que haríamos un buen equipo—. El husky en cuestión hizo que le siguiera hasta un pequeño almacén semi-sótano donde llegaban los paquetes al hotel, ya sean obsequios, equipaje o cualquier objeto que tuviera la necesidad de mantenerse allí por poco tiempo. Sin embargo, el lugar estaba abarrotado, en señal de que nadie estaba retirando ni reclamando ningún paquete.  ¿Acaso esto estaba pasando desde hacía un tiempo? Si era así ¿Cuánto? ¿Por qué no lo vieron antes? Recorrió el lugar con la mirada, pensando en si ese sitio había estado sirviendo de escondite para el pequeño canino ¿Realmente estaba solo? Caminó por todo el almacén junto a su peludo acompañante, encontrando en una esquina el cuerpo de un chico bastante joven, de quizás unos quince años. Aparentemente, se había suicidado de un disparo en la cabeza, una escena bastante lamentable, pues el cachorro de recostó junto a él, como animándolo a levantarse. Tragó con fuerza, un nudo se había formado en su garganta sin permiso alguno. Llamó al husky, de nombre Teryon, pues hasta ese momento no había logrado descubrir entre su pelaje el collar que llevaba, era bastante sencillo, pero seguramente el significado que tenía iba más allá de todo. Lo tenía claro, buscaría un lugar seguro para él y Teryon. No le dejaría ahora que podía deducir lo que había ocurrido con él. ... Heather se encontraba dormitando encima de un pequeño árbol que encontró a mitad de camino al hotel, o lo que creía que era el hotel. Pensando que así se protegería de ser vista por dicho ser inconcebible. Cuando abrió los ojos de nuevo, siendo que estaba completamente a oscuras, recordó lo sucedido y que estaba a la intemperie, sin saber nada de sus amigos y sin comunicación con ellos. No podía conciliar el sueño, era más que obvio, pero estaba muy cansada.  Se levantó de a poco, bajando luego con cuidado de allí. En medio de la bajada, raspó su brazo contra la corteza de madera, ya que se había impulsado con un salto sin calcular del todo bien. Maldijo en el aire, mirando la gran cortada que tenía, aunque sabía que la sangre era demasiado escandalosa, no era demasiado grave, pero sí había expuesto su piel. Tuvo que quitar su camisa de encima, dejando solo en su cuerpo una camiseta de tirantes. Esta camisa la usó para detener el sangrado, inventando un amarre funcional para dicha herida tan inoportuna. Justo en ese momento,  escuchó a su alrededor algunos ruidos muy extraños, sin saber muy bien su procedencia. Se recordó a sí misma lo que había pasado antes, por lo que se encaminó lejos de allí cuanto antes.  Buscando alguna edificación cercana, se encontró con una casa de playa que parecía estar abierta, así que corrió hasta ahí sin perder ni un segundo más, tenía que curar su herida. Cuando pasó por el pórtico, inspeccionó el área. Dentro, la casa estaba revuelta, como si alguien hubiera salido huyendo de allí. Había maletas en el suelo a medio hacer y comida en lata de varios días por toda la cocina.  De inmediato, una sensación de inseguridad le recorrió el cuerpo  ¿Dónde estaban? ¿Cómo demonios habían llegado hasta allí? Sin tener mayores conclusiones sobre nada en absoluto, se adentró más en la vivienda, asegurándose de que estuviera vacía, y así era. Cuando corroboró que se encontraba a solas, cerró la puerta de la casa colocando un estante pesado detrás de esta. Corrió en busca de más cosas que taparan las ventanas, y cuando por fin estuvo en completa oscuridad, encendió pocas luces, tampoco quería gastar la iluminación tan vital. Fue ahí cuando cayó en cuenta de que no solo había sido el sujeto con el que se encontró antes, era quizás un apocalipsis. Era probable que todo el lugar estuviera infestado de esas criaturas infernales. ¿Cómo era posible tal cosa?  Sabía que si alguien más le hubiera contado acerca de ello antes, pensaría que estaba completamente loco y le ignoraría, pero una cosa era que te lo contaran y otra muy distinta vivirlo en carne propia. También se dio cuenta de que tenía hambre, muchísima. Buscó casi desesperada, una de las latas que había visto en la mesa. Una que contenía frijoles rojos dulces. No eran sus favoritos, pero tampoco podía darse el lujo de comer otra cosa. Vació la lata en un bowl que encontró y lo comió con una cuchara de plástico que también venía como anillo al dedo, en un paquete que no había sido abierto. Se preguntó qué le llevaría a esa familia a huir así. Sabía que podía ser a causa de esos seres, pero ¿A dónde irían si realmente se trataba de un apocalipsis? Estas dudas le carcomían entera, pero también sabía que debía aceptar su situación. Cuando finalizó su comida, intentó dejar las cosas que encontró limpias tal cual las había encontrado. Mediante más se habituaba a esa estancia, más se le venían distintos escenarios a la cabeza, no demasiado bonitos. Idearía un plan de búsqueda para hallar a sus amigos e irse a un lugar seguro, estar solo no era bueno en ningún sentido cuando se trataba de una situación así de peligrosa. Tampoco podía dejar de pensar en su hermana melliza, Holly, quien aunque era valiente en ocasiones, solía alterarse fácilmente. Tenía que encontrarla y hallar juntas una solución efectiva a dicho acontecimiento. Pasaría allí la noche, haría su mejor esfuerzo por descansar, pues le venían días oscuros, podía sentirlo.
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