Capítulo Cinco: Perfecto.

1254 Words
El ambiente era templado allí donde dos jóvenes yacían escondidos en una tienda de comestibles cercana al hotel Gunott. Arth sentía el cuerpo pesado, tenía una de sus migrañas, pero no podría hacer mucho sin los medicamentos que tomaba para ello. Todos estaban en el hotel, en su bolso de viaje.  Holly le había ayudado a escapar de los demás zombies, eso creía que eran. No había mayores explicaciones, de todos modos. Se había enfrentado a uno cara a cara.  Recordaba estar en su habitación y haber abierto la puerta para el servicio que había pedido en la madrugada, puesto que el hotel trabajaba las veinticuatro horas del día. Dejó la puerta entreabierta para que en vez de tocar, pasaran directamente a dejar lo que había pedido, ya que al pasar la madrugada en vela, tenía bastante hambre. Su sorpresa fue escuchar gruñidos provenientes del interior de la habitación cuando estaba esperando en el balcón mirando el cielo nocturno, ya que amaba al universo y su sistema tan perfecto. Volteó sin saber muy bien de qué se podía tratar, pensó en un perro, ya que al dejar la puerta abierta, cualquiera podía entrar y quizás una mascota o un niño por error, pero a esas horas no cuadraba ni lo uno ni lo otro. No veía casi nada, ya que la iluminación de la lámpara amarilla pálida no alumbraba mucho más allá de la cama. Ante eso, tomó un cuchillo que estaba en la anterior mesa de servicio que le habían dejado , que aunque solo fuera agua de bienvenida, tenía también cubiertos auxiliares. Con dicho objeto en mano, quiso atravesar las puertas del balcón para ver de qué se trataba, cuando una gran masa se le abalanzó encima, comenzando a mover sus filosos dientes descontroladamente, en señal de querer arrancarle la piel trozo por trozo. Se asustó mucho, por lo que empujó al gran sujeto humanoide fuera de su anatomía antes de que llegara a hacerle daño, y con esto, cayó sobre las puertas de vidrio, las cuales se rompieron sin demasiado estruendo, ya que solo era una parte.  Había logrado herir a la persona, pero no fue suficiente, porque se levantó en busca de más. Para esto, ya se encontraba Arth dentro de la habitación, la figura se acercó por detrás para morderle, y no tuvo otra opción más que inmovilizarle y tirarle al suelo, encajando el cuchillo en su garganta. Fue tanto el esfuerzo que hizo, que le provocó una migraña, se dio cuenta de que estaba manchado de la sangre pútrida del ser y se asqueó, cayendo desmayado a su lado. Así lo había encontrado Holly, qué vergüenza. Solamente volvió a la consciencia cuando la chica en cuestión le mojó el rostro con agua fría. Se despertó pesaroso, sin poder caminar muy bien, pues era tanto el dolor que no podía siquiera formular palabra, no pudo haberle dicho que buscara sus medicamentos. Solo pasaron a la habitación donde ella se hospedaba para empacar cosas básicas y necesarias, llevaban consigo un pequeño bolso, pero no con los medicamentos, tendrían que volver por ellos en algún momento. Se sentía un poco mejor luego de haber dormido un par de horas con algún sweater de almohada en el duro suelo de concreto, sin embargo, no era posible para él alejar por completo el dolor de cabeza y los malos sueños que siempre le acompañaban. Con calma, se levantó del suelo, fue de inmediato que la pelirroja le ofreció agua y le preguntó si estaba bien, diciendo que estaba demasiado preocupada. Arth le dedicó una media sonrisa, pues a pesar de todo, Holly no dejaba de ser atenta pasara lo que pasara. Le dijo que se encontraba mejor, que no había necesidad de preocuparse demasiado, a excepción de la falta de sus medicamentos. La chica se sintió muy apenada por no haber recordado algo tan importante para él, pero de igual modo le hizo saber que tendrían que ir por ellos pronto.  Entre ambos conversaron sobre qué harían a continuación. Estuvieron de acuerdo con buscar al resto del grupo y escapar de esa locura de lugar cuanto antes. De todos modos, era más fácil de decir que de hacer, siendo esta la razón de su desánimo. Nada de lo que planearon estaba resultando de acuerdo a lo previsto, era un rotundo fracaso. Pero al menos ellos estaban juntos. ... Jaden estaba intranquilo mientras se le era escoltado dentro de la casa del mandamás de aquella pequeña aldea, la cual asumía que se trataba de alguna e***a que acogía a todo tipo de gente para resguardarse y protegerse entre todos debido a lo que estaba ocurriendo con los llamados sin mente. Caminó con pies de plomo, sin querer avanzar del todo, siguiendo a las personas que le raptaron.  La iluminación de las antorchas era sumamente tétrica para él en aquel momento, sentía que era su hora final, por algún motivo. Subieron por unas amplias escaleras bastante bien decoradas y cómodas, con estampado tribal. Al estar en la segunda planta, le llevaron hasta la que suponía, era una especie de oficina principal. La entrada tenía por puertas unas cortinas con diferentes motivos colgando, haciéndolas sonar cada vez que alguien pasaba, produciendo un sonido tipo cascabel. Lo primero que observó estando dentro fueron los asientos tan peculiares, todos eran pufs de tela de saco. No había escritorio alto, solo mesas bajas y un círculo hecho con los ya nombrados cojines acolchados. En el centro de todos, se encontraba un señor calvo con una barba larga muy negra y tejida en una trenza que le llegaba hasta los pies. Llevaba una corona de plumas blancas con tonos oscuros, la cinta de donde se sujetaban y los adornos mínimos eran de un color rojo escarlata, la bata de estampados que le quedaba holgada al cuerpo tenía detalles en esos colores igualmente, también iba descalzo.  El hombre tenía un semblante serio, pero no demasiado amenazante, pues era delgado, pero debía reconocer que para la edad que tuviera estaba aún fornido. El tono de su piel era moreno rojizo y tenía unas cejas bastante pobladas que le hacían un marco único a sus ojos grises claros, una nariz fuerte y ancha, boca no demasiado gruesa y la estructura de su rostro era muy cuadrada. Él mismo le hizo señas de que se acercara y tomara asiento frente a sí.  Hizo lo ordenado y de inmediato el desconocido colocó una de las manos en su frente sin decir palabra.  Luego de unos segundos, lo miró directo a los ojos y le hizo todo un resumen acerca de su vida, de lo valiente que era su alma y de lo mucho que merecía pertenecer allí con ellos. Le permitió quedarse y le brindó su bendición, dejándole saber que su nombre era Odis, que estaría para él siempre que lo necesitara.  Ante lo dicho, los acompañantes le dijeron que se levantara y fuera con ellos para no quitarle más tiempo valioso al gran Odis.  Le llevaron lejos de la casa, hasta una pequeña carpa que tenía todo lo básico disponible para él. También le informaron que sería parte del equipo centinela, junto con ellos, por órdenes directas del hombre al que vieron antes. Le ordenaron que descansara, ya que les tocaría el turno de la noche y más le valía estar bien despierto y alerta para ello. Irían en busca de provisiones para todos y no querían ningún error. Intentaría hacer lo posible por no morir, aunque no podía prometer nada tratándose de él.
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