Capítulo Trece: Desesperanza.

1915 Words
Jaden jamás pensó llegar a ser tan famoso que pudiera viajar con la colaboración brindada por los fanáticos. Era extraño el hecho de que un chico que a pesar de ser extrovertido, fuera de alguna forma el centro de atención, si la mayor parte del tiempo se la pasaba cuidando de su madre y su hermana menor. Aparte de que siempre estaba ocupado, nunca había tenido pareja, y es que se sabía desde siempre que el chico era asexual, por ello, casi todas las chicas intentaban acercársele para insinuársele, cosa que no funcionaba en absoluto. Al menos, no había tenido pareja que el mundo conociera, porque sí que lo había intentado antes, pero ninguna unión funcionó realmente.  Estuvo meses intentando sentir algo por las personas con las que comenzó a salir, sin embargo, no lograba conectar de la manera correcta, algo muy poco común en él, quien siempre intentaba asegurarse de que todos se sintieran cómodos a su lado. Se podía decir que era bastante complaciente, pero también tenía un lado profundo que casi nadie conocía, a excepción de su familia y sus amigos más cercanos.  Un lado del cual podía hacer uso cuando quisiera, era vengativo y casi siempre despiadado.  Su contraparte solía salir a la luz cuando sucedía algo fuera de lo común o que le hiciera alterar de algún modo.  Sucedió esa vez debido a lo acontecido con el lobo, solo pensar en cómo pudo lastimarse así le tenía mareado, y aunque había sobrevivido, le advirtieron que seguirían ocurriendo eventos de esa índole con los animales, que de seguro eran por parte de las demás tribus fugitivas que poblaban la isla. No podía creer que siguieran permitiendo que hirieran a los animales de esa manera, seres que no tenían ninguna culpa de lo que su alrededor quisiera. Sus manos se apretaron en puños, intentando retener su ira, sin embargo, no pudo con todo lo que tenía dentro, terminó por golpear una pequeña estaca de madera que allí se encontraba, rompiendo esta específicamente a la mitad. Todos los allí presentes le observaron de manera asombrada, pues no se esperaban aquello. Había logrado perturbar el momento espiritual y de conexión con el ser superior que estaba teniendo la aldea entera. El de cabellos claros se sintió apenado luego de caer en cuenta de lo que había hecho. Nunca pensó que algo como eso pudiera sucederle a él, quien a pesar de todo, siempre intentaba ser amable. Sabía acerca de su alter ego, solo que este no se había presentado con tanta violencia antes. La casi muerte del lobo le había afectado más de usual, lo cual no comprendía en absoluto. Si bien, tenía un cierto amor y respeto hacia los animales, eso no significaba que su reacción ante el maltrato fuera esa. No se puede combatir la violencia con más violencia. Lo cierto era que debía decir algo. ─Yo... Lo siento, no era mi intención hacer de esto un espectáculo─ dijo, con la mirada baja hacia todos, intentando acomodar el desastre que dejó. Cuando el cuerpo del de cuatro patas estuvo estabilizado, les hicieron saber que podían llevarle hacia un lugar seguro para que siguiera en proceso de sanación con vigilancia constante. El chico esperaba que le dijeran algo, que lo insultaran, abuchearan o le reprocharan el haber roto el aura de tranquilidad en el lugar, pero esto no pasó. El mismo Odis le pidió que le acompañara en su caminata nocturna. Cuando accedió, observó que el rostro del mayor se alegró bastante sin razón aparente. Comenzaron a caminar por los sembradíos del territorio. Corría una brisa agradable por todo el territorio, así que el momento podía describirse con cero presión. El lobo estaba siendo trasladado al lugar donde estaría en recuperación por la chica albina y Derry, el hombre más alto con aspecto de torre. ─¿Sabes? Antes solía ser como tú, un chico tranquilo con algunos dejes de violencia, pero lo que puedo decirte, es que en ese actuar nunca encontré felicidad─ comenzó a hablar aquel hombre de piel rojiza ─Hay veces en la vida en las cuales toca aceptar lo que se nos presenta tal cual es, en vez de protestar por ello. Así no se resuelve nada─. Jaden se sintió un tanto culpable por su forma de actuar, pero con toda la vergüenza que tenían sus huesos, asintió, mientras sus pies se volvían cada vez más pesados, como si portara con él plomo y nada más. ─Lo tengo muy en cuenta, puede creerme. Siempre intento dar lo mejor de mí, pero no sabe cuánto me ha enfadado ver a ese lobo morir en mis brazos. Ha sido una suerte que haya logrado volver a la vida─ respondió quedo el rubio, mirando al suelo, como chico regañado. ─Comprendo tu sentir, muchacho, pero no siempre es bueno reaccionar de esa manera, incluso si te afecta personalmente─ contestó Odis, mirándole fijamente ─Puedes meditar conmigo si es preciso, te aseguro que puedes liberarte de ese odio que llevas dentro, el cual opaca tu personalidad. Si no aceptas, también podemos entrenar junto al equipo centinela─ le hizo saber. ─¿El equipo centinela?─ preguntó confuso el menor. ─Así es, soy yo quien les brinda el entrenamiento ¿No lo sabías?─ formuló, casi con indignación. El chico abrió sus ojos de par en par, sorprendido por la confesión del hombre frente a sí. ─No tenía idea, pero sí que sería un honor, señor─ respondió el rubio, intentando sonar lo más seguro posible ─¿Cuándo puedo unirme a las sesiones?─. Imaginarse lo dicho por el hombre le había dejado anonadado. ─Todas las tardes antes del anochecer, se me hace muy extraño no haberte visto por allí antes─ comentó Odis, con rostro confuso pero amable. ─Tiene razón, es muy extraño que no me haya enterado antes. Disculpe si lo ofendí de alguna manera─. ─Tranquilo, muchacho. Anda a descansar, aún estás alterado─. ─Pero, señor ¿Qué pasará con la vigía?─ preguntó el joven con aire preocupado. ─No pasará nada, ellos sabrán arreglárselas sin ti. Por el momento será mejor que calmes a la bestia que hace que te enojes de ese modo─ dijo finalmente el hombre, con firmeza. Tras decir aquello, se retiró a paso calmado, luego de palmear la espalda de Jaden un par de veces. El rubio se quedó allí mirando hacia el cielo estrellado un rato más antes de ir a descansar, cosa que necesitaba con urgencia. ... Arth había encontrado la manera perfecta de escabullirse fuera del local y lograr llegar hasta alguna de las casas aledañas al lugar donde se encontraban. Primero, podía saber cuándo alguno de los que habían nombrado caminantes eran sensibles al calor, cuándo podían verle y cuándo solo escucharle. Aunque solo contaba con que existieran nada más que esas mutaciones, de otro modo estaría perdido y mucho más jodido. Le dejó dicho a Holly que estaría de vuelta antes de que la tarde llegara, así que podía estar tranquila, ya que no se arriesgaría a ir por allí de noche, en un sitio que no conocía en medio de un apocalipsis. La pelirroja se había quedado a regañadientes y un poco afligida debido a la herida que le apresaba el brazo. Si bien, el viaje era peligroso para cualquier ser, lo era mucho más para alguien que lo hiciera solo, ya que de esta manera era mucho más fácil acosarle, pero el de ojos azules no quería pensar en ello más de la cuenta, ya que solo le deprimiría sin razón. El chico comenzó a caminar lejos del local de comestibles donde se estaban quedando, llevaba consigo un pica-hielos que había encontrado allí y el encendedor de Holly, pero sabía que no era una gran defensa. La misión era encontrar alguna pomada que sirviera para combatir las heridas por quemadura, sin embargo, no estaba seguro de poder tener éxito, ya que el no saber la ubicación jugaba bastante en su contra. Iniciaría por la calle que ya conocía un poco, que era en la que se hallaba el pequeño local, de esa manera, tendría menos oportunidad de perderse y acabar en una situación peor a la actual. Trataba de que sus pasos fueran seguros, pero no podía evitar temblar un poco por dentro, siendo que sabía las movidas de esos seres tan extraños que querían apoderarse de la población. La primera casa que divisó, se hallaba en la esquina contraria de la cuadra, era amplia, así que supuso que podría tener en ella cosas útiles. Esperaba que en dado caso de no tener ningún kit de medicina, por lo menos pudiera encontrar un arma funcional. Observó a varios merodeadores ir de aquí para allá sin rumbo fijo, caminando con una especie de tambaleos extraños que parecía dar pie a que dieran algún paso en falso y cayeran sin más. Supo que ninguno de ellos podría verle, por lo que intentó ser silencioso al pasar a su lado, como si de la nada misma se tratase. Quiso parecer un ninja, pero no le salió muy bien, su altura a veces le jugaba malas pasadas. Cada vez que intentaba pasar desapercibido o encogerse convenientemente, sus largas piernas se lo impedían de alguna forma. A pesar de su torpeza, pudo llegar vivo hasta la entrada de la morada, donde supo que estaba cada vez más cerca de lograr su cometido, ya no podía tirar la toalla, se había metido solo en eso. Intentó abrir la puerta principal, la cual era un rojo mate bastante fuerte. El pomo no cedió, como era de esperar.  Arth intentó no decir una mala palabra, pero falló, expresándola en voz baja. Rodeó la casa, pero en el jardín se encontraban dos caminantes, de los que podían verle y escucharle, tragó con fuerza, por lo que hizo un salto de fe. Corrió hasta la ventana más cercana y rezó porque esta estuviera abierta. Cuando observó a aquellos seres cada vez más cerca de sí, subió la ventana, la cual parecía haberse quedado atascada, intentó varias veces hasta que pudo abrirla por completo y entrar. Cayó en el suelo estrepitosamente. El lugar estaba oscuro, sin embargo, logró cerrar la ventana tras una pequeña lucha con uno de esos podridos seres, en donde no le hizo ninguna herida significante. Sus latidos iban a millón por hora dentro de sí, y su alma pareció caerse a sus pies cuando detrás de sí escuchó un ruido extraño, como si se tratara de un perro. Cuando volteó, supo que se había metido en problemas. Se trataba de un gato amarillo enorme, pero este tenía ojos inyectados en sangre y también tenía un estado parecido al de los caminantes, parecía en descomposición y escurría un líquido viscoso y blancuzco que no sabría cómo describir sin irse en vómito primero. Intentó con todas sus fuerzas no tener arcadas en ese momento, pero le fue casi imposible, pues el olor fétido que desprendía la criatura era simplemente demasiado. Mucho más porque el espacio era muy cerrado y oscuro. Comenzó a caminar despacio hacia atrás y con una de sus manos alcanzó el pica-hielos que tenía en el bolsillo del pantalón de jean. No quería hacerle daño a un animal, pero aquello no parecía ser común y corriente. Logró sacar el arma, pero dudó en usarla, razón por la cual el gato aprovechó la oportunidad para abalanzársele encima, sacando sus garras de manera aterradora. El de cabellos castaños creyó con firmeza que era su fin, cerrando los ojos con fuerza, sin querer ver la escena siguiente.
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