Cada vez que Peter intentaba mantener la calma, algo pasaba. Algo tan pequeño que a la vez se hacía tan enorme que no se era capaz de controlar.
Su ansiedad siempre fue un tema a tratar, y aunque no sufriera de ataques muy a menudo, sí que le afectaba en demasía cuando intentaba expresarse.
Estando en la escuela, le había sucedido muchas veces que no lograba dar con lo realmente importante, ya que sus pensamientos siempre se iban por las ramas en lugar de a los lugares a los que debería.
Perdía el punto demasiado rápido, la concentración era sin duda su mayor debilidad, y aunque era inteligente, a veces le costaba hacer lo que le era solicitado.
En cuanto a las clases, no solía tener muchos problemas, ya que de algún modo, lograba atinar a las respuestas correctas. Cada vez que le preguntaban acerca de un tema en general, podía dar una vasta respuesta, sin embargo, a veces se quedaba mirando a la nada sin explicación alguna.
En esas veces, se preguntaba cuándo podría ver de nuevo a sus padres sin tener que esconderse, una reunión casual como una familia.
A pesar de saber que no era posible, anhelaba tener de nuevo pequeñas charlas con su madre.
Aunque era muy estricta con él, tenían sus momentos madre e hijo.
Él solía contarle acerca de sus días, por lo general solo las cosas buenas. Aunque ella no parecía estar al cien por ciento ahí para su hijo, sabía que por lo menos lo escuchaba.
Vivía sedada, y Peter nunca supo la razón original de eso, es decir, si era debido a alguna alergia o simplemente porque le gustaba irse de la realidad. Los medicamentos que solía tomar eran bastante fuertes, así que la dejaban noqueada todo el día.
Se encargaba de la casa por ratos, y no porque no quisiera, sino debido a que el cansancio provocado por los medicamentos no parecía tener fin, era un círculo vicioso.
A pesar del estado de su madre, aún tenía fuerzas para reprocharle las cosas que hacía mal, diciéndole que equivocarse no era de ganadores.
El pelinegro solo podía reír sin gracia, ya que su madre no parecía una ganadora tampoco.
Lo poco que había aprendido de ella era lo mucho que le exigía que cumpliera como hijo.
Aunque intentaba a todo dar complacerla, parecía que nunca llegaba hacerlo del todo. Ella no le permitía mantener contacto con ninguna persona fuera del lugar donde vivían, y tampoco era que le dejara tener amistades muchas allí.
Era una total tortura tener que ir a la escuela todos los días. Todo hasta que conoció a Holly y Heather, las mellizas más productivas y creativas del año que cursaban.
Eran bastante pequeños cuando les tocó socializar, pues les tocó hacer una presentación sobre la literatura clásica en grupo. Sus profesores no eran demasiado estrictos, pero el pelinegro sabía que debía cumplir con cada actividad que le asignasen o estaría en graves problemas con sus progenitores.
El cómo comenzó su amistad con aquellas mellizas era un asunto interesante, debido a que cuando se hallaban investigando sobre el tema específico que les asignaron, sonó de fondo en la radio una canción de género country muy poco conocida, sin embargo, dio la casualidad que los tres que ahí estaban, comenzaron a tararearla hasta que se dieron cuenta de lo que había pasado.
Estallaron en risas, debido a que la pieza no era de los años contemporáneos a ellos, pero lograba inspirar en ellos un sentir de alegría y cierta nostalgia.
Era curioso el hecho de que el ritmo que sonaba, instaba las personas a bailar de una manera determinada, razón por la cual todos comenzaron a mover el cuello de un lado al otro.
Desde ahí, todo se convirtió en una alegría masiva, una especie de euforia les envolvió, por lo que comenzaron a bailar en sus lugares. Iniciaron una mini fiesta de solo tres personas, pero ellos eran felices así.
El vocalista principal resultó ser Peter, haciendo reír a las chicas ahí presentes, no porque cantara mal o algo parecido, sino debido a los movimientos de baile que tenía, dando ciertos pasos que se veían muy graciosos en comparación a su esquelético cuerpo.
Las pelirrojas, en cambio, se movían con gracia, lo que las hacía atractivas de alguna manera, pero no para Peter, él solo las tenía en cuenta como buenas amigas, y eso estaba muy bien para todos.
En especial para Arth, quien solía echarle miradas a Holly desde su retirado lugar cuando se encontraban en recesos o en la entrada. Había notado aquello, y por nada del mundo se interpondría entre lo que ambos pudieran construir.
Peter estaba consciente de cómo lucía. No era feo, para nada, pero su mente no estaba pendiente de ese tipo de cosas, sino de mantenerlo ansioso y depresivo, lo cual no tenía idea de si era mejor o no.
Su ansiedad era extraña, se basaba sobre todo en socializar, pero cuando tenía la oportunidad de hacerlo, podían ocurrir milagros que lo hicieran salir de su cascarón de oro.
Ese momento fue uno de ellos, se sintió raramente cómodo, casi como si perteneciera a ese lugar, junto a esas chicas tan extrovertidas.
Nunca le había sucedido algo parecido, por lo que lo sintió como una señal. Cuando a ellas mismas se les ocurrió la grandiosa idea de grabar distintos destinos y crear un portal digital en donde pudieran compartir sus vidas, en principio no le agradó demasiado, pero se fue adaptando conforme los días pasaban.
Arth no parecía en absoluto convencido, pero incluso Peter halló la manera de intentar hacerlo entrar en razón, cosa que hasta los momentos creía que había funcionado.
Recordar los tiempos pasados era vivirlos de nuevo, según su profesora de filosofía en la preparatoria, una mujer rolliza y con mejillas siempre coloradas, era bastante amable y sobre todo muy inteligente. Siempre le daba los mejores consejos, y debido a ella, era que se animaba a ir los primeros días, los que fueron en principio muy difíciles.
Cada año era más difícil comenzar, no por la dificultad de las materias, sino debido a su ansiedad y también su falta de amigos.
Pero estaba agradecido de haber encontrado en aquel grupo algo de consuelo.
...
La mujer que se encargaba de la granja, y la cual era madre de Evans, había revisado el brazo de Heather al menos unas cinco veces ya para cerciorarse de que no fuera una mordida o estuviera infectada la herida.
Habiéndose hecho cargo de curarla con algunos métodos naturales, cayó en cuenta de que ameritaba algunos puntos, razón por la cual la hizo entrar a la casa.
Dicha construcción de madera, se hallaba detrás de la granja y a un lado del molino.
Era una casa de dos plantas y un sótano de conservas, pues era lo que se podía observar en un cartel puesto en la entrada que indicaba que se hacía la venta o cambio de mermeladas y distintos tipos de alimentos.
A Heather le parecía sumamente interesante la vida al natural, en específico la de la granja.
Se veía un ambiente bastante tranquilo, cosa que empezaba a disfrutar desde ya, eso sumado al calor que hacía, el cual combinaba mucho con lo que sentía en su corazón. Estaba sofocada en todos los sentidos, en especial en el emocional, pues no podía soportar un día más sin saber de su hermana, pero no tenía opción, al menos por ese día.
Se dejó guiar hasta el salón, en donde había un sofá muy llamativo color amarillo con un tapete encima de tonos vino tinto.
Allí le indicó la mujer que tomara asiento, por lo cual, le hizo caso, haciendo lo pedido segundos después.
Cuando estuvo en una posición cómoda, la que supo que era enfermera comenzó a coser la herida, habiendo traído con ella un maletín de cuero azul oscuro, que llegó a pensar que se trataba de algún kit médico de años anteriores.
Se dejó hacer mientras el rostro de la señora se contraía de vez en vez al mirarle.
La pelirroja se sentía un tanto nerviosa estando allí, el chico que le había acompañado la veía fijamente desde una esquina, casi analizando cada paso que daba su madre.
—Es increíble que ustedes dos solos lleven a cabo las labores de la granja— comentó la chica, queriendo evitar mirar hacia la herida, la cual dolía bastante y podía sentir cada cosa que hacían en su piel.
Sentía una presión demasiado grande, casi tanta que podría desmayarse, pero no lo haría, trataría de ser fuerte.
—Parezca increíble o no, ambos podemos hacerlo muy fácilmente— dijo la mujer, con tono irritado, aplicando más presión e la necesaria e el brazo herido de la joven.
—¡Mamá!— replicó Evans, intentando hacer que entrara en razón —Sabes que no es verdad, y en tal caso, la amabilidad no cuesta nada— le hizo saber, apenado.
—¿No es verdad que nos hemos hecho cargo de la granja nosotros solos?— inquirió la señora de trenzas.
—Sí, pero eso no significa no necesitemos ayuda ¡Ha sido agotador, y no nos damos a vasto!— contestó el muchacho, harto de la manera en que estaba actuando la mujer, alzando sus brazos al aire.
La de mayor edad no contestó más, simplemente le hizo saber a Heather que su herida estaba bien atedia y que podría sanar sin problemas.
—¿Cuál es tu nombre?— quiso saber la madre del chico.
—Heather Bridgerton— contestó con rapidez la pelirroja, quien comenzaba a notarse agobiada.
—Bien, mi nombre es Stella ¿Por qué no empiezas contándonos cómo te lastimaste el brazo?— preguntó de nuevo.
—Le digo que fue un accidente, nada raro. Me encontraba dormitando encima de un árbol, cosa que sé que está muy mal hacer, pero cuando quise bajar, intenté hacerlo con cuidado, sin embargo, una de las astillas de una rama se incrustó en mi piel, debido a la altura de donde bajé, quisiera o no, la herida no pudo haber sido mejor— informó la pelirroja, recordando la escena —Aparte de eso, no veo muy bien a veces, así que quizá esa sea la razón de mis torpezas—.
—Entiendo ¿Usas lentes?—.
—La verdad, solo usé cuando estaba en la primaria, luego de eso, el doctor dijo que estaría mucho mejor viendo por mi cuenta, así que no sabría qué decirle con exactitud—.
La mujer asintió, y sin mas, le dijo que podía quedarse en la habitación de invitados, la cual se encontraba en esa misma planta y era bastante reducida en tamaño, solo teniendo una cama con cobertores detallados tribalmente y una lámpara de años anteriores por igual. La decoración era anticuada, pero no demasiado, lo justo.
A partir de ese momento, comenzó una nueva etapa en la vida de la pelirroja, donde conocería personas diferentes a ella y el ambiente sería distinto.
Una cosa era cierta, ya no estaba en casa.