Daniel estaba emocionado porque ese día llegaría a la pequeña ciudad de Valle Cascada el nuevo veterinario que trabajaría en su rancho, un viejo amigo de su padre y amigo de la familia, si bien tenía trabajadores, decidió ir personalmente al aeropuerto a recoger a toda la familia y por el camino se topó con su mejor amigo de infancia, además de socio en una de sus empresas. Sabía que William tenía tres hijas que eran su adoración, la mayor de veintisiete años, la segunda de veinte y la tercera recién entrada a sus trece añitos, Daniel estaba consciente de que su casa no iba a volver a estar en silencio teniendo a mujeres jóvenes viviendo con él y estaba preparado mentalmente para verlas, presentarse y centrarse solo en sus asuntos después de eso, mas no esperaba que una mirada curiosa y desafiante proveniente de un par de iris marrones captará su atención de una forma diferente, su lengua suelta y afilada le causó gracia, además de esa actitud engreída.
— Te presento a mi familia oficialmente... — comentó William — Mi esposa Amanda. — fue la primera.
— Señora Shepard, mucho gusto en conocerla finalmente. — Daniel estrecho la mano de la mujer con mucha suavidad, sus manos eran grandes y sabia la fuerza que tenía.
— Mi hija mayor, Anette y su novio Omar... — paso a los siguientes — Ellos dos van a ser quienes me ayudaran con el trabajo veterinario. — sonrió orgulloso.
— Un par de manos masculinas extra siempre caen bien en algunos trabajos. — se rio saludando primero a Omar.
— Venimos dispuestos a todo. — el hombre se rio también.
— Ella... — William bajó la cabeza — Mi hija menor Alicia... — después de presentarla busco a su otra hija — Ella es mi segunda hija, Lucille. — la encontró escondiéndose detrás de él.
— Buenos días. — dijo de forma seca extendiendo la mano hacia él.
— Buenos días... — Daniel le dedicó otra sonrisa tomando su pequeña mano — Los presento a mi mejor amigo y a quien verán bastante seguido, Alain Vargas. — vieron al hombre acercarse.
— Hola, mucho gusto. — saludo a todos con un apretón de mano, pero se detuvo en Lucille.
— Tu luces un poco decepcionada... — dijo con un tono divertido — ¿No somos los vaqueros que esperabas? — preguntó provocando que ella sonriera.
— Lucille, no. — Amanda la privó de dar una respuesta.
— No me has dado tiempo de hablar. — respondió con una mueca en sus labios.
— Yo sé que no, pero conozco esa mirada y sé que vas a decir algo que no debes. — negó con la cabeza.
— Yo sí quiero escuchar lo que tiene que decir, me siento un poco culpable por no ser el vaquero que ella esperaba. — Daniel se cruzó de brazos en una postura relajada, pero aun así se veía intimidante.
— Es que yo me imaginaba al señor Pemberton chaparro, redondo como un tinaco, con más pelo blanco en la barba que en la cabeza y sus camisas a punto de reventar por una barriga cervecera. — su descripción hizo que Alain soltará una risotada escandalosa que retumbó por todo el lugar.
— Que imaginación tan creativa tienes... — le dio unas palmadas a su amigo en el brazo — Ahora entiendo porque se vio tan decepcionada de ti, este fortachón no se parece en nada a lo que imaginabas ver, está más feo de lo que te lo imaginaste. — no paró de reírse.
— Lo siento mucho por eso, Lucille es de un humor un poco ácido. — Amanda estaba apenada pensando en que Daniel se habría ofendido.
— Estoy seguro de que ella y Alain se van a llevar bien. — el hombre bajó los brazos sonriendo de nuevo.
— Necesito ir al baño. — comentó Lucille de la nada.
— Sigue recto por aquí y los vas a encontrar. — dijo Alain señalando hacia donde estaban.
— ¿No te puedes aguantar? — pregunto Ninette.
— Es mejor que vayan al baño si tienen ganas porque el camino al rancho es largo, el aeropuerto está bastante lejos del rancho. — dijo Daniel mientras veía su reloj de muñeca.
Lucille no dijo nada, solo se dio la vuelta y caminó hacia donde estaban los baños porque realmente le urgía vaciar la vejiga, de paso aprovecharía el silencio para terminar de procesar lo que acababa de ver frente a ella; como primera impresión, Daniel había sido un hombre muy opuesto a como lo imagino, sus sonrisas parecían sinceras y por como saludo a su familia también le causó un choque de ideas, pero solo era la primera impresión, faltaba que tomara confianza y entonces sacará las garras de su verdadera personalidad. Termino de hacer lo que necesitaba hacer, salió y se lavó las manos mientras se observaba en el espejo, antes de salir se soltó el cabello para alborotarlo un poco porque siempre le había gustado andarlo suelto y después de arreglarse la camisa salió, Alain se había quedado junto a Omar esperando a que saliera porque no querían que se perdiera y una vez juntos el mayor los llevó afuera.
— Nos acomodamos todos en un solo auto. — dijo William sonriendo.
— Me llevó a Alicia en las piernas. — Ninette fue la primera en subir a la camioneta de Daniel.
— ¿Irás a mi casa? — preguntó Daniel viendo a Alain.
— Sí, llevaron a tu casa los sacos de comida para perro. — asintió mientras acomodaba unas cosas en la parte trasera de su camioneta cuatro por cuatro.
— Vamos niña, te llevo en mis piernas. — Omar le picó el costado a Lucille yendo hacia la camioneta también.
— ¿Le importa si me voy con usted? — Lucille se dio la vuelta y tomó la manija de la puerta.
— No, súbete y llámame en confianza... — Alain abrió la puerta y la ayudó a subir — ¿Te gusta la fruta disecada? — pregunto cuando subió al lado del piloto.
— Nunca la he probado. — negó con la cabeza.
— Vengo de recoger unas cosas de la tienda a la que surtimos con nuestros productos. — se dio la vuelta para tomar algo del asiento de atrás.
— ¿Está vencido? — Lucille tomó la bolsa transparente, una etiqueta sencilla y muy bien rellenada.
— No, proviene de cestas que se han estropeado y así ya no se venden, por eso yo las recojo y las reparto con amigos. — explicó mientras ponía el auto en marcha.
— ¿De qué es la empresa? — abrió la bolsa, sacó una rodaja de manzana disecada y la olio.
— Se llama "Sabores Caseros" y es una empresa de alimentos artesanales, Daniel y yo somos los dueños, pero yo la administro mayormente, fabricamos quesos, conservas de frutas, mermeladas, panes, chucherías saludables como la que llevas en las manos. — sonrió al verla dar el primer mordisco.
— ¡Que rico esta esto! — sonrió sintiendo el sabor de la manzana roja y crujía como un nacho.
— Me alegro de que te guste, si quieres más, puedes buscar atrás, llevo unas seis cestas que se arruinó el plástico con el que fueron armadas. — explicó con una sonrisa ladina.
Alain era un hombre mucho más bajo que Daniel, pero igualmente fortachón, su cabello corto se veía frondoso porque era un poco ondulado, de barba espesa y un poco descuidada, cada vez que sonreía a pesar de todo ese vello desalineado se podían ver un par de hoyuelos en cada mejilla, de iris marrón claro con algunos tintes verdosos y una sonrisa amplia que dejaba ver siempre sus dientes; Lucille prefirió ir en compañía de aquel hombre en lugar de forzarse a ir sentada en las piernas de su cuñado, apretujada como sardina y rezando porque no le doliera la cabeza al escuchar la plática de todos.
— ¿Ese es el pueblo? — preguntó al verlo a la distancia.
— Si, bienvenida a Valle Cascada y que la palabra pueblo no te confunda, es muy grande y hay centros comerciales, fábricas, locales de todo tipo, te va a encantar cuando vengan a conocer. — dijo antes de acomodar el espejo retrovisor.
— Luce bastante pintoresco. — vio hacia todos lados.
— Tu no te ves tan emocionada como tus hermanas. — hizo el comentario esperando que no se molestara.
— No, la verdad es que yo he tenido que venir a la fuerza. — Lucille mantuvo su vista al frente.
— ¿Dejaste algún amor? — la vio negar con la cabeza.
— Deje mi única oportunidad de poder conseguir por lo que tanto me había esforzado. — no le iba a contar sus penas a un desconocido.
— ¿Cuántos años tienes? — con aquello Lucille volteo a verlo.
— Veinte. — ladeo un poco la cabeza.
— Es una pena, me hubiese gustado llevarte al bar para que te desestreses con unos cuantos chupitos. — se rio contagiando a Lucille.
— Todavía no estoy en oportunidad de beber ni de portar armas, pero la sociedad exige que sea independiente, que tenga un trabajo, apartamento, auto y que esté buscando reproducirme. — Lucille puso los ojos en blanco.
— Parece que no estás muy conforme con la sociedad. — Alain la vio al escucharla decir aquello.
— Supongo que aquí ya hemos salido del pueblo. — se inclinó hacia adelante observando las planadas a los lados, las montañas al frente y nada más que cercos de piedra, animales y verde en diferentes tonos.
— De este lado está el rancho de Pinta Grande... — señaló a su lado izquierdo — Este camino de aquí lleva a Rancho Azul, el cerco de piedra de más adelante divide mi propiedad de la de ellos, rancho Los Vaqueros. — sonrió con orgullo.
— Que nombre tan original. — Lucille se rio divertida mientras veía al ganado pastando tranquilamente.
— Te voy a presentar a alguien. — Alain se comenzó a orillar hasta que encontró un lugar donde detenerse.
Daniel que iba unos metros por detrás se dio cuenta de las luces de la camioneta de su amigo y lo vio orillarse provocando que William preguntara si pasaba algo, así que de igual forma se hizo a un lado para detenerse; al bajar de la camioneta vio a Lucille hacer lo mismo llevando una sonrisa encantadora en sus labios, ella volteo a verlo por unos segundos, pero al final sus ojos se posaron sobre Alain que se había parado sobre uno de los tubos que formaban aquel enrejado de seguridad y dio un silbido bastante peculiar, vio a la chica hacer lo mismo y soltar una risita cuando vio a una vaca marrón caramelo con pintas blancas correr hacia ellos.
— ¿Tiene un collar de perlas? — pregunto al verla más de cerca.
— Te presento a Lola... — Alain le acarició la cabeza — Los lobos mataron a su madre y yo me encargue de criarla, es un amor de vaquita. — volteo a ver que Alicia también se había acercado.
— Usted estaría encargado de dos ranchos como le había comentado, pero cuando se corra la voz es probable que los demás rancheros también los busquen. — comentó Daniel viendo la escena.
— ¡Esta muy linda! — Alicia también comenzó a acariciar a Lola.
— Es impresionante el paisaje que se puede ver desde aquí. — Ninette estaba sacando fotos a su alrededor.
— ¿Ya te comiste la manzana? — preguntó Alain al ver a Lucille sin nada en las manos.
— Si, estaban tan buenas que no se ni por donde me pasaron, de paso el desayuno fue bien pobre. — se alejó cuando la vaca quiso darle una lamida.
— En la parte de la caja hay otras cestas, si quieres más puedes ir a buscarlas ahí. — la vio sonreír ampliamente.
No tuvo que decirle dos veces para que se alejara de ellos y fuera a husmear entre las cosas que llevaba, se paró en la llanta lateral de la camioneta y se inclinó hacia adelante para buscar algo bueno que comer, todos los demás estaban metidos en pláticas de los terrenos, los animales, el trabajo que cada uno desempeñaba en aquel lugar, aunque de forma bastante discreta Daniel estaba viendo las piernas de Lucille que se quedaron bastante expuestas gracias a su inclinación, eso fue hasta que Anette vio a su hermana rebuscando entre cosas que no eran suyas.
— ¡Mamá! — exclamó tomando el brazo de la mujer.
— ¡Lucille! — le gritó tan de repente que ella casi se cae — ¡Dios mío, que pena contigo! —se puso la mano en la frente mientras veía a los hombres.
— Fui yo quien le dije que buscará lo que más se le antojará, no tiene por qué tener pena. — Alain se encogió de hombros con una sonrisa en los labios.
— Nosotros compartimos una empresa que produce alimentos artesanales, él se encarga de los pedidos enviados a las tiendas dentro y fuera, las cestas dañadas en los supermercados se las regresan. — explicó Daniel riéndose de ver a Lucille bajar de un salto.
— Hacen cosas muy buenas... — abrió la bolsa y se comió una rodaja de manzana verde disecada — Pero a esto le hace falta algo, está muy buena la manzana ácida y que cruja como nacho, pero le hace falta tajín. — se dio la vuelta y fue a buscar su mochila, era una amante de las cosas picantes y ácidas.
— Lucille siempre le mete esa cosa a toda la fruta que se come. — Alicia negó con la cabeza divertida por lo peculiar que era su hermana.
— Es porque le queda perfecto... — sacó una rodaja de manzana y la sazono con el polvo picante para darle a probar a Alain — Abre la boca, una vaca te estuvo lamiendo las manos. — alejo la rodaja cuando él quiso tomarla.
— Qué confianzas. — susurro Daniel al ver a su amigo recibir la rodaja en la boca.
— Dame. — Alicia le tomo la bolsa porque también tenía hambre.
— Quiero algo más. — Lucille fue de nuevo a la camioneta.
— Para comer son excelentes... — William negó con la cabeza mientras se reía — Entonces nosotros tres nos vamos a encargar de llevar la salud de todo el ganado de ambos ranchos, hay que llevar un registro minucioso de cada animal, unas fichas médicas. — tenía su forma de hacer las cosas.
Mientras los hombres hablaban de ganado y medicina, Lucille seguía asaltando aquellas cestas maltrechas que ya nadie había querido comprar porque el plástico estaba estropeado y sonrió de forma burlona cuando encontró un bote de cristal con lo que parecía ser una conserva de duraznos, volvió a bajar de un salto haciendo que su falda se moviera con el aire, había un clima bastante fresco en aquellos campos verdosos rodeados por bosque y plantaciones de muchos árboles frutales, sólo las tierras de Alain se veían extremadamente extensas y desde donde estaba podía ver muchos árboles en fila, muy posiblemente eran manzanos. Arrancó la pequeña caja de cartón que iba pegada al lateral del bote y sacó el tenedor que iba adentro, era de cartón reciclado bastante duro y resistente para cumplir su función que era ser metido en aquella dulce conserva de durazno, destapó finalmente el bote con un sonido característico, tomo la primera rodaja y la llevó a su boca, el sabor dulce se esparció en todo su paladar y eso provocó que sus ojos se abrieran con el gusto de estar probando algo delicioso.
Mientras masticaba suavemente el pedazo de durazno alzó la mirada y se encontró con la de Daniel viéndola fijamente, en sus labios había una sonrisa un poco burlona provocada por su reacción muy seguramente, Lucille no le apartó los ojos hasta que él tuvo que ver hacia abajo porque Alicia le hizo alguna pregunta. Devolvió el bote de tajín a su maleta, sacó una pequeña cartera cruzada y se la colocó, busco sus cascos para enlazarlos a su celular y comenzó a caminar alejándose de las camionetas porque no tenía ganas de formar parte de aquella charla, pero debía admitir que el sentimiento de paz en aquellos momentos era algo que valía la pena experimentar en soledad por unos minutos más extenso, su melodía fue interrumpida por un tono de llamada que respondió solo por curiosidad porque provenía de la mujer que iba a rentarle el estudio.
**************************************************************************************
— ¿Hola? — respondió con duda.
— Hola, Lucille, habla la señora Morgan. — dijo la mujer con un tono nervioso en su voz.
— Si, todavía tenía su número registrado. — siguió caminando mientras hablaba.
— Que bueno... — hizo una pausa — Quería saber si podrías venir hoy y hablamos sobre la renta del estudio, el joven que me ofreció un monto mayor de renta ya no responde mis llamadas y pensé que podrías venir, después de todo necesitabas con urgencia el espacio. — aquellas palabras enojaron mucho a Lucille.
— Gracias por la oferta retrasada, pero ya no estoy en la ciudad y no me hace falta un lugar. — mantuvo su voz en calma.
— ¿Que dices? Ayer casi me ruegas porque te diera el lugar a ti. — la mujer si se molestó por el rechazo.
— Eso era ayer, hoy no lo necesito y muchas gracias por la oferta. — colgó la llamada para no perder más tiempo.
***************************************************************************************
Lucille continuó caminando mientras se terminaba los duraznos, iba a guardar el bote de vidrio porque le gustaba hacer manualidades con ellos, podría usar aquel bote para guardar algunos dulces o sus coletas de cabello, chinchetas o quizás hasta las monedas.
— Mamá ¿Dónde está Lucille? — pregunto Anette después de un buen rato de no ver a su hermana.
— Se fue caminando. — quien respondió fue Alice señalando el camino donde se veía su hermana muy lejos.
— Hay que ir por ella. — dijo Amanda un poco preocupada.
— Lo más que puede pasarle es que se encuentre con una boa a medio camino o con un mapache. — dijo Daniel, él si había visto el momento en que se fue.
— Entonces hay que dejar que sus pulmones se llenen de aire fresco, tal vez eso le quita el mal humor que ha traído desde que dejamos Georgia. — William dejó escapar un suspiro pesado, estaba preocupado por su hija.
— ¿Ha venido enojada? — preguntó Daniel sintiendo curiosidad.
— Muy enojada, no quería mudarse y estaba luchando por mantenerse por su cuenta, pero al final tuvo que venirse con nosotros. — el hombre dejó caer sus hombros.
— Todo hubiese sido más fácil si no fuera tan terca, nada le costaba estudiar veterinaria, pero la loca quiere ser diseñadora de modas como si tuviera el talento para eso. — Anette no era tan amable con su hermana.
— En la universidad de aquí no hay esa carrera, solo hay academias de costura. — comentó Alain mientras veía a su amigo.
— Nosotros queremos que tenga una profesión, no un pasatiempo, le hemos ofrecido la carrera de medicina en cualquiera de sus ramas, pero se niega por capricho. — Amanda negó con la cabeza bastante decepcionada.
— La medicina no es para cualquier persona, no todos tienen la vocación ni el llamado a servir de esa manera. — Daniel lo dijo de una forma suave, pero fue claro para él los motivos por los que Lucille parecía tan enojada.
— Hay que irnos, estoy seguro de que la familia Shepard querrá conocer finalmente tu rancho... — Alain le dio unas palmadas en la espalda notando que Lucille ya no alcanzaba a verse — Tenemos que pasar llevándonos a Lucille. — apuro el paso para subir a su camioneta.
Mientras ellos hablaban de todo aquello, ella ya había caminado un buen trayecto e iba meditando todo lo que la había llevado a aquel lugar sacado de un cuento de hadas, mientras iba tarareando la canción al tiempo que movía las caderas con el ritmo, se dijo así misma que podía transformar todo eso en algo positivo así como se lo recomendó su hermana y le causó mucha gracia pensar en qué aquel lugar era el jardín del Edén, ella podría ser Eva y para divertirse un poco podría buscar algún Adán que entretuviera su corta estancia porque no pensaba quedarse más de seis meses, ya no tendría a una abuela que criticara su vida ni se quejara de ella por sus decisiones.
Levantó la cabeza observando la imponente montaña que se alzaba frente a ella y las extensiones de bosque brindaban una sensación extraña a su interior, era tan espeso que muy posiblemente si se animaba a entrar en él iba a perderse, seguramente habría manadas de lobos, alguno que otro puma y muchos otros animales salvajes que en su vida conocería personalmente, al menos esperaba eso, no quería toparse con un puma en alguno de sus paseos y con ese pensamiento se dio cuenta de que iba completamente sola, observó hacia ambos lados esperando no ver ningún movimiento extraño entre aquellos pastos un poco recortados gracias al ganado que comía muy tranquilamente y eso la hizo relajarse un poco, las vacas sabrían si algo peligroso se estaba moviendo por ahí.