Cambio de aires. 3

3531 Words
Avanzando en su caminata y después de haberse relajado un poco de todo el miedo porque se le apareciera un puma o cualquier otro animal peligroso, no tenía idea hacia donde iba el camino de terracería que alcanzaba a ver desde donde iba a pesar de que estaba un poco escondido por unos arbustos espesos y perdida en el momento no se dio cuenta de que iba una camioneta pasando por ese lado hasta que dobló para salir al camino principal, bajo los audífonos al ver que la camioneta se detenía al otro lado del camino y vio la ventanilla ser bajada revelando que el conductor era un chico bastante joven que le dedicó una sonrisa amable. — Hola ¿Estás perdida? — preguntó mientras observaba de un lado a otro, por ese camino no iba ni una sola alma. — No. — Lucille volteo hacia atrás un poco nerviosa. — No eres de por aquí ¿Verdad? — el chico bajo. — Acabo de llegar. — dio un paso hacia atrás con desconfianza, que estuviera en el campo no quería decir que estuviera exenta de los peligros humanos. — ¿Hacia dónde vas? — noto los movimientos que hizo y mantuvo la distancia para no intimidarla mucho más de lo que ya parecía haberlo hecho. — A la casa del viejo señor Pemberton. — por suerte pudo ver como una de las camionetas asomaba por el horizonte, era la de Alain. — ¿El viejo señor Pemberton? — el joven alzó una ceja antes de reírse — Si vas a ver al viejo estas en el estado equivocado, pero si vienes a ver a Daniel, este es el camino. — vio el auto de Alain detenerse. — Que rápido caminas. — dijo el hombre bajando del auto. — ¿Mis padres? — alzó una ceja con duda al no ver a la otra camioneta. — Venían detrás de mí, pero se encontraron con el perro de tu padre... — volteo a ver al chico —Estaba herido, lo vieron tendido en el campo y Daniel se saltó la cerca para ayudarlo porque pensó que si lo dejaba e iba a buscarte podía morir. — se frotó la cabeza, él iba más preocupado por Lucille pues iba sola. — Iba a buscarlo, anoche coyotes entraron al gallinero y Mimo los persiguió, espero que no tenga heridas serias porque llevarlo al veterinario va a ser complicado, además no tenía su collar de protección. — se rasco la nuca, preocupado. — ¿Por qué complicado? — Lucille entro en duda porque pensaba que en el pueblo no había veterinario y que era por eso que habían contratado a su padre. — Es un viejo al que no le gusta trabajar mucho, abre la veterinaria cuando quiere y no atiende ni una sola emergencia que ocurra durante sus horas de comida o descanso, dice que está retirado y que si no nos gusta pues es problema de nosotros. — explicó el joven y abrió la puerta de su camioneta con intenciones de irse a buscar a su perro. — Espera un poco, no deben tardar en venir y vemos que se puede hacer con Mimo, está en las manos de un veterinario con renombre y que estaba dispuesto de ayudarlo sin duda. — Alain volteo a ver a Lucille que observaba fijamente el camino por donde había ido caminando. — ¿Por eso es que el señor Pemberton contrato a mi padre? — preguntó en voz baja. — Si, hemos perdido ganado y muchos otros animales que nos ayudan porque el veterinario no quiso venir a atenderlos ni quiso que los lleváramos a su clínica, Daniel ya estaba harto de sus tonterías y busco a un viejo amigo de su familia, después pasó el problema de la casa y todo se retrasó, pero en resumen es lo que ha pasado. — le dio un poco de contexto. — Papá no tiene mucha experiencia con vacas, pero si es muy bueno con mascotas, sí el perro tiene la posibilidad de sobrevivir, él va a aprovechar esa oportunidad. — Lucille estaba tranquila porque sabía que el perro iba a estar bien, estaba en excelentes manos. — Ya vienen. — comentó el joven al ver la camioneta de Daniel asomar. Lucille se quedó a un lado de la carretera viendo como la camioneta se detenía al otro lado, vio a su madre observarla con algo de disgusto por haber tomado la decisión de caminar sola, pero no le importo mucho, vio a su padre bajar al igual que lo hizo Daniel. — ¿Cargas con agua? — preguntó Daniel al bajar algo apurado. — Siempre. — el joven fue a la parte de atrás de la camioneta a bajar un bidón. — Hay que lavarle las heridas para ver qué tan profundas son y si va a necesitar algunos puntos, va a estar bien porque se encontró a tiempo. — William bajó también. — Está lleno de sangre, pero no se sabe si es suya o de lo que persiguió. — Omar ayudó a bajar al perro que iba envuelto en mantas viejas que Daniel cargaba en su camioneta. — Espero que sea de lo que persiguió porque no quiero que se vaya. — dejaron al can a la orilla del camino y entre todos lo mojaron para lavar la sangre que tenía en su pelo. — Anette, trae mi botiquín porque va a necesitar unas cuantas puntadas en una de sus patas, adentro viene la máquina para cortarle el pelo también. — dijo William al ver las primeras heridas lavadas. Lucille vio como su padre ayudaba a aquel pobre perrito que estaba mal herido por defender su hogar de animales salvajes, el animalito entendía tan bien lo que estaba pasando que no tuvo ni una sola intención de morder al veterinario que lo atendía, a todas estas, el joven dueño del can estaba esperando pacientemente mucho más aliviado porque su fiel amigo estaba recibiendo la ayuda que merecía y necesitaba, Lucille, un poco aburrida se volvió a inclinar sobre la parte trasera de la camioneta de Alain para buscar algo más de comer, de todos modos el hombre le había dado permiso para eso y al verla dejó escapar una risita divertida. — Oye... — el joven susurro — ¿Quién es la chica? — preguntó a Alain mientras señalaba a Lucille con una mueca con sus labios. — Es una de las hijas del nuevo veterinario que Daniel contrato, las otras dos también son sus hijas. — respondió en un susurro también. — ¿Por qué no me la presentas oficialmente? Esta muy guapa y siempre me han gustados las mujeres de piel trigueña. — el joven no le apartaba la mirada de encima. — Mira, ya terminaron con Mimo, deberías llevártelo, tu padre debe estar muy preocupado por su viejo amigo y cuidador. — le señaló que ya habían terminado ignorando aquella idea de que se la presentara. — Esta muy chiquita para ti, no deberías ser egoísta... — el joven se rio a pesar de que Alain lo vio con seriedad — ¿Cuánto le debo doctor? — preguntó antes de subir a Mimo a su camioneta con mucho cuidado. — No es nada, solo asegúrate de que no se mueva mucho y que no vaya a rascarse la parte del cuello o se va a abrir las puntadas, compra esta pomada en la farmacia y se la aplicas tres veces por día después de cada limpieza, debes asegurarte de que sus heridas estén secas antes de ponerles gasa. — le entregó una receta con el nombre de la crema al tiempo que le daba las indicaciones de lo que debía hacer. — Vere si la farmacia del viejo John está abierta, si no me tocará ir al otro pueblo, muchas gracias por la ayuda. — levanto la mirada solo para ver a Lucille de una forma muy poco discreta. — Es crema de uso humano, puedes conseguirla en cualquier farmacia. — William se dio cuenta de aquella mirada y disimuladamente volteo, pero su hija estaba más ocupada en comer que en ver lo que pasaba a su alrededor. — ¡Muchas gracias! — el joven estrechó la mano de William con la felicidad de que su amigo había recibido una atención de calidad. — No hay nada que agradecer, si notas que se pone un poco mal o si sientes que su temperatura sube, no dudes en ir a buscarme. — era un hombre muy dedicado a su trabajo y amaba los animales. Todos subieron a sus respectivos autos y emprendieron el viaje hacia el rancho porque ya era bastante tarde, Alain ni siquiera comento el nombre de aquel chico que apareció de la nada en búsqueda de su perro y Lucille no lo pregunto tampoco porque no estaba interesada en tener amigos, a pesar de haber pensado en una pareja, se retractó rápidamente recordándose que lo único que importaba era salir de aquel lugar e ir a una academia de moda porque su sueño no iba a ser apagado por nada ni por nadie. Durante el resto del trayecto Lucille fue en completo silencio mientras observaba los valles verdes que se extendían hacia donde la vista alcanzaba y posiblemente mucho más allá, no sabía cuánta extensión de tierra tenía Pemberton y tampoco es que lo hubiese buscado porque no le interesaba, la montaña de enfrente parecía ir caminando hacia ellos y volviéndose mucho más imponente a los ojos de Lucille, era una imagen simplemente mágica, era una pena que el lugar no fuese para ella. Bajo la mirada cuando sintió que la camioneta comenzaba a disminuir en velocidad y entonces en los ojos de Lucille entró la preciosa imagen de una enorme casa de madera, era hermosa en un entorno natural impresionante y parecía haber sido sacada realmente de un cuento de hadas, rodeada por una cerca de tablas de madera pintadas de blanco, la entrada a la propiedad estaba completamente abierta y en el pasto verde había un camino muy bien marcado aunque las camionetas no lo siguieron pues se desviaron hacia los lados de la propiedad. La casa tenía un diseño clásico de cabaña con techos a dos aguas, dos chimeneas de piedra y un porche que rodea la estructura con algunas sillas mecedoras, estaba construida con maderas rústicas que le daban un aspecto acogedor y tradicional, parecía la casa de la abuelita de Caperucita roja; Lucille bajo de la camioneta una vez estuvo completamente detenida y dio unos pasos al frente mientras admiraba todo a su lado, no iba a negar que estaba simplemente admirada por aquella belleza, volteo hacia su familia cuando escuchó a su hermana hacer un sonido de exclamación, Omar dio un silbido mientras observaba la casa igualmente y después volteo hacia ella antes de guiñarle un ojo dedicándole una sonrisa diferente. — ¡Bienvenidos al rancho Pemberton! — comentó Daniel una vez había bajado. — Qué casa tan hermosa tiene. — comentó Amanda mientras admiraba todo a su alrededor. — Muchas gracias, espero que les resulte muy cómoda durante toda su estancia en este lugar y espero también que les sea fácil acostumbrarse al cambio. — sonrió al ver a una mujer salir de la casa algo apurada. — Está mucho más grande que nuestra casa y la casa de la abuela. — Alicia dio un aplauso, ella estaba emocionada por explorar. — ¡CUIDADO! — el grito de un hombre llamó la atención de todos. Lucille estaba muy distraída y no supo de donde demonios salió una cabra loca que corrió hacia ella con intenciones de pegarle con la cabeza, Alain se corrió hacia un lado esquivando al animal y en un acto rápido, Daniel agarró la cintura de Lucille para darle una vuelta completa evitando que la cabra le pegara, el resto de la familia tuvo que correr de igual manera para librarse de aquellos cuernos puntiagudos que solo estaban buscando herir por herir; aquel macho joven era bastante odioso y malhumorado que siempre buscaba atacar a todo aquel que se le pusiera enfrente, como no pudo alcanzar a nadie se regresó para pegarle a su dueño quien todavía tenía a Lucille en sus brazos y para intentar protegerla de un golpe fuerte la levantó con intenciones de dejarla sentada en la parte trasera de la camioneta de Alain, pero lo hizo con demasiado impulso y Lucille no se pudo detener así que cayó de espaldas en la caja mientras que Daniel agarraba los cuernos de la cabra para someterlo en el suelo, sin embargo, el animal tenía bastante fuerza y le dio pelea hasta que el hombre que había gritado se acercó para ayudarlo. — ¡Esta noche vamos a cenar chuletas de cabra! — exclamó Alain sacando unas cuerdas para amararle las patas pues aún con dos hombres fuertes encima, el macho cabrío seguía forcejeando. — ¡¿Lo van a matar?! — Alicia se asustó mucho con aquella idea. — No, solo lo vamos a devolver al corral. — Daniel se rio divertido por el rostro de la pobre niña. — ¡Animal del demonio! — exclamó el hombre que había gritado antes — Apenas abrimos el corral para darle de comer nos atacó y se escapó, al paso que vamos terminaremos comprando un nuevo enrejado. — se agacho para agarrar al animal y levantarlo, se llevó a la cabra mientras refunfuñaba entre dientes porque era molesto lidiar con ese tipo de animales. Mientras todo eso pasaba, Lucille intentó levantarse, pero su trasero había quedado muy pegado a la pared de la caja y sus rodillas seguían enganchadas al borde, luchó por levantarse en varias ocasiones, pero se había quedado como una tortuga patas arriba y es que no había forma de darse la vuelta hacia ningún lado al estar en la esquina. — ¡Papá! — gritó al tiempo que movía sus piernas. — Lo siento mucho... — Daniel se asomó y la tomó de los brazos para levantarla, Lucille se avergonzó pues fue inevitable que no se le viera el bóxer que usa bajo la falda, aunque aquel detalle no pareció ser notado por el hombre. — ¿Que te paso? — pregunto Anette con burla en su tono de voz, ella vio lo que paso, pero prefería burlarse de su hermana. — Me agarraron de costal y me lanzaron... — se bajó de un salto después de haber apartado las manos de Daniel — No puedo creer que este torturada a quedarme en este lugar con animales psicóticos. — se frotó el puente de la nariz. — La vida en este lugar no es tan mala, aunque algunos animales son odiosos. — dijo Alain mientras se reía. — Me va a encantar despertar con el olor a mierda de vaca cada mañana y será un placer convivir con mosquitos, arañas y serpientes todos los días. — puso los ojos en blanco al tiempo que su voz estaba cargada de desdén y sarcasmo. — Siempre quejándote por nada y por todo, agradece que vas a tener un techo sobre tu cabeza y no vas a vivir en la calle porque eres incapaz de mantener un trabajo por tu cuenta. — Anette le pegó un golpe bajo con aquellas palabras. — ¡Claro, porque mi mayor sueño húmedo siempre ha sido ser la sirvienta rastrera de un tipo rico porque me faltan aspiraciones de crecimiento personal y soy tan mediocre que hasta mis intentos de emprendimiento has fracasado! — Lucille tampoco midió sus palabras. — ¡Te callas! — el gruñido de su padre hizo que su hija mayor guardará silencio de inmediato — ¡De verdad que ustedes dos me están haciendo pasar pena, compórtense como lo que son, mujeres adultas y dejen las niñatadas de una buena vez por todas! — William las regaño — ¡YA! — callo a Lucille que iba a responder. — Sería bueno que para aliviar tensiones vayan a escoger sus cuartos, el cambio siempre es difícil, pero entre más cómodas estén, será mejor, un poco de descanso también les sentará de mejor manera. — Daniel intervino luchando por no reírse por la mueca que Lucille había hecho. — Esta convivencia va a ser muy interesante... — susurro Alain acercándose a su amigo — Tu que siempre has escapado de las confrontaciones con los gatos de monte y ahora tienes una pequeña fiera que parece odiarte solo porque existes y respiras. — lo dijo con burla mientras ambos la veían bajar sus maletas. — Lo que realmente me preocupa es que voy a decirle adiós al glorioso silencio que siempre ha invadido mi casa, abrazar las peleas de dos locas no va a ser cosa fácil, pero espero que el trabajo de papá compense ese sacrificio. — Daniel largo un suspiro pesado antes de ir hacia Alicia que tenía problemas para bajar su maleta. — ¿Te ayudo? — preguntó Alain acercándose a Lucille. — Puedo hacerlo por mi cuenta, gracias. — era orgullosa, demasiado para caer bien, además ya estaba enojada y no era muy amable cuando le sacaban ese lado. — Bien... — ladeo la cabeza un poco — ¿No te gusta este lugar? — la vio negar con la cabeza. — No, la verdad es que detesto estar en este lugar y mi idea de mujer independiente no era terminar trabajando en un rancho tan grande que solo sirve para rellenar los muchos complejos que su dueño puede tener. — jalo el aza de su maleta con bastante fuerza porque estaba muy molesta. — ¿Que complejos serían esos? — preguntó Daniel que había alcanzado a escucharla. — No soy adivina ni psicóloga, pero solo hay que ver a los alrededores. — se encogió de hombros antes de avanzar hacia la casa. — ¿Me vere muy malo si le digo a sus padres que no la quiero en mi casa? — preguntó a su mejor amigo. — Te verás como un maldito insensible. — Alain se la estaba gozando porque sabía que su amigo no tenía mucha paciencia. — Puedo mandarla al apartamento del pueblo, pagarle para que lo cuide y librarme de dolores de cabeza por sus ridículos caprichos, de todos modos, es una de esas mujeres a las que solo les interesa el dinero. — bajo la cabeza para verlo. — No creo que solo le interese el dinero. — negó con la cabeza viendo hacia adentro de la casa. — ¿Qué no? — Daniel soltó una risotada — Estoy cien por ciento seguro que movería las nalgas de cualquier manera solo por veinticinco dólares. — se dio la vuelta para terminar de bajar todo. — No asegures nada que puedes darte duro contra el suelo... — se disgustó un poco con aquellos comentarios — No todas las mujeres son Camila, hay muchas que tienen más decencia y corazón, es una niña linda a la que te podrías dar el tiempo de conocer mejor. — bajó la voz para que no los fueran a escuchar. — ¿Por qué tomarme el tiempo de conocerla si puedo pagar por su tiempo? — Daniel alzó una ceja — Quince días... — levantó su índice — En quince días habrá aceptado mi dinero y yo habré tenido acceso a su cuerpo, es de esas mujeres y nada va a hacerme cambiar de opinión. — le guiño un ojo tomándose aquello como un reto. — Estas hablando como una mierda de ser humano, ojalá y te revientes el hocico. — rodó los ojos, a veces su amigo se dejaba llevar por el resentimiento que guardaba en el alma y se arruinaba lo que podría ser una relación buena. — A ti tampoco te costaría mucho llegarle al precio, tú mismo dijiste, hay que ver las buenas cosas del momento y nos acaba de llegar un juguete. — la expresión de Daniel al decir aquello fue seria, rabiosa incluso. Alain solo negó con la cabeza reprimiendo las ganas de decirle algo más, a veces se aburría de intentar de que su mejor amigo abandonara aquel mal trago que lo había mantenido soltero por todos esos años, le daba mucha pena ver a todas las damas que habían caído en sus manos y habían sido usadas como simples juguetes, todo porque una lo usó a él como eso mismo. Lucille alcanzó a escuchar aquella pregunta de sacarla de la casa y a pesar de estarse comportando mal, sintió como se le formaba un nudo en la garganta mientras continuaba caminando hacia adentro porque no esperaba aquella reacción tan fría, fue la última en subir las gradas del porche y se topó con aquella mujer que había salido a verlos cuando llegaron, no les dijo nada a las más jóvenes, solo guío a los padres a donde iban a tener sus respectivos cuartos dentro de aquella enorme casona y eso hizo que Lucille se concentrara solo en lo importante, podía lidiar con las palabras de su hermana, iba a poder lidiar con el desprecio de un fulano rico con complejos al que pensaba tomar como un cero a la izquierda.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD