Cambio de aires. 4

2163 Words
Por el lado de la cocina había un pasillo que llevaba a los cuartos de invitados que habían sido preparados para la familia, el cuarto del fondo les fue asignado a William y su esposa por ser pareja, el segundo cuarto a mano derecha lo dejaron para Anette y Omar, el cuarto frente al de ellos fue ocupado por Alicia y es que había sido decorado exclusivamente para ella como una muestra de bienvenida por parte de Daniel, sin embargo, los otros dos cuartos ya estaban ocupados por la señora que los guío y el otro le pertenecía al capataz que se quedaba en casa también, lo que había ocurrido fue una confusión y es que como era Lucille no tuvieron mucha seguridad si iría con ellos o se quedaría. — Señor... — la mujer lo llamó — Teníamos entendido que solo eran dos hijas las que iban a venir, la jovencita no tiene cuarto y los únicos en condiciones son los de la segunda planta. — explicó en voz baja señalando a Lucille que estaba de brazos cruzados luchando por no llorar del coraje que sentía en esos momentos. — Dele el cuarto frente a la oficina... — dijo mientras ocultaba una sonrisa burlona — Espero que no te moleste usar el cuarto que está enfrente de mi oficina, había cierta duda si vendrías o no, por eso no me tome el tiempo de preparar algo especial para ti, pero vas a tener la ventaja de poder decorarlo a tu gusto. — le quiso tomar una de sus maletas para ser amable. — No importa, de todos modos, no me voy a quedar mucho tiempo en ese rancho. — Lucille no se lo permitió. Fue llevada al cuarto para que se instalará mientras estaba luchando por no romper en llanto nuevamente y es que estaba absolutamente decepcionada, toda aquella paz que había sentido mientras iba caminando se esfumó completamente después de que aquello hubiese pasado, sus padres la obligaron a irse con ellos y al parecer no tuvieron la decencia de decirle al hombre que iba, por lo menos no dormiría en la sala en su primera noche. — Le voy a ayudar a traer su otra maleta, puede comenzar a guardar sus cosas en los espacios que hay. — dijo la señora con amabilidad maternal. — No hace falta, yo puedo ir por eso, gracias, imagino que tiene muchas cosas que hacer. — dejó sus maletas frente a la puerta e iba a regresarse. — Me tomé el tiempo de traerte lo que te faltaba y pensé en dejarte estas dos cestas con productos para que los puedas disfrutar cuando tengas más antojos. — Alain las llevaba bajo su brazo, la maleta en una mano y la mochila en su hombro derecho. — Muchas gracias por el regalo. — Lucille se apuró a ayudarlo y entro al cuarto sorprendiéndose un poco por el lugar, no esperaba que fuera un cuarto tan amplio, elegante y bonito. — No hay de que. — sin decir nada más el hombre la dejó sola. Lucille se quedó sola en aquel dormitorio lujoso, elegante, con una decoración detallada y artística, las paredes, el techo y el suelo eran de madera, lo que proporciona un ambiente cálido y acogedor, en el centro se destacaba una cama grande con un cabecero tallado de manera intrincada rodeada por cortinas blanquecinas que enmarcan mucho más los detalles, al lado de la cama había un ventanal de piso a techo con vista a un paisaje verde y muy espeso, las cortinas gruesas de color verde estaban arrolladas a los lados. El dormitorio estaba adornado con muebles de madera oscura, creando un contraste bastante bonito a nivel visual, esos detallitos eran cosas que a Lucille le gustaba tomar en cuenta y deleitarse con la armonía, la base de la cama tenía detalles tallados que demostraban un alto nivel de artesanía y lo costosa que era porque no cualquier persona podría hacer esos detalles específicos. Levantó la cabeza para observar el candelabro ornamentado que colgaba del techo dándole un toque bastante elegante, cerca del ventanal había una otomana redonda con base de madera y tallados elegantes, un poco por detrás de ese mueble estaba un gran armario tallado y tenía dos espejos empotrados en la madera, estos reflejaron su imagen en aquellos momentos, despeinada y con su ropa desalineada, incluso se dio cuenta de que tenía una pequeña rama enredada en su cabello. Dejó escapar un suspiro pesado bajando su mirada al piso donde la alfombra que decoraba la madera del suelo y pensó que eso sería lo único que cambiaría de ese lugar porque estaba bastante fea a su gusto personal, se dio la vuelta y fue a ver el baño privado que tenía, más muebles de madera, una pequeña tina rústica, espacio para ducha, un segundo ropero mucho más pequeño que el de afuera, al menos, espacio para guardar sus cosas iba a tener de sobra, desde el baño había otro ventanal rectangular con sus cortinas a los costados. Al salir del baño paso la mano por el tocador y después fue a ver el pequeño escritorio que estaba bastante cerca del ropero, tenía espacio suficiente para sentirse cómoda y liberada, era un cuarto mucho más grande que el que tenía en la casa donde nació, más grande que el cuarto en la casa de su abuela, era un sueño de cuarto, pero no por eso aliviaba el malestar que estaba sintiendo en aquellos momentos porque no sentía el espacio como suyo ni como algo seguro donde podría ir cada vez que lo necesitara. Saco toda la ropa de sus maletas para dejarlas sobre la cama y las fue guardando en el ropero, le faltaron perchas para colgar algunas prendas, pero le sobró espacio en aquel lugar, su ropa interior quedó en las primeras dos gavetas de un mueble rectangular junto a la puerta, sus toallas apenas llenaban dos espacios en el ropero del baño y sus productos de ducha quedaron en una esquina, iba a tener que comprar muchas cosas si de alguna manera llegaba a quedarse más de seis meses. — Lucille... — la voz de Alice la hizo salir del baño — ¡Que impresionante! — exclamó al entrar y ver por completo el cuarto. — ¿Que paso? — sonrió de lado al verla. — Papá dice que vayas al comedor porque el señor Pemberton quiere hablar con nosotros y porque ya vamos a almorzar. — pasó la mano por el ropero delineando los detalles que tenía en las puertas. — ¿Te gusta tu cuarto? — preguntó caminando hacia la puerta. — Si, está muy grande y los muebles están pintados de rosado, también hay posters de mis películas favoritas, el señor Pemberton fue muy amable. — pasó el brazo por la cintura de su hermana mientras caminaban por el pasillo. — Me alegra que te emocione tanto tu nuevo cuarto, hasta los ojos te brillan de felicidad. — le dio un beso en la frente notando su absoluta alegría. — Pero los tuyos se ven apagados. — Alicia la abrazó con fuerza. — Los míos no importan, quizás mañana podamos ir a visitar tu nueva escuela y nos compramos algunas cosas bonitas de papelería. — Lucille sonrió saliendo del pasillo al lado de su hermana, sabía que a su hermana le gustaba dibujar. — ¿Ya ordenaste tu cuarto? — preguntó Amanda al verlas llegar al comedor abrazadas. — Si, ya ordené todo. — Lucille tomó asiento al lado de Alain que se había quedado por petición de su amigo. — No los había podido presentar porque no estaban todos juntos... — dijo Daniel llegando al comedor acompañado por otro hombre — Él es Mateo Duran, es el capataz y quien se encarga de la supervisión de todos los trabajadores del rancho, lo verán muy poco en la casa porque pasa la mayor parte del tiempo entre las tierras. — presentó al hombre. — Mucho gusto, mi nombre es William Shepard, mi esposa Amanda... — lo saludo con un apretón de mano — Mis hijas, Anette, Lucille y Alice... — las tres movieron sus manos — El chico es mi yerno, Omar Morales. — con él si estrechó la mano. — Gusto en conocerlos a todos y les doy la bienvenida al rancho. — movió su cabeza ligeramente. — Esta guapa mujer de aquí es la cocinera de la casa, Madeleine Acardo, también se encarga de la limpieza de la casa y de cosas personales. — la mujer se rio mientras movía su mano en saludo hacía todos. — Es un gusto conocerlos a todos oficialmente y quien desee ayudarme en la cocina será más que bienvenida, esta casa siempre está en mucho silencio y será muy divertido tener más vida conviviendo. — la mujer las hizo sonreír. — Muchas gracias por darnos esa bienvenida tan calurosa. — Amanda estaba muy feliz porque eso les abría una oportunidad para comenzar desde cero en un excelente lugar. — Tengo unas cuantas reglas que deben seguir, no es nada extravagante, pero quisiera que fueran responsables con ellas... — Daniel tomó asiento en la silla de enfrente al tiempo que los demás en sus lugares — La energía que alimenta esta casa proviene de paneles solares que ponen en funcionamiento todo, pero de igual forma no dejen las luces encendidas si no están en el cuarto, apaguen los aires acondicionados si no los usan, no desperdicien agua, no le falten el respeto a nadie... — los ojos se le fueron a Lucille — Procuren estar en casa antes del anochecer porque hay animales salvajes que se acercan al rancho, antes de las siete por favor, la señora Madeleine no es responsable de limpiar sus cuartos ni de lavarles la ropa, tendrán todo lo que necesiten, pero esas son labores que cada uno debe realizar. — fue muy serio con aquellas reglas. — No habrá ningún problema con seguir ese tipo de reglas. — dijo Amanda. — Por lo demás relacionado al trabajo no creo que valga la pena hablarlo con todos presentes, les proporcionare dos camionetas para su movilización por las tierras, el ganado está en una parcela, los caballos en otra y son tramos que deben cubrirse rápido. — Daniel tenía todo medido para el trabajo de William y para que Amanda siguiera ejerciendo su labor de madre de forma más fácil. — Me gustaría conocer a mis pacientes hoy por la tarde, así vamos avanzando en los registros. — dijo el hombre viendo a su esposa. — ¿Me puedes llevar al pueblo antes de eso? — preguntó Lucille. — ¿Para qué? — Amanda la vio. — Necesito imprimir algunos currículos para buscar trabajo en el pueblo, entre más rápido consiga un trabajo, más rápido me voy a poder regresar a Atlanta. — explicó con seriedad. — Hija, eso puede esperar hasta mañana, Ninette, Omar y yo tenemos que revisar el ganado, comenzar a trabajar si alguno de ellos nos necesita porque ha sido mucho tiempo que han estado sin buena supervisión veterinaria. — William negó con la cabeza pensando primero en el ganado que en los deseos de su hija. — Necesito de alguien que se encargue de cuidar a los conejos. — comentó Daniel esperando animarla con la idea de estar en compañía de adorables bolas de pelo. — ¿Tiene conejos? — pero quien se alegró con aquello fue Alicia, la niña era amante de los animales y sobre todo de lo que fuera adorable. — Permiso. — fue evidente la molestia en Lucille. — ¿Dónde vas? — Amanda le dedicó una mirada de madre, esas que causaban miedo. — No voy a hacer perder el tiempo a la señora Madeline, no tengo hambre y prefiero retirarme a mi cuarto antes de seguir escuchando las pláticas de animales. — pero aquella mirada ya no hacía efecto en ella, se fue del comedor evitando que su padre la agarrará del brazo. Entro al cuarto luchando por no azotar la puerta con toda la furia que llevaba por dentro, no sabía si esperaba mucho o si de verdad su padre quería hacerle la vida de cuadros porque no estaba tomando en cuenta lo que ella quería para su vida, Lucille sentía que tenía todo en contra, pero en lugar de tumbarse en la cama a lloriquear por su mal momento decidió sacar las cosas se mochila y dejar solo lo necesario para irse, tenía piernas para caminar hacia el pueblo, posiblemente si iba a un buen paso dentro de una hora iba a estar llegando y buscar alguna librería donde pudieran imprimir su currículo sería cuestión de preguntar, sin embargo, no iba a salir por la puerta delantera porque no quería preguntas ni quejas, salió del cuarto y se fue al fondo del pasillo buscando la puerta trasera para salir, no la encontró, pero una venta fue igual de efectiva para su escape.
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