Capitulo Siete

1495 Words
Lo que tu mirada provoca es tan inexplicable como el hecho de que aun estando muerta te sigo amando, ayúdame a recordar ese amor con el que me llenaste de vida ya una vez. Irina Me veo perfecta para la gala de hoy, no entiendo por qué Víctor se empeña en asistir a ese tipo de eventos cuando claramente él no vive dentro de la ley, me resulta hipócrita y repulsivo que se haga pasar por una blanca paloma cuando el mundo entero conoce la clase de porquería que es, aunque no muchos se pondrán de pie para señalarlo si saben lo que les conviene. Sé en lo que me he metido al aceptar su ayuda, pero voy a mantenerme firme en mi venganza sin importar que el infierno me alcance y me haga arder en sus llamas, voy a aprovechar los recursos que me ofrece para acabar con Stuart. Me observo de pies a cabeza y todavía no puedo creer la elegancia y sensualidad que desborda mi cuerpo. Me veo mucho más alta de lo que realmente soy, y eso es gracias a los zapatos de tacón alto que llevo puestos y al estilizado vestido de color rojo sangre, largo hasta los pies, cortado en cilindro y con una abertura frente a la pierna derecha, que deja al descubierto toda la piel de mi muslo hasta el área del biquini, es de tirantes muy delgados, con escote drapeado al frente y muestra la mayor cantidad de piel posible. Me siento sexi al llevar el cabello recogido en un moño de medio lado, que deja caer en cascadas los mechones convertidos en ondas, el maquillaje lo complementa todo, en colores tierra que destacan mis labios. ―Víctor espera por ti ―anuncia Alexey mientras entra a mi cuarto sin tocar. ―No quiero que vuelvas a abrir esa puerta si yo no te he autorizado, para la próxima tendrás una bala en medio de la frente ―advierto, fulminándolo con la mirada. ―No eres más que la zorra privada del jefe, no te adjudiques títulos de grandeza, que no los tienes, maldita puta. ―Sonrío de medio lado porque sus palabras no me ofenden, no me importa llegar a ser la puta de alguien si con eso obtengo los medios para vengar la muerte de mis padres. ―No olvides que esta puta puede conseguirte un boleto al infierno con solo abrir las piernas ―digo sonriente, aunque no es cierto, nunca he podido acostarme con Víctor, pero eso él no lo sabe. ―¿Vienes o todavía te falta? ―cuestiona, ignorando mis palabras. ―Tampoco te he dado permiso para tutearme. Ubícate, perro faldero, porque como dijiste, soy la zorra privada del jefe, su maldita puta y, como tal, tengo privilegios que un rastrero como tú jamás podrá tener ―escupo arrogante―, dile a Víctor que estaré con él en cinco minutos ―ordeno, al tiempo que cubro los cinco pasos que me separan de la puerta y se la cierro en la cara con toda la fuerza de la que soy capaz. Tampoco es que pueda hacer esperar por mucho tiempo a Víctor porque se enoja rápidamente, no tiene mucha paciencia en realidad. No sé qué interés personal tenga en querer acabar con Stuart, pero muy poco me interesa porque gracias a su evidente odio podré acabar con el maldito que desgració mi vida. Unos minutos más y salgo de la habitación, camino con premura hasta el auto en el que me espera mi dueño, porque eso es lo que es, no me trago el cuento de que lo que hace por mí lo hace solo por ayudarme, y más cuando ni siquiera he podido darle el pago que me pide, aunque estoy segura de que en algún momento lo exigirá por la fuerza. En realidad, nunca me he resistido a que me tome, es solo que mi cuerpo no reacciona a ninguna de sus estimulaciones, él lo único que logra es que sienta asco y repulsión, sin embargo, trato de no pensar en eso para que mi cuerpo demuestre interés, pero continuo sin sentir algo distinto. Me pregunto si el accidente que sufrí me afectó más de la cuenta el cerebro y por eso ya no tengo deseo s****l por ningún hombre. El doctor de Víctor dice que conmigo todo está bien, que físicamente no tengo nada malo y que mi cerebro funciona bien; es mi mente la que debo trabajar. Sonrío al ver a Víctor parado al lado del auto, esperando por mí, es un hombre bastante atractivo, la mayoría de las veces se comporta bien, no me cabe duda de eso. Me ha ayudado sin que nadie se lo pidiera y aunque tiene intereses ocultos ha puesto todo a mi disposición para que yo logre mis objetivos, me ha educado de algún modo, gracias a él hoy puedo decir que el que se atreva a tocarme no saldrá con vida. Me subo al auto, seguida de él, pero antes de que podamos arrancar, me aborda dentro del vehículo, sus manos se cierran sobre mis hombros, su mirada es feroz, como si estuviera drogado, me llena de miedo. ―¿Por qué tardaste tanto? ―demanda con voz ronca. ―Estaba cuidando que todo estuviera bien con mi atuendo, quería impresionarte ―balbuceo con cierto grado de sinceridad. ―Recuerda que solo tienes que seducirlo, hacer que caiga en la trampa ―fórmula, al tiempo que una de sus manos me suelta y se introduce en la abertura de mi vestido, hasta llegar a mi intimidad―, esto solamente yo puedo tenerlo, si por tus intereses te atreves a entregárselo a ese maldito, te juro que olvido que prometí ayudarte ―sentencia, provocando que me estremezca. Asiento, tragando saliva, siento la boca seca y un sabor a fruta podrida se instala en mi paladar―, es hora de irnos ―anuncia, cambiando el gesto de su mirada. Alexey se sube del lado del copiloto, al tiempo que el chofer toma su lugar. El auto cobra vida y enseguida partimos con dirección al piso veintinueve del hotel más lujoso de todo Moscú, en el Swissôtel Krasnye Holmy. Allí es donde esperamos encontrarnos con nuestro “querido amigo, Stuart”. Al llegar tengo que mantenerme alejada de Víctor y fingir que no lo conozco, según él, Stuart siempre ha estado obsesionado conmigo, aunque yo no lo recuerdo y espero nunca hacerlo, a pesar de que sí me gustaría tener algunos recuerdos de mis padres. Nos bajamos para ir de manera inmediata al piso donde se está dando la gala, es una fiesta aburrida de esas en las que Víctor juega a ser la oveja blanca del cuento, dando donaciones a fundaciones de beneficencia, es una suerte que esas fundaciones no sepan de dónde proviene el dinero que tan gustosamente aceptan. Los negocios de Víctor se basan en drogas, aunque creo que heredó o se está haciendo cargo de los negocios de un familiar sobre trata de mujeres, no me queda claro el punto, el hecho es que las manos de ese hombre no están para nada limpias. De pronto me siento incómoda, como si la intensa mirada de un hombre me desvistiera, siento la suave tela del vestido, deslizarse por mi cuerpo y caer a mis pies. Es una extraña sensación que ni siquiera Víctor ha provocado en mí ninguna de las veces que me ha tocado, un extraño hormigueo en mi intimidad me hace detener, mi acompañante me mira, preguntándome con la mirada qué es lo que me sucede, pero le hago señas para que sepa que todo está bien, a pesar de que mi cuerpo continúa experimentando algo que no sabría cómo describir. No me explico cómo me puedo sentir así, más porque estoy rodeada de personas que nos observan al pasar, algunos con el odio y el desprecio brotando de sus pupilas, otros con el miedo desbordándose por todo su cuerpo; ninguno es capaz de decir nada que pueda ofender al hombre a mi lado y contrario a lo que en realidad sienten se desviven en adulaciones. Sigo caminando del brazo de Víctor, dejando que mi cuerpo se exprese por sí solo al contonear las caderas de manera provocativa. La amenaza latente en mi cerebro trata de cohibir mis movimientos, pero es tan fuerte lo que siento que simplemente lo ignoro. Desde que perdí la memoria es la primera vez que me siento realmente viva, no obstante, me recuerdo a mí misma que estoy en ese lugar con único objetivo: no puedo ni quiero perder el tiempo en otra cosa que no sea acercarme a Stuart y ganarme su interés. Me alejo de Víctor como habíamos planificado y le agradezco el haberme hecho el honor de ofrecerme su brazo al entrar con intención de disimular nuestra cercanía. Por primera vez estoy húmeda y hambrienta, y no puedo entender el maldito motivo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD