Capítulo 4

1068 Words
Luego que un aroma de café empieza a propagarse por toda la casa, opacando un poco el olor a tinta y papel que se respira a menudo en la sala, Mario levanta una olla con una vieja camisa sucia. Mario andaba vestido solamente con el pantalón de su pijama, el cual estaba mugriento, su espalda peluda parecía estar cubierta por un abrigo de pelo, lo cual hacía suponer que la camisa que estaba agarrando en ese momento de agarra ollas, era el complemento completo de su pijama gris, o al menos de ese color se veía, por la suciedad del mismo. Mario tomó su tasa de café en la mano, recostándose su trasero, sobre la mesa de su cocina, mientras daba unos cortos sorbos a su café, pasando la vista como un ventilador de mesa por toda la sala, viendo algo que los demás no veían. —Buenos días —dice una voz joven, apasionada y frágil en ese preciso instante. Mario voltea su derecha, sin ningún tipo de sorpresa, viendo a una joven hermosa y radiante, parecía ser salida de una gran película: tenía un cabello color oro, unos labios rosados completamente, que hacían juego con sus mejillas, ojos azules, los cuales hipnotizaban un poco, nariz perfilada. La chica se encontraba sonriendo, viendo a Mario, como si él fuese la persona más interesante del planeta. La chica iba vestida con un vestido rosado de flores blancas, y sandalias blancas, su cuerpo era completamente perfecto de pies a cabeza, que, en un concurso de belleza, seguramente quedaría de finalista. Mario simplemente ignora a esta chica y sigue caminando, buscando entre la pila de libros, pasando su mano sobre ellos, señalando uno a uno con su dedo índice. Hasta que se agacha para ver los que están más abajo. La chica se agacha también a lado de Mario, mirando lo que él está viendo con cara de asombro, parecía que esta chica, le faltaba algo, su boca entre abierta, y sus desconcertados, daba la impresión de que ella no entendía nada de lo que Mario hacía. —¿Qué buscamos? —Preguntó la chica, con algo de curiosidad en su mirada. —Un libro de la segunda… —Mario no terminó la frase, solo se quedó allí callado. Mario miró a la chica, resoplando, guardando sus palabras, al parecer, no quería tener ningún tipo de conversación con ella. La joven rodeo a Mario por el otro lado, cuando Mario pasó la vista hacía su derecha, quedando frente a ella, dio un sobresalto, pues al parecer se había asustado. —¿No me vas a hablar? —preguntó la linda joven, con una gran sonrisa en su rostro. —No existes —dijo Mario, hablando sin verla, siguiendo con sus oficios, solo lo dijo a la nada, para que la voz interna de su cabeza se terminara de apagar. —Si no existo que hago aquí —dijo ella colocando sus manos en su cintura, volteando un poco el rostro y levantando las cejas. Mario no contesto esa pregunta, al parecer, no tenía la respuesta adecuada para eso. Él sabía que había algo mal en su cabeza, lo cual lo hacía ver cosas y escuchar voces; pero lo que él veía era tan real, que era difícil no prestarle atención. —Vete —le dijo Mario, con una voz seca y despreocupada, como si haciendo eso, conseguiría ahuyentarla más. —Sabes que quiero trabajo, por favor contrátame —le dijo la chica colocando sus manos juntas, como haciendo algún tipo de súplica, con sus ojos un poco tristes, y su boca curveada. —¡Te dije que no tengo trabajo para ti! ¡no sé dónde colocarte! —Bramó Mario en ese momento. La joven se levantó del suelo en ese momento, colocando sus manos en la cintura, elevando su mentón, dando una pose de perfil. —Yo soy Priya Verons, la mejor, la única la inigualable, soy la mejor actriz que puedes tener —luego miró a Mario, viendo que le estaba prestando atención por primera vez —ahora contrátame o me iré —dijo esa última frase con algo de drama, colocando su mano sobre su frente. —¡Esta bien, te puedes ir! —dijo Mario dándole un ultimátum. Priya se quedó viendo a Mario, como si diera créditos a lo que acababa de oír, y volvió a decir lo mismo, como si estuviese repitiendo la escena en una filmación de una película. —Yo soy Priya Verons, la mejor, la única la inigualable, soy la mejor actriz que puedes tener ¡ahora contrátame o me iré! —Ya te dije ¡largo! —dijo Mario levantándose del suelo con un libro marrón sobre su mano, el cual usaba su agarra olla en ese momento como un quita polvos, soplando también con su gran aliento de dragón sobre el libro. Priya movió la mano alejando el olor, como si estuviese alejando unos mosquitos, alejando el rostro un poco de allí en ese momento. Sin embargo, eso no la hizo retroceder, ella parecía una persona decidida, a obtener lo que quería. Mario siguió caminando, no prestándole más atención a Priya, la cual comenzó a seguirlo caminando de espaldas, ella también conocía muy bien, donde estaba cada cosa, aunque Mario veía sus pies, con una mirada amenazante, esperando que ella tropezara algún libro, Priya levantaba el pie en el último segundo. Mario le dio otro sorbo a su café, colocando la tasa, sobre una mesa que estaba a lado de la puerta principal que daba al pasillo del edificio. Mario tomó el agarra ollas, abriéndolo completamente, hasta que este se convirtió mágicamente en una camisa, la cual estaba completamente arrugada, como si la hubiesen sacado de una botella. Luego que su camisa, por así llamarlo, estuviese completamente abotonada, estiró la mano, para abrir el picaporte. Esa era la hora menos transitada del pasillo, generalmente en su pasillo, todos los apartamentos vivían muchos ancianos, lo que parecía un geriátrico completo. Luego de que abriera la puerta completamente, se agachó al suelo, para recoger el periódico matutino llamado notitarde. Antes de cerrar la puerta de su apartamento, la puerta de la casa de al frente se abrió lentamente, mostrando una mesa, sobre la mesa, había una fotografía de una anciana. La cual era la vecina de Mario, una vieja amargada, que se quejaba por todo, o al menos así pensaba él.
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