Capitulo 3

1257 Words
Mario era un escritor, abandonado por su familia, tres veces divorciado, tenía un solo hijo de su primer matrimonio, y dos hermanas, ninguno soportaba el mal humor de Mario, pero si les gustaba meterse en su vida, enviándoles todo tipo de loquero, para que lo tratasen en un centro médico, sin embargo, no podían retenerlo en contra de su voluntad, porque no suponía una amenaza. Mario sufría de esquizofrenia paranoide, una enfermedad que lo hacía ver y escuchar cosas donde no la había; un día le gustaba el azúcar y al otro día no. Sus repentinos cambios de humor, habían ido apartando uno a uno a sus amigos y familiares, cuando su enfermedad fue avanzando. A Mario no le gustaban los eventos públicos, ya que sufría de ansiedad, salir de su casa se había vuelto un desafío. —Julia ¿Cómo estás? ¿Qué día es hoy? —dijo Mario pensativo. —Hoy es miércoles, veinte de diciembre, te llamo por si quieres pasar navidad aquí en mi casa —dijo Julia, la cual se escuchaba impaciente al otro lado del teléfono. —¿Navidad? —preguntó Mario con algo de desconcierto. —Cónchale chico si navidad, ¡desconéctate! Ya faltan cuatro días ¿vas a venir? —Julia era el tipo de personas, que la paciencia con Mario la había perdido hace tiempo. —¿Estarás tu sola? —preguntó Mario, colocando sus ojos muy abiertos, parecía que tomaba muy en serio esta pregunta. —Vendrán unos amigos de mi hijo; pero son puros chamos, y algunos familiares, sabes un grupo pequeño —La voz de Julia se escuchaba tranquila, como si tratara de decir estas palabras lo mejor posible, para que Mario se sintiera un poco mas tranquilo. Mario, dejo caer la cabeza, se sentía un poco triste, por la respuesta que acaba de recibir, pues era demasiada gente para él, quizás podría soportar la compañía de Nelson, el hijo de Julia, pero los amigos del hijo y unos familiares; Mario imaginó una sala llena de personas, y solo la ansiedad de pensarlo, hacía que se sintiera inmóvil, mientras el teléfono seguía saliendo la voz de Julia. —Este hombre se volvió a desconectar ¡No joda! ¡MARIOOOOO! —bramó Julia en ese preciso instante. La voz retumbante de Julia, salía por el auricular del teléfono; era difícil dejar de escucharla. Lo cual hizo que Mario volviera de nuevo en sí, en su rostro se formó una mueca, que daba la impresión de que tenía la intención de reírse. La única forma por la que Mario soportaba la presencia de Julia, es porque ella lo trataba como un igual, no sentía lastima por él, ni en lo más mínimo. A diferencia de sus otros familiares, que lo trataban como si se fuese a romper. En ocasiones hablaban frente a él, no dándose por enterado de que el estuviese allí. Julia terminó alejándose de Mario, igualmente por su mal carácter, pero no lo dejó solo del todo, ella era la administradora de sus finanzas, la cual le llevaba las cuentas, después que su hijo decidiera que no quería hacerlo, pues Mario lo había llamado ladrón en diferentes ocasiones, porque no recordaba en que había gastado el dinero. Eso enardecía mucho a Liam, su hijo de veinte nueve años, y terminó entregándole las cuentas a Julia; ella se encargaba de sus compras, la cual entregaba puntual por medio de un joven de dieciochos años llamado Pedro, el cual todos los sábados a las nueve de la mañana hacía sonar la puerta de Mario, y dejaba las compras frente a su puerta. Mario salía muy rápido de la casa, luego que escuchaba los pasos del joven alejarse, pues tenía la leve sospecha que su vecina de al frente le gustaba robar algunas cosas de sus compras. A Julia no le importaba el dinero, tenía dinero de sobra, ya que antes de conocer a Mario, había enviudado, amasando una gran fortuna en sus manos, cuando conoció a Mario, se enamoró de su forma de ver la vida, pero no duraron ni cinco meses, para separarse, porque la falta de higiene, y los cambios de humor, la alejaron por completo, sin embargo, Julia en el fondo, seguía guardando bonitos sentimientos por él. —No, no podré ir, yo también daré una fiesta —dijo Mario en ese momento, viendo la tenue luz que salía por la ventana. El sol estaba aumentando, lo que indicada que quizás eran como las nueve de la mañana. —¿Una fiesta tu? Ja, ja, ja. Mira está bien, si no quieres venir, no vengas, pero no te pongas a inventar cosas, para quedar bien conmigo —la risa feroz de Julia había traspasado los tímpanos de Mario, el cual se retiró el auricular rápidamente. —¡No! Es verdad —dijo Mario, el cual estaba muy convencido al parecer. —Eso tendría que verlo —El sonido de la voz de Julia sonó un poco retador. —Claro ven si quieres —dijo Mario, el cual comenzaba a ponerse algo nervioso. —¡Mira! No tienes que demostrarme nada, está bien, no te esfuerces en hacer algo que no quieras —ya Julia al parecer había empezado a bajar la guardia. —Si que lo voy hacer —dijo Mario, ya algo molesto, por la falta de credulidad de Julia, lo cual era una falta de respeto. —Si, está bien, te creo, bueno, yo paso por allá entonces, chao —al decir las ultimas palabras Julia colgó el teléfono. Mario colgó el teléfono, sin responderle, pensando donde iba a conseguir personas para que acudiesen a su fiesta de navidad. Luego dejó el teléfono sobre la cama, sentándose en la orilla, la cama era un poco alta, pues sus pies quedaban un poco suspendidos, mostrando sus negros pies, los cuales estaban envueltos en una especie de tinta negra sólida, por el tiempo, que había pasado que no habían tocado el agua, sus uñas parecían ser de un animal, las cuales estaban amarillentas, y en algunas partes un tono blanco, parte de su cuerpo estaba cubierta de abundante pelo que estaba un poco marrón, por la suciedad. Sus pies tocaron el piso, y salieron de la habitación, conduciendo a Mario al baño: cuando Mario abrió la puerta, un desagradable olor salió, a Mario no parecía importarle, fue directo al inodoro, orinando, mostrando una cara de satisfacción, cuando el líquido salía de su cuerpo, se dio la vuelta, saliendo de nuevo a la sala; la cual estaba abarrotada de libros, amontonados en grandes pilas, de diferentes tamaños, colores, unos se veían nuevos y otros antiguos. La sala de Mario, daba la impresión que era una biblioteca abandonada. Mario fue pasando por el laberinto de libros, pues solo él sabía el camino correcto por donde tenía que pasar, iba dando pasos cuidadosos, para esquivar algunas pilas pequeñas que estaba en el camino. Al llegar a algo que parecía una cocina, pues había un gran mesón de cerámica, y encima de este, había una diminuta estufa de una hornilla. Mario era el tipo de personas que no le gustaba gastar en banalidades, los últimos días, estaba muy molesto con Julia, por haberle mandado una cocina moderna, la cual se encontraba en un rincón aun envuelta en su papel original, deseando ser estrenada; Pero Mario no había dejado entrar a los instaladores en su casa, Mario prendió su diminuta estufa, la cual funcionaba como él quería, lanzando miradas furtivas de vez en cuando a la cocina nueva. . 
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