Capítulo 16
1128 Words
Al terminar su faena Mario, esta igual que con Priya, todo en el suelo; pero en la maquina de escribir aún permanecía una hoja en blanco, con una línea en ella que decía: yo estaré detrás de ti, aplaudiéndote —decía papá. Mario agarró esa hoja, como si fuese de seda y en cualquier momento se pudiese disolver en sus manos, y la colocó dentro de una carpeta vacía, agarró un marcador punta gruesa y le colocó: La vida de Matthias. Mario fue directo a la su cama, pues estaba muy agotado, se lanzó sobre su cama quedando completamente dormido.
Al otro lado del pasillo, la vida no era igual de placentera, la señora Samantha, estaba al borde del colapso, cada vez que se asomaba y veía todas estas personalidades brincotear de aquí para allá, parecía una fiesta en el pasillo que había durado todo el día. No aguanta ni un minuto más y decide agarrar su teléfono y marcar el número de emergencia 1 7 1, por lo cual sale la voz de una mujer.
—Buenas noches, 1 7 1, ¿en que podemos ayudarle?
—Mi vecino frente a mi casa tiene un escandalo en el pasillo, tiene una fiesta armada aquí dentro del edificio.
—Me podría indicar nombre y apellido por favor.
—¿Para que mi nombre y apellido? Si tiene que venir es arrestar a este hombre.
—Podría indicarme nombre y apellido por favor —continuó la voz femenina, repitiendo lo mismo, como si no hubiese escuchado lo anterior.
La señora Samantha, estaba al borde del colapso, su rostro se colocó inmediatamente de un color tomate, y sus ojos se abrieron más de lo debido.
—No me escucha, tiene que venir arrestar ese hombre.
—Para procesar su solicitud, debe darme los datos que le solicite ciudadana —dijo la mujer, cambiando el dialogo.
—Samantha Borges ¡ya! ¡contenta!
—¿Podría indicarme la dirección?
La señora Samantha estaba a punto de colgar el teléfono, pero respiro hondo.
—Esos datos deberían estar en su computadora, no se para que pago impuestos si todo se lo van a robar.
—¿Podría indicarme la dirección? —la pobre empleada pública que ya estaba curada de esta serie de eventos, repetía lo mismo, y algo en su voz decía que saboreaba el momento.
—Avenida Bolívar Norte Edificio Arcatura, piso cuatro apartamento seis.
—Gracias por la información suministrada, en breve una patrulla irá a visitar el sitio.
Una risa se dibujó en el rostro de la señora Samantha en ese momento, empezó a ver por la rendija de su puerta, como esos desadaptados sociales hacían escándalos, pues ya todos tendrían su merecido.
—Muy bien Paolo ya vendrán los oficiales para poner el control, y se llevarán seguramente detenido a ese hombre, ojalá le den muchos años, que cuando ya sea libre nosotros no estemos en este mundo. El pececito solo se movía de aquí para allá, sin escuchar a la señora Samantha en el momento que engullo un trozo de carne que se encontraba en el fondo de la pecera, mostrando sus feroces dientecitos.
A los minutos sonó la puerta frente de su vecino, la señora Samantha fue corriendo a ver lo que ocurría, los hombres golpearon tres veces. Al mirar el pasillo, ya estaba vacío y desolado, al parecer los agentes eran muy buenos en hacer su trabajo, porque ya habían despejado todo el largo pasillo, solo reinaba el silencio y la paz. La señora Samantha sonrió con una cara de dicha recostada a su puerta con la mirada en el techo; solo faltaba que se llevaran a Mario detenido, al volver a ver por la mirilla de la puerta, vio que Mario estaba señalando a donde ella estaba, los oficiales rápidamente se voltearon, haciendo un saludo de disculpas a Mario.
La puerta de la señora Samantha sonó en un tono no muy amigable, sin embargo, abrió la puerta frunciendo el ceño algo contrariado.
—¿De que se trata todo esto?
—¿Usted es la señora Samantha Borges?
—Si, y ustedes son unos ineptos ¿Por qué no se llevan preso a ese hombre? —dijo señalando al señor Mario, el cual tenía cara de somnoliento.
El señor Mario, arqueo un poco las cejas, y luego cerró las puertas de su casa, preguntándose de que se trataba todo esto.
—Recibimos una llamada desde esta dirección ¿fue usted?
—Si, fui yo —dijo la señora Samantha dando crédito a las palabras.
—Sabe también, que es un delito realizar llamadas telefónicas al numero de emergencia, sin motivo alguno.
—Claro que lo sé —la señora Samantha esta muy al tanto de lo ocurrido.
—¿Entonces? —dijo el oficial.
—¿Entonces qué? —dijo la señora Samantha.
—Porque el día de hoy realizó esta llamada.
—Porque había un escandalo aquí en el pasillo.
—Señora, aquí no se produjo ningún escándalo el día de hoy, el portero del edificio nos dijo, que aquí solo han subido como tres personas al edificio el día de hoy, y todos son familiares de algún vecino.
La señora Samantha estaba contrariada de lo que estaba diciendo este hombre pues ella con sus propios ojos había visto tal desorden en el pasillo.
—También nos dijeron que usted sufre de una enfermedad degenerativa de la memoria ¿Vive usted sola?
—No mis hijos vendrán pronto —dijo la señora Samantha agarrándose la cabeza, pues un fuerte dolor se había apoderado de ella en ese momento.
—¿Se encuentra bien? ¡Señora! ¡Señora!
La señora Samantha solo tenía sus ojos perdidos en ese momento con la boca un poco entreabierta.
—¡Váyanse! —les gritó a los funcionarios en ese momento.
—Por esta vez se la dejaremos pasar, pero por favor, no llame a emergencias si no es nece…
La señora Samantha no respondió nada más, solo cerró la puerta en las narices de estos hombres, fue caminando hacía atrás sin ver nada, y mágicamente cayó en su sillón. Algo estaba pasando con su cabeza, al parecer se le había ido la olla ¿Cómo podría ser esto posible? ¿Quizás los funcionarios estaban equivocados? O solo se habían mal informado.
La señora Samantha se paró de la silla, estaba decidida a buscar el origen de este embrollo.
—Claro, estaban ocultos en su casa —dijo ella hablando sola.
La señora Samantha vigilaría en todo momento la casa de su vecino en busca de respuestas, pero empezó a sentir cansancio en los ojos.
—Mejor comienzo mañana —dijo ella —hoy vigila tu Paolo.
La señora Samantha caminó a su dormitorio dando pasos suaves.
- Writer
