Capítulo 15

1892 Words
—Me extraña que hayas inventado todo esto para impresionarme, así debe ser tu vida tan lineal, que robaste las frases de alguien ¿algún conocido? —No entiendo? —dijo Priya un poco impresionada por lo que Mario le acababa de decir. —Esas frases no son tuyas. —¿Por qué lo dices? —dijo ella con la voz un poco cortada. —Porque esa historia es: la vida de Anna. —¡No se dé qué me estás hablando! —De todas las historias que hay aquí en la biblioteca me vienes a estafar con una tan conocida. —No, nunca he leído eso de Anna que me estás diciendo. Mario se perdió de la vista, y a los pocos segundos, trajo en su mano un libro antiguo, era de empaste sólido, impreso en un solo color, las hojas tenían un borde dorado, el cual parecía oro por el brillo de sus hojas, el lomo estaba impreso con un gran relieve, el libro pesar de sus años, estaba muy bien conservado, tenía escritas unas palabras: la vida de Anna. —¿Sabes lo que me pasaría como escritor si hago un plagio? —dijo Mario molestándose con ella. —¡Pero no fue mi intención! —dijo Priya Verons. —Lo sé y eso es lo que más me molesta, que mis propias alucinaciones traten de engañarme, porque aun así, me engañaste. —Si, pero eso no significa… —dijo Priya, tratando de escusarse de todo eso que había dicho. —Sabes que las peores cosas pasan, cuando las personas tratan de hacer las cosas sin intenciones. —Pero te juro que esa es mi vida. —Me parece interesante tu vida, es hora de que te vayas. —¿Escribirás sobre mí? —Aún, no lo sé, aparte de ti tengo otras entrevistas. —¿Otras entrevistas? —Si, así como escuchaste. —¿Esto fue para nada? —Fue para mucho. —¿A qué te refieres? —Cuando entras en la vida de un personaje es más fácil escribir. —Pero… —Es hora que te vayas. Priya no dijo más nada en ese momento, solo se desvaneció como si nada, mientras Mario estaba de espaldas a ella con la mano en su barbilla. Estaba analizando cada palabra que Priya le había dicho. Mario corrió a su máquina de escribir, y tecleó sin parar alrededor de una hora, al terminar, hojas dobladas y arrugadas estaban en el piso al parecer no había avanzado lo suficiente. Las manos de Mario estaban en la nuca de una forma muy dramática. Parecía que se había quedado sin batería, se sabía que estaba vivo, solo por el leve sonido de la respiración. —Lo siento —murmuró para sí, arrugando la hoja que quedaba aun metida en la máquina de escribir. La puerta de Mario sonó, al abrirla una fila larga se había formado al pie de la puerta, había personas, vestidas de animales y criaturas de todo tipo: personas encorvadas, con temores, y otros grandes y musculosos, payasos que hacían malabares y otros que escupían fuego de su boca. La primera persona en la fila entró a la casa antes de ser invitado sentándose en la silla donde antes había estado Priya. Se trataba de un hombre bajito de unos cincuenta años, de un metro y veinte centímetros aproximadamente, usaba unos lentes enormes, lo que hacía que sus ojos se vieran más pequeños, su cabello le llegaba más debajo de las orejas que caía como un libro abierto. El hombre usaba un diminuto traje sin corbata, lo cual lo hacía ver algo rebelde. La señora Samantha abrió la puerta de su casa en ese momento, parecía estar muy enojada por el reciente escándalo en el pasillo, sus ojos parecían estar a punto de lanzar hacía Mario un rayo laser mortal, con esa mirada asesina. La señora Samantha cerró de un portazo la puerta, mostrando así lo molesta que estaba. Mario fue directo a su silla cerrando la puerta tras él. —¿Qué haces aquí? —preguntó Mario, examinando al pequeño hombrecito con una mirada fugaz de pies a cabeza. —Fuimos llamados para una entrevista —respondió este hombre con un tono un poco descontento por su falta de confianza, su voz era un tanto chillona, parecía que su voz se reducía al igual que su estatura. —¿Quién los llamó? —la agencia de talento. En ese momento sonó el teléfono. —Hola —contestó Mario. —Mario ¿Cómo estás? —era la voz de Beto que sonaba a través del auricular. —Beto ¿Qué tal estas? —Bien amigo, llevo días llamándote, tratando de hablar contigo. —¿De qué se trata? —Tus invitados, ese día no pudieron ir, su autobús se accidentó. —Oh, no te preocupes por eso, de igual manera la pase muy bien. —Bueno te llamo también para decirte que la agencia te envió unas personas para que las entrevistes, que entres a sus vidas, que aprendas de ellos, para ver si de allí se te ocurre algo para tu próxima novela. Mario miró con desconfianza al hombre que estaba aún sentado en la silla con sus piernas cruzadas y sus brazos relajados, estaba mirando a la nada. —¡Esta bien Beto! Te aviso. Mario colgó el teléfono y fue directo a donde estaba este hombre. —¡Hola! ¿Cómo te llamas? —Mario se inclinó un poco hacía delante para poder mirarlo a los ojos. —Matthias Ramallo. —¿A que te dedicas? —A la actuación ¡claro está!  —dijo él, con cara de disgusto. —Bueno veamos, te hare una serie de preguntas las cuales debes contestar lo más sincero posible ¿entiendes? —Si, por supuesto —dijo el levantando la manga de la camisa viendo la hora. —¿Estas apurado? —Si, mis hijos salen en una hora de la escuela. —Bueno, no creo que tomemos dos horas. Matthias se apoyó del posa brazos del asiento arrimándose más hacía atrás los pies le quedaron guindando como si fuese un niño. —¿Cuál es tu color favorito? El hombre miro hacia el techo cerrando un poco los ojos. —El azul. Cuando Mario levanto igualmente la vista, vio que estaba pintada de azul. —¿Cómo te gusta el café? —n***o. —Cuéntame un poco de ti. —Nací en Holanda, mis padres se vinieron cuando yo apenas era un bebé, pues este país se conocía como la tierra prometida para muchos. La acondroplasia, era un tabú en mi tiempo, no ser del tamaño de un niño promedio me cerró muchas puertas, y me hacía sentir inseguro, la vida no se ve igual desde cualquier ángulo, eso lo aprendí, desde un cesto de basura en la escuela. Mis padres terminaron divorciándose, mi madre simplemente se fue un día, dejando todo atrás, incluso a mí. Los trabajos para mí eran pocos: entrar al circo, o disfrazarme de mascota en las ferias locales. Sin embargo, todo esto no me desmotivó; mi padre siempre me animaba, una y otra vez, recuerdo que siempre decía, que lo que yo decidiera ser, el estaría detrás de mí aplaudiéndome. Mi padre murió cuando cumplí mis diecinueve años; no se como mi madre se enteró, pero llegó, en un momento pensé que sería por mí, y hasta mi corazón se emocionó; pero solo venía a pelear por la casa, cosa que no hice. Recuerdo que solo tome una mochila, luego del funeral de papá. a partir de allí, mi madre paso a ser solo una desconocida; no se en que momento de la vida, se arrepintió de haberme tenido. Con el paso de los años, me casé, conocí a una mujer maravillosa, era una mujer de estatura promedio. Nació nuestro primer hijo, todo estaba muy bien, pero cuando ya fueron dos, las cosas resultaron diferentes, ya no había más que costumbre en nuestra relación siempre dicen que buscamos personas parecidas a nuestros padres, porque aún tenemos el Edipo y Electra en nuestros corazones, y fue tal cual; mi esposa se marchó al igual que mi madre, con su entrenador personal. Mis hijos terminé criándolos yo, pero necesitaba un trabajo que me diera tiempo de estar con ellos y no descuidarlos, hasta que un día caminado por la calle en el suelo había un volante que alguno había tirado, decía: clases de actuación y teatro. Era difícil para para mi entrar a un mundo así; pero aun escuchaba los aplausos de mi padre a mis espaldas, y fue con papá a mi lado con la mano en mi hombro. Al llegar todo era diferente a lo que había pensado, me recibió una señorita muy amable, y estudié por un año entero, consumiendo los pocos ahorros que tenía, las matemáticas me daban para vivir decente seis meses más, pero siempre en el camino ocurren ciertas cosas. Mi esposa me demandó, mi abogado dijo que el caso lo tenía ganado, pero aun así gaste ese dinero allí el cual no está dispuesto. Los impuestos empezaron a destruirme, y la justicia no cae para el más justo, cae para el más adinerado, aunque había pruebas de la infidelidad de mi esposa, el abandono de hogar. El abogado y el juez se vendieron por unas miseras monedas. Mi ex esposa me quitó mi casa y a mis hijos, caí en depresión por mucho tiempo, dejé de trabajar, me tiré al abandono. Pero la voz de mi padre resonó de nuevo después de varios meses —estoy orgulloso de ti— decía mi padre y aplaudía sin parar. Pero al verme al espejo, parecía uno de los duendes de santa. Mi barba había crecido de una forma pronunciada, yo mismo me di lastima de mí mismo, al ver mi reflejo, papá sin duda me aplaudiría, pero yo no merecía ese aplauso. Me levanté de la cama, y abrí las ventanas, viendo el sol por primera vez en muchos meses. Boté todas las botellas de alcohol que estaban sobre la mesa, me quité la barba, y fui en busca de oportunidades, trabajé por dos años, conseguí un buen abogado y recuperé a mis hijos. —¿Y tu casa? —preguntó Mario. —Recuperé mis hijos —repitió con una gran sonrisa en los labios. Mario que aun no entendía nada, solo se quedó callado. —¿A dónde vas? —le preguntó, en el momento que vio que se lanzó de la silla, para marcharse. —Tengo que buscar a mis hijos, ese es el resumen, si te interesa mi vida completamente, sabes donde buscarme. Cuando el hombre cerró la puerta tras él, Mario fue directo a su ventana, y corrió un poco las cortinas de su ventana, dejando entrar un poco de claridad a la habitación, pero el sol intenso pego en sus ojos y volvió a cerrar las cortinas rápidamente. A Mario no le gustaba el mundo exterior, dentro de su apartamento ya había un mundo sin explorar; sin embargo, la vida de este hombre había impactado sin duda la vida de Mario. Fue corriendo inmediatamente a su maquina de escribir, y paso allí varias horas, no le importaba en lo absoluto que fuera de su apartamento, había al menos unas veinte personas esperando por él.
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