Capítulo 14

2075 Words
—Me parece interesante todo esto ¡Pero ven mañana por favor! Priya se levantó de su silla algo enfadada, pues la habían cortado en medio de un relato importante, el relato la su grandiosa vida, la vida de Priya. Priya subió a la azotea, donde se veía la inmensa ciudad iluminada de miles de luces incontables que se contrastaban con las estrellas. —Por fin llegas —dijo una voz femenina. —Ah, eres tú —dijo Priya. —¿Esperabas a alguien más? Priya solo recostó su cabeza a su mano, sintiéndose culpable por algo. —¿Le contestes? —Si. —¿Qué te preocupa? —¡Qué aún no he terminado! —dijo Priya suspirando. —Pero cual de las verdades le contaste. —Priya solo sonrió. Mario se encontraba en su casa, preparando una cena dominguera, un tarro de café estaba sobre su improvisada mesa, mientras solo un trozo de pan del tamaño de dos dedos era el acompañante de este. Últimamente a Mario no le estaban dando ganas de comer. En el ultimo chequeo el doctor había dicho que todo esto seria parte del curso de la enfermedad. Mario se fue a dormir, pero solo se quedó viendo su ventilador girar encima de su cama, preguntándose muchas cosas. —¿No puedes dormir verdad? —No. —¿Estás pensando en mí? —Si, pero no de la forma que quizás tu piensas. —Y qué piensas tú, que yo pienso. Mario miró a Priya en ese momento. —¡Nada! —Ja, ja, ja. —¿Te puedo preguntar algo? —Si dime. —¿Por qué me evitas? —¿A qué te refieres? —¿Por qué no te gusta hablar conmigo? —¡Porque hablar contigo, es como hablar conmigo mismo! Priya se quedó pensando en lo que Mario le acababa de decir, y para ella era difícil imaginar no ser real. —¿Crees que no pertenezco a ningún lugar? —¿Para que te torturas con esas? cosas si sabes lo que creo. —¿Cómo puedo tener estos sentimientos entonces? —¿Qué sientes? —Que me pierdo, y que dejaré de existir en cualquier momento, es como la sensación de morir. —Si, pero todo eso proviene de mí mismo. —¡Yo soy real! —Bramó Priya. —Tan real como que ¿Podría tocarte? —Inténtalo —dijo ella estirando su mano. Mario estiró su mano hacía ella, pero no pudo, antes de llegar su mano cayó de nuevo sobre la cama. Una lagrima rodaba por la mejilla de Priya, era tan real todo eso, que era difícil no perderse en la fantasía. —No pienses en eso —dijo Mario, tratando de alegrar un poco el corazón roto de su amiga imaginaria. —¿Crees que estoy pensando? —dijo ella limpiándose un poco las lágrimas que corrían por su mejilla. —Claro que piens… —Mario no culminó la frase, pues sabía por donde venía Priya con ese argumento. —Dilo, soy real —dijo ella con algo más diversión en su rostro. —Lo siento, quisiera decirte que si lo eres, pero no, una parte de ti, lo es, pero vive dentro de mí, toda esa esencia es creada dentro de mí y proyectada de alguna forma, todos esos sentimientos son parte de algo en mi vida que de alguna forma bloqueé. —¿Quieres decir? Que yo… soy tú. —De alguna forma sí. —Bueno, eso me hace más real que antes. —Si, así es. Mario miró a Priya, y sonrió un poco, ella se veía más calmada, y el estaba complacido de haber de alguna forma remediado la situación, también todas esas palabras ayudaron a Mario a entender muchas cosas, pues el mismo había dudado de su propia existencia. —¿Quieres seguir escuchando la historia? —Si, por supuesto —dijo Mario, el cual se encontraba sobre su cama, como un niño al cual le iban a contar algo fantástico —pero si me duermo, sigues mañana por favor. —¡Esta bien! pero trata de no dormirte! —¡trataré! Al salir a la calle, un hombre de unos treinta años, muy guapo, vestido de traje, se estaba bajando de un Mercedes Benz plateado, se veía que al caminar iba dejando el dinero regado por todos lados, se bajó rápidamente sus gafas de sol, mirándome sin ningún tipo disimulo, yo que siempre practique actuación en mi mente, doble rápidamente el pie, cayendo sobre el pavimento, mi tacón se había roto; la dramatización fue tan buena, que la verdad si me disloqué el tobillo, pero este hombre como en mi mente lo había imaginado, corrió hacía mí, levantándome en sus brazos, yo tome su brazo mirándolo a los ojos: el me llevó a su auto sin decir palabra alguna. Cerró la puerta, y me montó en su vehículo deportivo, el hombre guapo condujo como si estuviésemos en una persecución policial. Al llegar a la clínica privada, unos camilleros llegaron rápidamente, me levantaron y me inmovilizaron. Me llevaron adentro, este hombre me acompaño todo el tiempo, sus cejas estaban fruncidas, como si de verdad yo le importara. A los pocos segundos llegó una mujer de baja estatura, era bastante obesa, sus cabellos parecían mil caracoles. —¿Tiene algún tipo de seguro? —preguntó, mientras sostenía en sus manos una tabla de ingreso. Yo me quedé callada, por unos segundos, cerrando los ojos por el dolor, pues no tenía ningún tipo de seguro, mucho menos dinero. —Cárguelo a mi cuenta —dijo el hombre sacando una tarjeta negra. La mujer no dijo nada más, al parecer estaba igual de sorprendida que yo. —Debe salir de aquí, los familiares deben esperar fuera de la habitación ¡por favor! —llegó un doctor en ese momento. —Yo no… Yo mire a este hombre a los ojos y las palabras me salieron solas —amor, espera fuera, estaré bien. El solo sonrío y aunque no era una operación ni nada, solo debían llevar mi tobillo a su lugar, a través de los cristales de la habitación, veía a este hombre caminar de aquí para allá, como si estuviese esperando un bebé. Aunque el grito que yo pegue cuando el dolor movió de un solo golpe mi tobillo llevándolo al sitio, el grito fue muy parecido. Vi al hombre alejarse, y no se porque la tristeza de adueño de mí, pasaron varias horas, la atención conmigo era excelente, no sé lo que significaba tener una tarjeta negra, pero todos me trataban como si yo fuese de cristal, al pasar las horas ninguna persona entraba en la habitación, eso me lleno un poco de tristeza, imaginar mi vida solitaria en cuarto de una clínica, no es nada fácil, en esos momentos, es que te haces muchas preguntas. Pero cuando la noche cubrió los edificios de la ciudad de Valencia, que se veía a través de la ventana panorámica del cuarto que me habían dado, la puerta se abrió repentinamente. Por la puerta entró un gran ramo de girasoles y globos, lo que dio algo de alegría a la habitación, y finalmente entró él. El hombre guapo que me rescató, se veía muy nervioso, recuerdo que abrí y cerraba las manos, y estaba sudando, aunque la temperatura de la clínica completa debía oscilar los diecisiete grados centígrados. —¿Cómo te encuentras? —me preguntó él, su voz era muy varonil, y se sentía como paz escucharla. —Estoy bien, gracias a ti —le dije con mi pequeña voz convaleciente. Su sola compañía me había alegrado, estaba muy emocionada, y aún no entendía. El hombre movió los botones de mi cama, elevándome un poco hasta quedar semisentada, hice un gesto de dolor, y rápidamente dijo: —Lo siento, le pregunté al doctor, y me dijo que no había problemas. —No te preocupes, soy muy exagerada. El hombre rápidamente, se arrodilló en el piso y empezó hablar. —Se que no te conozco, ni se cómo te llamas —estaba tartamudeando en ocasiones, lo que lo hacía ver más lindo. Al parecer yo lo ponía nervioso. —Priya. —El sonrió, mucho gusto Priya, soy David. —Mucho gusto David. —Se que te acabo de conocer, pero una sola vez en la vida pasa, que vez a alguien y conectas, siento que estábamos destinados a encontramos, siento que no puedo dejar que te vayas de mi lado —busco dentro de su bolsillo interno del traje, sacando una cajita negra abriéndola, dejándome ver una sortija pequeña y hermosa azul como los ojos de David. —Si acepto —solo le dije eso. El se paró del suelo, ya se veía más relajado, sonreía, yo igualmente sonreía como tonta, creo que después de lo que había vívido, esta era la locura más grande que había hecho. Nos casamos en un gran evento social, cuando me preguntaban por mi familia, yo decía que estaba fuera del país. Y así pasaron los días de luna de miel, todo era muy feliz, por fin la vida sonreía para mí, pero todo lo que haces en la vida en algún momento se devuelve. Y nunca falta alguien que se pone a comparar fotos del periódico, y yo era muy famosa, había salido en dos. A los pocos días llegaron unos agentes del gobierno a la casa, yo los vi a través de la ventana de nuestra habitación, es cuando sientes que todo se derrumba, que no hay vuelta atrás, que solo debes huir. Bajé las escaleras con mucha cautela, y escuché a David hablando con los hombres. —Ella no se encuentra aquí señores, les ruego que se vayan. —Lo siento debemos revisar la casa. —No pueden pasar sin una orden, tengo una firma de abo… —¡Aquí esta la orden, ahora apártese! ¡usted es abogado! Ya sabe lo que les pasa a las personas que se oponen a la ley. Los agentes quedaron de frente a mí, y al parecer me vieron las intenciones, porque se abalanzaron contra mí lanzándome al piso rápidamente, me estaban haciendo daño; uno de ellos tenía la rodilla sobre mi espalda, recuerdo que una lagrima salió de mi rostro. Y todo cambió cuando sonaron dos disparos. Cuando levanté el rostro David tenía un arma de fuego en las manos, la cual dejó caer al suelo con sus ojos perdidos, los dos agentes estaban en el suelo, cada uno tenía un hoyo en su cabeza: fueron perfectamente ejecutados, la sangre corría en el suelo, que salía de sus cráneos sin parar. Yo fui a donde el estaba y lo abracé, él estaba completamente en shock, acababa de dañar su vida. —Vete —me dijo, mientras una lagrima bajaba por su mejilla. —Vámonos juntos. —No podría sobrevivir ni cinco minutos sin mis tarjetas de crédito, en cambio tú, ya lo has hecho. —No me puedo ir sin ti. —Debo esperar que vengan por mí, ahora soy un asesino. —Yo también lo soy. —No tu no lo eres, en tus ojos se ve, esa luz no puede existir en un corazón corrompido. —Pero David. —Solo vete —me dijo, se veía muy decidido. Fui rápidamente arriba desbordando lágrimas en toda la habitación, agarré una mochila, y metí lo que pude, pero un sabor amargo entro a mi boca, cuando otro disparo se escuchó. Al bajar, David sostenía la pistola en su mano y yacía en el piso. Salí corriendo de allí con el vestido que tenía puesto, y tomé un dinero en efectivo. A lo lejos se escuchaban unas sirenas. Al otro día en el periódico salió: triple homicidio, la asesina de hombres, la mi foto a color estaba impresa, en todos lados, habían usado una foto de nuestra casa. Detrás de la noticia, había un concurso de actuación, a el ganador le darían un curso completo de actuación. Yo estaba muy decidida, así que teñí mi cabello y mis cejas, cambie por completo mi estilo y me fui con ellos, cambie de nombre y perdí en el concurso, pero aquí estoy, con uno de los mejores escritores pidiéndole un papel en su novela. Mario que había estado exhorto escuchando todo esto, se levantó un poco de su silla para ir por un café, pues el relato se había hecho algo largo.
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