Capítulo 7

1180 Words
Mario, cierra la puerta, dándose la vuelta, mientras Priya está sentada en el sofá leyendo una revista de Vogue, que había encontrado en algún sitio. Mario mueve la cabeza de lado a lado, mientras se da la vuelta para ver a su nuevo amigo, que solo estaba allí sonriendo con sus ojos entrecerrados. —¿No vas a saludar a tu gran amigo? —dijo el hombre abriendo las manos. Al parecer a este sujeto no parecía importarle para nada la apariencia de Mario, en lo más mínimo, ni hacía el más mínimo esfuerzo para evadirlo. —¿Qué haces aquí? —dijo Mario secamente, mientras agarraba unos libros en su mano, y los movía de un lugar a otro. Ese era el pasatiempo favorito de Mario, mover las cosas de aquí para allá, para ver si algún día, podría terminar de clasificar sus libros por secciones. Pero cada vez que parecía haber terminado de catalogarlos, buscaba otra forma de autosabotearse. Mario, debía empezar a escribir una nueva historia para entregarla antes de marzo, pero pasaba el día moviendo cosas, lo que no le permitía concentrarse. —Me mandaron de la oficina, me han dicho que no has empezado a escribir aún, pero yo dije, debo ir yo mismo a cerciorarme, y aquí estoy —la sonrisa desbordaba su rostro de felicidad. —¡Si, es verdad! —respondió Mario sin inmutarse. El hombre no parecía importarle para nada esto, solo sonreía aún, como si Mario le hubiese contado una nueva travesura. —¿Y cuándo comenzarás? —Preguntó este. Mario no le contesta, finge que nunca escuchó la pregunta, mientras sopla un libro con la mano, saliendo una gran cantidad de polvo. El joven resopla, mientras encoge sus hombros. —Sabes que estoy aquí, de buena manera, solo necesito una respuesta para comenzar la selección de personajes —dijo el joven, en un tono algo más serio. —¿Sabes dónde puedo conseguir personas para una fiesta? —pregunta Mario, desviando la conversación. —¿Personas para una fiesta? ¿Acaso te volviste más loco? —pero rápidamente el joven cambia de expresión —lo siento, lo siento —le dice mientras coloca sus manos frente a Mario, moviéndolas. Priya También soltó la revista en ese momento, y miraba a Mario con mucha cautela, como si en cualquier momento fuese a explorar. —¿Me vas a conseguir a las personas? —dijo Mario, sin prestar atención a ninguno de los dos en ese momento. Priya se levantó de la silla y fue a donde estaba Mario. —¿Acaso te volviste loco? ¡Sabes que no puedes hacer eso! ¡Aquí en esta casa están prohibidos los invitados! Mario, sin embargo, ignoró a Priya, como si fuese un mosquito molesto. —¿Déjame ver qué puedo hacer? ¿Para cuándo es tu evento? —preguntó con curiosidad. Sin embargo, su amigo avecinaba una respuesta ilógica. —Para las fiestas navideñas —contestó Mario —Un momento, déjame ver si entendí ¿Necesitas unas personas para tu fiesta navideña? ¿y desde cuando a ti te importan esas cosas? —repitió cada una de las cosas, no creyendo todo lo que el mismo estaba repasando como una lista de compras. —¿Me vas ayudar o no? —dijo Mario ya molesto por tanto desvió del tema. —Como te dije, déjame ver qué puedo hacer, ya te ayudé, ahora necesito me ayudes tu a mí, dame algo que yo pueda a ellos ¿Cuándo comienza la selección? —las palabras salieron un poco desesperadas En ese momento se paró Priya del sillón en donde estaba, a lo que Mario, levantó su mano, en símbolo de que no dijera ninguna palabra, con su dedo índice levantado. El joven vio esto, y luego vio a donde estaba Priya. —Luego de las fiestas navideñas, empezaremos con la selección —dijo Mario. —Bueno es un trato, hasta entonces, pero dos preguntas ¿Qué clase de personas podrían venir? ¿y cuantas personas serían? —era la pregunta del millón que todos esperaban respuesta al respecto, incluso el mismo Mario. Mario nunca había imaginado tantas personas, y menos en su casa, lo cual sintió incomodidad de tan solo pensarlo, pero quería demostrarle a Julia que el podía hacer una fiesta también, más que demostrárselo a Julia, debía demostrárselo a él mismo. El joven se despidió, saliendo de la casa, mientras abría la puerta la señora Samantha también salía «ya se estaba volviendo una mala costumbre» pensó Mario justo en ese momento. La señora Samantha sonrió al joven justo en ese momento y avanzó a pasos cortos, mientras caminaba por el pasillo. Mario terminó de cerrar la puerta, encontrándose de frente con Priya, la cual le dio un enorme susto. —¿Qué haces? —preguntó Mario. —¿Una selección de qué? —dijo ella, un poco molesta, con las manos en su cintura. —Sabes que no puedes —dijo Mario. —¿No puedo qué? ¿ser tu personaje principal? —dijo ella abriendo un poco mas la boca que lo normal —No eres real —dijo Mario, dándole suficientes argumentos para que lo dejara tranquilo de una vez por todas. —¿Y eso que? —dijo Priya, con algo de soberbia en sus palabras. —Debes irte —dijo Mario, su voz sonó más apagada de lo normal. La luz de la tarde se estaba adentrando a la casa, como si fuese un invitado más del marchitado lugar, sin embargo, Mario cerró las cortinas completamente, acostándose en el mueble donde antes estaba Priya, tomando un libro al azar, y leyéndolo, pero realmente lo que hacía era entretenerse en algo más para que Priya se fuera del lugar. Luego que Priya vio, que ya los pensamientos de Mario se habían perdido dentro de las paginas de un libro, y no volvería a salir, hasta que el sueño lo venciera o terminara cada unas de las letras que en el libro existiese. Priya se dio la vuelta, caminando muy despacio, hasta que desapareció. Mario levantó el rostro en ese preciso instante, viendo el lugar donde antes estaba Priya. La casa se sentía más sola aún, no había ningún tipo de ruido, algo de tristeza invadió la mirada de Mario justo en ese momento, que volvió a meterse de nuevo en su libro, desapareciendo en medio de él. Pasaron varias horas, cuando la mano de Mario cayó a un lado, el libro reposaba sobre su pecho, el libro estaba abierto casi en la mitad, Mario no había comido nada en todo el día, al parecer lo había olvidado, tampoco ese día se había duchado, las cortinas estaban cerradas, y era difícil saber si era de noche o de día. Todo estaba en completo silencio, frente a su casa se encontraba la señora Samantha la cual, estaba cenando en ese momento mientras veía una película de los años setenta subtitulada al español cerca de Paolo, el cual devoraba en ese momento algo de carne del refrigerador de la señora Samantha.
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