Contratando a mis personajes

Capítulo 8

Llegó el día de navidad, un día cualquiera para Mario o para la señora Samantha, que, si nadie le decía que era esa fecha, no se daba por enterada. Algo que tenían en común estos dos vecinos.

Mario se despertó con el sonido ensordecedor del teléfono, igual de malhumorado como siempre, las ventanas de Mario aun continuaban cerradas, los días anteriores se había despertado en la madrugada, viviendo a esa hora como si fuese el día, es por eso que ese día festivo, aún tenía sueño, pues habían pasado solo unas cuantas horas de que se había acostado. Priya no había aparecido los últimos días, lo que indicaba que la salud de Mario, se encontraba algo estable.

—¡Aloooo! —era la voz del joven que había venido a visitar a Mario unas días atrás.

—¡Hola Beto! —dijo Mario algo impaciente.

—¡Feliz Navidad! —grito Beto a través del teléfono.

Mario se limitó a quedarse callado, parecía el Grinch de la navidad.

—¿Me conseguiste lo que te pedí? —preguntó Mario.

—Deja tu impaciencia amigo, no parece la actitud de una persona que va a celebrar en su casa hoy.

—¿Cuántas personas son? —dijo Mario, volviendo a evadir la pregunta.

—Te conseguí seis personas, por cierto, ¿ya tienes el menú? —aunque la voz de Beto se encontraba resignada a escuchar lo que se avecinaba.

—¿Menú? —dijo Mario, preguntándose si de verdad era necesario tener uno.

—No pensaras hacer una fiesta, sin comida —dijo Beto de una forma severa.

Mario en ese momento cayó en cuenta que era verdad, no había pensado que debía organizar todo eso.

—¿Podrías ayudarme? —dijo Mario, con un tono más bajo ahora.

—Mira la verdad, yo tengo mi propia celebración hoy —Beto se veía algo cansado.

—¡Esta bien! —dijo Mario un poco cabizbajo.

—Ya, está bien, te voy ayudar, salgo en un momento para allá —dijo Beto luego de resoplar al menos unos tres veces.

Seguramente Beto, estaba golpeándose con el teléfono justo después de colgar la llamada con Mario.

—Gracias Beto —dijo Mario en ese momento, un poco más alegre.

Mario corrió a la sala, buscando algo parecido a una mesa, pero cuando vio en donde estaba, sus ánimos bajaron por completo. Toda la mesa estaba cubierta de libros, abajo y arriba, quizás tardaría como cuatro horas en mover todo eso. Mario pensó por un momento en cancelar todo lo planeado, pero luego pensó en Julia, y sus ánimos volvieron nuevamente.

Este trabajo no era nada fácil, y menos para las pocas energías que tenía Mario, pues su mala alimentación lo había puesto en mala forma. Mario se arrepintió más de una vez, de hacer la fiesta de navidad, cada vez que maldecía, y hablaba solo sin parar con la pared; o de vez en cuando tomaba un libro y se quedaba viéndolo. Había pasado menos de una hora, cuando sonó la puerta: era Beto, que había llegado. Al abrir la puerta los ojos de Beto, se llenaron de asombro, al ver tan desorden junto en un solo lugar.

—¿Seguro la fiesta es para hoy? —dijo Beto en un tono algo sarcástico.

Mario miró a Beto con un poco de amargura en su rostro.

—¡A menos que hoy no sea navidad!

—Creo que sale mejor que alquilaras un lugar, la cuestión es que hoy es muy difícil, ya está todo copado.

—Igual no me sentía cómodo en otro sitio, que no fuese mi casa.

—Comodidad —dijo Beto, mirando a todos lados, apretando sus labios.

De pronto sonó la puerta de Mario, la cual estaban golpeando con mucha angustia. Al abrir la puerta, era la señora Samantha, la cual estaba a punto de golpear la puerta nuevamente, pues tenía la mano derecha levantada, con la mano empuñada, y sus cejas fruncidas.

—Si, dígame —Bramó Mario, con cara igualmente de descontento, y descortesía.

La señora Samantha pasó la mirada hacía el interior de la casa, buscando algo, al ver a Beto, esbozo una enorme sonrisa. Mario que aún seguía viendo a la anciana en ese momento, volvió a preguntar, siendo lo más cortés que podía permitirse en ese momento.

—¿Se le ofrece algo?

—¡Si, está haciendo mucho escandalo! —regaño la señora Samantha a Mario, luego levantó la mano saludando a Beto, el cual le regresó el saludo.

—Si, bueno lo siento… —dijo Mario, tratando de conseguir una palabra adecuada y no ofensiva —… es que hoy tendremos una fiesta.

—¡Una fiesta! — dijo la señora Samantha, no gustándole nada como eso había sonado, pues el ruido parecía incomodarle.

—Si señora una fiesta, hoy es navidad, un día que se celebra, ya si no le importa —dijo Mario, lanzando la puerta en la cara de la señora Samantha, la cual volvió a tocar la puerta.

—Mire usted…—gritaba la señora Samantha desde el otro lado de la puerta, casi se escuchaba inaudible —…grosero, patán, sin vergüenza.

—Eres muy grosero con tu vecina tan amable —dijo Beto.

—Ella no es una vecina, ella es una problemática metiche, sin vida propia, y eso de amable, no se dé donde lo sacaste.

Pasaron toda la tarde, terminando de ordenar hasta que un cuadro de aproximadamente tres metros cuadrados, quedó libre, alrededor de todo esto había muchos libros, lo que daba una apariencia ambigua, pero no estaba mal del todo, la pared de libros que se formaba quitaba todo el desorden. El baño fue perfumado con una fragancia exquisita que Beto consiguió en la recamara de Mario.

—Bueno, solo hace falta, un poco de higiene —dijo Beto acercándose un poco a Mario repentinamente.

Mario olfateó sus axilas, colocando una expresión en su rostro, de desconocimiento del comentario de Beto, pues para él, olían perfectamente.

—Creo que estoy bien así.

—No yo creo que no, además, me dijiste que Julia vendría ¿no? ¿No quieres que te vea así?

 Mario quiso volver a repicar, pero no encontró un argumento válido, pues la verdad no recordaba cuando había sido su ultimo baño.

—Vayamos a elegir tu guardarropa —le dijo Beto, en ese momento.

Mario que sintió que Beto estaba cruzando la línea contestó:

—Creo que ya la ropa la elijo yo.

—Si, esta bien, pero no vayas a salir en pijama.

Mario fue a su cuarto, abriendo una puerta que estaba a mano derecha en la entrada, la puerta estaba como todo en la recamara, lleno de polvo y telarañas, parecía que no se había abierto en mucho tiempo.