Sheyla miró a su alrededor, una sensación de pánico comenzando a invadir su cuerpo. Respiró profundamente, intentando mantener la calma, pero sus manos temblaban levemente.
No era buena idea estar encerrada en un ascensor, mucho menos en una situación tan impredecible.
—¿Qué está pasando? —preguntó con voz tensa, tratando de no parecer alarmada después de haber gritado que le tenía miedo al ascensor.
Nate, manteniendo la calma que lo caracterizaba, revisó los botones antes de presionar el de emergencia.
Nada sucedió de inmediato. Entonces, miró a Sheyla y notó la expresión de angustia en su rostro.
—¿Estás bien? —preguntó con suavidad.
Ella negó con la cabeza, apretando las manos en puños mientras su respiración se volvía más superficial.
—No, no estoy bien. No soporto los ascensores. —Su voz tembló, y una nota de vulnerabilidad se coló en sus palabras—. Tengo miedo de quedarme atrapada.
Nate observó cómo la tensión en su cuerpo se intensificaba. Caminó lentamente hacia ella, su rostro relajado pero con preocupación visible en sus ojos.
—Sheyla, escúchame —dijo con su voz firme, colocándose frente a ella—. Tienes que mantener la calma. Estamos bien. —Pulsó nuevamente el botón de emergencia, esta vez más deliberadamente—. Pronto vendrán a ayudarnos, pero necesito que te concentres en mí, ¿de acuerdo?
Sheyla apretó los labios y asintió levemente, aunque sus ojos no podían dejar de mirar las paredes cerradas del ascensor, sintiendo que el espacio se volvía cada vez más pequeño.
—Continúa mirándome Sheyla —continuó Nate, acercándose un poco más—. Todo va a estar bien.
Sheyla respiró más profundo, pero su cuerpo todavía temblaba ligeramente, presa de la tensión acumulada.
Nate podía sentirlo, sabía que las palabras no serían suficientes para calmarla completamente. Sin pensarlo mucho más, siguió su instinto.
—Espera, Sheyla —murmuró, inclinándose más cerca, hasta que sus labios quedaron a milímetros de los de ella—. Confía en mí.
Y antes de que ella pudiera reaccionar, Nate la besó. Fue un beso suave al principio, como una manera de tranquilizarla, de distraerla del miedo.
Pero apenas sus labios se encontraron, una ola de sensaciones fluyó entre ambos. El beso, que había comenzado como un acto de calma, se volvió más profundo, cargado de una intensidad que no esperaban.
El caos exterior, el ascensor detenido, la incertidumbre, todo desapareció en ese momento.
Para Sheyla, la sensación de estar atrapada se esfumó, reemplazada por la calidez y el apoyo que encontró en los labios de Nate.
Sus manos, que habían estado temblando, se aferraron a su saco de miles de dólares, buscando seguridad en el contacto físico, mientras se perdía en el beso.
Finalmente escucharon el sonido del ascensor que se abría, y Nate se alejó bruscamente para no levantar sospecha.
—Señor Kellerman ¿Está bien?— Preguntó el técnico.
—Estamos bien— Respondió mientras salía con seriedad del ascensor.
Nate fue hasta su oficina y seguido de eso, entró su amigo Leonel, mientras que Sheyla se sentó en la silla detrás de su escritorio, trabajando de contenerse con lo que había pasado.
—Ese ascensor ya lo están reparando, no volverá a suceder— Expresó Leonel.
Sin embargo, Nate parecía estar en otra honda, lejos, pero lejos recordando aquel beso que movió la calma de Sheyla.
—¿Qué te pasa?. Pensé que estarías enojado por lo sucedido pero pareces muy calmado— Continuó Leonel diciendo.
—Sheyla es una niña para mí— Fue su respuesta despistada.
Leonel se quedó asombrado, y mirando con curiosidad la indiscreción de Nate.
—¿Una niña?. ¿A qué te refieres?— Preguntó con interés.
—Ella tiene 20 años de edad y yo casi 36, no puedo fijarme en una mujer tan joven, eso no estaría bien.
—Pero ¿Por qué te has fijado en ella?.
—Desde que vi su información en su expediente, me llamó la atención que una joven e 20 haya sido contratada en este empresa y que además aparezca con tantas cualidades— Le dijo sobre sus dudas.
—Ella es buena en su trabajo, a veces puede parecer torpe pero su trabajo es impecable— Le respondió Leonel.
Nate se quedó pensativo antes de poder dar una respuesta, sus pensamientos estaban fundidos en aquel momento.
—Si el amor es de verdad la edad no importa, o al menos muchos dicen así— Le expresaba jocosamente Leonel.
Nate asintió a decir “no” con la cabeza, no estaba de acuerdo con Leonel.
Una vez que Leonel se marchó, Nate empezó a validar su trabajo del día, estaba tan abrumado que casi no se podía concentrar.
Su silencio fue interrumpido cuando Sheyla entró sin que él la viera llegar.
Su mirada quedó perpleja ante ella una vez más por todos los pensamientos que había tenido sobre ella.
—¿Qué pasa Sheyla?— Preguntó Con indiferencia.
—Una señorita lo busca. Su nombre es Vanessa— Dijo.
Nate sin replicar alguna palabra, asintió con la cabeza, así que, Sheyla fue hasta la puerta y la abrió.
Vanessa una mujer muy elegante y con clase, entró y se fue hasta donde estaba Nate, tomó asiento sobre sus piernas y lo besó apasionadamente.
Nate se percató que Sheyla estaba aún frente a ellos, así que finalmente abrió su boca. —Puede retirarse Sheyla— Dijo finalmente.
Sheyla sin decir nada mas, se retiró. Sin embargo una vez que la puerta se cerró detrás de ella, no pudo evitar pronunciar algunas palabras.
—¿Cómo es posible?— Se preguntaba.
— A penas hace unas horas me besaba y ahora besa a otra, es igual que todos los hombres, solo busca divertirse, y supongo que yo podría serlo para él— Se repetía enojada consigo misma.
Cuando estaba tomando asiento en la silla de su escritorio, el teléfono sonó, su jefe la necesitaba nuevamente en la oficina.
Sheyla se paró frente a la puerta, respiró hondo antes de entrar para que no se notara su decepción.