Un beso robado.

1015 Words
Cuando llegaron a casa de Sheyla, Nate sonrió levemente mientras bajaban del auto, pero no era una sonrisa cualquiera; tenía un tinte de desafío, como si supiera algo que ella no estaba dispuesta a admitir. —¿Por qué lo rechazaste de esa forma tan… definitiva? —preguntó Nate, refiriéndose a la propuesta de matrimonio de Víctor—. No pareces el tipo de mujer que rechaza algo tan jugoso sin razón. ¿Por qué no te casarías? Sheyla frunció el ceño y lo miró con desdén. —Ya se lo dije, Nate. No tengo interés en casarme, y menos con alguien como él. Me concentro en ser su secretaria y hacer bien mi trabajo— Le dejó en claro sin ningún rodeo. Justo cuando iba a responder, Sheyla se percató de que alguien se acercaba, y le parecía conocer esa silueta en medio de la oscuridad de la noche. En un instante, la mente de Sheyla se aceleró. Su mente estaba vagando en cómo resolver la situación que parecía avecinarse. Sin pensarlo demasiado, Sheyla tomó una decisión drástica. —Bésame, rápido —ordenó con voz urgente. —¿Qué?, no haré eso, no la entiendo, a penas rechaza una oferta de matrimonio y ahora quiere que la bese, ¿Quien es usted?— Le preguntó en un tono dominante. Sin embargo, Sheyla no le respondió, pero se lanzó a sus labios y pegó los de ella con los de él. Nate se quedó con sus manos hacia abajo, totalmente tiesas. Sheyla que tenía sus ojos cerrados, movía su boca para que el beso fuera correspondido. Nate inesperadamente, la rodeó con sus brazos y empezó a corresponder el beso. Cuando finalmente se separaron, ambos respiraban con dificultad. Sheyla notó que la silueta que había visto en la oscuridad había desaparecido, y el peligro parecía haber pasado. —Eso fue… —comenzó Nate, pero Sheyla lo interrumpió. —No diga nada, discúlpeme señor Kellerman —le advirtió, su voz firme pero con un temblor evidente. Se apartó de él, intentando recomponerse. El control que tanto había luchado por mantener se había desmoronado en cuestión de segundos, y ahora no sabía cómo procesar lo que acababa de suceder. Nate la observó en silencio, con una expresión que mezclaba sorpresa e intriga. Algo en Sheyla lo atraía de una manera que no había anticipado, y ese beso solo había profundizado el misterio. —No sería prudente que una persona como yo se esté besando con usted en la calle— Expresó Nate mientras miraba a su al rededor como si quisiera en contrae algo. —Lo siento, sé que eso se ve mal, es decir, una simple secretaria besando a un hombre que posiblemente tenga esposa e hijos, eso es imperdonable— Le dijo con una sonrisa irónica. Nate se entró sus manos en el bolsillo dejando ver que no tenía nada que ocultar. —Sheyla no estoy casado y no tengo hijos. Sé que a mi edad la mayoría de los hombres ya han cumplido con esas dos partes pero no es mi caso. Sheyla se sintió avergonzada por haber pronunciado aquellas palabras. No esperaba escuchar una respuesta tan directa por parte de Nate. —Lo siento mucho, no quise incomodarlo— Intentó solucionar la situación. —No pasa nada, no es fondo mi edad Sheyla, tengo 35 años de edad y en pocos días, ya serán 36, supongo que debe estar pensando que debo apresurarme a casarme y tener hijos— Dijo en tono jocoso. Sheyla no pudo ocultar una sonrisa, las palabras jocosas de Nate la hacían estallar casi de la risa. — No, no estoy pensando en eso, solo pienso que aún es joven y puede hacer eso en cualquier momento— Agregó Sheyla. —Aún no he conocido a la mujer ideal, pero quizás suceda o quizás nunca suceda— Ale respondió mientras la miraba fijamente a los ojos. —Disculpe señor Kellerman, ya debo entrar— Expresó rompiendo la conversación que a penas empezaba. Nate miraba como Sheyla entraba a su pequeña casa, tan rápido ella entró, se asomó por la ventana y vio como su jefe encendía su auto y se marchaba. Inesperadamente alguien puso su mano sobre su hombro, provocando que Sheyla forzara un un grito de susto, sin embargo al girarse, respiró con calma. —Eres tú— Dijo al ver a Blanca. —Si, soy yo, pues vivo aquí— Le respondió riendo.— ¿Qué te pasa?, estás nerviosa. —Es que me pareció ver a alguien y ya sabes, ando con los nervios de punta— Expresó mientras caminaba hacia su habitación. Esa noche, Sheyla no podía casi dormir, pensaba en la propuesta que había recibido de matrimonio, pero también en el beso que le había dado a su jefe. La mañana siguiente, Sheyla se levantó muy temprano, tenía que estar en su trabajo en horario habitual. Sin embargo como siempre llegaba casi corriendo a la oficina. Está vez, decidió tomar el ascensor, y una vez dentro oprimió el botón del último piso, pero cuando pensaba que la puerta del ascensor se cerraría, abrió nuevamente. Nate entraba con un traje gris elegante, su porte alto e imponente pero frío cerró la garganta de Sheyla. —Buenos días Sheyla— Dijo Nate tomándose un segundo para mirarla. Sheyla no podía levantar la cabeza, estaba rodeada de la vergüenza. —Buenos días señor Kellerman— Le respondió con su mirada hacia el suelo. Inesperadamente, Nate levantó la mirada de Sheyla, la observó por u so instantes y una sonrisa se posó en sus labios. —¿Por qué no me mira a los ojos?— Preguntó con firmeza. —Estoy..estoy muy avergonzada por lo de anoche— Le respondió casi con voz ronca. Sin que ninguno lo viera venir, el ascensor se detuvo antes de llegar al último piso, hubo un movimiento brusco que hizo que Sheyla se aferraba al pecho de Nate. —Le tengo miedo a los ascensores— Gritó con miedo. Nate no le respondió pero sus brazos fuertes y delicados la abrazaron con fuerza.
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