Al caer la noche, Sheyla estaba en su cama, envuelta en sus sábanas suaves, con una sonrisa radiante en su rostro. No podía dejar de pensar en todo lo que había sucedido esa mañana. Su mente repasaba cada palabra de Nate, cada beso, cada confesión que habían compartido. La felicidad la invadía, algo en su interior la hacía sentir ligera, como si flotara. Era extraño y liberador a la vez. Sin embargo, mientras sus pensamientos la mantenían ensimismada, el suave sonido de un golpe en la puerta la hizo volver a la realidad. La puerta de su habitación se abrió lentamente, y para su sorpresa, allí estaba Pablo, con un ramo de flores en las manos. Sheyla lo miró, un poco sorprendida pero al mismo tiempo agradecida por el gesto. —¡Pablo! —exclamó con una sonrisa, intentando ocultar la s