Nate, sin apartar la mirada de los ojos de Sheyla, la levantó en sus brazos con un fuego que encendía el aire entre ellos. Sheyla lo rodeó con sus brazos, sus cuerpos conectados, y el deseo apenas contenido vibraba en cada uno de sus movimientos. Él la llevó a la habitación con pasos rápidos, como si cada segundo de espera fuera insoportable. Al llegar a la puerta, Sheyla señaló con una mano temblorosa la habitación a la que debían entrar, y Nate la cruzó sin dudar, empujando la puerta con el pie, que se cerró suavemente tras ellos. Dentro, la atmósfera se sintió cargada de electricidad, un espacio íntimo en el que solo existían ellos dos. Nate la depositó sobre la cama con una urgencia controlada, su respiración agitada mientras su mirada recorría cada centímetro de su cuerpo. S