La mañana siguiente, Sheyla llegó a la oficina pensando en todo lo que había pasado la noche anterior. El frío matinal acariciaba su piel mientras ajustaba su abrigo, todavía reflexionando sobre lo sucedido. La imagen de Nate cargándola en sus brazos, su actitud autoritaria, seguía martillando en su mente. Pero más que eso, el beso que habían compartido en el ascensor parecía ser la chispa que había encendido algo más profundo dentro de ella, aunque tratara de negarlo. Necesitaba mantener la compostura. Respirando hondo, entró en el edificio de la empresa y caminó hacia los ascensores. Justo cuando se acercaba, las puertas de uno se abrieron. Para su sorpresa, allí estaba Nate, acompañado de Pablo, un joven empleado de la empresa, conocido por su simpatía y galantería. Sheyla, au