Reunión de negocios.

1045 Words
El reloj marcaba las ocho en punto cuando Nate estacionó su lujoso automóvil frente a la casa de Sheyla. No era común que él recogiera personalmente a alguien para una reunión, pero había algo en ella que lo impulsaba a hacerlo. Tal vez la curiosidad de conocer más a fondo a su misteriosa secretaria, o tal vez, simplemente, una excusa para verla fuera del entorno habitual de la oficina. Apagó el motor y esperó pacientemente, pero con una impaciencia interna que no lograba controlar. ¿Por qué sentía esta ligera expectativa? Nate era un hombre acostumbrado a mantener el control, a nunca dejar que sus emociones dominen sus acciones, pero con Sheyla todo era diferente. Entonces, la puerta de la casa se abrió. Sheyla salió, y el mundo de Nate se detuvo por un segundo. Llevaba un vestido n***o ceñido al cuerpo, sencillo pero increíblemente elegante, que dejaba entrever su silueta de manera sutil. El escote, discreto, mostraba apenas lo suficiente para capturar la atención sin ser exagerado, y su cabello, normalmente recogido en la oficina, caía en suaves ondas sobre sus hombros. Unos tacones altos completaban su figura, dándole un aire de sofisticación y seguridad que parecía casi irreal. —Buenas noches señor Kellerman— Dijo Sheyla al acercarse. —Buenas noches— Se limitó a decir mientras abría la puerta del auto. Nate encendió una vez más los motores del auto y se marchó, había un silencio incontrolable entre ellos, y aunque Nate no movía la cabeza hacia Sheyla, sus ojos lo hacían de vez en cuando. Después de aproximadamente veinte minutos, Nate detienen su coche en una mansión exquisita. Cuando ambos bajaron, un empleado tomó la llave del auto para estacionarlo donde correspondía. Caminaron hasta la puerta donde los recibieron con amabilidad hasta llevarlo a una mesa sofisticada. —Buenas noches— Dijo Nate al ver a dos personas sentadas. Ambos se levantaron de sus sillas y extendieron su mano para saludar a Nate y a la vez a Sheyla. —Señor Kellerman, este es mi hijo Víctor, lo estoy involucrando en mis negocios— Dijo el hombre de aproximadamente 50 años de edad. Sin embargo, Víctor estaba atónito y deslumbrado por la belleza de Sheyla, no pudo quitar su mirada de ella. —Señor Kellerman será un gusto hacer negocios con usted— Dijo Víctor sin ni siquiera prestarle atención. Sheyla no pudo evitar sentirse incómoda ante la mirada profunda de Víctor. Los cuatros tomaron asiento mientras le servían un poco de vino. Los tres hombres tomaron la copa de vino, pero Sheyla ni siquiera la tocó. — Puedes tomarte esta copa de vino, no pasará nada aunque estemos en reunión de trabajo— Dijo Víctor en un tono amigable. Sheyla le mostró una sonrisa de agradecimiento. —No tomo alcohol, pro aún así le agradezco— Le dejo en claro. Nate se sintió aún intrigado con la respuesta de Sheyla, una mujer tan joven que aprecia tener control de sí misma, no le daba buena espina. La cena de negocios estaba en pleno apogeo. Los empresarios discutían números, proyectos y estrategias, pero la tensión se concentraba en un punto específico de la mesa. Víctor, el hijo del hombre con quien Nate estaba cerrando un trato, no dejaba de mirar a Sheyla. Su atención constante empezaba a incomodarla cada vez más, pero ella mantenía una postura serena. —Tengo 23 años —dijo Víctor con voz segura, dirigiéndose directamente a Sheyla, ignorando al resto de la mesa—. Y estoy en la etapa de mi vida en la que estoy buscando a la mujer adecuada para casarme. La mesa quedó en silencio. Las miradas curiosas se enfocaron en él y luego en Sheyla, quien apenas podía ocultar su incomodidad. Nate, sentado al lado de ella, tensó los músculos al escuchar la confesión de Víctor. —Sheyla, debo decir que me has deslumbrado —continuó Víctor con una sonrisa arrogante—. Si te casas conmigo, te prometo el mundo. Haré que tengas la vida que siempre has soñado. No tendrás que preocuparte de nada nunca más. Sheyla sintió que todos los ojos estaban sobre ella, esperando una respuesta. La propuesta de matrimonio, en ese contexto, era tan inesperada como inapropiada. Se aclaró la garganta y respondió con una calma que apenas lograba mantener. —Víctor —dijo, con una leve sonrisa que no llegaba a sus ojos—, aprecio tus palabras, pero no estoy interesada en casarme. No ahora, y probablemente jamás lo esté. Así que te agradecería que guardes tu distancia y que te concentres en los negocios que realmente importan esta noche. La expresión de Víctor se torció en una mueca de sorpresa y desdén, claramente no acostumbrado a recibir un “no” por respuesta. El ambiente se había vuelto tenso. Nate, por su parte, miró a Sheyla con una sonrisa apenas perceptible en sus labios, como si su respuesta lo hubiera entretenido más de lo que hubiera esperado. Sin embargo, la palabra “jamás” había captado su atención, dejando una semilla de curiosidad en su mente. Víctor se recompuso, riendo nerviosamente como si lo que acababa de pasar no fuera más que una broma. —Bueno, quizás cambies de opinión algún día —dijo, intentando restar importancia a la situación—. Pero respeto tu decisión. Nate continuó la reunión para acabar con la tensión persistía, flotando en el aire como una sombra que no se desvanecía. Una hora después, los negocios se habían cerrado y todos se levantaron para despedirse. Al salir, Nate y Sheyla caminaron hacia su auto en silencio, pero Nate no tardó mucho en romper ese silencio cuando se encontraron solos. —Así que… “probablemente jamás lo esté”. —Nate repitió las palabras de Sheyla mientras abría la puerta del auto para ella—. ¿Nunca te has planteado casarte? Sheyla lo miró rápidamente, incómoda con el rumbo de la conversación. —No es un tema que me interese discutir —respondió evasiva mientras se subía al auto, intentando desviar la conversación. Nate, ya dentro del vehículo, la miró fijamente, intrigado. El motor ronroneaba suavemente mientras él se inclinaba ligeramente hacia ella. Sheyla pensaba que diría algo más pero solo le puso el cinturón de seguridad.
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