La noche cayó, y la oficina de Nate permanecía silenciosa, con solo el sonido ocasional de hojas moviéndose y teclas presionadas rompiendo el mutismo. Las luces tenues del edificio apenas iluminaban el espacio, proyectando sombras suaves sobre los escritorios. Sheyla estaba sentada frente a Nate, revisando los últimos documentos que habían acordado revisar juntos. El ambiente estaba cargado de una tensión que había estado creciendo durante el día, pero ambos intentaban concentrarse en el trabajo. El reloj marcó las 8 en punto cuando una pequeña alarma en el teléfono de Sheyla sonó, una suave campanada que llenó el aire tenso de la oficina. Ella miró el teléfono, apagó la alarma y luego se levantó de su silla, estirándose sutilmente. —Me marcho, ya son las 8 —dijo Sheyla, su voz t