A la mañana siguiente, Nate y Sheyla llegaron a la oficina como lo habían hecho la última vez. Aunque habían pasado una noche inolvidable juntos, ambos sabían que en el trabajo debían mantener las apariencias. Sheyla se despidió de Nate en el estacionamiento, tomando el ascensor mientras él, como había prometido, subía las escaleras. Durante el trayecto, ambos intercambiaron miradas discretas pero cargadas de complicidad. Una vez en su escritorio, Sheyla se concentró en su trabajo. La jornada apenas comenzaba, pero ya había mucho que hacer. Mientras revisaba algunos informes, escuchó unos pasos que se detuvieron frente a su escritorio. Al levantar la vista, se encontró con Pablo, sonriendo, con una rosa roja en la mano. —Buenos días, Sheyla —dijo Pablo, extendiendo la flor haci