—¡Oh por Dios! ¿Qué hago pensando en ese hombre? ¡Es una locura! No, no, me resisto, no puedo estarme enamorando de ese tipo. ¡De todos, menos de Michael! Mi propio esposo que se atrevió a menospreciarme sin conocerme. —Caminó alrededor de su cama y se enterraba las uñas en el cuero cabelludo, lastimándose sin percatarse del dolor.
Estaba entrando en razón de que ya era muy tarde, porque las acciones y cercanía con ese perverso hombre habían hecho que empezara a ilusionarse con él. Sin embargo, intentaba consolarse:
—Él jura que sigo siendo la tonta que desconoce la verdad. Pero se va a terminar sorprendiendo cuando descubra que también le he estado usando —dijo, pero la verdad es que aunque supiera que todo se trataba de alguna estrategia de Michael, no podía hacer casi nada.
O bueno,
