En la noche anterior, Michael Mancuso después de dejar a Melissa en su residencia, se dirigió hasta su casa. Iba cansado, pero expectante de haber conocido a una mujer interesante y arriesgada.
Lo había doblegado el desinterés con el que lo había salvado. Estaba en deuda con ella, sin embargo, había algo que no podía entender, decía ser casada, pero mantenía un aura de inocencia.
—¿De dónde te sacaste esa ingenua? Será una más de las que acaban en el cementerio o en la cárcel gracias a tus negocios —se burló Regina viendo cómo se había quedado extasiado y dedujo que estaba pensando en ella—. Eres una maquina asesina, mi amor.
—¡Eso no es de tu incumbencia! Ocúpate de tu trabajo. No mezcles las cosas… Ya me oíste, no quiero que nada le pase… es más, ordena que haya vigilancia noche y día en su apartamento. —Regina torció los ojos y respiró profundo para no contradecirlo—. ¡No te escuché!
—¡Sí, te oí! —dijo con fastidio, pero al ver la oscura mirada de Michael decidió responder de forma obediente—. ¡No te preocupes, jefe! Daré cumplimiento inmediato a tu orden.
Michael se relamió los labios y se acercó, —Así me gusta, obediente y cooperando —dijo tomándola por el mentón con fuerza para besarla, mientras Regina se dejaba llevar por sus fuertes manos y se hipnotizaba con su perfume cítrico y amaderado
—¡Eres un arrogante! Sabes que haces lo que te da la gana conmigo porque estoy a tus pies, quisiera no tener que necesitar estas dosis de placer que me… das. —Apenas pudo pronunciar esas palabras porque una mano le apretaba el cuello cortándole la respiración y otra se dirigía a su entrepierna.
—¡Así es, la mamba negra será mía hasta que yo lo decida! —Luego se volteó y se ubicó en su asiento, dejando a Regina ardiendo en deseo.
Al llegar a su residencia, un sedán n***o sin placas estaba mal estacionado. De inmediato se puso en alerta y sacó su pistola nueve milímetros que llevaba escondida en la pretina de su pantalón.
Sus hombres se bajaron a inspeccionar mientras él permanecía alerta en el auto.
—¡Ya puede bajar tranquilo jefe! El tuerto ha capturado al traidor causante del atentado en el bar. Ya lo tiene en el sótano esperando tus órdenes… ¡Usted dirá! ¿Lo quemamos vivo? —interrogó uno de sus subordinados.
—¡No! Yo mismo quiero resolver ese asunto. Ahora me siento sucio, debo ir a ducharme para bajar y encontrar una respuesta. Dile a tuerto que lo necesito vivo. —Salió del auto, guardó de nuevo el arma en la pretina del pantalón y subió a su habitación.
Ingreso y de inmediato pasó al lavabo, se quitó unos guantes de látex de color piel que se ceñían a sus manos. Se desinfectó con esmero porque había estado en contacto con mucha gente.
Rara vez se le vería luciendo sus blancas manos, era muy meticuloso y hasta enfermizo con su aseo personal.
Se perfumó y por último tomó un par de guantes negros de cuerina, que solían ser los favoritos, se ajustaban al tamaño de sus manos y le cubrían hasta la mitad de la muñeca.
Bajó con tranquilidad las escaleras y le pidió a Regina que le preparará un trago. Abrió la puerta que lo llevaba al sótano y allí descubrió con sorpresa como el tuerto ya tenía al rehén atado a una columna con sus brazos estirados.
Caminó alrededor del rehén mientras fumaba un poco y lo miraba fijamente, necesitaba intimidarlo para que confesara
—¿Quién eres? —preguntó con naturalidad.
Pero el hombre no quería ni siquiera dirigirle la mirada.
—Maldito, he preguntado: ¿Quién eres? —volvió a insistir con más fuerza haciendo énfasis en cada palabra.
Pero, por lo visto el hombre no traicionaría a sus aliados, permanecía en silencio. Sin responder a ninguna de las preguntas que le habían hecho.
—¿Quién te pagó para que me asesinaras? ¡Habla! —ordenó Michael mientras lanzaba el cigarrillo al piso y lo apagaba cuidadosamente con su zapato—. ¡Necesito un trago!
En ese momento la Mamba negra corrió hasta el pequeño bar y le preparó la bebida que había pedido. Sabía que debía ponerle tres cubitos de hielo, una rodaja de naranja y suficiente cantidad de licor. Sin respirar Regina le acercó el vaso y él sorbió unos tragos extremadamente exaltado, el hombre seguía sin confesar, obstinado le lanzó el licor en el rostro.
Pero el traidor no parecía incomodarse. Lanzó la copa al piso, la partió y tomó un trozo de vidrio
—¡Si hablas, puede que tu linda esposa o tus hijos aún te puedan reconocer! ¡De lo contrario te sacaré la piel pedazo a pedazo con este vidrio! —Al parecer nada lo haría soltar la información.
Michael se acercó y con rapidez le hizo un corte en el pómulo:
—¡Quiero ver hasta dónde llega tu lealtad y valentía! —Volvió a intentar persuadirlo. Pero el rostro fiero del hombre le demostraba que no estaba dispuesto a hablar.
—¡Confiesa! Dime, ¿quién fue el que te envío a hacerme daño? Solo necesito un nombre. —El hombre lo escupió y eso fue lo peor que se le pudo ocurrir.
—¡Tráiganme toallas húmedas y desinfectante! Esta rata asquerosa me ha volcado sus inmundicias. ¡Ya! —Limpió y desinfectó su rostro, ahora llenó de ira tomó dos pinzas que estaban conectadas a la electricidad—. ¡Quítenle la camisa! Recibirá descargas eléctricas hasta que confiese.
Luego de varios choques con esas pinzas, el traidor gritó.
—¡Fue Alessio Liborio! Ya no me torturen más, por amor a Dios —suplicó.
—¡Viste que era fácil! Ahora que confesaste te ganaste un premio. Irás a ver a Pedro y él te limpiará tu expediente. —El traidor respiró aliviado. Por lo menos podría conservar su vida.
Pero apenas se volteó Michael, sacó la pistola, le puso el silenciador y le atravesó la cabeza con una bala.
—Aquí en la tierra no hay perdón para traidores. —dijo después de dispararle. Le entregó el arma a su fiel tuerto y le pidió que se deshiciera del cadáver—. ¡Quiero que me intercepten a Alessio Liborio desde ahora! También quiero información de sus tratos clandestinos… por donde se mueve, que patrocina, los empleos engañosos que ofrece, su red pornográfica… Es decir, quiero un libro con evidencia fotográfica de sus crímenes más oscuros. Ubicación de su familia y todo lo que lo involucre.
Ahora a Michael solo le quedaba esperar que sus hombres hicieran el trabajo. Así que se decidió ir a ver su abuelo Joseph para comprobar que todas las cosas estuvieran bien en casa.
Joseph, era un hombre temible y despiadado. Solo con pocas personas manifestaba su aprecio. Al verlo regresar lo saludó efusivamente con un abrazo.
Antes de que Michael se casará, le obligaba a irlo a visitar todos los fines de semana, pero después de que se casó, prefirió dejarlo tranquilo que hiciera vida con su esposa, o bueno, eso era lo que le había hecho creer.
—¿Cómo estás, abuelo? Te he echado de menos. —interrogó mientras su abuelo lo conducía a la sala para hablar un rato.
—Bien, extrañado de que te pases tanto tiempo sin venir a ver a tu viejo. ¿Ya no me quieres como antes verdad? —interrogó desanimado—. ¡A los viejos ya no los quiere nadie!
—No es eso abuelo Joseph, he estado muy ocupado con los negocios, ahora también me postulé para un cargo universitario como profesor y fui aceptado.
«¿Un trabajo decente? De seguro algo extraño había detrás de esa decisión» pensó el abuelo, pero no lo juzgo.
—Eso me pone feliz. ¿Cómo marchan los negocios? ¿Todo en calma? —preguntó expectante.
—Los negocios van viento en popa. Pero anoche sufrí un atentado, varios hombres me dispararon y aunque fue muy leve si me alcanzaron a rozar dos balas —dijo bajando la cabeza para que viese la pequeña cicatriz y descubriendo su hombro lastimado.
—¿Quién ha sido? Han de ser del grupo Sagrado castigo, ahora han estado tomando mucho territorio porque sus negocios han estado creciendo como la espuma —explicó el abuelo.
—Así es, se trata de nuestro antiguo aliado Alessio Liborio. Alias “el vikingo” después de que sus padres y su pequeña hermana murieron en ese coche bomba que estaba dirigido a mis padres, se declaró mi peor enemigo. Solo hasta ahora ha empezado a perseguirme. —El abuelo se quedó callado un largo rato.
—¿Cómo va tu matrimonio? —Ahora Michael se había quedado mudo—. ¿Ya embarazaste a tu chica? Tengo algo que reclamarte, hace días me visitó y venía en taxi, sin ninguna protección. ¡Dónde a ella le llegue a pasar algo, te saco las pelotas y se las echo a los perros!
Michael seguía mudo. En ese preciso momento entró el ama de llaves que se alegró tanto de verlo y le dijo en voz baja:
—¡Tu esposa me ha pedido que te dé un recado! —El abuelo se sorprendió y la instó a que hablara, mientras que Michael trataba de explicarle que delante del abuelo no dijera nada, pero ella no entendió y dijo con claridad—. ¡Quiere que le firmes el divorcio!
—¡Bien! Dile que después del aniversario de la universidad regresaré a la residencia. —Intentó desviar el tema, pero el abuelo no dejaría pasar la oportunidad para hacerle reclamos.
—¡Todo es culpa de tu descuido! Si no la dejaras tanto tiempo sola, no pasarían estas cosas. Esa mujer es noble y trabajadora. Pero usted es un hombre que ha evadido las responsabilidades que conlleva el matrimonio. ¡Pensé que las cosas habían mejorado para ustedes cómo pareja! —Michael no sabía que podía pensar el abuelo si se enteraban de que ni siquiera recordaba el rostro de esa mujer.
—Abuelo, no quiero que esa mujer viva en un mundo de miedo y terror. ¿Ya olvidaste como era vivir cada uno de los días de mamá? Asustada a cada segundo sin saber en qué momento atentarían contra usted, contra mí o contra ellos… ¡Eso no es vida! La estoy liberando de una carga que no debe llevar. —Joseph se quedó pensativo por un momento.
En eso su nieto tenía razón, exponer de esa forma a esa muchacha que era tan noble y le demostraba tanto cariño, no era una buena forma para pagarle.
—Las cosas no salieron como pensé que serían. Me imaginé un cambio drástico para tu vida, que te convirtieras en el protector de esa chica y le ayudarás a guiar su empresa. Soñé con tener pequeños bebes correteando a mi alrededor… Pero por lo visto me equivoqué. No me imagino todo lo que debe haber estado sufriendo en silencio esa pobre mujer. —Michael frunció el ceño.
—Hasta parece que te importa más una recién llegada, que yo, que soy tu nieto —exclamó.
—Desde el momento que decidieron unirse en pareja, ella también es mi nieta. Es frágil y por eso me preocupo por su bienestar. ¡Usted tiene el alma negra! Atrevido, solo le causas pesares a mi corazón —dijo levantándose y dejando a Michael hablando solo.
—¡Eso lo aprendí de ti! Fuiste mi maestro. Ahora no salgas con absurdos cargos de conciencia —dijo, pero ya el viejo Joseph se había alejado y había dejado de escucharle.
Se sirvió un trago, lo llevo a su boca, pero no se lo tomó, lo dejó en la mesa y en su lugar prefirió irse a descansar.
Una vez en su habitación, uno de sus hombres llamó a la puerta.
—Jefe, ¿puedo pasar? —Era el tuerto. El hombre más fiel que consideraba tener en su grupo. Le decían tuerto porque tenía una cicatriz que iniciaba en su frente y culminaba en su pómulo, pasando por el ojo derecho, que milagrosamente los médicos le habían salvado.
—¿Qué noticias me trae? —interrogó
—Nos deshicimos del cadáver y ya está en marcha la operación de captura para atrapar a “El Vikingo”. —Michael asintió.
Luego de unos segundos advirtió:
—Recuerda que no es un tipo cualquiera, Alessio sabe cómo funciona nuestra organización y eso le hace ir un paso adelante. Actúen con precaución, no quiero errores, tampoco quiero bajas de mis hombres, sean sagaces y astutos, ese demonio tiene mil ojos a su alrededor —Esa aclaratoria estaba de más, estos hombres eran profesionales y maliciosos.
—¡Todo está muy claro! Me retiro. ¿Podría serle útil en algo más? —interrogó, Alex se pasó la mano por el rostro, vio su entrepierna y supo que esa zona requería atención.
—¡Consígueme una hembra! Y págale por adelantado por sus servicios sexuales. ¡No importa donde la encuentres! ¡Tienes dos horas! —El tuerto salió directo al burdel de la zona, era el único lugar donde sabía que encontraría el pedido para su jefe.
Habló con la encargada del bar, una mujer pelirroja, con cintura de avispa, enormes glúteos y pechos diminutos.
—¿Cuánto estás dispuesto a pagar? —interrogó la mujer y él le dio un aproximado—. ¡Te ofrezco a Laura, es una chica que aún es virgen! Ponle un par de miles a la suma que me diste y te la llevas.
El tuerto estuvo de acuerdo, pagó y la encargada del prostíbulo se la acercó como si se tratara de una simple compra.
—¡Aquí la tienes! Por el precio que pagaste, puedes traérmela mañana temprano. —Luego observó a la chica y le advirtió—: Laura, ahora este hombre te llevará con su jefe, debes ser cariñosa y portarte bien, ha pagado un buen monto del que te corresponde una importante suma. ¡No hagas quedar mal, mi casa de citas! —advirtió la proxeneta y Laura solo asintió.
Una vez que estuvo en el coche, el tuerto saco una bolsa de tela negra y se la puso en la cabeza.
—¡Mientras menos sepas, más vives! —le dijo y la chica un poco nerviosa aceptó.
Cuando llegaron a la casa donde estaba Michael, bajaron la chica con cuidado y la entraron por la puerta del servicio. No podían dejar que Joseph viera que le llevaban una prostituta a su nieto.
Fue guiada a la habitación de Michael y allí una vez el tuerto explicó:
—¡Aquí está su pedido, es una mujer virgen y puedes tenerla hasta mañana por la mañana! Me retiró, estaré vigilante ante cualquier situación —dijo, pero antes de salir hizo que la chica se desvistiera para cerciorarse que no llevaba alguna arma, micrófonos o cámaras ocultas.
—Ahora sí, ¿cómo te llamas pequeña? —interrogó Michael acercándose para oler el cabello de esa chica.
—¡Mi nombre es Laura! Tengo diecinueve años. ¡Esta va a ser mi primera vez! —Michael sonrió con perversa satisfacción, se frotó la boca y la acercó a la cama.
Se desvistió, quedándose solo con sus guantes de cuerina. La mujer lo miraba algo extrañada, pero se dejó guiar.
La acostó en la cama, intento besar su cuello, pero el rostro de la chica de la fiesta lo detuvo. «¿Qué estoy haciendo?» pensó. «¡Esta no es la mujer con la que quiero estar!»
Se levantó de la cama y le ordenó que se vistiera, le pidió al tuerto que la devolviera a su dueña de inmediato esa misma noche.
El tuerto sin vacilar y sin preguntas hizo lo que le pidió.
*****
Por su parte, Melissa había estado ansiosa todo el día esperando noticias sobre un derrumbe qué había ocurrido en su mina. Si todos los trabajos se estaban realizando con precaución, era realmente extraño que ese desplome de tierra hubiese ocurrido y menos cuando tenía solo a profesionales trabajando en ese lugar.
[¡Jefa, te he enviado al correo los resultados de la investigación! Verifica y me contactas si la información no es suficientemente clara. El correo va cifrado, por eso lleva una clave especial que te haré llegar cuando me confirmes que estás en la página].
Melissa agradeció por su eficiencia y de inmediato fue a sentarse frente a la pantalla de su ordenador para solicitarle el acceso al correo, pero se detuvo porque antes del que le había enviado su investigador, había otro que decía urgente, de un remitente desconocido:
“Si continúas investigando sobre los últimos acontecimientos ocurridos en la mina, solo encontrarás tu muerte… una muerte cruel y despiadada. ¡Aleja a esos hombres! Deja todo como está”.