—¡Gracias por el halago! —respondió Rebeca.
—¿Qué hacen a estas horas de la madrugada solas, sin un hombre que las esté cortejando? —interrogó aquel hombre que no era otro más que Michael Mancuso.
—¡Porque la estaba guardando para ti! ¡Dijiste que vendrías a la inauguración de mi bar y quería brindarte la mejor compañía de todas! —dijo Rebeca guiñándole un ojo—. Ahora sí, me disculpan, debo continuar atendiendo a mis invitados.
Se alejó y los dejó solos para ver hasta dónde eran capaces de llegar, iba cruzando los dedos para que Melissa se dejará seducir de ese apuesto y galán caballero.
—¿Qué te parece si bailamos? —dijo Michael extendiendo su mano.
—¡Bailemos! —dijo ella y entonces él tomó con delicadeza su mano y la llevo hasta la pista. Elevó su mano hasta el hombro izquierdo y ella, sin percatarse que había un objeto extraño en el piso, se dobló el pie, ejerció presión en el hombro de aquel desconocido y este emitió un gruñido lastimero—. Lo siento, ¿te lastimé?
—No te preocupes, ¿tú estás bien?
—Sí, solo pise mal y se me dobló el pie, ¡estoy bien! —Ahora, con más confianza, él tomó las manos de la chica y se rodeó con ellas el cuello, luego la atrajo hacia él con las suyas y al oído le interrogó.
—¿Con qué te llamabas Marta? ¿Por qué mentiste? —Melissa reaccionó y quiso apartarse del él, pero no pudo.
—No, no puedes ser el mismo hombre que… de… ¿Cómo…? —se quedó sin aliento.
—Si soy el mismo. ¡Gracias por lo que hiciste por mí!
—¿Pero estás bien? Tenías todo el rostro lleno de sangre. ¿Te lastimé el hombro? ¡De verdad lo siento! —Melissa estaba impactada.
—Estoy bien, solo fueron rasguños. Tu amiga me hizo una buena curación. Te preguntarás ¿Por qué sucedió todo eso? No tengas miedo, no soy un matón. —se burló—. Pero tengo enemigos poderosos.
—Entonces me quedo un poco tranquila.
—Sabes que me parece curioso que no recuerdes mi rostro. Es la primera vez que sucede. En la gran mayoría de casos las mujeres se mueren por tener una aventura, apenas me conocen. —Michael estaba pensando que ella solo estaba fingiendo no haberse percatado de quién era, así que necesitaba descubrir que tanto sabía—. Necesito que me aceptes una salida este fin de semana. No quisiste aceptar la recompensa, pero si quisiera verla de nuevo.
—¡Acepto! —respondió Melissa mientras sentía que ese hombre le metía una mano dentro de su pantalón… la imaginación de Melissa voló de inmediato y se quedó inmóvil hasta que vio que solo estaba sacando su teléfono celular que llevaba allí oculto, agendó un número y de nuevo volvió a ponerlo donde estaba.
—¡No habrá excusa! Esperaré tu mensaje. —De pronto todos los que estaban en el lugar gritaron e hicieron fuertes ovaciones al escuchar que una samba empezaba a amenizar el ambiente.
Melissa no se quedó atrás y empezó a moverse con agilidad y belleza, Michael Mancuso no dejaba de observar lo atractiva que era esa mujer. Se acercó a ella y a pesar de los rasguños que tenía en su cuerpo se movía con soltura.
Ambos se sentían atraídos sin ninguna duda, estaban disfrutando el momento.
Por un largo rato estuvieron bailando y disfrutando de la fiesta. El administrador del club anunció que la fiesta en algunos minutos se daría por terminada, no podían exceder del tiempo establecido.
—¡Vamos, te llevo a casa!
—No hace falta, yo traje mi coche.
—No pretenderás que te deje conducir en ese estado, yo te llevo. —Ella aceptó y le entrego las llaves de su auto.
—Tienes un bonito apartamento —le dijo Michael Mancuso.
—Sí, así es. Estudio psicología en la universidad privada, que está a unas cuantas cuadras de aquí, lo compré porque me facilitaría la vida vivir cerca de mi casa de estudio, soy una mujer con muchos compromisos —Michael la felicitó por ser una mujer dedicada. Lo que aún no le pensaba revelar era que había encontrado trabajo en esa universidad.
Él con amabilidad le abrió la puerta del coche y la ayudo a salir. La acompañó a subir las escaleras y espero a su lado mientras ella buscaba las llaves.
—Me la he pasado muy bien esta noche. Recuerda la invitación que te hice para el fin de semana. —Ella sonrió con timidez y lo miró a los ojos. Hasta le pareció que tenía serías intenciones en besar sus labios.
—¡También la pasé increíble! Gracias… —dijo y se giró para abrir la puerta, pero él la tomó de ambos hombros, la volteo y le plantó un beso en la mejilla.
Melissa se sonrojó y no entendió «¿Por qué había sido tan rudo solo para besarla en la mejilla?» Pero mejor que hubiese sido así, ella seguía siendo una mujer casada.
Apenas Melissa se despidió y cerró la puerta, Michael no se podía explicar «¿Por qué no había sido capaz de besarla en los labios?»
Luego su rostro se ensombreció al ver que Regina, su “Mamba negra” como él la apodaba, estaba esperándolo con las manos en la cintura como si se hubiese percatado de todo lo que había pasado con Melissa.
—¿Qué es todo esto? —preguntó agarrándola de un brazo y haciéndola girar en sentido contrario.
—Lo mismo pregunto yo, ¿A qué juegas? Justo a varias cuadras de aquí te habían tendido una emboscada, al parecer te estuvieron siguiendo toda la noche. —Michael, sin ningún asombro, interrogó.
—¿Ustedes qué hicieron?
—También te estábamos siguiendo, una de tus empleadas me comentó que habías llegado con la ropa llena de sangre y que habías vuelto a salir, así que busque una comisión y nos fuimos a cuidarte la espalda. Vi como bailaste con esa mujer toda la noche. ¿Ahora resulta que la amas? —interrogó con desdén.
—Eso no fue lo que te pregunté… ¡no lo haré dos veces porque no eres sorda, Mamba!
Ella, aún humillada porque no le había ofrecido una explicación, respondió, —¡Todos murieron! —No tuvo fuerzas para dar más explicaciones porque los celos estaban arañando su corazón, llevaba mucho tiempo de siendo la amante de Michael Mancuso.
—Me parece perfecto. Ahora quiero advertirte de otro asunto, —dijo tomándola de la barbilla y sujetando con fuerza—. Si algo le llega a pasar a esa chica, usted pagará con su vida, me oíste Regina.
Ella le quitó la mano con furia y protestó —No tienes que advertírmelo, sé quién es… no en vano he estado todos estos años a tu lado. Pero déjame decirte que no me agrada que te arriesgues de esa manera… ¡Solo por ella fuiste capaz de salir de nuevo a exponerte!
—No es así, tenía un compromiso con una amiga. La aparición de Melissa en el lugar fue coincidencia. Además, siempre te dije que serías mi amante, en ningún momento te ofrecí posibilidades para ser más que eso.
—Me queda todo muy claro. —Caminó y se subió a uno de los autos, quienes esperaron a que Michael se subiera para salir del lugar en caravana.
Al día siguiente, Melissa recordó con intriga todo lo que había sucedido. Hasta había soñado con ese hombre y su perfume. —¡Ocúpate en algo Melissa! Eres una mujer casada. —era increíble que se estuviera cuestionando tanto por un esposo inmaduro que había decidido huir de su vida.
No sabía cómo empezar a buscarlo para exigirle el divorcio, ya necesitaba salir de ese problema, tal vez así podía empezar su vida de forma normal sin temor a ser señalada como una adúltera.
Después de tomarse un café, quiso ir hasta la casa del abuelo de su marido para hacerle una pregunta que hasta ahora resonaba en su cabeza.
Se vistió bastante formal, porque el abuelo Joseph era un hombre elegante y exigente. Bajó al parqueadero para ir en su auto, pero se percató que había un charco de sangre y lo que menos quería era que el abuelo pensara que ella estaba involucrada en algún delito. Así que prefirió irse en taxi. Al llegar a la casa el abuelo Joseph estaba regando las flores del jardín, cuando la vio bajarse del taxi, cerró la llave y se acercó a interrogar.
—¿Qué ha pasado con tu auto? —Melissa rápidamente mintió.
—Tiene una pequeña falla mecánica y tuve miedo de quedarme accidentada en la mitad del camino. ¿Cómo estás, abuelo? —Se acercó y le dio un beso en ambas mejillas.
—¡Qué alegría de que puedas venir a visitar a este pobre viejo! —La tomó de la mano y la guio hasta el interior de la casa.
—Perdón por no haber pasado antes, pero he tenido algunos días muy cargados, con las evaluaciones de la universidad y todos los deberes de la empresa. —Se sentía mimada cuando hablaba con el abuelo Joseph
—Te entiendo mi pequeña niña, llevas muchas ocupaciones en tu espalda. —dijo él con su voz cansada, así que procuraría ser objetiva
—Abuelo, nunca he preguntado ¿Por qué mi padre hizo un trato con esta familia para que yo me casara con su nieto? —interrogó.
—Siempre estuve muy agradecido con tu padre, Paolo Dupont, un gran hombre, ojalá Dios haya perdonado sus culpas. —Miró en dirección al cielo y continuó—. Fue un trato que hicimos entre los dos. Él me salvó la vida y yo le prometí cuidar de su familia en su ausencia. Sí, establecimos un acuerdo, si algún día le ocurría algo, mi nieto se casaría con la hija mayor, es decir contigo para que fuese tu protector. Estaba en deuda con ese hombre, por eso mantuve mi palabra y la mantengo. —Ahora Melissa entendía que lo que había sucedido era el p**o de una deuda moral nada más.
—Gracias abuelo. Me ha encantado tu sinceridad, ahora debo retirarme. —Se levantó de la silla y entonces él la detuvo:
—Solo espero que ya se te haya pasado la tonta idea de querer divorciarte de mi nieto. —Melissa sonrió, pero no pudo decirle nada—. Le ordenaré a mi chófer que te lleve a casa, mi nieta política no puede estar en la calle sola y sin protección, tendré que hacerle algunos severos reclamos a mi nieto.