—Debo confesar que estoy pasándola de una forma increíble. Hacía tantos años que no me divertía de verdad. ¡Es usted un buen anfitrión! —dijo Melissa mientras caminaba por la arena con Michael.
—¡Me halaga tu sinceridad! También estoy disfrutando la buena compañía. En ocasiones suelo venir solo a este lugar, pero no es lo mismo. Si no es muy impertinente de mi parte, me gustaría saber, ¿qué planes tienes a futuro Melissa? —interrogó Michael, bastante interesado en su respuesta.
Melissa le dirigió una mirada casual que la dejo sin aliento, sus ojos se posaron en sus labios, irresistiblemente perfectos y un cosquilleo nervioso se apodero de ella.
—Eh… creo que debo terminar la universidad, ejercer y por supuesto seguir manteniendo la empresa en alto. —De pronto sintió que le estaba dando demasiadas explicaciones, así que se detuvo.
—Me refería a tu parte emocional. ¿Un nuevo esposo? ¿Hijos? —interrogó Michael. Por alguna extraña razón sentía mucha curiosidad.
Por un instante, Melissa desvió la mirada, pero todas las cosas alrededor se desvanecían en su mente y solo podía sentir la conexión intensa en sus miradas.
Recordó el día antes del matrimonio memorizando los votos de un amor con la esperanza que fuese eterno, sin embargo, su esposo ni siquiera llegó al altar. De ahí en adelante las noches se hicieron más largas pensando en el cálido abrazo que nunca llegó. Suspiró y casi murmurando soltó:
—¿Un nuevo esposo? ¿Por qué me complicaría de nuevo la vida? Estoy atrapada en un matrimonio sin amor. No sé lo que significa compartir con una pareja... ¿Hijos? ¡No! Nunca me he cuestionado si deseo o no ser madre. Supongo que en algún momento se desarrolla ese instinto —aclaraba Melissa con un tono nostálgico en su rostro. Pacientemente, le contó a Michael cómo había sucedido todo lo del matrimonio arreglado, él por su parte estuvo interesado en cada detalle.
—¿Habrías luchado por tu matrimonio, aunque fuese una unión por conveniencia? —le interrogó en un susurro.
—¡No lo sé! Son tres años en los que conserve la esperanza de que apareciera en cualquier momento dispuesto a conocerme. Pero, nunca ocurrió… ahora solo quiero el divorcio para vivir a mi gusto, sin remordimiento sin que las personas hablen mal de mí. —Michael se quedó callado, no supo qué responderle.
—¿Puedo tomarte de la mano? Así finges que soy tu esposo por una hora
—¿Qué? Te volviste loco.
—¡No! O, tal vez si he perdido la cordura. Pero puedes fingir que solo existimos tu y yo. No seas egoísta, dame tu mano y caminemos juntos mientras hablamos, ¿sí? ¿Quieres?
Melissa solo pudo reírse y finalmente accedió a darle la mano.
—Juro que, si me llegan a ver justo ahora, me acusarán de adúltera. ¡Aunque, creo que aquí estoy libre de ojos curiosos! ¿no?
—Sí, puedes quedarte tranquila, nadie te llevará a la hoguera. —Ambos rieron y caminaron uno al lado del otro tomados de la mano. De pronto Melissa quiso romper el silencio
—¿Qué hacen los esposos? —interrogó de forma inocente, pero luego se arrepintió de haber dicho eso—. ¡No! No es para nada de lo que estés pensando, cambia esa mirada pecadora, entre tú y yo no pasará nada más allá de una amena charla y una grata compañía. —Michael frunció el ceño y usó una mirada persuasiva.
—¿No me dejarás darte, aunque sea un beso? ¡Uno solo…! —interrogó Michael.
—¡No! Puede que esto sea un jueguito divertido, pero podría terminar mal. Además, no estamos en ningún plan romántico. ¡Pero ha estado divertida la aventura turística! —Michael se quedó un instante pensando, suspiró y se le ocurrió que podía aprovechar el día en otras actividades.
—¿Te gustaría ir a pescar? —interrogó mientras se detenía y sostenía con fuerza la mano de Melissa.
—¿A pescar? Jamás he sacado un pez del agua… pero siempre existe una primera vez, ¿verdad? —Michael asintió y fueron en búsqueda de Rebeca y su novio, para ir de pesca, la idea era preparar algún plato con lo que consiguieran.
Después de varias horas divirtiéndose y gritando cada vez que algún pez picaba el anzuelo, llegó la hora de regresar a la cabaña. Todos morían de hambre, Michael se ofreció a preparar la comida mientras los demás se daban una refrescante ducha.
Michael tomó un mandil, se lavó las manos con suficiente jabón y desinfectante. Luego se destacó preparando una comida estupenda. Se sentía contento por poderle ofrecer a Melissa una demostración de sus artes culinarias.
Por su parte, Melissa ya estaba alucinando con un pescado frito, tostones y ensalada.
—¡Los vi muy acaramelados antes de ir a pescar! —dijo Rebeca con picardía mientras le daba un azote en el trasero a su amiga.
—¡Oye! Abusadora, respétame… ¡Rebeca la verdad es que él me hizo sentir muchas cosas bonitas! Pero es solo una ilusión, ese hombre no busca nada serio… y yo estoy cansada de que jueguen conmigo. No puedo permitirme un espejismo más en la vida. ¡Moriré decepcionada! —suspiró tragándose un montón de emociones.
—Pero, ¿cómo dices algo semejante? Tienes que darle una oportunidad. Solo así puedes saber si funciona o no. Eres bella y a él le gustas… he visto cómo te mira. Sus ojos y sus gestos lo delatan ¡Acéptalo! —Rebeca estaba cansada de verla sola. Además, Michael era un hombre que también tenía su patrimonio económico y no buscaba a Melissa por interés.
—¡No! Le tendré a prueba algún tiempo. Solo así sabré si de verdad me conviene. Es muy guapo, incluso la vez pasada me insinuó que tenía muchas mujeres y que ninguna olvidaba su rostro. No quiero ser una más de su interminable lista. Necesito que me tomen en serio, estoy cansada de esta situación en la que mis padres me involucraron porque pensaron que sería lo mejor para mí y me eligieron a un cobarde que nunca me dio la cara. —La situación de verdad le frustraba. Aunque intentaba no darle importancia, siempre aparecían algunos días en los que sentía que si autoestima era golpeada.
—¡No sabía que te sentías de esa forma! Casi nunca hablas de tus sentimientos. Pensé que no te afectaba la situación de tener un esposo ausente. Pero yo le daría un voto de confianza a este chico. —Melissa frunció el ceño y Rebeca lo entendió—: ¡De acuerdo! No le pongo más flores a ese galán.
Ambas terminaron riéndose y eligieron la ropa para ir a comer. Como aún era temprano, Melissa eligió una blusa licrada de tiritas y un pantalón corto, Rebeca por su parte se puso un vestido de cóctel con grandes flores. Estaba muy enamorada de Esteban, un exitoso futbolista y aprovechaba cada instante para seducirlo.
—¡Chicos, la comida está servida! Hónrenme con su presencia de inmediato. —Melissa y Rebeca se miraron y con sus manos se cubrieron la boca para no reírse, les pareció un gesto hermoso.
—Vamos, que tu enamorado está ansioso por conquistarte empezando con el estómago. —dijo Rebeca burlándose de Melissa, una vez más.
La mesa se veía impresionante, el plato fuerte llevaba un cubre platos para el “efecto sorpresa” según Michael, también había diversos tipos de queso, vino y frutas.
—¡No puedo esperar! Esto luce exquisito. Ya muero por ver cómo preparaste el pescado. Siento que se me alteran los nervios por la ansiedad —dijo Rebeca.
—¡Adelante! Melissa, tu puesto es este —dijo señalando el puesto del anfitrión.
—Pero, se supone que ese es el puesto tuyo. Yo me puedo hacer a un lado de Rebeca y Esteban —dijo ella con modestia.
—¡No! Eres mi invitada especial y deseo que ocupes ese puesto. —Las mejillas de Melissa se ruborizaron y accedió a sentarse allí. No miró a Rebeca porque sabía que se debería estar burlando.
—¡Gracias, es usted muy amable! —susurró.
—Ahora les cedo el honor de descubrir el plato principal. —Hizo silencio mientras todos levantaban los cubre platos metálicos para descubrir una majestuosidad—. Se llama Sashimi. Lo aprendí a preparar cuando viajé a Japón e hice un curso especial. La salsa y el aderezo son bastante simples, pero encontrarán una explosión de sabores.
Cuando Melissa vio ese plato con pescado crudo cortado finamente, sintió que se quería morir y pensó: «¿Por qué ha elegido preparar lo único que no me gusta comer? Ahora, ¿qué voy a hacer? Me ha dejado en el puesto donde todos los ojos recaen en mi plato».
Rebeca y su novio ya habían embarrado el Sashimi en la salsa y lo estaban llevando a su boca. Ella moría de hambre, pero sabía que con solo hacer el intento de llevar ese pescado a la boca tendría arcadas. «¿Pero bueno, desde cuándo no eres capaz de decir que no te gusta algo?» se cuestionó. Entonces se le ocurrió usar una estrategia, porque era irrespetuoso decirle que no comería sabiendo el esfuerzo que él había puesto en preparar la comida.
—¡Eh! ¿Me podrías regalar algo de vinagre? —Michael Frunció el ceño
—¿Vinagre? ¿Para qué lo quieres? —interrogó.
—Es que me encanta ponerle un chorrito al agua. —Michael se encogió de hombros porque no entendía el gusto, pero accedió. Apenas se dio la vuelta para regresar a la cocina, Melissa vertió todo el Sashimi en el plato del novio de Rebeca, quien no pudo aguantar la risa.
—¡Oh por Dios, qué comida tan majestuosa! —decía mientras que instaba a Esteban con la mirada a que se comiera el pescado rápido antes de que Michael regresará.
—¡Lo tengo! Tengo vinagre normal y de manzana. ¿Cuál te gusta más? —preguntó enseñando ambas botellas.
—¡El de manzana, por favor! —Él mismo lo abrió y empezó a verter un buen chorro en su copa del agua. Luego se fijó en el plato vacío y se sorprendió.
—¡Tenías hambre, Melissa! —Ella asintió, mientras suspiraba, para tomarse el agua con vinagre. Pero era preferible a tener que comer el pescado crudo.
Rebeca se estaba aguantando la risa, pero no sé atrevía a ponerla en evidencia. Luego tomó algunos trozos de queso y unas uvas. Luego de comer, Rebeca se ofreció a poner los platos en el lavavajillas y los demás se quedaron en la mesa, charlando un rato.
—¡Es tiempo de navegar! ¿Vamos todos? Así aprovechamos y buceamos un rato —propuso Michael.
—¡Eh! Creo que nosotros nos desligamos del plan —dijo Rebeca guiñándole un ojo a Esteban—. Nos prometimos el resto de la tarde solitos. Creo que van a tener que ir sin nosotros.
Michael se emocionó porque por primera vez estaría solo con Melissa.
—¿Pero? ¿No podríamos ir luego? Digo la idea es compartir todos en grupo ¿No? —Tenía mucho miedo en su corazón de quedarse a solas con ese hombre.
—¡No! —gritó Rebeca—. Hay cosas que no se pueden hacer en grupo. —Meneo las cejas y Melissa entendió, se abochornó y termino accediendo a ir al paseo.
—¿Llevas ropa de baño? ¡Aunque puedes broncearte sin ropa! —exclamó Michael.
—¡Ni lo sueñes! Claro que llevaré ropa de baño. Dame diez minutos y regreso. —Michael se acercó a Rebeca y le dio las gracias por haberle hecho el plan.
—No te preocupes. Si le fallas, yo misma te dejaré sin la capacidad de procrear. Ella ha sufrido mucho en soledad estos últimos años y lo que menos se merece es que alguien la ilusione y juegue con ella, ten cuidado Michael Mancuso, que conozco gente oscura —advirtió Rebeca.
—No será necesidad de ubicar esos contactos… ¡Esa chica me fascina! —Rebeca sonrió de satisfacción, tomó a Esteban de la mano y se fueron a su habitación. No quería escuchar el discurso de Melissa por haberla dejado sola en esta situación.
—¡Estoy lista! ¿Nos vamos? —interrogó Melissa con un bolso de playa en su hombro.
—¡Claro que sí! Vamos. —Michael tomó una caja misteriosa, Melissa supuso que ahí llevaba el agua y alguna bebida refrescante.
Al llegar al embarcadero el yate ya estaba dispuesto para salir. Subieron con prisa y al zarpar Melissa no dejaba de sentirse extraña, los nervios le hacían sentir un remolino en su panza.
El sol inclemente en cuestión de segundos le calentó la piel, por ende, Michael sugirió:
—¡No esperes tanto para ponerte el bronceador, ya puedes sacarte la ropa y quedarte en traje de baño! —Él había notado que, por la timidez, Melissa no estaba tomando previsiones y podía terminar con insolación.
Ella sin chistar se sacó la ropa y se ubicó en la tumbona para empezar a ponerse el protector solar. Michael se empezó a acercar con cuidado.
—¡Qué piel tan perfecta luces! Me encanta como ese traje de baño te ha dejado toda la espalda descubierta. Es la parte del cuerpo de la mujer que más me atrae. —Melissa estaba congelada y Michael le rapó el tarro del bloqueador, metió la mano y saco una cantidad suficiente.
Empezó a frotarle la espalda, incluso para estar más cómodo se puso de rodillas. Una vez que todo el protector estuvo esparcido por la piel, Michael no pudo controlarse y empezó a acercar sus labios a la espalda de Melissa.
Melissa sintió el calor de su boca y de inmediato la piel se le erizó. Puso su cuerpo rígido para disimular que las piernas le temblaban. Si lo dejaban sabía que intentaría algo más.
Recordó que al subir vio los trajes de buceo y era el momento de quitarle la inspiración.
—¡Gracias que buen trabajo hiciste! Hasta incluiste besos. Pero, ¿Podemos bucear? La última vez que visité el fondo del mar, fue para un cumpleaños de mi padre. ¡Estoy emocionada! ¿Vamos? —interrogó haciendo pucheros mientras lo miraba a los ojos.
—¡Claro! Es parte del plan. Ya vas a ver lo emocionante que será, te enseñaré algunos restos de naufragios, las cuevas sorprendentes donde puedes ver tortugas marinas y una cantidad de especies maravillosas. ¡Aunque sentirán envidia, porque tú eres más preciosa! —A este hombre le encantaba hacer sonrojar a Melissa. Disfrutaba ver cómo sus mejillas se encendían.
Le dio el traje de buceo y la ayudo a ponérselo.
—¿Qué técnica prefieres para lanzarte al agua? —interrogó él.
—¡La maroma hacia atrás! Con las demás nunca he podido. ¿Nos lanzamos al mismo tiempo? —dijo con una sonrisa.
—¡Si claro! Si quieres lo grabamos y luego lo presumes en las redes —sugirió Michael.
—¡No! Eso jamás… de seguro me deben tener vigilada. Además, estamos solos, pueden malinterpretar la situación. —Michael alzó las manos en señal de rendición y se empezó a preparar para el lanzamiento. Se tomaron de las manos y se arrojaron al agua.
Melissa estaba alucinada con todas las bellezas que se estaban encontrando. «¡Es el paseo más perfecto!» iba pensando cuando al adentrarse en una cueva fue sorprendida por una corriente marina. En ese instante perdió a Michael de vista y se preocupó un poco. Sin embargo, conservo la calma e intento buscar alguna roca o algo de donde pudiese sostenerse. Pero la fuerza del agua la choco contra una enorme roca y el tanque de oxígeno se desprendió.
Intentaba luchar contra la corriente dando fuertes brazadas. Pero todo el esfuerzo era en vano. No resistiría un minuto más, sintió que una inmensa oscuridad la envolvió y soltó sus brazos, era imposible seguir luchando.
Por su parte, Michael, cuando vio que estaba siendo arrastrada, retrocedió e intento darle la vuelta a la cueva para recibirla a la salida. Se esforzó nadando a toda velocidad para conseguir alcanzarla. Descubrió el tanque de oxígeno enredado entre unas rocas y supuso que estaba cerca. De pronto observó el cuerpo de la chica y se acercó de prisa. La tomó por la espalda y cuando volteo soltó la última bocanada de aire que estaba conteniendo. De inmediato él le ofreció un respirador de repuesto.
La arrastró de prisa afuera de la cueva y la acercó al yate. Se quitaron los respiradores y Melissa entro en crisis expresando todo lo que había sentido. Michael la tomó entre sus brazos y la sujetó con fuerza.
—¡No pasó nada pequeña! Estoy aquí. ¡Qué susto me he llevado! Por eso te voy a besar. —dijo y la agarró del rostro devorándole la boca como si no hubiera un mañana, Melissa respondió al beso, pero de sus ojos no dejaba de escurrir lágrimas y su corazón estaba muy asustado, mientras estaba sumergida pensó que su muerte había llegado, lejos de todos y en esa cueva.