Me acerco a la montaña de rocas mientras miro con recelo a mi alrededor. A diferencia de la isla de los chicos, esta es inquietantemente silenciosa, con todos los sonidos de la vida silvestre extrañamente ausentes. Es un silencio antinatural, forzado, y también anormalmente incoloro. Los árboles son escasos, el suelo es duro y ni siquiera el viento parece querer tocar tierra aquí. El ambiente es francamente extraño y me pone de los nervios. Mientras me acerco tímidamente a la montaña rocosa, siento que se me eriza el vello de la nuca en señal de advertencia.
Siguiendo las instrucciones de Ronak, me aclaro cuidadosamente la garganta para anunciar las palabras guionizadas.
—Arachno, he venido a hacer un intercambio. —
Mi voz sale más temblorosa de lo que me hubiera gustado, pero este luga
