Miro por encima de mi hombro. —Sí. Como tu cabello. Y tus ojos. Combinamos.—
Ahora es su turno de sonreír. —Sí.—
Mirando por la ventana gris, me doy cuenta de que todavía es temprano. Ni siquiera ha sonado la primera campana.
Mi habitación parece pequeña con él en ella. Su corpulencia ocupa tanto espacio que parece casi cómico.
—Entonces, Okot. ¿Qué quiere la princesa Alphine que hagamos? Como puedes ver, me estoy poniendo peor—, digo, levantando mi hombro que desaparece.
—No permitiré que desaparezcas por completo—, declara sinceramente.
Aww.
—Es dulce, pero no estoy segura de que esto se pueda detener.—
—Encontraremos una manera.—
Dioses, nos acabamos de conocer y ya se ha convertido en mi defensor.
Lo sabía. Soy totalmente adorable. Mi primera impresión con los genfins fue un
