No contesto, pero me levanta con todo el cuidado que puede. A pesar de su delicadeza, me duele la pierna y el pie. —Lo siento, Emelle—, dice, con la boca en una línea sombría. En cuanto me tiene bien agarrada, despega con cuidado de no empujarme demasiado. Miro fijamente a las bestias detrás de nosotros, sus cuerpos ensangrentados e inmóviles. No puedo apartar los ojos de ellas. No sé cuánto tardamos en llegar a la cabaña. No sé lo que dicen las voces mientras los chicos hablan a mi alrededor. Sólo miro fijamente mi pierna destrozada y tiemblo y lloro y sangro y me duele. Estoy tumbado sobre pieles y alguien me habla, pero no le oigo. De repente veo a Evert tumbado a mi lado. Está cubierto de sangre y no puedo dejar de mirar su cuerpo inmóvil. Todo esto es culpa mía. Intento