En unos instantes, el tirón de mi ala desaparece, y entonces él mueve sus manos por el resto de mi cuerpo herido. Cuando se coloca delante de mí, donde puedo ver, observo con los ojos muy abiertos cómo toca suavemente cada corte y rasguño. Dondequiera que toca, mi piel se sutura, cicatriza por completo y solo deja sangre seca y moratones. Me quedo con la boca abierta, sorprendida. Hace una pausa cuando llega a mi mano, que aún sujeta el trozo de corteza. —¿Qué es esto? ¿Planeas hacernos astillas? —, pregunta con los labios crispados. —Esperaba poder clavárselo a No-Primero en el globo ocular—. Evert se ríe y pasa a curarme las piernas. Me hormiguea la piel dondequiera que me toca, y no creo que sea solo por la curación. Después me toca la cara y noto que los rasguños empiezan a cur