Capítulo 03.

3006 Words
TRAVIS MILLER CINCO AÑOS DESPUÉS. NUEVA YORK, VIERNES 13.  Me observo en el espejo y no puedo creer lo que estoy viendo. Me molesta a sobremanera el tener que hacer apariciones en público sólo para hablar de lo bien que me va en la vida pero lamentablemente no puedo hacer nada, mucho menos desistir cuando mi madre está detrás de mí observándome con orgullo. —Te ves muy guapo, hijo—dice sonriendo, enseñando las arrugas alrededor de sus ojos, unas que apenas se comienzan a notar por el paso de los años. —Gracias—digo, acomodando la corbata en su lugar. —Podrías cambiar el genio, tal vez hoy conozcas a una chica—la emoción en su rostro no contagia al mío, lo nota y termina por bajar la mirada.—Hijo, ha pasado mucho tiempo desde que... —Ya sé—le corto. Me hago a un lado del espejo de cuerpo completo porque no quiero que vea lo que mis ojos siempre reflejan. —Pero no quiero tener a nadie, estoy bien solo. —Sí, eso mismo dices todos los años—comenta resignada. Me trago todo lo que deseo decirle. Pasan los años, los días y al final siempre termino siendo solo yo. No me van las relaciones. No he tenido una en años y la única mujer constante en mi vida es una vieja amiga solo para saciar las ganas de vez en cuando, pero me rehúso a comportarme como un idiota de nuevo. Cuando miro hacia atrás me doy asco, me avergüenzo de mis actitudes de marica pero tengo en la mente que esos sentimientos no los tendré con nadie más. Pocas veces pienso en Olivia. Evito hacerlo para no tener que pensar de más las cosas porque todo terminó hace años. Diría que ya casi ni puedo recordar su rostro pero me estaría engañando con todas las fuerzas de mi alma porque no hay un solo día en que no piense en la belleza de sus ojos y el color de su cabello. La amé tanto que casi me destruye cuando me olvidó. Me costó comprender que así deben de ser las cosas, que tal vez no estábamos predestinados pero finalmente lo comprendí y dejé todo eso atrás. Rara vez pienso en ella, estos cinco años me he enfocado solamente en mi futuro y me he convertido para mi mala suerte, en alguien con mucho poder y dinero en este mundo donde el dinero es quien manda. Me esforcé más que cualquiera, estudié en tiempo récord, me recibí antes qeu cualquiera de mis compañeros y todo porque necesitaba tener la mente ocupada en algo que no fuera Olivia Sloan. Gracias a eso terminé en una empresa de Wall Street trabajando como perro las veinticuatro horas del día. Decir que ese accidente no me cambió, sería la mentira más cruel de todas. Dejé todo eso atrás y ahora que por fin tengo mi vida echa, me piden que regrese para una charla motivacional para los recién egresados. ¡Pero qué tontería! Estoy fastidiado y enfadado, pero mamá voló solamente para oír mi discurso sobre cómo tener millonadas de dinero y una empresa antes de los treinta. Aunque también sé que secretamente, su razón para acompañarme no es más que una excusa para conseguirme mujeres. Según ella, le urge tener nietos. —¿Estás lista?—pregunto observando mi reloj de mano. —Sí, amor, vamos. Dejo que mi madre se tome de mi brazo para caminar. Salimos del pent house por el ascensor hacia la entrada de mi edificio donde nos espera nuestro coche. Mamá no dice nada y lo agradezco porque veo que finalmente se está haciendo a la idea de que las cosas cambiaron y mucho. Al principio, cuando apenas había pasado un año de la tragedia me obligó a visitar a psiquiatras, psicólogos, una acompañante espiritual y todo porque no comprendía que ese instante, esos diez segundos en los que el coche se estrelló contra nosotros, me cambió la vida para siempre. Renunciar a Olivia fue de las cosas más duras que tuve que hacer en toda mi vida, pero lo hice porque sabía que era lo correcto. Sabía que ella no me necesitaba en ese momento y tal vez jamás lo haría porque el único que cargaba con los recuerdos, era yo. Olivia despertó siendo un lienzo en blanco, como si hubiera tenido una segunda oportunidad, una donde yo no tenía que estar presente. Y entonces me alejé, hice mi vida como me vino en gana. Gané mucho dinero, estudié, abrí mi propia empresa pero en todos esos momentos, jamás tuve una mujer a mi lado ni pretendo tenerla. Perderla me hizo comprender que amar a otro ser humano es darle el poder para destruirte. Le entregas el cuerpo y el corazón, y sin embargo ni siquiera esas cosas son suficientes a veces. Me di cuenta que el amor no es suficiente, no basta a veces con que dos personas se amen para ser felices. Lo aprendí a las malas y a una edad muy corta, pero es una enseñanza que me ha marcado durante cinco malditos años. Regresar a mi antiguo campus me provoca ciertas cosas que no deseo en la boca del estómago. Me siento mal de repente, como con náuseas y creo que tengo un mini ataque de pánico aunque no sé bien por qué. —Llegamos, señor Miller—informa el conductor. —Gracias, Mark—digo antes de bajar. Dejo la puerta abierta y tiendo la mano para ayudar a mi madre a bajar. No soy indiferente a la mirada de las jovencitas en mí así como tampoco finjo que no me interesan pues la sonrisa coqueta que utilizo con todas las mujeres que demuestran interés en mí se esparce por mis labios generando una ola de murmullos. —Elige la que quieras, hijo, pero ten en cuenta que ya deseo nietos—dice mamá negando con su cabeza. Ruedo los ojos regresando mi mente al presente donde mi madre no deja de recordarme lo que he perdido hace años. Suspiro guardando todas las cosas que deseo decirle a mi madre, como por ejemplo que la principal razón para no verla seguido, es su constante recordatorio de que quiere nietos pues no trae más que malos momentos de cuando perdí a mi primer hijo con Olivia. No me veo a mí mismo como padre, mucho menos me veo como esposo de alguien. Creo que solo podré hacer eso una vez que tenga en claro que el pasado no puede regresar y si lo hace, jamás trae nada nuevo. Caminamos en silencio entre el gentío que se aventura hacia el auditorio donde se dará la charla motivacional. Me parece una soberana estupidez esto pero dado que mi madre aceptó por mí pues la invitación llegó a la casa donde me crié y no a mi apartamento, no tengo cómo negarme. —Señor Miller—me volteo encontrándome con una joven de ojos café que me sonríe. —Lo estábamos esperando. —Estábamos justo por entrar—dice mi madre sonriendo, siendo tan amable como siempre. —Me pidieron que lo lleve hacia la parte trasera del telón. Si es tan amable de acompañarme—comenta la muchacha. De inmediato me volteo hacia mamá pues no quiero dejarla sola aunque ella hace seña con la mano, restándole importancia.—No se preocupe por la señora Miller, tenemos un asiento reservado en las primeras filas con su nombre. A mamá le brillan los ojos. Siempre hemos sido una familia con demasiado dinero, pero que yo tenga más de lo ellos cultivaron en toda su vida todavía le sorprende a mi madre pues recibo ciertas atenciones que ella jamás disfrutó. —Qué bien, iré a buscarlo entonces—se aproxima a besar mi mejilla.—Te veré luego cielito. Mi madre se pierde entre el gentío y sigo en silencio a la joven que me lleva a rodear el lugar. De haber tenido que encontrar esto por mi cuenta me habría perdido porque no recuerdo casi nada de esto. Se supone que tuve que venir aquí en los años como estudiante pero a decir verdad, nada viene a mi mente. —¿Es nuevo el lugar?—no puedo evitar preguntarlo. —Restaurado—responde la joven.—La remodelación la hicieron hace dos años, señor Miller. Observo la estructura y debo decir que me impresiona pues está bien. Muy bien. En mi cabeza cruza la posibilidad de donar dinero para este auditorio pero desisto cuando recuerdo que no quiero tener recuerdos de la universidad o tiempos previos a eso. La joven me guía hasta la parte trasera del lugar donde los telones llegan hasta el techo. Sabía que no sería el único orador este día pero me quedo de piedra al ver al hombre que relee una y otra vez el papel en su mano. —Espere aquí, dirán su nombre y aquel hombre le indicará por donde pasar—dice la joven que me trajo, sacándome de mi trance.—Espero que todo salga bien, señor Miller. Y si necesita algo, mi nombre es Cinthia. Mueve las pestañas al parpadear varias veces sin razón alguna tratando de parecer sexy aunque no lo logra en absoluto. La miro por lo que parece una eternidad y comienza a incomodarse pues no dice nada y se marcha sin más. De repente entiendo mi ansiedad, mi pánico a estar aquí pues no veo a nadie más que no sea Carson Sloan. De pie frente a mí leyendo su discurso sin siquiera percatarse de mi presencia, está aquí el hombre que durante años fue mi amigo, uno que me apoyó incluso cuando no debía. El hombre que me mantuvo informado de Olivia y su recuperación cuando me fui. Lo tengo aquí y no puedo pronunciar palabra alguna por temor a hacer el ridículo, pero entonces el azul tan peculiar que predomina en su familia conecta con el mío y hasta comparte mi sorpresa. Nos quedamos de piedra viéndonos fijamente. Abre la boca y no sabe qué demonios decir. —Jamás pensé que te encontraría aquí—comenta luego de varios segundos en completo silencio. —Lo mismo digo—ambos damos un paso al frente. Noto que tiene barba, una fina capa de vello que le cubre la cara y no estoy acostumbrado a verlo de esa forma, tan formal ni mucho menos. Se ve que los años le han sentado de maravilla pues carga un físico mejor que antes. En cuestión de nada lo tengo con los brazos enrollados a mi cuello. Palmea mi espalda pero yo todavía no puedo corresponderle pues estoy tan confundido de verlo aquí luego de tantos años que reacciono a su abrazo después de un largo rato. —Estoy tan feliz de verte—comenta sonriendo al alejarse. —¿Vienes como orador? Supe que te está yendo muy bien. —No me quejo—me encojo de hombros. Trago grueso para evitar que la pregunta salga de mi boca y creo que lo nota pues su expresión se suaviza. —¿Y tú, qué ha sido de tu vida? —Bueno, me casé—me enseña el anillo en su dedo.—Hace dos años, y formo parte de una pequeña empresa como su contador pero no puedo quejarme. Escucho atentamente como me habla de su familia y de el bebé que viene en camino. Tendrá su primer hijo, vive junto a su esposa en un apartamento en el centro de Seatlle y de todo lo que me cuenta, no lo escucho quejarse jamás. Tiene una sonrisa radiante en el rostro cuando habla de lo feliz que está y de repente siento envidia, pero de la buena. Me habría gustado tener un final como el suyo. —Y Olivia está a punto de...—se detiene cuando nota que la ha mencionado. —lo siento, no quería... —No te preocupes, es tu hermana, eres libre de hablarme de ella—digo, haciendo de cuentas que no me afecta para nada el oír su nombre en boca de otra persona. —De hecho iba a preguntarte por ella. Duda unos segundos al parecer, finalmente suspira. —No quiero que te lleves una sorpresa así que te diré que estudia aquí. Estará entre la gente de los palcos pero... no escucho lo siguiente que dice. Mis piernas no reaccionan, mi cuerpo está está estático y lo único que puedo hacer sin esfuerzo es respirar e incluso aquella acción tan natural se siente como si me estuvieran clavando tres puñales en el pecho. Sé que no debo verla o acercarme. Existe la posibilidad de que me recuerde como el loco que la atosigaba en su habitación de hospital y no quiero que tenga esa clase de recuerdos sobre mí. No me muevo. No puedo hacerlo, ni siquiera cuando Carson me sacude por los hombros. —¡Escúchame!—me pide.—No hagas una escena, solo vino a verme y luego continuará con su clase. Seguramente yo entraré antes que tú y... Por los altavoces suena mi nombre mientras una tanda de aplausos lo acompaña. Carson observa desesperado para ver de dónde proviene la voz pero todo queda a medias cuando el director del evento viene en mi búsqueda. Me muevo pero no soy consciente de nada pues en mi mente solo existen sus ojos y en mi cuerpo todavía puedo sentir la horrible sensación de haberla perdido. No sé cómo reaccionar si la veo, no sé si al menos tendrá un mínimo recuerdo de mí o lo que fuimos, pero en cuanto me encuentro frente al podio y frente a la multitud que se haya de pie para ovacionarme, mis ojos solo se concentran en encontrarla. Desde la primera fila hasta la última reviso cada asiento con rapidez. No sé cuántas personas habrá, quizás se me haya pasado alguna que otra fila pero no está por ningún lado. Sus ojos y el cabello que siempre relucía serían difíciles de pasar por alto y es por eso que me tranquilizo, porque no está aquí entre la multitud como dijo su hermano. Mi cabeza comienza a despejarse, soy capaz de pronunciar unas cuantas palabras de apertura y finalmente de dar todo el discurso que tenía preparado para las mentes del futuro financiero. Recibo varias preguntas al terminar, preguntar que tornan lo personal como cuál es el monto que gano en el mes y cómo tienen que hacer para llegar a tener lo que yo tengo. Debo decir que me importa una mierda este escenario y las personas que están aquí, no me interesa que me alaben por mis méritos pues los conseguí con esfuerzo y dedicación. Mientras ellos ven pilas y montones de dinero, yo veo horas sin dormir y tres trabajos de medio tiempo durante toda la maldita semana sin descanso. Quieren el secreto de mi éxito y a decir verdad, el único secreto aquí es que tengo lo que tengo gracias a que necesitaba concentrar mi mente en otra cosa que no fuera Olivia Sloan y todo lo que vivimos. El esforzarme y tener dinero se convirtió en mi día a día, en mi todo. E indirectamente creo que es gracias a ella. Para finalizar presento algunas áreas en mi empresa que estaría encantado de prestar para que realicen sus prácticas o para ser internos si es que necesitan esas oportunidades. A fin de cuentas, de eso se trataba la charla. El doble de aplausos que cuando entré los recibo al despedirme. Mamá sonríe feliz en la segunda fila y puedo ver el orgullo plagado en su rostro. Saludo a las últimas personas con toda la intención de salir corriendo de este lugar cuando mi cuerpo choca contra alguien de frente. Soy rápido al desplazar las manos por el cuerpo de la mujer para evitar que caiga al suelo y en su lugar, termino yo de espaldas mientras ella está sobre mí. Siento su calor, no veo su rostro pues está cubierto de su cabello pero el simple aroma de su pelo me deja paralizado. Entonces los veo, ahí están, los dos faros azules que me paralizaron miles de veces, aquellos que se cansaron de gritarme te amo en las madrugadas, están frente a mí. —Disculpe, lo siento yo no fijé—dice desesperada tratando de levantarse aunque no se lo permito. La tengo de nuevo, es lo único en lo que mi mente puede pensar. La tengo, está aquí frente a mí y mis brazos se rehúsan a soltarla. —¡Olivia!—no despego los ojos de ella mientras es jalada hacia arriba por su hermano Carson. —¿Qué hiciste? ¿Qué pasó? Me pongo en pie observando su figura. Luce más madura, con más curvas y tiene el cabello mucho más largo que antes sin embargo el tiempo no ha pasado en su rostro pues continúa con la misma belleza innata que antes. No despega los ojos de los míos y veo que me observa con curiosidad. No se ve nerviosa ni nada y es por eso que sé que todavía no me recuerda. —¿Cuál es su nombre?—pregunta ella. —Lo siento pero me recuerda a alguien que... —Es un viejo amigo—la interrumpe su hermano. Él si está nervioso al contrario de su hermana. Lo veo en sus ojos, en el temor que tiene a que abra la boca para decir algo incorrecto o indebido pero juré una vez que no diría nada y lo continuaré sosteniendo aunque me arda la garganta por las palabras que no me atrevo a pronunciar. —Hermana, te presento a Travis Miller. Sus ojos me observan con detenimiento y curiosidad. Traga grueso y se alisa la falda de su vestido antes de tender su mano hacia mí con total naturalidad. —Es un placer conocerlo, señor Miller, lástima las circunstancias—comenta riendo. —Soy Olivia Sloan. Yo sé exactamente quién eres. 
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