Capítulo 04.

3026 Words
TRAVIS MILLER Trago grueso tratando de pasar el mal que me hace verla frente a mí con esa sonrisa radiante que ha invadido hasta las más crueles de mis pesadillas. ¿Cómo es posible que alguien que luce como un ángel sea tu mayor desgracia? Me siento nervioso aunque no lo demuestro porque la tengo de frente observándome como si esperara alguna reacción de mi parte pero sé que no puedo hacerlo porque el tenerla así me mata, me debilita las piernas y los muros que intenté construir en su ausencia. Muros que cayeron hasta el subsuelo con solo tener sus ojos sobre los míos. —Señor Miller, ¿Se encuentra usted bien?—parpadeo cuando la veo mirar con intriga mis facciones. —Sí, no se preocupe—digo. Suspiro para poder tranquilizarme, tragando grueso. —Es solo que usted me recuerda a alguien que perdí hace mucho. Una vieja amiga... Veo en su rostro la más pura de las lástimas. —Lo siento, espero que no se sienta incómodo con mi presencia. —No, es agradable. Agradable como las veces en las que la hice mía a escondidas de su familia, como el dulce sabor de tenerla enredada en mis sábanas siendo ajenos a lo que sucediera fuera de mi habitación de adolescente. Bajo la mirada. El tener sus ojos sobre los míos ha despertado en mí una cierta incomodidad que no sentía hace años. No sé cuánto tiempo más pueda contener todos los sentimientos que están abarcando mi cuerpo y mi mente. —Bueno, será mejor irnos—comenta Carson. Las alarmas se encienden pues no estaba listo para verla, pero para perderla de nuevo tampoco. —¿Irnos? Aún no has dado tu discurso—Olivia lo mira con el ceño fruncido.—Estamos esperando a que fuera tu turno. Carson nos mira a ambos, creo que no solamente a mí me incomoda su presencia pues veo cierto temor en sus ojos y cómo no tenerlo, si hice de su vida un infierno en el hospital donde me prohibieron verla, si lo llamé durante meses para saber de su hermana y en cada ocasión le dejé en claro que Olivia necesitaba saber la verdad de lo que le pasó. —No importa, creo que tengo pánico escénico y no daré el discurso—dice, riéndose con nerviosismo. —¿Podemos irnos? Olivia luce sorprendida. Me pregunto qué tanto regresó su memoria, qué tanto recuerda su vida antes de mí porque cinco años es mucho tiempo. De repente mi mente estúpida aviva las llamas de la esperanza, ¿será que sí me recuerda aunque sea un poco? —Carson, no seas una nenaza y sube a ese maldito podio—lo tienta su hermana en broma, pero su hermano no está para eso. —No—le corta él.—Nos vamos, ahora. Mamá y Jade nos han de estar esperando. Sus palabras suenan duras para la chica frente a nosotros que nos mira extrañada. Ella jamás fue una ilusa y el que nos mire tanto despierta en su cuerpo la curiosidad. La conozco lo suficiente como para saber que no dejará pasar esto fácilmente. —¿Por qué tienes tanta prisa en que nos marchemos?—inquiere con una ceja en alto. —Estabas emocionado por esto y luego... —Lo haré entonces, ¿de acuerdo? Subiré al podio, daré el discurso y luego nos vamos—responde él con rapidez.—Pero por favor, regresa con mamá, ha de estar buscándote. Olivia enrolla los brazos alrededor de su cuerpo. —Lo harás bien, te lo aseguro—dice sonriendo al alejarse. Por los altavoces resuena su nombre y la preocupación crece en su mirada. —Ve, no te demores. —Por favor—le ruega tomándola de las manos.—Regresa con mamá. El director del evento viene en su búsqueda y lo aleja de nosotros aunque pone resistencia. Dejarla sola a mi lado para él sugiere un gran problema porque acordamos que jamás nos veríamos las caras de nuevo. Yo acordé salir de su vida sin ningún tipo de problemas, y ahora estamos lado a lado. Olivia camina hacia la tela que divide la entrada del escenario. Observa a su hermano unos segundos antes de tomar una fotografía y luego se voltea hacia mí. —¿Le gusta la fotografía?—inquiero. Debo poner ambos brazos hacia atrás, tomando las manos en la espalda para evitar acariciarla. Hablarle me duele. Siento que me quema la garganta el tenerla cerca, el inspirar su aroma que no ha cambiado pues es el mismo que usaba hace años atrás. —Es un pasatiempo—se encoje de hombros.—Estoy por recibir mi titulación en Contabilidad, supongo que el pasatiempo quedará en el olvido. —Gran elección de carrera—comento sin mirarla.—¿Usted la escogió? Sé la respuesta, sé que seguramente su madre lo habrá escogido ya que es como una tradición familiar porque trató de convencerla de lo mismo cuando estábamos juntos pero siempre se impulsó por el lado artístico, sin embargo la observo con curiosidad. —No, de hecho es tradición familiar—dice sonriendo dulcemente. —No me molesta, al final parece que resulté ser bastante buena en ello. Simplemente asiento. —¿Y ya aplicó para pasantías?—pregunto. No sé por qué mi mente maquina la idea de ofrecerle empleo. Estaba bien sin ella en mi vida, siempre la querré, tendrá un lugar privilegiado en mi cuerpo y mis recuerdos pero el tratar de mantenerla cerca solo para calmar la ansiedad que me provocará dejarla ir de nuevo me grita que solo un egoísta de mierda. Sus ojos azules se posan en los míos. Veo cierto brillo en su mirada, veo que le interesa mi pregunta pues baja la cámara enfocándose en mí. —No, todavía no lo he hecho—responde.—¿Usted ofreció ciertos lugares? Porque no quiero sonar impertinente pero sé que tiene una gran empresa y podría... Oculto mi sonrisa tras una mirada fría y con seriedad. Cayó en la trampa, bueno, realmente ella sola se la tendió. La demoro un par de minutos en mi respuesta pues no quiero que sepa la felicidad que me da el saber que la tendré cerca. Finalmente saco de mi bolsillo una tarjeta de presentación. —Envía tu currículum a esa dirección y me aseguraré de que Recursos Humanos la reciba—comento mientras ella toma el pedazo de papel. —Las aplicaciones para pasantías comenzarán recién en tres semanas cuando ustedes ya tengan su título pero trataré de tener una respuesta para usted lo antes posible. Le brillan los ojos al recibirla. La sostiene en sus manos unos segundos y luego me observa de nuevo con esa mirada tan angelical que me dedicó al aceptar vivir conmigo hace años. Joder, cuánto daño hacen los recuerdos. —Sé que podría sonar impertinente, pero tengo mi novio que también termina la universidad este año y quisiera saber si podría... usted, no lo sé, si él también podría aplicar en su empresa—susurra algo tartamuda. Me quedo completamente mudo. Aprieto tanto la mandíbula que siento que estoy a punto de romperme los dientes. Jamás he sido posesivo ni agresivo, mucho menos alguien al extremo celoso pero lo hago, siento celos. No de que tenga novio, sino de que haya avanzado lo suficiente como para dejar entrar a alguien nuevo a su vida sin saber todo lo que pasamos juntos. Su falta de memoria me duele, me lastima, me hiere hasta el punto en que siento que el respirar arde con llamas que queman mis pulmones internamente. Estoy tan malditamente enfermo de celos, de que alguien más pueda besarla y hacerle el amor cuando la última vez que lo hicimos ella ni siquiera lo recuerda. Los años que pasé en terapia, el tiempo que me llevó sobreponerme a la mierda que nos pasó, todo el avance que hice sin ella se va a la mierda porque yo recuerdo todo, cada maldita cosa que pasamos juntos mientras ella hizo su vida. —¿Se encuentra bien?—pregunta devolviéndome a la realidad donde su mirada brillante ya no me pertenece. —Sí, lo siento—susurro. —Claro que puede aplicar, con mucho gusto recibiré la información. —¡Oh por Dios, gracias!—me quedo de piedra cuando salta a abrazarme enrollando los brazos a mi cuello. Es imposible no inhalar el aroma tan exquisito que desprende, esa belleza que posee me quema la piel como si me estuvieran asentando hierro ardiente en lugar de su cuerpo. Las manos me tiemblan por la necesidad de sostenerla contra mí. El dolor que experimenta mi cuerpo no se compara al dolor que sé que se sentiré cuando se aleje. Cierro los ojos con fuerzas. La mandíbula me tiembla a tal punto en que siento que las lágrimas me están formando una gran bola en la garganta que dentro de poco me dejará sin respiración. —¿Olivia?—abro los ojos encontrándome con mi madre a unos cuantos metros de nuestra posición. Está estática, completamente inmovilizada y observando a Olivia como si se tratase de un fantasma y no de una persona de carne y hueso. —¿Olivia Sloan? Parpadea sin poder creerlo. Da dos pasos al frente y puedo notar sus ojos cristalinos. Mamá siempre quiso a Oli, creo que incluso sabía de nuestra relación mucho antes del accidente pues siempre le tuvo mucho cariño al ser hija de la mujer que algún día fue su mejor amiga en secundaria. El verla aquí le trae recuerdos y no muy buenos, estoy seguro. —¿Cómo has estado, cariño?—susurra en voz baja, tratando de contener las lágrimas que a pesar de su esfuerzo, caen por sus mejillas. —No puedo creerlo... En cuestión de nada tiene a la chica entre sus brazos. Es una situación incómoda porque los ojos azules de Olivia se posan en mí y en silencio veo la pregunta en su rostro. Mientras mi madre la abraza, la chica no tiene idea de quién es la mujer que llora sobre su hombro y antes de que diga algo que no debe, alejo a mi madre de mi ex. —Lo siento, lo siento... sé que soy una sentimentalista pero me agrada tanto que ustedes al fin estén juntos de nuevo—comenta, secándose las lágrimas con el dorso de la mano. —¿Juntos de nuevo?—pregunta la chica con el ceño fruncido. —Se refiere a tu hermano y a mí, fuimos muy amigos antes—interrumpo a mi madre quien me mira con el ceño fruncido.—Mi madre la conoce porque hace tiempo, mucho antes de que usted naciera, fue amiga de su madre. Trago grueso. Espero que se trague la mentira y al parecer lo hace pues sonríe como si la conociera de toda la vida devolviéndola a mi madre un abrazo de segundos. —Qué bueno conocerla—menciona Olivia, demostrando que podrá haber olvidado mi nombre y lo que vivimos, pero no sus modales y buena conducta. —Bueno, será mejor que nos vayamos, madre—comento. Tomo su mano y la dejo sobre mi brazo esperando a que se despida aunque no quiera hacerlo pues veo que todavía luce demasiado confundida. —Esperaré su información, señorita Sloan. Fue un placer conocerla. —Igualmente, señor Miller, gracias por la oportunidad—menciona. Entonces se para en la punta de sus pies para poder plantar un beso en mi mejilla. No dejo que mi madre salude correctamente solo camino con ella tomada de mi brazo porque no soy capaz de quedarme por más tiempo a su lado. No escucho nada de lo que ella dice, no soy consciente de lo que sucede a mi alrededor solo sé que mi cuerpo necesita poner una distancia coherente entre esa chica y yo para que finalmente pueda pensar con claridad. No puedo hacer nada contra la tanda de emociones que me recorre el cuerpo como un choque eléctrico que me provoca náuseas. Me siento enfermo de repente, me siento como una persona completamente ajea a aquella que traté de ser durante cinco años en donde me juré que jamás caería de nuevo por una chica. Nunca tomé en cuenta que se puede caer dos veces por la misma persona. Al llegar al coche la puerta se cierra cuando entro. El aire acondicionado comienza a aclarar mi mente pero mis oídos son torturados por mi madre y su avalancha de preguntas que no dejan de romperme la cabeza. Trato de concentrarme, quiero creer que soy alguien lo suficientemente decente como para creer que puedo con esto y con todo lo que se venga pero no es así, mucho menos cuando en mi mejilla continúa ardiendo el lugar donde dejó el beso. —Supongo que no recuerda nada ¿cierto?—murmura mi madre con cierto tono de resignación. Niego con la cabeza. —No, al menos a mí no—observo por la ventanilla. Quisiera no decirlo pero es imposible así que lo suelto. —Tiene novio ahora. Siento los ojos de mi madre sobre mí. —¿Y cómo te sientes? Como si me hubieran arrebatado el corazón una vez más. —Bien, supongo—digo en voz alta. —La vi porque me encontré con Carson, su hermano. Le dije... le dije que podía darle una pasantía en la empresa. —¿Crees que sea lo correcto? Ella no te recuerda, hijo, lo sé no es justo, pero tampoco quiero que la tengas cerca para martirizarte sobre lo que pudo o no ser—comenta ella cansada.—Escucha, tuve que verte hundido en la depresión, Travis, fue duro para mí que soy tu madre y no quisiera que volviera a suceder lo mismo. Los recuerdos de esa época golpean mi mente. No comía ni dormía, tenía sueños incluso con los ojos cerrados y pensaba en ella diario. Cada día creía que la tenía en mi cama cuando en realidad solo era mi almohada. Estuve a punto de perder la razón, estaba a nada de creer que el suicidio era la mejor solución para mí y todos mis problemas cuando mis padres me buscaron la ayudaba que necesitaba. Me concentré en el estudio luego de eso, me concentré tanto que no disfruté de esos años de universidad como los demás sino que los pasé metido entre las páginas de los libros, siempre tratando de mantener la mente ocupada hasta que aquello se hizo un hábito y el trabajo se volvió mi un refugio. Me sobrepuse a la depresión pero jamás a la pérdida. Eso es algo que mi madre jamás pudo comprender. —No le des el empleo, Travis, evítate el dolor cuando tenga que marcharse, hijo—continúa mi madre. —Me dolerá más decirle que no—susurro. Por un segundo me siento como un niño pequeño que necesita de su madre y ella lo nota pues acaricia mi mano con cierta dulzura. —Sé que no debo, mamá, pero creo que es una señal. —¿Una señal de qué? —increpa con una ceja en alto. —Más bien un recordatorio de lo que perdiste.   —No, es una señal—digo más para mí mismo que para ella.—¿Aparecer luego de cinco años donde no tuve ni siquiera contacto con ella? Mamá, tal vez suene algo loco pero sé que si reapareció en mi vida, fue por algo. —O quizás solo quieres verlo de esa forma para no sentirte tan mal—comenta ella. —Quizás—concuerdo, sorprendiéndola.—Pero eso no quita que lo haré de todas formas.  Sé que esto está mal, que posiblemente sea una decisión que nos afectará a ambos de la peor forma si no sale como espero porque puede salir mal, principalmente porque yo no me contenga las ganas de decirle la verdad de frente.  Sé que su familia no lo hizo, sé que ella no tiene idea de lo que pasó aquella noche entre nosotros y el hombre que nos chocó, y quizás sea lo mejor debido a su condición pero mi lado egoísta me pide a gritos hacer el intento. No sé con qué garantía de que las cosas nos salgan bien porque puede que ella se entere pero jamás recupere la memoria del todo, pero mientras no exista el intento y la falla, mi corazón no dejará de rogar por esa oportunidad que nadie nos dio jamás.  Mamá intenta hacerme desistir, sin embargo no la escucho porque desde hace tiempo hago lo que me venga en gana. No dejaré de hacerlo ahora que tengo la posibilidad de finalmente dar un cierre a mi desesperación.  Cuando llegamos a mi pent house mamá en silencio se mete a su habitación cosa que agradezco.  —Señor Miller, ¿Quiere cenar?—pregunta Rhonda, mi ama de llaves.  Desajusto la corbata abriendo el primer botón de mi camisa.  —Cenaré en mi oficina, gracias—camino por el pasillo de mi hogar para luego subir las escaleras hasta el segundo piso donde solo existe la habitación principal y mi oficina dentro de la biblioteca.  Abro las puertas dobles de madera para tomar asiento detrás de mi escritorio. Tengo pilas repletas de papeles para revisar y firmar pero no me interesa nada de eso ahora mismo. Enciendo mi ordenador haciendo a un lado la pila de papeles.  El sistema se enciende y pido al ordenador de voz que llame a Harry, mi asistente.  —Señor Miller, ¿En qué puedo ayudarlo? —pregunta al otro lado de la línea. —Estaba esperando que se presente en la oficina pero no lo hizo. Se perdió de la reunión de las diez con los funcionarios.  —Sí, lo sé—respondo. —Me haré cargo de eso mañana cuando llegue. Por el momento necesito que te encargues de algo sumamente confidencial.  —Dígame, lo haré con mucho gusto.  Esto está mal, muy mal.  —Necesito información sobre Olivia Sloan, estudiante de último año en la NYU. 
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