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Engañando a Mr. Miller

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Blurb

Las mentiras tienen piernas cortas, y eso Olivia Sloan lo sabe muy bien.

Un duro accidente cambió su vida y la de su novio Travis Miller hace años, sin embargo hay muchas cosas que él desconoce, primeramente que el bebé que esperaban, jamás murió.

Travis ya no es un niño enamorado, es un hombre hecho quien duda del amor y tiene un corazón de piedra pues hace años, perdió toda esperanza en tener un felices para siempre. Siendo el corredor de bolsa más joven y mejor pagado tiene una vida soñada, pero todo se desmoronará cuando el pasado golpee a su puerta trayendo consigo algo más que simples recuerdos.

Un reencuentro, mucho caos y demasiadas mentiras. Supongo que Olivia tiene muchas cosas que contar...

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Prólogo.
Último año de Secundaria, Viernes 14 de Febrero. OLIVIA SLOAN Estudia, Sloan, siempre estudia para que el día de mañana no dependas de nadie.  Las palabras de mi madre resuenan en mi cabeza. Por primera en mi vida estoy cometiendo demasiadas estupideces para mi propio gusto, pero no me detengo por nada. Tomo aire y me impulso hacia arriba para tomar la reja en mis manos. Piso con firmeza uno de los hierros para poder impulsarme y llegar hasta la cima. De frente tengo mi casa ahora cuando una sonrisa traviesa recorre mis labios. —¡Cariño, apresúrate!—la voz de Travis me hace carcajear. Con sumo cuidado doy un salto hacia atrás logrando caer en ambos pies. —No puedo creer que lo hiciste. Mi novio me ayuda tendiendo una mano mientras se carcajea de mis débiles habilidades. —Espero que esto valga la pena como dijiste—le doy un golpe leve en el hombro. —Ahora corre antes de que alguien nos vea. Tomo su mano y con nuestros dedos entrelazados, corremos hacia la vuelta de mi casa donde dejó su coche estacionado. No pierdo el tiempo esperando cursilerias, solo voy al lado del acompañante y cierro la puerta al entrar. Travis no tarda en sacarnos del radar de mis padres. Soy una buena chica. Toda mi vida he cumplido horarios y he hecho todo lo que una hija debe hacer. Desde niña aprendí a valerme por mí misma para estudiar y a ser responsable de mis propias cosas, pero creo firmemente que fue en ese isntante, en que decidí que ya había tenido suficiente de eso. Pasar todo el tiempo tratando de ser perfecta me ha quitado momentos valiosos tanto con mis amigos como hasta con mi propia familia pues siempre estaba tratando de hacer todo bien, de estudiar más de la cuenta, de ser bastante buena en casi cualquier deporte, tomando clases extras de música, arte e idiomas, todo para que al final, no me quedara con nada importante. Mis amigas salían y no podía ir con ellas porque siempre tenía un estúpido plan formado que debía seguir al pie de la letra para mantener a mi perfecta madre contenta, pero entonces llegó mi último año y antes de la Universidad, me propuse hacer cosas nuevas. Lo primero en mi lista fue dejar de lado todas y cada una de mis actividades extra curriculares. A mamá casi le da un infarto, pero necesitaba cumplir dieciocho para tomar mis propias decisiones. Y lo segundo, es experimentar todo aquello que no pude y debí hacer. Pero tomé una decisión muy estúpida una noche estando ebria. Una decisión que me trajo hasta este momento y fue besar al idiota del mejor amigo de mi hermano, Travis Scott. Con veintitres años, Travis no es más que un idiota. Toda mi vida lo vi como el típico hombre que se cree que puede tenerlas a todas, y lo critiqué por eso casi todo el tiempo que llevaba viéndolo como el mejor amigo de Carson, hasta esa noche en el bar donde lo besé y todo cambió. Tal vez no para bien puesto que es mayor que yo, está en la Universidad y apenas podemos vernos, y más que nada porque tengo que esconder esta relación de todos para no tener que enfrentar mis problemas. —¿Crees que te hayan oído?—pregunta él manejando. —No, papá no está en casa, mamá toma píldoras para dormir y las empleadas no duermen cerca de la reja —respondo, encogiéndome de hombros. —Aunque ahora tengo la duda de cómo haré para volver a entrar. No lo pensé bien, lo admito. Travis se carcajea. —Había olvidado que algunas niñas todavía deben esconderse de sus padres para salir con su novio—dice. —Bueno, cuando tu novio tiene cinco años más que tú, sí, te escondes—respondo. Rueda los ojos. Para él la edad no es más que un simple número. —Y volvemos a lo mismo—recalca.—¿No puedes olvidarte de eso? No fue hace mucho que salí de preparatoria. —¡Estás por graduarte de la universidad cuando yo apenas voy a entrar!—digo escandalizada. Cada que lo pienso, noto todas las cosas mal de esto. —Y eso es bueno porque una vez que lo hagas, podríamos... no lo sé, tal vez vivir juntos ¿qué dices? La tranquilidad con la que suelta aquella bomba me paraliza el corazón. —¿Qué?—pregunto sorprendida. Sus hermosos ojos azules se posan en mí, sin un solo atisbo de mentira o burla en ellos. —Irás a la NYU ¿Cierto? Y yo me gradúo este año con un trabajo en la bolsa ya asegurado—responde, encogiéndose de hombros.—No veo por qué no podríamos hacerlo. Tus padres ahorrarían en pagarte un apartamento porque no tendrías que hacerlo. Trago grueso. Mi mente está en un viaje astral más o menos en estos momentos pues esperaba cualquier cosa, de verdad, cualquier cosa excepto esto. ¿Cómo carajos pasamos de esconder nuestra relación de casi seis meses a vivir juntos en Nueva York? Pienso en mis padres, en lo que dirán cuando sepan que les he estado ocultando cosas y en mi propio hermano. Carson no querrá verme ni en pintura, y seguramente terminará a los golpes con Travis por mi culpa. Yo... —No tiene que ser ya—dice para tranquilizarme y parar todo el bamboleo de mi mente. Creo que ve el temor en mi rostro pues suspira arrepentido de haberme dicho su propuesta.—Prueba con ir a la universidad primero, podríamos plantearnos el decirle a tu familia en unas semanas cuando te instales en Nueva York y luego ya, veremos qué sigue, ¿qué te parece? Tomo aire. —Eso parece más razonable—susurro asintiendo. Travis entrelaza nuestros dedos y deja la mano sobre mi pierna. Todo comenzó como una broma pues luego del beso él me buscaba constantemente para echármelo en cara hasta que lo besé de nuevo demostrándole que en realidad me gustaba, cosa que no sabía ni siquiera yo mista hasta entonces. Luego comenzaron las citas a escondidas y finalmente, nos convertimos en novios hace seis meses. Si bien las cosas están perfectas entre nosotros, el que mencione un futuro lo convierte en algo demasiado permanente para mí. Y no estoy segura de a mi edad, querer algo permanente. Por lo pronto me relajo en el asiento de su coche. Travis pertenece a una familia de alta sociedad, y no puedo evitar preguntarme qué pensarán de nosotros si algún día llegamos a vivir juntos. Si bien mi familia tiene dinero, él nada en billetes y se puede notar a kilómetros la diferencia entre nosotros. —¿Estás lista para tu sorpresa?—dice, alzando ambas cejas. —Sí, no puedo creer que salté una reja por ti así que ahora quiero ver esa maldita sorpresa tuya—comento sonriendo. Conduce un poco más hasta que nos alejamos de la ciudad. Cada cita que hemos tenido han sido en lugares como éstos a las afueras del pueblo que nos vio nacer para evitar cruzarnos con personas que puedan reconocernos, cuando veo que se adentra entre los árboles comienzo a impacientarme. —¿Me traes para matarme?—bromeo. —Quería privacidad—se encoje de hombros. A los pocos minutos deja el coche estacionado a un costado. Bajo, el frío me recorre por entre medio de la tela de mi suéter por lo que me abrazo a mí misma. Es una noche fría, demasiado. —Ven aquí, amor—a los pocos segundos, tengo los brazos de mi novio rodeándome los hombros. Su enorme suéter me envuelve, su aroma varonil inunda mis fosas nasales y estoy tan enamorada que de repente todo el frío se esfuma al sentir su calor tan cerca. —Me iré en la mañana. —Lo sé—susurro con pesadez.—Tendré que esperar otros tres meses para verte ¿cierto? —Sí—susurra. Con una de sus manos acaricia mi cabello, alejándolo de mi rostro.—Pero te irás en unas pocas semanas y estaremos mucho más cerca, nena. Sus hermosos labios carnosos toman los míos en un beso que me enciende hasta la última célula. Besarlo siempre fue así, un torbellino de emociones y pasiones que despiertan cosas inexplicables en mi cuerpo. De repente sus manos viajan por debajo de mi ropa buscando mi piel y ya no hay frío en absoluto. Sus manos me queman y el fuego que tengo dentro es tan intenso que gimo su nombre. Me alza de las caderas dejándome en el capó del coche abriéndose paso entre mis piernas mientras sus manos no dejan de recorrer cada pare de mi cuerpo, o al menos las partes a las que puede llegar. —Te echaré de menos—gime sobre mi boca. Pasa a mi cuello, saboreando y dejando su usual marca en mí. —Vamos al coche—le digo. En cuestión de nada ambos estamos en los asientos traseros, disfrutándonos mutuamente mientras afuera el frío empaña los vidrios del coche haciéndonos saber que el invierno se acerca y que pronto tendremos nieve bajo nuestros pies. Travis recorre mi cuerpo con desespero, anhelando dejar una marca que no se borre en el tiempo que no nos veremos pero eso es imposible porque si hay algo que mi cuerpo jamás podrá olvidar, es su toque. La cercanía de su cuerpo contra el mío, su voz suave gimiendo mi nombre y diciendo lo mucho que me ama son cosas que me acompañarán toda la vida, lo sé. Para cuando terminamos y estamos vestidos nuevamente, el pesar se siente en el aire. —Pasará rápido, cariño, lo prometo—ésta parte siempre fue la más difícil, el fingir que no somos nada cada que nos vemos no se compara con el sentimiento que abunda mi pecho cada que tiene que marcharse otra vez. —Lo sé, solo desearía que no tuvieras que irte—respondo. Frente a nosotros la carretera es lo único que tenemos. Es de madrugada, su vuelo sale en menos de cuatro horas y es momento de regresar a casa, cuando lo peor sucede. Hay momentos donde no importan las veces en las que te portaste mal, las veces que besaste al chico de tus sueños o cuánto le has dicho a tus familiares que los amas. A veces nada importa porque en un segundo todo se detiene. Aquello que tanto anhelas cruza por tu mente y por un solo momento, estás en pausa. Tu vida pasa frente a tus ojos y no eres capaz de moverte, solo estás ahí y al siguiente segundo ya no hay nada.

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