TRAVIS MILLER
El pasar de los días es agobiante. Los doctores entran y salen de la habitación de Olivia, nadie quiere decirme nada, tuve que tragarme peleas con su familia y aún a pesar de todo eso sigo aquí, de pie.
No sé en qué día estamos, ni siquiera tengo un recuento de lo que sucede fuera de estas paredes de yeso con el ya usual olor a desinfectante que entra cada día por mis fosas nasales. No quiero saber nada de afuera, no tengo ánimos para enfrentarme al mundo exterior porque no me rehúso a vivir una vida sin Olivia a mi lado.
Despierto cada día sintiéndome miserable. Al principio las noticias sobre el accidente estaban en todos los periódicos y noticieros del país, gracias a Dios ese tiempo ya pasó. Poco a poco el público fue olvidando que la vida de cinco personas fue destruida un día como cualquier otro.
Ojalá fuera como alguna de esas personas.
Quiero olvidar pero no quiero tener que alejarme de ella para eso pues quiero enfrentar lo que sea que venga pero quiero hacerlo con ella a mi lado. Y mientras todos olvidan, nosotros debemos lidiar con las mierdas que le siguieron como el juicio que está por venir donde los abogados de la familia Sloan hablan de estado vegetal y coma para agravar la sentencia.
Por mi parte no quiero nada, ni una indemnización ni siquiera una disculpa solo quiero que desaparezca de mi vida.
He llegado al punto donde no hago más que llorar por las noches donde no puedo verla e incluso en estos momentos, solo puedo pensar que estoy en un maldito sueño donde las pesadillas no me dejan tranquilo.
Lanzo un suspiro. Observo el reloj en la pared que declara son las cuatro treinta de la madrugada. Frente a mí está la ventana de cristal que nos divide de Olivia y a un lado, a varios asientos, está su familia que no se ha despegado de ella.
Siempre admiré el amor que se tienen pues son solo cuatro porque sus padres fueron hijos únicos. Sé que para ellos, sus hijos son lo más grande de sus vidas y el que ahora mismo su hija menor esté aquí solo los hace odiarme con la mirada.
Su madre es peor, cada que tiene oportunidad me recuerda lo hijo de puta que soy y que yo debería de estar ahí en lugar de su hija. Nunca la contradigo porque de poder cambiar lugares, con gusto lo haría.
Mis párpados comienzan a pesar y se bajan pero pongo de toda mi voluntad para poder abrirlos. Llevo días sin poder dormir, cada que cierro los ojos veo los faros acercándose a nosotros y luego la imagen de Olivia tendida en el suelo con el cráneo abierto.
Como dije, son pesadillas.
—Ve a casa—levanto la mirada. Sorprendentemente, Carson está frente a mí con un café tendido en mi dirección. —Te llamaré si algo pasa.
Niego de inmediato con la cabeza.
—No me iré, le prometí que jamás la dejaría—tomo el café, no porque lo necesite sino porque sé que está haciendo un esfuerzo. A pesar de la mirada de su madre en nosotros, lanza un suspiro y termina sentado a mi lado. —Gracias por esto.
—Luces como la mierda, igual que yo, lo justo es lucir como mierda juntos—se encoje de hombros.—Además, cada que te veo me dan ganas de darte un puñetazo. Siendo amigos de nuevo supongo que se irá, eso espero...
Me volteo a verlo. Las bolsas negras bajo sus ojos están tan acentuadas como el hecho de que ha disminuido su peso. Cualquiera que lo mire notará que está sufriendo, a pesar de su sonrisa y los chistes, está sufriendo demasiado...
—Hazlo, golpéame—digo, obteniendo su mirada en mí. —Si con eso te sentirás mejor, golpéame, Carson.
Mi propuesta parece gustarle pero en cuestión de nada termina negando con su cabeza.
—No, no sería correcto—susurra apenado. —Además quiero golpearte por meterte con mi hermanita, no por el accidente, sé... sé que no fue tu culpa.
Hace días tuvimos que juntarnos y demostraron por las cámaras que el maldito ebrio nos chocó. Fue bastante duro ver cómo sucedió todo, el momento exacto donde Olivia sale volando del asiento del acompañante e incluso el momento en que la niña y su madre traspasan el parabrisas. Me vi a mí mismo caminando en círculos, buscándola y luego a la pareja de ancianos.
Fue duro, cruel e injusto. Tomé las medidas necesarias, conducía a una velocidad normal y de repente alguien más se cruza y trunca todos tus planes. Realmente no es justo.
—Mi madre también lo sabe—continúa.
—Necesita a quien culpar—me encojo de hombros.—No me interesa si quiere hacerlo conmigo, si quiere verme como su enemigo, el causante de esto. No me interesa, realmente a este punto solo quiero que esté bien porque sé que tendré que explicarle que estaba embarazada y ya no.
Creo que puede ver el temor en mis ojos porque de todo a esto le tengo más temor. No sé cómo reaccionará ni qué es lo que va a sentir solo quiero... sé que le dolerá, sufrirá y seguramente gritará tan fuerte que terminará por destrozarse la garganta pero es necesario.
Carson palmea mi hombro. Al mirarlo lo veo con el ceño fruncido y abre la boca para hablar sin embargo...
—Oye, Oli...
Me pongo de pie de inmediato cuando siento la máquina comenzar a pitar una y otra vez con demasiada fuerza y rapidez. Me acerco a su puerta seguido de toda su familia y me quedo pasmado cuando veo sus ojos azules. Está despierta, mueve apenas los dedos de las manos pero la desesperación en su mirada es tan evidente que su hermano se acerca susurrándole que todo estará bien.
La máquina mide los latidos de su corazón, está asustada pues no puede moverse y sus ojos no dejan de mirarme con temor.
—Señorita Sloan, necesito que se tranquilice ¿de acuerdo?—no sé en qué momento entró el doctor pero ya está a su lado observándola, tratando de que se calme.—Será mejor que se vayan, acaba de despertar y estará un poco desorientada.
Trago grueso. A mi lado pasan sus padres pero Carson debe tomarme de los hombros y prácticamente me obliga a caminar para dejarla sola en la habitación. La puerta se cierra tras de mí y veo a su familia festejar. No sabía que sería una posibilidad el que despertara tan pronto y sé que debería estar igual de feliz que ellos, sin embargo no dejo de pensar en sus ojos, en lo desesperada que estaba, en..
—Algo va mal—susurro. Siento un pesar en la boca del estómago, un malestar que me produce náuseas.
—¿De qué estás hablando? ¡Acaba de despertar!—comenta Carson feliz, limpiando sus lágrimas con el dorso de la mano. —Travis...
Me siento como la mierda. Observo hacia el ventanal y veo cómo le quitan el tubo de la garganta pero sus ojos no se despegan del cristal, de mí. Esa expresión asustada no se ha marchado y me cala cada vez más profundo.
¿Y si me culpa? ¿Y si no quiere volver a verme porque me culpa de la muerte de nuestro bebé?
Respiro con dificulta. Tengo que sostenerme del cristal para no caer y ni aún así lo evito ya que caigo de rodillas al suelo.
—Estará bien—me dice su hermano, palmeando mi hombro. Sé que no lo estará...
Los doctores entran y salen de su habitación. Las cortinas fueron cerradas prohibiéndonos ver qué sucede con ella ahí dentro pero no pasa mucho hasta que los gritos se comienzan a sentir. Gritos que provocan lágrimas en su familia y un gran vacío en mi pecho.
Sé que ella está aquí, que regresó, sin embargo no es mi Olivia y esto también lo tengo bien presente.
Las cosas se calman. Todo el pasillo es un torbellino de emociones con sus padres conmovidos por sus gritos, por las enfermeras que asoman sus cabezas por los pasillos pues es la única que ha despertado de un coma y lo primero que hace es llorar.
Sé que sus funciones tardarán en recuperarse al haber estado tanto tiempo inmovilizadas, pero al menos sabemos que sus cuerdas vocales están perfectas.
Tomo asiento frente a su ventana. Me cubro los oídos pues si continúo oyendo sus gritos terminaré entrando por la fuerza y no quiero, necesito que tenga su tiempo también pero entonces deja de gritar.
A los pocos minutos el doctor sale cerrando la puerta detrás de sí justo cuando es atacado por todos nosotros.
—¿Está bien?—pregunta su padre.
—¿Por qué gritaba?—pregunta su hermano logrando que el doctor alce ambas manos para detener la avalancha de preguntas.
—Confirmamos que sus habilidades motrices están bien, necesitará poco tiempo de fisioterapia pero tendrá una amplia movilidad. Sus reflejos visuales y su voz no sufrieron daños.
—¿Está hablando?—pregunto con el ceño fruncido.
—Ahora mismo tuvimos que sedarla, siente que lo que pasó es mentira, que tratamos de engañarla y...
—Espere, espere—le pido. —Dijo que... ¿siente que es mentira? Es decir, ¿no lo recuerda?
Mi temor más grande se hace realidad cuando asiente.
—Sabíamos desde el principio que el daño en su cerebro era demasiado grave—murmura con pesar.—La cirugía no pudo arreglar mucho del problema y les dije que tendríamos que esperar a que despertase para saber cuáles serían sus secuelas pues el funcionamiento del cerebro sería quien...
—¿Qué está queriendo decir?—lo interrumpe la madre de Olivia. Traga grueso y se sostiene del brazo de su esposo mientras Carson hace lo mismo del otro lado, esperando la terrible verdad.
El doctor suspira con pesadez. Baja la mirada y me convenzo a mi mismo que ésta ha de ser la peor parte de ser doctor pues tienes que dar las terribles noticias, y por su silencio sé que ésta noticia es de lo peor.
—Su hija sufrió daño en el hipocampo, es la parte del cerebro que controla la memoria a largo plazo—dice el doctor, observándonos con la lástima plasmada en sus ojos y el tono de su voz. —No sabemos todavía qué es lo que recuerda o a quiénes, tendrán que ser pacientes y...
—No... no...
—¡Travis!
Mis pies se mueven como si tuvieran vida propia hacia su habitación. Abro la puerta con la mano temblorosa y me detengo al entrar pues está con los ojos abiertos pero en silencio y me detalla lentamente subiendo por mis piernas hasta dejar sus ojos fijos en los míos. Está tranquila, mueve su cuello pero luego su ceño se frunce.
—¿Quién eres?—pregunta en voz baja.
Tomo aire ignorando todos los sentimientos que comienzan a abrumarme.
—¿No me recuerdas?—tartamudeo.
Sus hermosos ojos están sobre mí. Recuerdo la primera vez que me miró con amor, con ojos de novia como solía decirme, y los echo tanto de menos ahora mismo pues no veo nada de lo que solíamos ser, solo veo a una chica que es indiferente a todas las sensaciones que tengo atravesadas en el rostro y en las lágrimas que no dejan de caer por mis mejillas.
—Lo siento... no tengo idea de quién eres—susurra, arrastrando mi alma hasta el mismísimo infierno.
El hueco en mi pecho crece hasta tal punto que soy incapaz de respirar. Siento que no puedo inhalar profundo, a cada segundo el aire abandona más y más mis pulmones y termino de rodillas en el suelo respirando con rapidez mientras sostengo mi pecho.
—Trav, respira, tranquilo—escucho la voz de Carson, puedo sentir su mano sobre mi hombro pero ni aún así soy capaz de levantar la mirada.
Ya no tengo nada. No hay nada...
[...]
—Los estudios demuestran que efectivamente Olivia perdió la memoria—comenta el doctor, enseñando unas tomografías que aunque ni entiendo lo que se supone que debo ver, entiendo sus palabras al explicarme. —No tenemos idea de cuándo puede regresar o si regresará en su totalidad, lo único bueno en todo esto es que no todo se perdió.
Trago grueso. Llevo días enteros sin poder acercarme a Olivia pues se tensa al verme. Piensa que soy una especie de acosar o no lo sé, pero el temor en su rostro es evidente cada que me acerco y por ese motivo dejé de hacerlo.
Pasaron dos semanas desde que despertó totalizando así los dos meses en el hospital. Estoy feliz de que despertó, sin embargo a cada día que pasa pierdo las esperanzas de que todo regrese a la normalidad.
—¿Cree que algún día vuelva a recordarme?—pregunto, logrando que cuatro pares de ojos terminen sobre mí. —¿Algún día sabrá que tuvo un novio, recordará el accidente o algo que sea significativo para mí?
—Tenemos que darle tiempo—concluye el médico, observándome con lástima.
—Recordó a todos, excepto a mí—siseo con dolor. Trato de ignorar la punzada que me da en el pecho al recordar que tiene los recuerdos de su infancia y parte de su adolescencia todavía presentes, sin embargo no muestra mejoría ni avance más allá de su primer año de preparatoria. No recuerda los tiempos en los que me conoció, donde me besó o cómo terminamos siendo novios. No recuerda nuestro primer beso, ni cómo se sentía tocar mi cuerpo, nada...
Y es injusto, porque mientras ella es un lienzo en blanco, yo cargo con el peso de todo lo que fuimos y no pudimos ser.
—No eres importante, por eso no te recuerda—ruedo los ojos ante el comentario de su madre quien todavía no puede perdonar el que su hija se haya escapado esa noche.
—Mamá... —le corta su hijo en voz baja para luego regresar la mirada hacia mí. —¿Qué quieres preguntar en realidad? ¿No planeas quedarte?
—Planeo que sepa toda la verdad—digo con firmeza.—Quiero que sepa lo que en verdad pasó esa noche, que perdimos un hijo, que somos novios, que ella me ama. Quiero que me recuerde o al menos haga el intento de recordarme...
—Quieres herirla—me ataca su madre de nuevo con los ojos cristalizados. —¿Crees que sea buena idea decirle lo pésimo novio que fuiste que contigo tuvo el accidente? ¡Va a odiarte cuando sepa que por eso perdieron a su hijo! Buscas herirla para sanar tu ego de macho pero no dejaré que eso pase, porque tú no tienes autoridad aquí.
—¿Qué quiere decir?
—Que a partir de hoy tienes prohibido acercarte a mi hija—dice con firmeza. —No quiero que te recuerde porque tú eres la peor decisión que ha tomado, no quiero...
—Eso es excesivo—interfiere Carson. En el ambiente se puede respirar el odio y el resentimiento de su parte hacia mí, la tensión es extremadamente palpable hasta el punto en que incomoda.—Creo que debemos ver lo que es mejor para Olivia, doc ¿es mejor decirle o no toda la verdad?
—Su cerebro recordará lo que quiera recordar—responde mirándome fijo.—Pueden llevarla a lugares que visitaron antes para despertar los recuerdos y enseñarle algunas fotografías pero incluso eso sería demasiado y estamos hablando de un progreso que puede llevar incluso hasta años sin tener ningún tipo de resultado. Con su lesión, su recuperación y demás, sinceramente creo que su pérdida de memoria será algo permanente.
Repito que la situación es demasiado injusta.
Con el corazón en la mano y las lágrimas a punto de caer por mis mejillas, me pongo en pie y abandono la sala de conferencias. El aire cargado de desinfectante inunda mis fosas nasales cuando me encuentro en el pasillo, pero aún así, trato de respirar con normalidad.
La barbilla me tiembla. Jamás pensé que llegaría el punto en que amaría tanto a una persona, que el tener que alejarme se sintiera tan jodidamente mal. Siento que me están robando el corazón, que alguien lo tomó en sus manos y simplemente lo arrancó de su lugar dejando solo un vacío difícil de llenar algún día.
Escucho el sonido de la puerta detrás de mí y me limpio las lágrimas rápidamente.
—Trav, puede que no sea así, puede que ella recuerde y...
—¿Y si no lo hace? —lo increpo. —¿Tendré que quedarme a verla como solo amigos, con la posibilidad de que algún día ame a alguien más como me amó a mí hace semanas? ¿Quieres que me quede siendo un completo extraño para ella? Porque prefiero morir a verla enamorada de alguien más.
No lo entiende, ¿cómo podría? Él no perdió al amor de su vida seguramente para siempre. Me siento como en un maldito sueño desde que desperté en el hospital, a veces incluso llego a pensar que estoy muerto y ésto es solo parte de lo que me habría gustado que pasase, sin embargo no es así. Sé que no es así aunque quisiera.
Ésta es mi realidad, la cruda verdad donde mi chica, la mujer que habría vivido conmigo en Nueva York, a la que le habría propuesto matrimonio en su graduación, no tiene ni el más mínimo recuerdo de lo que alguna vez fuimos.
Y digo que es injusto, jamás dejaré de decirlo.
—Quisiera verla, necesito...
—Claro, ve—me corta.—Yo entretendré a mi madre.
Trago grueso cuando entra de nuevo a la sala. Conozco el camino a la perfección, sin embargo el haber estado aquí hace días y que ella no reaccionara como esperé, me obliga a caminar lento como si temiera a lo que me espera dentro de esas cuatro paredes.
Respiro profundo al estar en la puerta. Giro el pomo y de inmediato tengo sus ojos sobre mí lo que me paraliza.
Poco a poco a ido recuperando su color natural, las bolsas debajo de sus ojos ya están casi desaparecidas y quisiera decir que se ve como antes pero no es así. Luce igual pero no es la misma.
—Hola—susurro.
—¿Quién eres?—pregunta con el ceño fruncido. —Te veo por el cristal cada noche, nunca dejas este pasillo.
Le sonrío aunque no de felicidad. Intento dar un paso al frente pero me detengo al ver que se queda rígida. Sé que si no hago esto luego me arrepentiré así que corriendo el riesgo de que se ponga en pie y huya de mí, me acerco con cautela hasta tomar asiento en el sofá a su lado.
—¿Tienes algún familiar en este piso?—pregunta.
Trago grueso mientras asiento.
—Mi novia—suelto, viendo como su cuerpo se libera un poco de la tensión. —Tuvimos un accidente de coche hace semanas y...
—¿Murió?—me interrumpe curiosa.
—Casi—susurro. —Ella no me recuerda, así que supongo que quien murió, soy yo.
Me duele tanto el verla y no poder besarla como lo deseo. Me duele saber que no existe una razón para quedarme pues ni siquiera le han hablado de mí como un amigo o un familiar lejano mientras estuve sentado durante semanas enteras frente a esta habitación.
Ellos quieren que desaparezca, y al parecer, aunque me duela, es lo mejor.
—Lo siento—no soporto esta situación, mucho menos cuando deja su mano sobre la mía.
No contengo las lágrimas ni el impulso que me lleva a tomar su mano ahora cálida.
—Se parece mucho a ti—le digo despertando una sonrisa. Bajo la mirada porque no puedo verla y saber que ni siquiera es una sonrisa verdadera pues la conozco demasiado y he visto todas sus facetas.
Tomo aire tragando el nudo en mi garganta, sin embargo termino llorando en silencio sosteniendo la mano de una mujer que no me recuerda para nada, mientras mi mente solo está plagada de su risa y los te amo que me soltaba cada que le hacía el amor.
Siempre pensé que de amor nadie moría. Joder, qué equivocado estaba.
De repente siento su calor junto a mí porque besa mi mejilla. Alzo la mirada para encontrarme con sus ojos cristalizados. Por un momento pienso que me recordó, pero cuando quita su mano de la mía toda esperanza queda en el suelo.
—Todo estará bien—susurra.
—Espero—respondo.
Con todo el pesar de mi alma, termino poniéndome en pie pues sé que esto no es más que una triste despedida, un final trágico e inesperado en lo que algún día fue nuestra historia de amor.
A cada paso que doy me siento más y más vacío, como si estuviera dejando mi corazón con ella aunque no lo note.
—Señor...—me llama, logrando que me voltee.—Mucha suerte. Espero que su novia mejore pronto.
Salgo de la habitación sin responderle pues no lo hará. Mi novia no mejorará porque ya no es mía.