Capítulo 01.

4269 Words
TRAVIS MILLER Los faros me iluminan el rostro, pierdo el control del coche por unos segundos y no puedo hacer más que sostener el volante con ambas manos, pero eso no es suficiente. Damos vueltas, el coche entero gira varias veces y me mantengo en mi lugar gracias al cinturón, sin embargo el lado del acompañante está vacío. No hay nadie, no hay rastro de la mujer hermosa que hace pocos minutos tenía desnuda en la parte trasera. Me cuesta moverme. El coche quedó volteado y estoy colgando por el cinturón. La desesperación me recorre el cuerpo al querer salir, quiero hablar pero solo me quedo quieto sintiendo la sangre recorrer partes de mi cuerpo. Tengo náuseas, estoy mareado y confundido pero aún así no dejo de mirar el lado vacío del acompañante. —¿Nena?—la voz sale quebrada, siento que me duelen los pulmones al hablar porque seguramente tengo costillas rotas y heridas internas. —¡Olivia! Muevo mis manos hasta el cinturón desabrochándolo. Caigo con todo el peso de mi cuerpo sobre los cristales que se incrustan en mi piel. Me cuesta un poco mover las piernas pero termino saliendo del coche arrastrándome por la ventanilla. El aire frío no me provoca nada pues siento que estoy ardiendo. Siento la piel en llamas y ha de ser por la sangre que está empapando mi ropa o por la adrenalina, pero de igual manera logro ponerme en pie. —¿Olivia? —miro al camino y veo que una camioneta tiene la parte delantera completamente destruida. Hay una persona sobre el capó, una que salió volando hacia el parabrisas. Estoy aturdido. No sé en qué momento salió volando Olivia, no sé dónde puede estar y apenas puedo caminar. Sostengo con una mano mi costado derecho pues siento que si la dejo podría romperme a pedazos. Doy dos pasos al frente de mi coche y busco entre los árboles. Tiene que estar aquí, tiene que estar bien... —¡Joven! —la mano de alguien me hace voltear. Un hombre grande, de edad está frente a mí. Está ileso, ¿por qué no tiene heridas? —¿Te encuentras bien? ¿Qué haces aquí? Revisa mi cuerpo de arriba abajo buscando heridas y por su cara, sé que estoy hecho mierda pero él es mi última oportunidad. —Mi novia... Olivia... tiene dieciocho, creo... creo que salió volando del coche, no puedo encontrarla—susurro, sintiendo como poco a poco me quedo sin aire. —¡John, ya llamé a emergencias!—grita una mujer que viene detrás de él, también de edad e ilesa. Supongo que solo se detuvieron al ver el accidente. —¡Oh por Dios, pobre muchacho! —Mi novia, se llama Olivia—repito. No me importa que traten de fijarse en mis heridas, necesito urgente que la busquen porque sé que voy a desmayarme en cualquier momento, lo siento en mi cuerpo, como poco a poco voy quedando sin energías. Tomo al hombre de los hombros.—Tiene dieciocho, es castaña, ojos claros, vestía un suéter azul y pantalones de algodón, ella... —Mary, quédate con él, iré a buscar a su chica—el hombre se marcha, y antes de poder apoyarme en algo termino de rodillas en el suelo, completamente abrumado. —Tranquilo, ya verás que está bien—dice la anciana, palmeando mi espalda. Quiero recordar qué pasó, dónde fue que salió volando, en qué puto momento pasó eso pero no recuerdo absolutamente nada. Cuanto más trato menos logro visualizar los momentos previos al accidente y solo me recrimino una y otra vez, que ella no tendría que estar aquí sino en su casa, en su cama. Tomo mi cabeza con ambas manos. Quiero llorar, siento la presión en la garganta pero no me daré por vencido. Me pongo de pie otra vez e intento caminar. —Vas a terminar haciéndote más daño, descansa, mi esposo la encontrará—me dice la mujer. Niego con la cabeza. —No sabe dónde buscar—yo tampoco lo sé, pero quedarme sentado esperando me está matando poco a poco. Camino lento, veo al hombre buscando alrededor del coche pero sé que no está aquí cerca, ella debe de haber salido volando antes de que el coche comenzara a girar pues no está en la carretera. Me trago los dolores caminando por el otro lado, por donde veníamos, cuando veo su bota al costado del camino. —¡Olivia!—siento una presión en el pecho, la adrenalina vuelve a recorrerme y no siento dolor alguno al correr buscando dónde está. —¿La encontraste?—pregunta el hombre detrás de mí. —Su bota está aquí, ella tiene que estar en algún lugar—respondo con desespero. —Bien, ve por ese lado y yo reviso aquí—me dice. Le hago caso recorriendo el lado derecho de la carretera. Las manos comienzan a temblarme con el hecho de pensar que puede haber sucedido lo peor. No sé cómo me mantengo en pie aún porque... —¡Está aquí, la encontré!—mi cuerpo parece volver a la vida al oír esas palabras. Corro en dirección al hombre, está perdido entre medio de los árboles y a medida en que me acerco, siento como si el corazón se me fuese a salir del pecho. —No te acerques, hijo, no querrás verla así. Está de rodillas junto a Olivia, no hago caso de sus palabras y termino acercándome. —Ay, nena... Oli...—caigo de rodillas a su lado. No sé de dónde proviene la sangre, no entiendo su posición doblada pero lo que sí entiendo, es que la lesión que tiene en su cabeza es demasiado grave. Las lágrimas me nublan la visión, no soy capaz de oír a nadie y lucho contra el hombre que me impide acercarme a ella. —¡Olivia! No responde, no despierta. No es ella para nada pues está demasiado tiesa, quieta y en silencio. Mi novia no es así, mi Olivia no es más que un dulce con piernas y charlatán, es la niña más feliz que he conocido, la más alegre... ella no es esto, no es silencio. —No la toques, no debemos moverla para nada—dice. —Lo siento, cariño, lo siento tanto... —el pecho me duele, no soy capaz de poder mantenerme en pie y para mi mala suerte, termino en el suelo, sobre el frío césped cubierto de rocío viendo cómo el amor de mi vida poco a poco se va apagando. [...] Abro los ojos desorientado. Las luces blancas arriba me obligan a parpadear varias veces para poder enfocar bien la vista. El frío se siente, al igual que el sonido de una máquina junto a mí. Estoy solo en una habitación blanca, observo mi pecho y veo varios cables conectados, al igual que un cabestrillo en mi mano derecha. En mi mente no sucede nada, quiero pensar pero soy un lienzo en blanco hasta que lentamente, los recuerdos del accidente vienen de golpe, acelerando mi ritmo y el sonido de la máquina que lo mide. —Olivia—susurro en voz baja. Me siento en la cama, estoy curado así que supongo que llevo tiempo aquí. Observo mi brazo y me quito la intravenosa al igual que los cables que me conectaban a esa porquería que no deja de sonar, cuando la puerta se abre de golpe dejando ver a mi madre acompañada de un hombre de bata blanca. —Mamá... —Ay, mi niño—mi madre siempre ha sido una sentimentalista por lo que no me sorprende el que se lance sobre mi cuerpo llorando desconsolada.—Estás bien, amor... ya todo pasó. —¿Dónde está Olivia?—pregunto cuando se aleja. Me mira mientras se enjuga las lágrimas. —¿Por qué no dejas que te revisen primero?—dice, obviando mi pregunta. —Hola, Travis ¿cómo te sientes?—el hombre de bata se acerca a mí con una sonrisa mientras que sostiene en sus manos mi historial clínico. —¿Sientes algún dolor, mareo o náuseas? Trata de revisar mi cabeza pero me alejo. —¿Dónde está Olivia?—repito, buscando sus miradas. —¿Quién?—pregunta el hombre de bata, confundido. —Mi novia, la chica con la que tuve el accidente, ¿dónde está?—siento un temor que me inunda cada célula de mi cuerpo al ver su expresión. El labio inferior comienza a temblarme ante su silencio porque lo único que puedo comprender de esto es que realmente murió. Mi chica murió. —¿Falleció? No puedo siquiera pronunciar la palabra sin quebrarme. Sé que si murió, terminaré a su lado en poco tiempo porque no resistiré el ser el causante de esto, de este gran dolor a su familia, a su hermano quien fue mi amigo durante tantos años. No quiero siquiera pensarlo, pero el silencio es ensordecedor. —No puede ser...—siento que estoy por tener un infarto, cuando mi madre se acerca a tomar mi rostro entre sus manos. —Ella no murió, hijo, está gravemente herida y... lo siento, amor—dice en voz baja. —¿Qué pasó?—pregunto. —Está en coma—afirma mamá. Me quedo con la boca abierta. Mi mente recuerda los momentos que pasamos juntos durante meses, pienso en el tiempo perdido durante los años que busqué una mujer como ella, en todo lo que nos queda por vivir, todo lo que podemos ser pero a fin de cuentas, ahora no somos más que dos almas completamente destruidas. —Hay... hay algo más, Trav—menciona mamá, limpiándose las lágrimas que no dejan de salir. —Ella... al parecer estaba embarazada, hijo. Perdió al bebé en el accidente, un embarazo de casi tres meses. El hueco que se abre en mi pecho amenaza con llevarme a un sitio profundo y oscuro de donde no podré salir jamás. Las posibilidades me nublan la visión, las malditas oportunidades que me fueron robadas por el imbécil que nos chocó, todo lo que pudimos haber sido juntos, cada cosa me abruma por completo dejándome sin aire. —Necesito... quiero verla—por instinto me muevo bajando de la cama pero no tardan en detenerme—¡Quiero verla! De seguro está asustada, no le gusta estar sola, Olivia... —No puedes, hijo—mi madre me toma por los hombros.—No puedes verla porque su familia nos a prohibido el paso. Busco en su mirada algún atisbo de mentira, algo que me indique que está jugando conmigo. Quiero que me diga que todo está bien, que Olivia está despierta y solo está jugando con mis sentimientos porque no me veo a mí mismo sin ella. —No pueden, ella es mi novia, el bebé que perdió era mío—digo, creo que más para mí mismo que para ella quien no hace más que negar. —No puedes, amor, lo siento—susurra mamá. No me resisto cuando me devuelven a la cama. Me siento abrumado y demasiado sobrepasado con los momentos previos al accidente. Trato de recordar si ella tuvo algún síntoma, si en algún momento me dijo algo y no, no puedo recordar nada porque no estuve aquí. La embaracé el último día de mi visita hace tres meses, de haber estado con ella abría notado algún síntoma, la habría protegido a como diera lugar, a ella y a nuestro bebé. Somos jóvenes, estamos enamorados y no me habría quedado sin hacerme cargo de ambos porque sé que habríamos sido muy felices, nosotros... Las horas, el pesar se hace un montón al lado del vacío en mi pecho hundiéndome en la miseria de la tragedia mientras mamá me cuida. Me cuenta que un conductor ebrio nos chocó, Olivia si salió del coche y termino con la cabeza abierta mientras que el conductor salió ileso, no saben cómo, su esposa y su hija fallecieron en el acto. Dos segundos, eso fue lo que le tomó a este hombre arruinar la vida de cinco personas. Dos segundos en los que perdí mucho más que en toda mi maldita vida. La noche llega y con ella el frío infernal mientras unas pequeñas figuras blancas comienzan a caer desde el cielo. —Está nevando—susurro sorprendido. —¿Por qué está nevando? Mi madre sabe a la perfección a qué me refiero con ésto, pues baja la mirada cerrando su libro y luego regresa a mí. —Porque estuviste durmiendo casi tres semanas, hijo—susurra con pesar. —Tu cuerpo estuvo sometido a demasiado dolor, y pensaron que lo mejor sería dejarte descansar hasta que sanaras un poco, hasta que estuvieras más fuerte. —Estoy aquí hace tres semanas—repito, sin poder creerlo. Todo esto solo me lleva a comprender que Oli lleva el mismo tiempo dormida, que todo ocurrió hace tres semanas y que seguramente mis padres llevan peleando con los Sloan la misma cantidad de tiempo. No respondo, solo observo las gotas blancas que no dejan de caer hasta que llega la medianoche. A Olivia le encanta la nieve, los días de inverno para ella son perfectos pues es como una niña en Disneyland toda la temporada, siempre sonriente y viéndose hermosa con sus mejillas coloradas y los labios rojizos por el frío, disfrutando siempre de su café en la buhardilla de su casa, con un libro en mano y el libro resulta ser todos los inviernos Cumbres Borrascosas, pero algo me dice que éste invierno será diferente. Llevo enamorado de ella más tiempo del que cree. Me enamoré cuando la vi, el primer año de Universidad cuando su hermano me la presentó en un día festivo que fueron a recogerlo. Pequeña, con una sonrisa radiante y el cabello castaño claro que le caía sobre los hombros en ese tiempo. Yo tenía dieciocho, era demasiado mayor para ella, mucho mayor para siquiera pensarla como lo hice durante dos putos segundos hasta que recordé quién era y entonces me obligué a olvidarme de ella. Me convertí en el mejor amigo de Carson Sloan, compañeros de equipo y de piso pues con el tiempo nos convencimos que vivir juntos era lo mejor. Lo conozco desde hace tiempo, y vi a Sloan un par de veces más durante ese tiempo pero jamás demostré nada y ella tampoco, hasta que fue de sorpresa a visitar a su hermano durante las clases. A todos nos sorprendió que la niña perfecta ocupara un fin de semana de estudio para pasarlo con simples mortales como nosotros en la Universidad, pero fue con unas amigas dispuestas a que las invitasen a la fiesta de ese fin de semana. No le llevó más que cinco minutos caminando por el campus para que los buitres se acercaran a ella. Terminamos en el mismo lugar, conmigo como su acompañante pues su hermano debía salir con su novia ese día, un compromiso que no quería romper y entonces tuve que ver como casi tiene un coma etílico por todo el alcohol que había ingerido ya y solo me besó. Pegó mis labios con los suyos como en una armoniosa melodía perfecta, sincronizada y ensayada. Y caí, como un idiota. Me tuvo a sus pies apenas sus labios tocaron los míos, hice lo posible por una cita y una cosa llevó a la otra donde terminamos aquí. Yo no quería terminar así, quería vivir juntos ahora que conseguí un empleo en la bolsa, uno que me permitiría darle con todos los gustos, tratarla como una reina, como se lo merece, pero ahora no puedo ni siquiera verla y eso me está matando de a poco. Volteo a ver a mi madre quien yace dormida en el sofá. Sé que está agotada, a veces el cansancio emocional pesa más que el físico y por eso no me preocupo porque se despierte mientras bajo despacio de la cama. Tomo mi intravenosa con la mano izquierda y camino lentamente hacia afuera. Los pasillos desiertos confirman lo que creí, que a estas horas deben de estar tomando un descanso o un café para poder seguir con su turno. Camino por el pasillo y me detengo a ver el mapa de toda la estructura buscando la UCI que para mi sorpresa no está tan alejada como creí. Continúo, rogando porque nadie me vea y me detenga, pero más que nada porque me permitan pasar a verla así sea dos segundos. Las dos grandes puertas que separan la unidad de los demás tienen una clara advertencia pegada en la puerta. Trato de abrir pero no puedo hacerlo así que golpeo el crista hasta que una enfermera sale a verme con el ceño furncido. —Señor, ¿se le ofrece algo?—dice, observando mi atuendo de paciente.—¿Se perdió? Por encima de ella trato de buscar a Olivia, sin embargo no llego a ver los rostros de los pacientes. —Necesito ver a Olivia Sloan, ingresó luego de un accidente automovilístico—digo con rapidez. —Está en coma, creo que está aquí y necesito verla. —¿Es su pariente? No puedo dejar que ingrese a verla, no es horario de visitas—me dice, apartándome para poder cerrar las puertas nuevamente. La desesperación me corroe al alma, el cuerpo y cada maldita célula que me compone hasta el punto de provocarme lágrimas. —Es mi novia—admito, buscando comprensión en su mirada.—Tuvimos el accidente juntos. Estaba... estaba embarazada, lo perdió. Necesito... —Lo siento, señor, no puedo—susurra ella. —Solo serán unos segundos, nadie lo notará se lo prometo, solo necesito verla un momento para saber que se repondrá—la voz se me quiebra al final. No quiero dar lástima, pero a medida en que pasan las horas más me convenzo de que todo esto fue mi culpa, que ella jamás debió de estar conmigo y que soy el culpable de todo lo que está pasando. Me condeno a mí mismo por esto, porque además de herirla, perdimos a nuestro hijo. El pensar que pudimos haber sido una familia me está matando lentamente y creo que la enfermera lo nota pues se hace a un lado con cierto pesar. —Venga conmigo, lo llevaré—dice. Asiento dándole las gracias y la sigo por la unidad donde no hay más que máquinas resonando y respiradores funcionando. Hay mucho silencio, veo a una sola persona llorando junto a su familiar en coma y me pregunto si estaré igual cuando la vea. —Es aquí, vendré a buscarlo en unos minutos. —Gracias—susurro. Abro la puerta de cristal que separa las habitaciones, y un jadeo se escapa de mí al ver a mi chica completamente tiesa en una cama. Un tubo blanco sale de su boca, veo que su pecho se mueve al respirar pero está ahí, frente a mí con su rostro lastimado, un cabestrillo en su pierna derecha y muchos moratones. —Nena... Me da miedo tocarla, temo herirla así que me siento a su lado acariciando su mano. Está fría, nada como antes pues su cuerpo siempre ha emanado ondas de calor que se expandían por mi cuerpo como la misma sangre lo hace por mis venas, sin embargo ahora no hay nada, solo frío y silencio. Observo su vientre plano y las lágrimas salen sin esfuerzo. Solo hacen falta segundos para que tu vida cambie y a mí solo me bastó cruzarme con un idiota ebrio para perder a mi chica y al bebé que no tenía idea ya venía en camino. —Juntos saldremos adelante—susurro, sentándome a su lado. —Te ayudaré a superarlo, amor y estaremos bien. Sé que te dolerá pero prometo intentar tener otro niño en cuanto tú lo decidas... Se me quiebra la voz. Me siento paralizado por la gran bola de angustia que tengo en mi garganta, una que amenaza con dejarme sin aire y tendido a su lado pues siento que poco a poco, mis pulmones fallan. Mi mano libre queda en su abdomen bajo. Horas antes del accidente la toqué y no sentí nada, no tenía idea de que dentro se albergaba lo mejor que pude haber tenido, lo más bello del mundo porque iba a ser nuestro. —Jamás dejaré de repetir cuánto lo siento, mi amor—estoy temblando mientras abrazo su mano. Quisiera regresar el tiempo, para disfrutarnos más, para haberla amado más tiempo y más que nada, para hacer las cosas bien desde el principio. —Aléjate de mi hermana—de inmediato me pongo en pie al oír la voz de quien algún día no hace mucho, fue mi mejor amigo. Las bolsas negras bajo sus ojos y la ira que denotan sus pupilas es todo lo que necesito para saber que en realidad todo terminó entre nosotros. No me muevo ni suelto la mano de Oli, ni siquiera cuando él observa mi toque. —Quería verla, yo... —No tienes derecho a estar aquí—me corta enfurecido. —No tienes derecho a preguntar u opinar, mucho menos a verla porque está aquí por tu culpa. —No es cierto—digo, aunque dentro de mí mi corazón duele porque sé que sí lo es. —Yo no nos choqué, no conduje ebrio y... —La sacaste de casa—dice. Da un paso al frente con las manos convertidas en puños.—La obligaste a ocultarnos que se escapaba para verte, a ti que le lleves años, que la viste crecer, que me miraste a los ojos durante semanas enteras y no tuviste los cojones para decirme la verdad así que sí, sí te culparé por esto porque de otra forma ella habría estado en casa, en cama como debió de ser. Bajo la mirada para que no vea el daño que me hicieron sus palabras. Las verdad que salieron de su boca me calan hasta lo más profundo del pecho y juro que lo siento en mi piel, como si fuera una que están arrancándome pedazos de carne con garras que me hacen sangrar. —El doctor dijo que es muy probable que no abra los ojos—suelta de repente.—Hablan de medidas extraordinarias en caso de un infarto o desconectarla en caso de que quede en estado vegetal y... es una niña. Es mi hermanita, mi bebé... ¿Cómo carajos se supone que continuaré si la pierdo? —Carson—trato de acercarme. Desde siempre hemos sido amigos, he estado presente en sus momentos más importantes, en los que verdaderamente importan y el verlo ahora frente a mí de pie, con el corazón roto y las lágrimas rodando por sus mejillas me conmueven hasta lo más profundo de mi ser, sin embargo al tratar de acercarme, él se aleja. —Y la perderé porque tú te la llevaste—dice con firmeza.—Porque habiendo tantas mujeres en el mundo, te fijaste en mi hermanita, en la única persona que te pedí que no te fijaras, lo hiciste. Y ella salió de casa para verte, estaban en la carretera de madrugada y mi hermanita, la niña de mis ojos salió volando a un costado abriéndose la cabeza en dos partes... —Y lo siento—susurro.—Lo siento tanto, hermano y entiende que jamás me perdonaré por esto. —No deberías—responde enfadado.—Así como no debes estar aquí, como no debes volver a venir porque a la próxima no seré tan comprensivo. —Te quiero—le digo, mirándolo a los ojos.—Pero no me alejaré de tu hermana. La amo, en verdad la amo y antes de esto ya habíamos hablado de mudarnos juntos una vez que comenzara la universidad, de tener una familia y cuando despierte, porque sé que lo hará, continuaremos con nuestros planes. La risa que sale de su garganta es tan triste y con tanto aire de resignación que llega incluso a erizar mi piel. —Incluso si despierta, no hay esperanzas de que tenga una vida normal—dice. —Si despierta tendrá que aprender a hablar, caminar, las cosas básicas y no entrará a la universidad pues será como un niño de cuatro años. ¿Y quieres que crea que incluso así te quedarás? —Lo haré, incluso si me lleva años lograr que se recupere, estaré aquí—digo con firmeza, tratando de ignorar todas las posibilidades que tiene de salir mal de todo esto. Carson niega con su cabeza. —No te querrá aquí después de haber perdido a su bebé, no querrá verte así que lárgate ahora—dice con pesar.—No hagamos las cosas más difíciles y largáte, no quiero tener que golpearte, solo... vete. Observo a Olivia. Incluso con todos esos moratones que tiene ahora, es una belleza única la que posee. Su rostro me trae a la mente todos los momentos que pasamos juntos y a decir verdad, no me arrepiento de nada. Sé que despertará, que todo irá bien y que incluso terminaremos juntos porque me ama y yo a ella. Estaremos bien, aunque a los demás les duela vernos juntos. —No iré lejos—susurro en su oído. Deposito un beso sobre su fría piel y la acaricio levemente antes de soltar la mano dejándola donde antes. Lanzo un suspiro volteándome a su hermano. —No iré lejos. No digo más, solo abandono la habitación a sabiendas, de que lo que nos espera es un camino demasiado duro, para todos. 
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