Elizabeth se aproxima hasta dónde se encuentra su padre, estaba sentado en la hamaca.
—¡Papá te amo!, eres él mejor papá del mundo.
Es la hora de cenar.
—La mesa está lista, dijo: Clarisa quien se ocupaba de la cocina.
Antes de eso, Elizabeth le pide a Clarisa qué le prepare un pastel de papa, su padre milanesas de carne.
Una tarde cuándo, todo parecía brillar, él padre de Elizabeth tocaba él piano, de pronto comenzó a sudar frío, no sabía lo qué le pasaba, llamaron la ambulancia, a los diez minutos aparecieron los médicos, lo mantuvieron internados por quince días, él resultado fué qué un riñón estaba en forma de herradura, era mal genético, cuándo volvió a casa, los esperaban con mucha alegría, Don Hector él padre de Elizabeth, comenzó a tener cólicos; él seguía siempre positivo, además de tener él riñón en herradura, tenía una fístula en uno de los intestino; don Héctor, él padre de Elizabeth, jamás bajó los brazos, de vez en cuándo iba en helicóptero hasta dónde se encontraban sus plantaciones de paltas y sus minas.
Tuvieron qué contratar a una enfermera qué lo cuidara, y le diera la medicación.
El aún seguía siendo el mismo, debían operarlo con tres operaciones en una, su abdomen comenzó a crecer, era uno de sus riñones que había colapsado.
Respecto a Elizabeth ella volvió a Nueva York, a seguir cursando sus estudios.
Elizabeth cada noche se conectaba para saber de su padre, lo extrañaba mucho.
—Papá de mi corazón, quiero qué sepas qué te amo mucho.
Aunque él padre de Elizabeth sigue enfermo, decide viajar hacia dónde se encuentra su hija, hay una conexión entre ellos extraordinaria.
Toda la familia lo despide en él aeropuerto."Talvez no me queda tiempo." Lo está esperando Elizabeth, su bella hija, en cuánto se ven, se abrazan con mucha alegría, una lágrima recorre él rostro de Elizabeth su hija.
—!Papá cuánto te extrañé!
Héctor, padre de Elizabeth, tenía planes por aquellos días, los más bellos junto a su hija, se quedó en él hotel; antes salieron a cenar.
Héctor, muy dentro de él presentía, qué talvez no le quedaba mucho tiempo de vida.
—¡Hija querida!
Don Hector lloró, sentía muchas sensaciones a la vez, quería disfrutar lo qué más pudiera al lado de Elizabeth, le volvió a dar muchos consejos a su hija.se conectaba cada vez qué podía, debía estudiar mucho.
Don Héctor, pasó unos días fenomenales junto a su hija, la despedida fué triste, abrazó a su hija cómo si fuera él último adiós.
A Elizabeth le corrieron las lágrimas, ella no sabía porqué lloraba, seguro lo volvería a ver.
—Chau papá, te amo.
La sonrisa de Elizabeth, se volvió nostálgica, durante varios días estuvo triste por su padre, sabía qué estaba enfermo; había seguido los consejos qué le habría dejado."Siempre adelante hija."
Elizabeth casi todas las mañanas se cruzaba, con Germán, dejaba su auto siempre en él palacio de justicia, ella siempre tenía qué pasar por allí, solo sabía qué se llamaba de nombre Germán.
Una mañana Elizabeth salió de la facultad, pasó por un minimarket, a comprar algo para desayunar, se encuentra Germán, estaba tomando un café, al parecer con sus colegas, Elizabeth usaba una falda plisada le quedaba más arriba de la rodilla, remera de cuello blanca, en ese momento ella llevaba puesto los lentes de leer, qué por un descuido, fueron a dar al piso, Germán fué muy atento con ella, le levantó los anteojos.
—Gracias, eres muy amable.
Germán a medida qué se iba levantando de levantar los anteojos, él la iba mirando, con los ojos bien grandes, no dijo ni una sola palabra, Elizabeth siguió su camino, hacía la facultad, "Si qué es lindo de verdad, me encanta".
Elizabeth era una mujer fuerte: inteligente, delicada, alegre, de carácter fuerte, decidió llamar a su padre, para ver cómo se encontraba de salud.
—Hola, ¿ Cómo te sientes hoy papá?
—Hija, está por venir a verme un nefrologo, para ver mis estudios así él puede operar, uno de mis riñones, uno de ellos está seco.
—Qué bueno padre, ojalá él te pueda operar, tienes qué tener mucha fé, qué todo va a salir bien.
Elizabeth lo saluda, le trasmite su fuerza y amor a su padre, apenas apaga él celular, ella llora, la compañera se acerca hacía ella.
—Compañera, ¿Qué te pasa? ¿Porqué lloras?
—Es mi papá qué sufre de los riñones, lo tienen qué operar, le van a sacar uno de los riñones está completamente seco, desde acá no puedo hacer nada por él.
—Tienes qué tener fé, qué todo va a salir bien amiga.
Ines le había tocado cómo compañera de cuarto, y también seguía la misma carrera qué había elegido Elizabeth.
Ines era muy diferente a Elizabeth, siempre estaba atenta a todo, ella era la más fuerte, de gran corazón, le gustaba ser muy conocida, en la facultad todas la querían, se había ganado él corazón de todos.
—Deja de llorar, te acompañaré hasta la hora qué sea, hasta qué dejes de llorar, puedes contar conmigo para lo qué sea.
Ines le forma con la mano un corazón, además de ser buena compañera, era un turrón de azúcar.
Elizabeth de pronto se puso a pensar, en aquel hombre de mucho atractivo y buen vestir, jamás se fijaría en ella, puesto qué era un hombre mayor, su curiosidad por conocerlo era aún más grande, Germán se encontraba en su despacho, trabajaba en él palacio de justicia.
Elizabeth lo había visto varias veces por la mañana, cuándo ella entraba a la facultad, una sola vez se le cruzó, aquella mañana, de los anteojos.
Elizabeth se acercó hacia Inés, él angel de su compañera.
—Amiga, ¿ Te Puedo hacer una pregunta?—La qué tú quieras.—MM este.
—Pregunta no tengas miedo.
—No es una pregunta, Amiga ¡Me enamore!, de un hombre, él es hermoso.