Capitulo 2

806 Words
Padre Gael Moya Pasé la noche entera pensando en la llamada con mí madre. ¿Y si realmente Elian volvió a recaer? ¿Y si no hay solución posible más que el trasplante así como nos dijo una vez su doctor cuando éramos adolescentes? Y si es así ¿Qué pasará si no conseguimos un corazón compatible con él? Miles de dudas acaparan mí cabeza. Mí madre no soportaría eso, y pensándolo bien, yo tampoco. Elian y yo no sólo somos hermanos mellizos, sino también los mejores amigos. Y aunque mí decisión de entrar al seminario nos separó por todos estos años, nunca dejamos de serlo. Por más de que yo haya optado por el celibato y él por formar una familia, no somos tan diferentes. Él es uno de los seres más nobles que he conocido en mí vida, ¡y vaya que he conocido muchos a través de todos estos años de dedicación a la Iglesia! No cuestiono los designios de Dios, pero hubiese deseado que Elian naciera sano al igual que yo y no haya heredado esa enfermedad tan terrible de nuestro padre. Rezar siempre aclara mí mente. Estoy hace dos horas frente a la imagen de Nuestra Señora de Banneux pidiendo por su salud, rogando que encontremos solución. Después de ahí y antes de que los pequeñuelos despierten salgo a correr. El sendero que une el Orfanato De Luz con el pueblo más cercano, es mí catarsis ideal para aclarar mí mente y liberar tensiones innecesarias de mí espalda. La brisa fresca de la madrugada me da de lleno a la cara, lo que obliga a mí sistema a ponerse alerta. Luego de una hora ya estoy listo para enfrentar un nuevo día. — ¡Padreeee!.... ¡Padreeee!.... – se oyen voces por todos lados cuando entro al salón. — ¡Hola chicos!... ¿Cómo amanecieron? – pregunto tocando las cabecitas de todos. La mayoría de ellos no pasan los cinco años pero la vida les enseño a madurar de manera diferente a los otros niños de esa edad. — ¿Quién es la persona más importante en este lugar? – pregunto enarcando la ceja – a ver... ¿Quién me dice? Todos levantan las manos. — ¿Quién es la persona más importante en este lugar? – vuelvo a preguntar más fuerte. — ¡Jesús! – contestan en coro y las manos arriba. — ¿Qué debemos hacer entonces? – los miro con el ceño fruncido y los dedos en la barbilla. — ¡Rezar! – se escuchan más animados y me encanta. Enseñarles el poder de la oración, fue la mejor obra que pude haber hecho en mí vida. Y sin duda el arma más poderosa que los defenderá de todo mal. — ¡Jesusito de mí vida! Eres niño... como yo... Por eso te quiero tanto y te doy mí corazón... ¡Amén! – se escucha fuerte en el viejo edificio. Verlos tan entregados me llena el pecho. Saber que no los veré por un tiempo me llena de pesar. Después de todas las obligaciones que me competen ya hechas y dejar los pendientes resueltos para mí partida, me dirijo a mí habitáculo. Preparar mí maleta es tarea sencilla y como no tengo mucho más que un par de ropas y mis documentos, todo es más fácil y rápido. El Vicario se ofrece a llevarme hasta el aeropuerto. Hecho que agradezco mucho. Dos horas de carretera es lo que tengo entre el orfanato hasta allá, y con las condiciones del camino todo se complica. Después de la tan larga despedida, por fin estamos en camino. La vista que me ofrece la ventanilla de la camioneta del Vicario parece surealista. Las verdes praderas son interminables y las pocas residencias, o en su caso, fincas, que se encuentran por aquí están dispuestos uno tan lejos del otro que me resulta increíble que todos se conozcan como si fuesen propia familia, y con lo lejos que estamos del pueblito, la Iglesia se llene de feligreses los domingos en la misa. Algunos pequeños animales siempre salen despavoridos por el sonido del motor, lo que me hace sonreír con ternura. El sonido del motor de un auto no es algo que se escuche muy frecuentemente por aquí y hasta los pocos residentes miran curiosos nuestro pase por el lugar. "Ojalá vuelva pronto" – es mí último pensamiento antes de embarcar. El vuelo resulta bastante agotador debido a los cambios climáticos repentinos y a las muchas turbulencias. Hasta ahora me doy cuenta de que tan lejos estoy de mí familia. Más de dieciocho horas en el avión y dos horas de carretera definitivamente me lo confirman. Pero es algo que desde que tengo uso de razón decidí, y es lo que más satisfacción me ha dado. El sacerdocio es lo mío. Nací para servir a Dios y a la Iglesia, y estoy seguro de que nadie me desviará de mí misión...
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD