Joshua.
Lo veía en sus ojos la manera en la que parecía querer llegar a ella y como todo en mi interior comenzaba a forjar de nuevo ese enojo latente del principio.
La quería lastimar y no podía poner una bala entre sus cejas.
Mis manos picaban por ir contra él, golpearlo porque lo había visto antes y mi enojo hacia él solo crecía. James jamás me cayo bien y ahora menos que antes.
Se había metido con Pilar y por alguna razón que entendía, pero de lo que no quería indagar nada. Pilar podía complicar todo esto, mi trabajo era vigilar no meterme con la vecina.
Aunque eso parecía una osadía, ella apenas me seguía el juego.
— Yo que tú me relajo antes que te golpee —todos miramos me observaron —. Será mejor que no hagas nada de lo que se te está ocurriendo, porque trataremos de otra forma James.
Me estaba conteniendo para no matarlo, porque era lo que quería, acabar con él y no podía.
— ¿Qué me hará un nerd como tú? —apretó el puño.
Ponerte diez balas en el cuerpo, abrir tu cabeza, sacarte los testículos.
No respondí, mi perro seguía gruñendo y Pilar con sus ojos en mí. simplemente me observaba. Tal vez debería decirle que su arrebato de poner su número en el teléfono de Kathy me había dejado a mí con su teléfono.
James camino al ascensor, lo seguí con mi amigo gruñendo, siempre lo hacía cuando me veía tenso, sabía que no me gustaba y él ponía su resistencia como yo.
Solo espere hasta que se fue y salí por las escaleras, necesitaba hacer mi control y juntarme a dar mis reportes, algo que servía cuando sacaba a pasear a mi perro.
Me adentre en las calles para salir directo al parque donde Alex me esperaba. A pesar de mi determinación de concentrarme en el caso, no podía dejar de pensar en ella.
Pilar no era parte del plan. Se suponía que solo serían mis vecinos, personas con quien podría mantener distancia. Pero, de algún modo, ella se había metido bajo mi piel. Quería más. Más de su resistencia. Más de su desafío. Más de ella.
Al llegar me acomodé donde siempre dejando que mi amigo fuera a correr, saludé a las personas que llevaban sus mascotas y visualice a mi compañero.
— ¿Todo bien, Michael? —arquee la ceja.
No me tenía que llamar por mi nombre, lo sabía.
— ¿Se te quemaron las neuronas? —negó.
— Estoy de humor —movió la mano.
— ¿Por eso usas mi nombre —rodo los ojos.
— El jefe quiere saber que paso.
— Hay un hacker en el edificio, estoy seguro que es Tucker o Leila —hizo una mueca.
— La pareja de tu piso —afirmé.
— No es bueno, tienes que entrar, te quieren sacar
— Tengo todo bajo control —respondí con firmeza.
Siempre tenía el control. Era mi sello personal. Nada me desestabilizaba, nada me afectaba.
Excepto Pilar.
Mientras discutíamos los posibles sospechosos y estrategias para agarrarlos, mi mente volvía a ella. A esa chispa en sus ojos, la forma en que siempre estaba lista para desafiarme. Ella no cedería fácilmente. Y eso me mantenía ahí.
Mi parte diario terminó y me dirigí al edificio de nuevo. Me quedé de pie frente a la ventana, observando la ciudad. Siempre había visto el mundo desde esta perspectiva, sabiendo que manejaba las cosas, mantenía mi equilibrio. Pero Pilar… Pilar estaba empezando a desmoronar ese equilibrio, y no sabía cómo manejarlo.
Me encontraba en mi departamento, el lugar desde donde llevaba semanas trabajando de encubierto. Tenía los informes esparcidos sobre la mesa, cada nombre, cada pista, pero nada encajaba. Me faltaba algo.
Por más que revisaba, no lograba avanzar en la investigación. ¿Cómo era posible? Con mi entrenamiento y todas las herramientas a mi disposición, debía estar más cerca de desmantelar esta maldita red de narcotráfico.
Sin embargo, cada vez que creía tener una pista, el rastro se desvanecía. La frustración me carcomía.
Me dejé caer en el sofá, con la cabeza entre las manos, intentando pensar en alguna estrategia que no hubiese considerado ya.
La presión era abrumadora. Sabía que de mí dependía desmantelar esta operación, y aun así, me sentía estancado. No podía permitir que la frustración me venciera, pero en ese momento, estaba más cerca que nunca de rendirme.
Y entonces, Pilar apareció de nuevo. Pilar con esos ojos desafiantes, con esa actitud que parecía retar al mundo entero. Algo en ella me intrigaba, más de lo que debería. Cada vez que pensaba en ella, mi mente volvía a ese impulso de querer empujarla, ver hasta dónde podía llegar antes de que se quebrara… o de que cediera.
Sabía que estaba jugando un juego peligroso, pero eso era lo que me atraía. No buscaba lo fácil. Las mujeres que se rendían sin más no me interesaban. Pilar era un desafío, una constante batalla. Y lo peor de todo era que lo estaba disfrutando.
Tomé mi teléfono y busque su número.
Joshua: Que fácil que uno consigue información cuando quiere.
Pequeña diabla: Oh, te aburriste de la pornografía y me escribes.
Joshua: ¿Tu ex veía porno?
Comencé a reírme, solo esperaba que me contestara, sabía que lo haría, ella no se quedaría como si nada, buscaría la forma de callarme.
El sonido de mi teléfono me sacó de mis pensamientos. Sonreí al leerlo.
Pequeña diabla: ¿Te diviertes jugando al hombre misterioso, Joshua?
Reí para mis adentros. Así que quería seguir jugando. Perfecto.
Joshua: Siempre. ¿Y tú?
Respondí, anticipando lo que vendría después. Este era mi juego, empujar los límites, encontrar los puntos débiles de las personas y explotarlos. Pilar no sería la excepción.
Pero, por primera vez, me pregunté si tal vez ella tenía la misma habilidad para hacer lo mismo conmigo.
Pequeña diabla: No tienes nada que me motive a jugar.
Joshua: ¿Segura?
No me respondió y tuve que volver a trabajar, mis ojos estaban en las hojas, observando las fotos, trazando parámetros, esperando encontrar los puntos correctos.
Pasaron horas cuando escuche el grito de Kathy y como golpeaba mi puerta. Corrí directo a ella y abrí sin detenerme a pensarlo dos veces.
— ¡Se van a matar! —gritó desesperada, cuando ambas puertas se abrieron al mismo tiempo —¡Lo va a matar, Joshua! —sollozaba sin poder articular bien las palabras.
Sin pensarlo dos veces, la tomé en mis brazos. Podía sentir sus manos temblando, su miedo palpable, invadiendo el ambiente.
Mi mente estaba en una sola cosa: acción. La familia de Brandon apareció por la puerta, todos mirándola, tratando de descifrar lo que estaba pasando.
— ¿Kathy? ¿Qué pasó? —Joshua tomo mi rostro. —¿Quién te pegó?
Mi voz era firme, pero el pulso de mis venas era imparable. No había tiempo.
— James está pegando a Brandon, él….
No me detuve. Corrí directo hacia su casa junto a su padre, George.
Podía sentir la tensión en cada paso. Pilar corría detrás de nosotros, sin dejar que la situación la amedrentara. Cuando llegamos, lo primero que vi fue a Brandon encima de James, golpeándolo con una furia que no imagine que podía tener.
— ¡Brandon, detente! —gritó su madre, mientras George lo apartaba de un tirón, tratando de calmar la situación.
Pero James, el maldito hijo de puta, aprovechó ese momento. Vi cómo levantaba la pierna y le pateaba directo en panza.
Todo ocurrió en cuestión de segundos. Las mujeres gritaron al unísono, y antes de que pudiera reaccionar, me lancé sobre James, haciéndole una llave en el cuello. Lo aparté, pero él seguía luchando.
— ¡Ven acá, cabrón! —gruñó James, luchando por liberarse —. Te voy a matar… ¡No tienes idea de con quién te metiste!
Giró la cabeza hacia Kathy, su mirada oscura, llena de odio. Su voz salió como un veneno puro.
— Hija de puta, tú también —soltó entre dientes.
Pilar, se puso delante de su hermano como un escudo humano. Pero James no se detuvo. Sus brazos se movían con violencia, y de repente, algo brilló en su mano. Un cuchillo.
Ella no.
Lo vi venir, pero fue demasiado rápido. Lo siguiente que supe fue que lo clavó en mi costado. El dolor fue inmediato, agudo, pero no me detuve.
Mi entrenamiento inconsciente tomó el control. Mi mano se fue directo a su cuello mientras la otra desarmaba su agarre, doblando el cuchillo hasta que cayó al suelo con un estruendo sordo.
Los gritos de dolor de James inundaron el ambiente, pero yo seguía apretando. No iba a soltarlo hasta que estuviera seguro de que no representaba un peligro para nadie más.
Sentí cómo el ambiente se congelaba. Todo a mi alrededor quedó en silencio mientras seguía aplicando presión, su rostro cada vez más rojo, sus intentos por liberarse cada vez más débiles.
Mis músculos temblaban por el esfuerzo, pero no solté. No iba a matarlo, pero no pensaba dejar que volviera a hacer daño a nadie más.
No a ella, no la tocaría a ella.
Solté mi agarre y James cayó inconsciente al suelo. Respiraba. Eso era todo lo que importaba. No quería acabar con su vida, pero no iba a permitir que siguiera con esto.
Mientras lo observaba, noté que mi propia respiración era errática, mis manos manchadas de su sangre, mezclada con la mía.
Pilar estaba bien. Parecía que apenas podía procesar lo que había pasado. Caminé hacia ella, despacio, cada paso dolía más que el anterior.
Kathy corrió a su lado, su voz temblando mientras murmuraba su nombre.
— Bran, por Dios, estás… —su voz se quebró.
Brandon alzó la mano, tratando de calmarla, pero la preocupación era evidente en todos.
— Estoy bien —respondió, su respiración aún agitada —¿Kathy? —su mirada se fijó en mí, y luego vi la sangre que brotaba de mi costado.
— Joshua… —Kathy me miraba con pánico, su rostro lleno de miedo.
— Estoy bien —gruñí, apoyándome en la pared más cercana para no perder el equilibrio.
— Hija, joder —Emily tomó a su hija.
— Mierda —gruño y apoyó en la pared.
No podía ver bien y eso no era bueno.
— Dios —Pilar jadeo y se acercó a él —Joder, joder — movió su mano —. Un botiquín, por favor un… —Joshua jadeo.
Apreté los labios mientras ella movía las manos sin tocarme.
— Ya viene Hannah —Emily habló y me queje.
— Estoy bien —la miro —. Es solo… —levante mi mano y la sangre llegó —. Mierda —me quejó. —Necesito una aguja e hilo. —lo miramos.
Dije, tratando de hacer una mueca de humor para aliviar la tensión. Nadie rio.
— Estás loco, saca la mano —gruñó cuando Bran le pasó el botiquín —. Ahora —la mire un segundo.
Algo me decía que no iba a poder discutir con ella, porque tenía esa mirada que decía, solo intenta pelear conmigo. Levanté la mano.
Mientras Pilar me desinfectaba la herida, me di cuenta de algo. Sus manos provocaban un hormigueo en mi piel, del tipo que te electriza todo.
Mis ojos se centraron en ella, la manera que arrugaba su nariz, la musculosa que llevaba sin brasier y sus piernas desnudas.
Era bellísima.
— ¿Por qué demonios están todos desnudos? —Aarón exclamó
Reí por dentro. Era hombre muerto.